5. Advertencias Contra La Mundanalidad Y Enseñanzas En La Piedad

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(1 Timoteo 5)
Habiendo advertido contra el mal de algunos que apostatarán del cristianismo y adoptarán una religión carnal falsa, el apóstol nos advierte ahora contra males que pueden surgir de la mundanalidad dentro del círculo cristiano, y nos enseña cómo tratar con las necesidades del pueblo de Dios de modo que no se pueda permitir nada que brinde ocasión para la maledicencia y entorpezca así el testimonio de la gracia de Dios ante el mundo.
(a) El Espíritu En El Cual Los Males Deben Ser Tratados (Vv. 1-2)
Pueden surgir ocasiones cuando los males que se manifiestan en el círculo cristiano pueden llamar, en forma justa, a la reprensión. No obstante, al administrar la reprensión debemos reconocer lo que es adecuado a la edad y al sexo, y cuidar así que la reprensión sea dada en un espíritu correcto. La reprensión puede ser correcta y sin embargo puede tener ningún efecto, o incluso herir, debido al espíritu equivocado en la que se da. Una reprensión correcta en un espíritu equivocado es simplemente enfrentar la carne en la carne.
Se debe respetar la edad, incluso si se precisa reprensión. Un hermano anciano no debe de ser reprendido con dureza, sino con toda la deferencia que un hijo tendría para con su padre (“No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre” — LBLA). Los jóvenes no deben ser tenidos en poco, sino reprendidos con amor como a hermanos, a las ancianas con la deferencia debida a una madre. Se debe tratar con las mujeres más jóvenes “con toda pureza,” evitando así la descuidada familiaridad que la naturaleza podría adoptar.
De esta forma, en todos nuestros tratos los unos con los otros, el modo debe ser tal que nada se haga que pudiera ultrajar el decoro y dar ocasión para el escándalo.
(B) Enseñanza Con Respecto a Satisfacer Las Necesidades Del Pueblo De Dios Y Advertencias Contra La Auto-Indulgencia En Las Cosas Temporales (Versículos 3-16)
(V. 3). En primer lugar, se nos enseña a mostrar el debido respeto por las “viudas que en verdad lo son.” Una viuda que ‘en verdad lo es,’ no es simplemente una mujer privada de su marido, sino una que se caracteriza por ciertas cualidades morales. Ya sea que esté en necesidad o no, las tales han de ser tenidas en honor.
(V. 4). No obstante, si tales mujeres tienen necesidad temporal, que los descendientes demuestren su piedad práctica y recompensen a sus padres, porque esto es bueno y agradable delante de Dios. Aquí vemos nuevamente que la piedad deja entrar a Dios en todos los detalles de la vida, y procura actuar en un modo que complazca a Dios.
(V. 5). El apóstol nos da, entonces, las hermosas señales de una viuda que en verdad lo es. Ella ha quedado sola (“desamparada” — Versión Moderna), estando sin recursos humanos; su confianza está en Dios — ella “espera en Dios”  — y depende de Dios, pues “persevera en rogativas y en oraciones noche y día” (Versión Moderna).
(V. 6). En oposición a la viuda que en verdad lo es, el apóstol nos advierte contra todas las que, en la casa de Dios, se entreguen a “los placeres desenfrenados” (LBLA). Las tales aún viviendo, están muertas. Somos exhortados a considerarnos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús (Romanos 6:11). No podemos vivir para nosotros mismos y para Dios al mismo tiempo. Si vivimos para nosotros estamos viviendo para el pecado, lo cual es estar sin ley, o es la indulgencia de nuestras propias voluntades. Los hábitos de auto-indulgencia han de introducir la muerte espiritual entre el alma y Dios.
(V. 7). Semejantes advertencias son necesarias para que, andando en piedad, cada uno en la casa de Dios no sólo sea aceptable y agradable a Dios sino también irreprensible delante de los hombres.
(V. 8) Para el cristiano, el hecho de no proveer para los suyos, y especialmente para los de su casa, es hundirse por debajo de lo que es natural, y negar así la fe del cristianismo que aprueba estas relaciones naturales y nos enseña a respetarlas. Es posible para un cristiano, si actúa en la carne, comportarse de un modo que es “peor que un incrédulo”.
(Vv. 9-10). Sin embargo, pueden haber casos individuales en el círculo cristiano, que no tienen parientes que provean para ellas. Tales personas deberían ser puestas en la lista de aquellas que pueden ser debidamente cuidadas por la asamblea. No obstante, uno debe tener cuidado de no utilizar la casa de Dios como si fuera meramente una institución para sostener a personas necesitadas.
