J.H. Smith
La epístola a los corintios presenta asuntos muy distintos de los que hemos considerado en la epístola dirigida a los romanos. Hallamos en las cartas a Corinto especiales temas morales, también el orden interior de una asamblea cristiana, con respecto al cual el Espíritu de Dios despliega Su sabiduría de una manera directa. No hay ninguna mención de ancianos o de otros funcionarios de la asamblea. Por medio de las labores del apóstol Pablo una numerosa iglesia local (pues Dios tenía mucho pueblo en esa ciudad) había sido formada en medio de una población corrompida, donde las riquezas y el lujo fueron unidos a un desorden moral, convirtiendo la ciudad en un proverbio. Como en otros lugares, había falsos maestros (generalmente, judíos) que procuraban socavar la influencia del apóstol. El espíritu filosófico también ejercía su actividad, funesta aun cuando Corinto no era, como Atenas, su sede principal. El ascendiente moral y la autoridad del apóstol fueron comprometidas juntamente, siendo muy grave tal estado de cosas ... .
Los temas considerados en esta epístola se dividen fácilmente en su orden consecutivo. En primer lugar, antes de censurar a los cristianos en Corinto, el apóstol reconoce toda la gracia que Dios ya había impartido y aún impartiría a ellos (capítulo 1:1-9). Desde el versículo 10 al capítulo 4:21, trata del asunto de las divisiones, escuelas de doctrina y sabiduría humana, en contraste con la revelación y la sabiduría divinas. El capítulo 5 tiene que ver con la corrupción de la moral sexual, y de la disciplina, sea por la autoridad (del Señor Jesucristo) o por la responsabilidad de la asamblea. El capítulo 6 trata de asuntos temporales, de litigios; y otra vez vuelve al asunto de la fornicación, el cual era de suma importancia para los cristianos de esa ciudad. En el capítulo 7, se considera el matrimonio. ¿Deben de casarse los cristianos? ¿Cuál era la obligación de los ya casados; y qué del caso de un marido convertido o de una esposa convertida, cuyo cónyuge no fuese convertido? El capítulo 8 trata del asunto de comer o abstenerse de cosas ofrecidas a los ídolos. El capítulo 9 tiene que ver con el apostolado de Pablo. El capítulo 10 trata del estado en general de los corintios, el peligro de ser seducidos, sea por la fornicación, o por la idolatría y fiestas paganas; y de los principios referente a la mesa del Señor. El capítulo 11 trata de cuestiones relacionadas a la conducta en asuntos religiosos individualmente, o (versículo 17) en la asamblea y de la cena del Señor. Después, el capítulo 12 trata del ejercicio de los dones espirituales, su verdadero valor, y el propósito de su uso, aumentando el valor comparativo del amor (capítulo 13). En el capítulo 14, se regula el ejercicio de los dones en la asamblea ... . El capítulo 15 habla de la resurrección, la cual fue negada por algunos, y especialmente la de los santos. El capítulo 16 trata de la colecta para los pobres en Judea, con algunos saludos, y de los principios de sujeción a los que Dios ha levantado para servicio, aun cuando no había ancianos. Es de gran valor tener estas instrucciones directamente del Señor e independientemente de cualquier organización humana, a fin de que la conciencia individual y la del cuerpo entero de cristianos sean ejercitadas.
(Lo anterior fue sacado del Sinopsis de los libros de la Biblia, sobre 1 Corintios, por J.N. Darby).
1 Corintios 1:1-3
“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Sóstenes el hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto, santificados en Cristo Jesús, llamados santos, y a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (versículos 1-3).
Pablo era un apóstol por llamamiento directo del Señor. Asociaba consigo a “Sóstenes” (un hermano responsable de la asamblea de Corinto, convertido después de lo sucedido según Hechos 18:12-17). Considerando la gravedad de la carta dirigida a los corintios, la sabiduría divina guio a Pablo al escribirla a identificarse con un creyente de esa asamblea.
Él reconoció a la iglesia en Corinto como la asamblea de Dios, a pesar de todo el mal que había brotado entre sus componentes. Reconoció a ellos como santificados en Cristo Jesús, apartados así para Dios, a pesar de que su conducta no era santa en aquel entonces; y como él era un apóstol por llamamiento divino, les reconoció como santos también por llamamiento divino. Él miraba al pueblo de Dios desde “la cumbre de las peñas” (Números 23:9).
No sólo a la asamblea de Corinto dirigió su epístola, sino también “a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar”, dándonos a entender que la instrucción espiritual dada a los cristianos en Corinto fue dada para todas las iglesias cristianas en todo el mundo y en todo tiempo. Es dirigida, lector cristiano, a su iglesia local. Por lo tanto debe ser de sumo interés reclamar atención reverencial, y que sean puestas por obra sus instrucciones.
En la salutación: “Gracia y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (versículo 3), se nos muestra la actitud benigna y bienhechora de Dios nuestro Padre y del Señor nuestro, Jesucristo, hacia los Suyos. Nosotros, los creyentes, con tantas faltas y preocupaciones, precisamos siempre de la gracia infinita y de la paz inefable que provienen del corazón de Dios.
(seguirá, Dios mediante)