En el capítulo señalado tenemos algunas palabras importantes que David pronunció hacia el final de su vida. Si ya leíste el capítulo, puedes reconocer la importancia que David brindó a los preparativos para el reino de su hijo Salomón, así que no cabe duda que para el rey este asunto era muy importante. Algo semejante debe acontecer en la actualidad con los padres cristianos; pues aunque ellos no tengan hijos que sean príncipes que van a heredar un reino lleno de oro y plata, sí tienen hijos cuyos destinos espirituales son de suprema importancia. En esto David nos dejó un buen ejemplo para los padres, de lo cual podemos sacar al menos cuatro lecciones específicas.
Primero David tuvo una profunda percepción de la gracia de Dios que se puede notar en el siguiente versículo: “Pero Jehová el Dios de Israel me eligió de toda la casa de mi padre... porque a Judá escogió por caudillo, y de la casa de Judá a la familia de mi padre; y de entre los hijos de mi padre se agradó de mí para ponerme por rey sobre todo Israel” (1 Crónicas 28:4). Así David reconoció que por sí mismo nada era, sino que Dios le amó y escogió tan solo por gracia de entre decenas de miles de personas. A nosotros también se nos ha hecho partícipes de un amor infinito e inmerecido. Esta gracia crea una profunda sensación del amor de Dios hacia nosotros, de tal forma que podemos humillarnos ante Él y adorarle. La gratitud de corazón se comunica a todos los que nos encuentran y sobre todo a los hijos.
David también comunicó la palabra de Dios a su hijo: “Y me ha dicho: Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios; porque a éste he escogido por hijo, y yo le seré a él por padre” (1 Crónicas 28:6). David compartió con sumo interés la promesa de la palabra de Dios para su hijo. ¡Imagínate escuchar que Dios quiere ser tu padre y que tiene un trabajo muy importante para ti! En verdad eso es lo que los padres pueden comunicar a sus hijos si son creyentes en el Señor Jesucristo, pues “Dios envió a su Hijo... a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4-5), lo cual explica cómo hemos llegado a ser Sus hijos. Y Efesios 2:10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras”, nos enseña el importantísimo propósito de nuestras vidas.
El principal trabajo de Salomón era la construcción del templo, la casa de Dios: “Y David dio a Salomón su hijo el plano del pórtico del templo y sus casas...” (1 Crónicas 28:11). La casa de Dios era muy importante para David y por eso quería explicarle bien el asunto a su hijo. Los padres creyentes tienen el mismo privilegio hoy en día, ya que la casa de Dios, el lugar donde Él mora en sentido espiritual, es el pueblo de Dios. Así que podemos comunicar el anhelo de ver al pueblo de Dios crecer espiritualmente con las personas que Dios nos dio como hijos.
El oro es símbolo de cosas divinas y la plata de la redención. David dejó oro y plata para su hijo, como leemos en 1 Crónicas 28:14: “Y dio oro en peso para las cosas de oro, para todos los utensilios de cada servicio, y plata en peso para todas las cosas de plata”. Los padres que aprecian mucho la redención que tienen en Cristo Jesús, pueden compartirlo con sus hijos; también la divinidad y la justicia de Dios son temas preciosos que ayudan a los hijos a crecer en el Señor.
Por fin David dio una exhortación y consuelo a su hijo, lo cual podemos aplicarlo con facilidad a nosotros mismos: “Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo” (1 Crónicas 28:20). Cuando reconocemos que Dios está con nosotros, entonces hallamos ánimo, fuerza y valentía.