En ocasiones, en efecto, la gracia puede ayudar a las más abandonadas. Aquí se trata de un asunto de idoneidad para la inclusión en una lista de aquellas que reciben la ayuda regular del pueblo del Señor. Tales personas deben, mediante su vida, haber demostrado su aptitud para tal ayuda. En personas de salud normal, la que es apta para la lista debe ser de una edad cuando, bajo circunstancias comunes, ya no pueda trabajar para su subsistencia; debe haber sido esposa de un solo marido, y una de quien se de testimonio a causa de sus buenas obras al haber criado hijos, al haber mostrado amabilidad a los extranjeros, al haber lavado los pies de los santos, socorrido a los afligidos, y, de hecho, “si hubiere seguido estrictamente toda buena obra.” (v. 10 — Versión Moderna).
De manera muy bienaventurada esta Escritura muestra cuánto puede hacer una mujer piadosa que es agradable a Dios y cuánto puede hacer para ayudar al pueblo del Señor. Las omisiones, sin embargo, son tan asombrosas como las buenas obras que se enumeran. No se dice nada acerca de la enseñanza o la predicación o, de hecho, de nada que pueda llevar a la mujer a un lugar de prominencia en una manera pública contraria al orden de la casa de Dios.
(Vv. 11-13). “Pero rehúsa poner en la lista a viudas más jóvenes, porque cuando sienten deseos sensuales, contrarios a Cristo, se quieren casar, incurriendo así en condenación, por haber abandonado su promesa anterior (Gr. Su primera fe). Y además, aprenden a estar ociosas, yendo de casa en casa; y no sólo ociosas, sino también charlatanas y entremetidas, hablando de cosas que no son dignas” (LBLA). Las viudas más jóvenes no deben ser puestas en la lista. Proveer para tales personas, como en el caso de las viudas, de hecho, las conduciría a olvidar a Cristo como su único Objeto y, en cambio, a tener ante ellas simplemente el deseo de volver a casarse, y llegar a ser así culpables de haber quebrantado su primera fe. Es posible de este modo, no sólo perder nuestro primer amor, sino quebrantar nuestra primera fe, la cual, al comienzo de nuestra vida cristiana, hizo que Cristo fuese el gran Objeto.
Además, poner a las viudas más jóvenes en la lista solamente las animaría a la ociosidad y a convertirse de este modo en un tropiezo, pues su ociosidad las conduciría a andar de casa en casa como “chismosas y entremetidas” (RVR60). Un chismoso repite historias y chismorrea a costa de los demás; un entremetido interfiere en los asuntos de los demás, expresando libremente opiniones sobre asuntos que no son de su incumbencia. En ninguno de los casos existe un solo pensamiento acerca de ayudar al necesitado, o de procurar corregir algo que está mal, sino más bien es la indulgencia de la carne en su amor por la difamación. Chismosos y entremetidos, ya sea que repitan lo que es falso o verdadero, hablan en ambos casos de “lo que no debieran.” El predicador dice, “Revela los secretos aquel que anda en chismes” (Proverbios 20:19 — Versión Moderna); y, otra vez, “todos los necios se meten en pendencias” (Proverbios 20:3 — Versión Moderna). La ley dice, “No andarás como chismoso entre tu pueblo” (Levítico 19:16 — Versión Moderna). El cristianismo nos advierte en contra de andar “de casa en casa” como ‘chismosos y entremetidos.’
¡Qué cantidad de nombres han sido estropeados y quebrantados
Qué sentinas pestilentes han sido removidas
Por una palabra pronunciada en liviandad —
Por sólo una palabra ociosa!
(V. 14). La opinión del apóstol es que las más jóvenes se casen y encuentren su esfera adecuada de actividad en la vida hogareña, criando hijos y gobernando la casa. Ya sea que se hable a los ancianos, a las viudas o a las más jóvenes, todos deben recordar que ellos forman parte de la casa de Dios, y en la casa de Dios no se debe permitir nada que de al adversario ocasión de maledicencia.
(V. 15). De hecho algunas, a través del descuido de estas enseñanzas, ya se habían apartado en pos de Satanás. Ellas podrían no admitir o no darse cuenta de la seriedad del curso que estaban siguiendo; pero, evidentemente, en relación a Cristo, el hecho de descuidarse y dejarse impulsar por el deseo conducirá a que el alma sea seducida por Satanás y se desvíe a las tentaciones del diablo.
(V. 16). Las viudas en las familias de cristianos han de ser mantenidas por la familia, dejando libre a la asamblea para que ayude a las que en verdad son viudas.
(C) Las Necesidades De Los Ancianos (Vv. 17-21)
El apóstol pasa a instruirnos en lo que respeta a la satisfacción de las necesidades de aquellos que sostienen una posición como ancianos oficiales, y el espíritu en el cual se debe enfrentar cualquier acusación contra los tales.
(Vv. 17-18). “Los ancianos que dirigen bien sean tenidos por dignos de doble honor, especialmente los que trabajan en la palabra y en la enseñanza. Porque dice la Escritura: Al buey que trilla no pondrás bozal, y: Digno es el obrero del salario de él.” (Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, por Francisco Lacueva, Editorial Clie).
