3) Fracaso en resolver disputas personales: Capítulo 6:1-11

1 Corinthians 6:1‑11
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Pablo aborda un tercer desorden entre los santos de Corinto: los litigios entre cristianos. Los corintios se llevaban unos a otros a los tribunales para resolver sus disputas personales, y el apóstol les reprende por ello.
Tres razones por las que los cristianos no deben llevarse los unos a los otros a los tribunales
Él procede a dar tres razones por las que ellos no deberían llevar sus asuntos ante los magistrados “injustos” en el sistema legal del mundo (versículo 1).
1) Versículos 2-5.— El cristiano no necesita llevar a su hermano a los tribunales porque, al tener el Espíritu y la mente de Cristo, es capaz de juzgar más correctamente que los hombres no regenerados del mundo (1 Corintios 2:10-16). La competencia del creyente para juzgar es tal que Dios va a hacer a los santos “juzgar al mundo” en el Milenio (Daniel 7:22; Apocalipsis 20:4). Esto no implicará el juicio eterno por los pecados, sino el juicio en los asuntos administrativos del “siglo venidero”: el Milenio (Marcos 10:30; Efesios 1:21; Hebreos 2:5).
El razonamiento del apóstol es indiscutible: “Si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?”. Los cristianos no sólo juzgarán en los asuntos del mundo venidero, sino que también han de “juzgar á los ángeles (caídos) después de que el Milenio haya transcurrido. (Los ángeles elegidos no necesitan ser juzgados). Puesto que esto es así, ¿por qué necesitarían llevar sus problemas ante los jueces “injustos” de este mundo?
En los versículos 4-5, el apóstol los reprende por tal insensatez. Les dice: “Poned para juzgar á los que son de menor estima en la iglesia”, y ellos serían competentes para resolver sus problemas. Él pregunta: “¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno que pueda juzgar entre sus hermanos?”.
2) Versículo 6.— El cristiano no debería llevar a su hermano a los tribunales porque da un mal testimonio ante el mundo. Dice: “Hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los infieles”. Los cristianos han de manifestar un testimonio de amor y unidad ante el mundo. Cuando los del mundo ven que los cristianos no se llevan bien entre sí, les da ocasión de blasfemar contra el Señor (compárese Romanos 2:24; Filipenses 2:14-16). Ya que un cristiano lleva el nombre del Señor, tiene que ser muy cuidadoso con lo que hace. Por lo tanto, es imprudente exponer nuestros “trapos sucios” ante el mundo (2 Samuel 1:19-20). Debería ser resuelto dentro de la comunidad cristiana.
Somos la única Biblia que el mundo descuidado leerá,
Somos el evangelio del pecador; somos el credo de los escarnecedores,
Somos el último mensaje del Señor,
¿Y si la escritura está torcida?
¿Y si la impresión es borrosa?
3) Versículos 7-8.— El cristiano no defiende sus derechos cuando cree que ha sido defraudado, porque se sale del carácter cristiano. Pablo pregunta: “¿Por qué no sufrís antes la injuria? ¿por qué no sufrís antes ser defraudados?”. Sería mejor sufrir la pérdida que dar al mundo una ocasión de blasfemar el nombre del Señor; tal sería el proceder cristiano. El espíritu de la gracia cristiana consiste en sufrir los agravios, encomendándolos al Señor, que está sobre todas las cosas, y Él los enmendará a Su tiempo (1 Pedro 2:20-23; Hebreos 10:34; 2 Samuel 19:24-30).
Advertencia a la multitud mixta
Versículos 9-11.— Con las horrendas prácticas reportadas entre los corintios, Pablo tenía razones para creer que había algunos entre ellos que eran meros profesantes y no verdaderos creyentes en absoluto. De ahí que a lo largo de la epístola se dirija a los corintios como una multitud mixta (1 Corintios 1:2: “de ellos y nuestro”). La presencia de meros profesantes entre ellos es quizás lo que produjo varios de sus problemas. Estas personas actuaban naturalmente según principios egoístas y mundanos, y así traían impureza a la asamblea. Sabiendo esto, el apóstol da aquí una advertencia solemne.
Les recuerda que viene el juicio para todos los que son característicamente “injustos”. Un creyente puede actuar injustamente en una circunstancia determinada, pero el que vive así habitualmente no es salvo y no “poseerá el reino de Dios”. Estar exteriormente en terreno cristiano a través de la profesión no es lo que asegura nuestra seguridad eterna. Uno necesita ser “lavado”, “santificado” y “justificado”. Algunos de los corintios habían sido marcados por los pecados que el apóstol enumera, pero ahora eran salvos y necesitaban tener cuidado de no volver a esos pecados anteriores. Les recuerda lo que son por la gracia de Dios y, entonces, en la siguiente sección (capítulos 6:12–10:13), les exhorta a vivir conforme a su posición.
Ser “lavados” (tiempo aoristo en griego) es algo que ocurre una vez para siempre (Juan 13:10). Es la limpieza moral que resulta del nuevo nacimiento (vivificación). Ellos fueron lavados de su vieja condición y fueron “santificados” (apartados) a una nueva posición ante Dios. Cuando la santificación es mencionada antes de la justificación en las Escrituras, siempre se trata de santificación absoluta (posicional). También fueron “justificados”, lo cual es ser absueltos de toda acusación contra nosotros al ser colocados en una nueva posición ante Dios en Cristo, donde ya no se nos puede imputar ninguna acusación de pecado (Romanos 8:1). El cristiano está “justificado en Cristo” (Gálatas 2:17). “En Cristo” es una expresión utilizada por Pablo en sus epístolas para denotar la posición de aceptación del creyente ante Dios. El nuevo lugar en el que se encuentra Cristo como resucitado y sentado en lo alto de la gloria es también nuestro lugar. (Isaías 50:8; Romanos 8:33-34). Estar “en Cristo” es estar en el lugar de Cristo ante Dios. ¡El mismo lugar de aceptación en el que Él está ante Dios, pertenece al creyente!
Así, los corintios, siendo lavados, santificados y justificados, fueron traídos bajo el Señorío de Cristo —“en el nombre del Señor Jesús”— y se esperaba que reconocieran Su Señorío en sus vidas de manera práctica.