1. Introducción a La Segunda Epístola a Timoteo

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La Primera Epístola a Timoteo presenta a la iglesia de Dios como la casa de Dios y prescribe su orden divino según la mente de Dios. Reconoce que había, incluso entonces, individuos que se habían apartado a vana palabrería, deseando ser doctores de la ley, y que había algunos que habían naufragado en cuanto a la fe. Se dan, también, advertencias de que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe. No obstante, la masa de los cristianos es vista como deseando responder a sus responsabilidades manteniendo el orden de la casa de Dios, y el gran propósito del Espíritu en la Epístola es dar instrucciones en cuanto a ese orden y a la conducta consistente con él en todos los detalles de su administración en la tierra.
En la Segunda Epístola a Timoteo todo cambia. La iglesia, como casa de Dios, ya no es vista como mantenida en el orden según Dios, sino como habiendo caído en desorden por efecto del fracaso del hombre. En vista de este fracaso y desorden el apóstol Pablo escribe a Timoteo para estimularle, instruirle y exhortarle en un día de ruina y, además, advertirle que el mal continuaría y aumentaría durante todo el transcurso de la dispensación, manifestándose en sus peores formas en los postreros días.
Así, en el curso de la Epístola, aprendemos que ya en la época del apóstol el evangelio estaba en aflicción, el predicador a los Gentiles estaba en prisión, y los santos habían abandonado a uno que les había dado a conocer la verdad plena del cristianismo (2 Timoteo 1). Falsos maestros se estaban levantando en la profesión cristiana quienes, mediante profanas y vanas palabrerías, estaban enseñando errores que conducirían a la impiedad, de tal manera que, como resultado, la casa de Dios vendría a ser como una casa grande en la que hay utensilios para usos honrosos asociados con utensilios para usos viles (2 Timoteo 2). Además, si tal era la condición que tenía su comienzo en aquel día, una condición peor seguiría. En los postreros días vendrían tiempos peligrosos cuando la masa de cristianos profesantes estaría caracterizada por la apariencia de piedad sin su eficacia (N. del T.: “teniendo la forma de la piedad, mas negando el poder de ella” — 2 Timoteo 3:5 — Versión Moderna). En una condición semejante los malos hombres irían de mal en peor hasta que finalmente la profesión cristiana no soportaría la sana doctrina. De este modo, en la Primera Epístola la masa es contemplada aún como fiel, aunque los individuos pudiesen fracasar: en la Segunda Epístola la masa ha fracasado, y solamente los individuos permanecen fieles a su profesión (2 Timoteo 3 y 2 Timoteo 4).
Además, la epístola muestra que en el momento cuando la tormenta de mal estaba surgiendo, el mismo que tan a menudo derrotó al enemigo y condujo a los santos, estaba a punto de ser quitado. De este modo podría parecer que el apóstol iba a ser quitado en el momento mismo cuando su presencia se necesitaba más.
Sin embargo, esta combinación de circunstancias — la tormenta naciente de mal y la remoción de uno tan apropiado para enfrentarla — es usada por el Espíritu de Dios para demostrar a los fieles en todo el transcurso del período cristiano que, aparte de toda acción humana, Dios es suficiente para cada emergencia que ellos puedan ser llamados a enfrentar.
Aunque estaba a punto de partir, y esperando con confianza la corona de justicia en el día del Señor, el apóstol no podía más que sentir profundamente el fracaso de aquello que, conforme a Dios, él había sido utilizado para establecer en la tierra. Todo este dolor de corazón él lo vierte en los oídos de sus amados hijos en la fe. Este desahogo del corazón del apóstol a Timoteo es usado por el Espíritu de Dios por una parte, para advertir anticipadamente a los creyentes del carácter progresivo de la corrupción de la Cristiandad a través del transcurso de toda la dispensación y, por otra parte, para presentarnos la grandeza de nuestros recursos en Dios, en Cristo y en las Escrituras, para que podamos sostenernos en medio del mal y andar conforme a la mente de Dios en tiempos peligrosos.
La enseñanza de la Epístola es presentada en el orden siguiente:
1. En primer lugar, en 2 Timoteo 1, las consolaciones permanentes del piadoso en el día de ruina;
2. En segundo lugar, en 2 Timoteo 2, la senda del piadoso en un día de ruina;
3. En tercer lugar, en 2 Timoteo 3, los recursos del piadoso en los días postreros;
4. En cuarto lugar, en 2 Timoteo 4, las instrucciones especiales para el servicio a Dios en el día cuando la masa de la profesión cristiana ya no soportará la sana doctrina.