El trabajo de los ancianos era gobernar (dirigir) en las asambleas del pueblo de Dios. Ellos son responsables de ver que el orden piadoso sea mantenido en público y en privado. Se debía honrar a un anciano tal; aquellos que hacían bien su trabajo debían ser tenidos por dignos de doble honor, especialmente los que, además de cuidar a los santos, trabajaban en la palabra y en la enseñanza. Además, sus necesidades temporales no debían ser olvidadas. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo son citados, como teniendo igual autoridad como Escritura, para insistir en nuestra responsabilidad de ayudar al obrero. (Deuteronomio 25:4; Lucas 10:7).
(V. 19). El anciano, a causa de su servicio, estaría más sujeto que los demás al malentendido y a la detracción. El tener que tratar a veces con las faltas en otros podría conducir al resentimiento y a un mal sentimiento que podrían manifestarse en una acusación maliciosa. Podría, de hecho, haber una causa justa para una acusación, pero no debía ser recibida excepto de testigos.
(Vv. 20-21). Los culpables, sean ancianos o no, cuyas faltas han sido totalmente probadas por testigos adecuados, han de ser reprendidos delante de todos, para que los demás también tengan temor. No obstante, todo lo que tiene forma de reprensión debe ser hecho, no simplemente en presencia de todos, sino “delante de Dios” cuya casa somos nosotros, delante del Señor Jesucristo, quien es Hijo sobre la casa de Dios, y delante de los ángeles escogidos quienes son ministros de los que forman la casa. De este modo la reprensión sería sin “prejuicios” que formarían una opinión sin considerar debidamente todo el asunto, y sin parcialidad que preferiría a uno antes que a otro.
(D) Cuidado En La Expresión De Comunión
(V. 22). En la Escritura, imponer las manos sobre otro es señal de comunión, más bien que la comunicación de autoridad como la Cristiandad enseña. La falsa liberalidad puede fingir una grandeza de corazón extendiendo descuidadamente la comunión a aquellos que están siguiendo un curso equivocado. Podemos dar así nuestra aprobación al mal y participar en los pecados ajenos. Debemos conservarnos puros, una prescripción que demuestra claramente que nosotros podemos ser contaminados por nuestras asociaciones.
(E) Enseñanza Con Respecto a Necesidades Corporales
(V. 23). Las necesidades de un cuerpo débil y que sufre no deben ser descuidadas. Timoteo debía usar “de un poco de vino” a causa de su estómago y de sus “frecuentes enfermedades.” Timoteo no es culpado por sus enfermedades, ni se sugiere que la continua ocurrencia de ellas demuestra alguna falta de fe de parte de él; tampoco se le exhorta a procurar que los ancianos impongan sus manos sobre él o incluso que oren por su sanación. Se le manda usar un remedio común. Sin embargo, se trata “de un poco de vino” y a ser usado a causa de un estómago débil. Así que no hay excusa, en el consejo del apóstol, para beber vino en exceso o utilizarlo por simple auto-indulgencia.
(F) Advertencia Contra El Juzgar Por Las Apariencias (Vv. 24-25)
(V. 24). Al juzgar nuestras asociaciones con los demás debemos guardarnos de ser engañados por las apariencias. Los pecados de algunos son tan evidentes que no puede haber dudas en cuanto al carácter y condenación de los tales. Otros pueden ser igualmente malvados y aún así engañar por medio de una buena apariencia en la carne. No obstante, sus pecados los perseguirán hasta el juicio.
(V. 25). Esto puede ser verdadero de aquellos en quienes la gracia ha obrado. Con algunos es obvio que sus buenas obras proclaman su verdadero carácter. Otros pueden ser igualmente sujetos de la gracia y, con todo, sus obras pueden ser menos públicas. Todo saldrá a luz a su debido tiempo.
Mientras leemos las enseñanzas y advertencias del apóstol nosotros bien podríamos considerar la palabra, “el que piensa que está firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12 — Versión Moderna). A partir de las exhortaciones del capítulo es evidente que el creyente puede caer en una condición en la cual él se deja estar en hábitos de auto-indulgencia (versículo 6); puede actuar de un modo que es peor que el de un incrédulo y negar así la fe (versículo 8); puede rebelarse contra Cristo y quebrantar así su primera fe (versículo 11); puede convertirse en un vagabundo ocioso yendo de casa en casa, chismorreando y entremetiéndose en los asuntos de los demás (versículo 13); y se puede apartar para ir en pos de Satanás (versículo 15).
Además, mientras leemos las enseñanzas, aprendemos que los que componen la casa de Dios deberían procurar vivir de una manera que sea buena y agradable delante de Dios (versículo 4); irreprensibles delante de los hombres (versículo 7); no dando ocasión para la maledicencia (versículo 14).