En el capítulo 8 el apóstol continúa el tema de la libertad cristiana, pero en relación con la idolatría. En los capítulos 6:12–7:40 abordó el tema en la esfera de los asuntos morales; ahora lo mira en relación con los asuntos espirituales. En el capítulo 8 aborda la libertad del cristiano en relación con cómo afectará a la comunidad cristiana, y luego en los capítulos 9–10 la mira en relación con los que están fuera: el testimonio público del cristianismo ante el mundo. Así pues, trata el tema desde el punto más pequeño y lo amplía hasta lo máximo. Empieza por nuestro propio cuerpo (capítulo 6), luego pasa a nuestra pareja (capítulo 7), después a nuestros hermanos con los que andamos (capítulo 8) y, por último, ante el mundo (capítulos 9–10).
La libertad cristiana en relación con nuestros hermanos
Capítulo 8:1-13.— En Corinto había quienes se estaban dando la libertad de comer comidas ofrecidas a los ídolos, pero al hacerlo, corrían el peligro de ser tropiezo para alguno de sus hermanos. Pablo, por lo tanto, procede a corregir esto dándoles un principio universal que regularía la libertad cristiana en relación con las cosas ofrecidas a los ídolos.
Este capítulo es similar a Romanos 14, ya que ambos abordan el uso y el abuso de la libertad cristiana. No obstante, hay una diferencia: Romanos 14 se refiere al judío débil que se ha convertido del judaísmo, mientras que 1 Corintios 8 se refiere al gentil débil que se ha convertido de la idolatría.
La diferencia entre el conocimiento y el amor
Versículos 1-3.— Muchos en Corinto entendieron que como un ídolo no era nada, la comida no significaba ningún problema para Dios. Pensaban que eran libres de actuar como quisieran con respecto a la comida ofrecida a un ídolo y que no habría restricciones. Pablo les enseña que sus libertades necesitaban ser reguladas para no hacer caer a los que eran “débiles” en la fe.
Una persona podría saber que un ídolo no es nada, y por lo tanto, entrar en un templo de ídolos y comer comida ofrecida a un ídolo (versículo 10), o comprar en el mercado comida que fue ofrecida a un ídolo (capítulo 10:25). Pero esto plantea una pregunta: “¿Sería correcto hacerlo si hiciese tropezar a nuestro hermano?”. Pablo muestra en este capítulo que el conocimiento (ciencia) en sí mismo no es suficiente para guiarnos en estos asuntos. Esta pregunta no puede ser respondida meramente por la “ciencia”, sin embargo, puede ser zanjada por la “caridad [amor]”. El conocimiento sin la ejercitación del amor puede llevar a una persona a actuar sin considerar el efecto que su acto puede tener en los demás.
Esto lleva al apóstol a comparar el conocimiento y el amor. La “ciencia” que no se tiene en comunión con el Señor tiende a hinchar a una persona de orgullo; mientras que la “caridad [amor]” considera el bienestar de nuestro hermano (versículo 1). Esta es una diferencia significativa: el conocimiento tiende a hincharnos a nosotros mismos, mientras que el amor hace crecer (edifica) a los demás. El conocimiento nos hace ocuparnos de la cosa en cuestión (de sus méritos y deméritos), pero el amor considera al hermano. Si el conocimiento fuese el único principio aplicado en el caso, conduciría a una arrogancia absoluta, y con seguridad a la ofensa. Pablo no estaba menospreciando el conocimiento, sino mostrando que este ha de tenerse en amor.
Luego pasa a decir que, puesto que ninguno de nosotros conoce la verdad en su totalidad, ya que ahora sólo podemos conocerla en parte (1 Corintios 13:9), debemos ser cuidadosos de hacer uso de nuestro conocimiento sin considerar que quizá no tengamos las cosas del todo claras. Si uno se hace a la idea de que ha adquirido conocimientos y se muestra satisfecho por ello, está demostrando que carece de entendimiento sobre cómo debe tenerse y practicarse (versículo 2). Además, si una persona ama a Dios en verdad, se manifestará en sus acciones hacia su hermano cristiano (1 Juan 5:1-2). Aquel que aborde este tema de la libertad desde el punto de vista del amor será “conocido” de Dios en el sentido de que Él reparará en esa persona y le dará un sentido especial de Su aprobación (versículo 3).
La diferencia entre los ídolos y el Dios verdadero
Versículos 4-6.— La cuestión de comer alimentos ofrecidos a los ídolos lleva al apóstol a establecer una breve pero importante comparación entre los ídolos y el Dios verdadero. Los ídolos solamente son “llamados dioses” porque son, o meras falsificaciones, o manifestaciones de demonios. Ninguno de ellos es realmente un dios. Saber esto permite comprender que no hay nada en un ídolo.
