Los Metodistas

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Mientras se llevaban a cabo estos intentos por derribar el puro cristianismo echando dudas sobre la autoridad de la Palabra de Dios, el Señor estaba preparando a Sus siervos escogidos para otro avivamiento de la verdad y una mayor expansión del Evangelio. Este avivamiento iba a verse primero en las actividades de los célebres Juan y Carlos Wesley. Con la luz del verdadero evangelio resplandeciendo en sus corazones, comenzaron a celebrar reuniones privadas para el avance de la piedad personal. Lo estricto de sus vidas y lo regular de sus costumbres fue la razón de que se les diera posteriormente a sus seguidores el título de «metodistas». Al ir creciendo la obra, Jorge Whitefield, un predicador de gran capacidad, se unió a Juan Wesley, y siendo ambos clérigos de la Iglesia de Inglaterra, comenzaron a predicar por las iglesias el evangelio simple y llano. Pero la verdad del perdón y de la salvación por la fe en Cristo sin obras humanas meritorias era demasiado sencilla y escrituraria para que pudiera ser tolerada. La Iglesia Establecida, que sólo podría mantenerse fuerte en tanto que siguiera con energía espiritual aquella verdad que la había llevado a la confrontación con el papado, había sucumbido a la indolencia, a la ignorancia y a los lujos que eran la marca de aquella época, y pronto se vio en un conflicto con los avivadores, y les cerró los púlpitos. Excluidos así, se vieron obligados a predicar al aire libre, y sus predicaciones fueron empleadas por Dios para rescatar a las gentes de las profundidades de las tinieblas morales, llevando a miles tanto en Inglaterra como en América a los pies de Jesús. Carlos Wesley, que era menos fuerte de carácter que su hermano Juan, pero posiblemente más afectado interiormente por la gracia de Dios, fue el compositor de los himnos de aquel movimiento, y muchos de sus himnos están en uso constante hasta el día de hoy. (Nota 6.)
Mientras Carlos escribía himnos y Whitefield predicaba el evangelio, Juan devino el organizador del movimiento, y al conseguirse fondos y propiedades para la obra, insistió en un control autocrático de la organización. Al principio autorizó predicadores laicos, pero posteriormente se arrogó el derecho de ordenar clero, y su sistema, por tanto, fue tan estrechamente alineado al Anglicanismo como el de las iglesias reformadas lo estaba con el de Roma. Como resultado, no podía recibirse más luz de la verdad de Dios que la que su sistema permitiera que se expresara funcionalmente, y esto los limitó al perdón de los pecados y a las buenas obras. Un río no puede levantarse a mayor altura que su fuente, y por cuanto la fuente de este movimiento estaba en un gran reformador y no en el mismo Dios, no es sorprendente que al morir los Wesleys siguiera un deterioro gradual en su carácter, y cismas que le hicieron perder su significado público, hasta que encontró su nivel entre las muchas denominaciones de la cristiandad.