Dormido en el bote

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Hace años un joven trabajaba como guía en las cataratas del Niágara. Un día, estando libre de su ocupación, amarró su bote lejos en lo alto de la catarata y se acostó para descansar pensando que había amarrado el bote muy bien. Se quedó dormido, pero con el constante vaivén se soltó con su ocupante inconsciente y principió a deslizarse en la corriente. En la orilla, los espectadores, viendo el grave peligro, dieron voces para despertar al durmiente a fin de que se salvara antes de que la corriente fuera más fuerte, pero sin resultado. El bote se paró por un momento en la saliente de una roca en la mitad de la corriente. Al notar esto, los que miraban redoblaban sus esfuerzos para despertar al dormido, gritándole con todas sus fuerzas: “¡Súbete a la roca! ¡Súbete a la roca!” Pero seguía durmiendo inconsciente del extremo peligro. Con el movimiento de las aguas, el bote pasó la roca hacia las cataratas. El hombre despertó al ruido estrepitoso de la gran catarata cuando ésta arrojaba su caudal. ¡Qué aterrador! ¡Dormido en el bote! ¡Lenta e inconscientemente deslizándose hacia las fauces de la muerte! Solo al pensarlo, tiembla uno.
Sin embargo, ¡qué bien ilustra la indiferencia de nuestros días! Muchos, indiferentes a su curso fatal, dormidos en sus pecados, quizá ensimismados con los placeres terrenales, saturados de falsa confianza por depender de una vida sin tacha o profesión religiosa, van hacia una meta fatal.
“Cuya inteligencia cegó el dios de este mundo (Satanás), para que no brille en ellos la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.” 2 Corintios 4:4 N.C.
“Despierta, tú que duermes.” Efesios 5:14 N.C. “Cree en el Señor Jesús y serás salvo.” Hechos 16:31 N.C.