El conocimiento ha de ser regulado por el amor
Versículos 7-10.— Como todos estamos en diferentes etapas de crecimiento, no todos los cristianos han adquirido este conocimiento respecto a los ídolos. Algunos no habían sido capaces de superar los prejuicios tan profundamente arraigados en sus respectivos ámbitos con respecto a los ídolos. Eran “débiles” en el sentido de ser deficientes en el conocimiento cristiano. Algunos de los conversos salidos del paganismo no estaban totalmente convencidos de que los ídolos fueran nulidades y de que las comidas que se les ofrecían no fueran diferentes de las demás. Hay que tener cuidado de no causar tropiezo a tales personas (versículo 9). Para algunos, comer comida ofrecida a los ídolos podía llevar a una mala conciencia, y el abandono de una buena conciencia podía llevar a una persona a hacer algo que la destruiría —causar que “pereciera”— en el sentido de hacer naufragar su vida y testimonio cristianos (versículo 10). Por supuesto, el tal no perecería en el sentido de perder su salvación, porque el Señor dijo que Sus ovejas “no perecerán para siempre” (Juan 10:28).
En los versículos 11-12, se hace hincapié en la seriedad de causar perjuicio a un hermano en Cristo que es débil. Si el Señor amó tanto a esa persona que estuvo dispuesto a morir por ella, ¿no deberíamos ser cuidadosos de no obstaculizar su progreso espiritual haciendo algo que le hiciera tropezar? Sería un pecado “contra Cristo”.
En el versículo 13, concluye sus observaciones planteando un sencillo principio que regularía nuestra libertad con respecto a nuestro hermano cristiano. Antes de ejercer nuestra libertad en un área determinada no prohibida por las Escrituras, debemos considerar qué efecto tendrá en nuestro hermano. Si lo que permitimos puede hacerle tropezar, entonces tenemos que prescindir de ello. El amor haría eso. En todos estos asuntos, el cristiano no sólo debe usar el conocimiento, sino también el amor.
Este principio que Pablo ha presentado ante los corintios es esencial para la salud y el bienestar de una asamblea local. Tiene una amplia aplicación en todas las cosas que tienen que ver con la vida en la asamblea que son de importancia secundaria, es decir, cosas que no atacan o socavan la Persona y la obra de Cristo. Si este principio se pusiera en práctica en nuestras interacciones los unos con los otros, habría muchas menos ofensas dadas y recibidas.
El conocimiento tiende a ver las cosas en blanco y negro, sin considerar ningún otro factor condicionante. Una persona que actúa meramente en esa línea ve las cosas como correctas o incorrectas. A menudo irán por ahí corrigiendo a otros en la asamblea sobre pequeños asuntos que consideran incorrectos, pensando que están haciendo un servicio a Dios. Pero a menudo dejan un rastro de ofensa tras de sí. Se sienten justificados en sus acciones y lo atribuyen a que son fieles. Desafortunadamente, tratar las cosas sólo en la línea del conocimiento suele ser destructivo para una vida de asamblea feliz. No contribuye a la paz (Romanos 14:19). El amor divino, por otro lado, considera a nuestro hermano “por el cual Cristo murió” y tiene cuidado de no causar perjuicio en estos asuntos secundarios. No comprometerá principios, pero también considera el estado y la etapa de crecimiento en aquellos a quienes busca alcanzar. El amor espera sus oportunidades y lidia con las cosas con el amor de Cristo.
Libertad cristiana en relación con el servicio al Señor
Capítulos 9:1–10:14.— En el capítulo 9, Pablo continúa con el tema de la libertad cristiana, aplicándola al servicio del Señor. Se desvía del tema de la libertad en relación con la idolatría para ilustrar lo que dijo en el capítulo 8. Concretamente, que debemos estar dispuestos a renunciar a ciertas libertades por el testimonio del Señor. Una vez más, recurre a su propia vida y a su experiencia de vida. De nuevo, utiliza su propia vida y ministerio como ejemplo. Se aferra a dos “derechos” (traducción de J. N. Darby) o libertades en particular que él tenía como siervo del Señor y muestra que, aunque tenía todo el “derecho” a esas libertades, renunció a ellas por el bien de llegar a otros y ayudarlos.
Las constataciones del apostolado de Pablo
Versículos 1-3.— Su condición de apóstol era algo que algunos entre los corintios cuestionaban, ya que no estaba entre los doce elegidos por el Señor en la tierra. Afirma que es apóstol porque había “visto a Jesús nuestro Señor” (Hechos 9:4-5). Otra evidencia de su apostolado fue la asamblea de Corinto. Su existencia se debía a su labor (Hechos 18:1-11). Dice: “¿No sois vosotros mi obra en el Señor?”. Estas fueron dos constataciones de su apostolado. Una vez establecido esto, retoma dos áreas específicas en las que tenía “potestad” (un “derecho” legítimo; traducción J. N. Darby) como siervo del Señor para tomar parte (versículos 4-27).
El “derecho” de Pablo de tomar parte de las misericordias ordinarias en la vida natural
Versículos 4-5.— En primer lugar, habla de su libertad para tomar parte de las misericordias ordinarias de la vida: “comer y beber” (versículo 4), y “traer consigo una hermana mujer también” (versículo 5). Siendo siervo del Señor, tenía esa potestad [“derecho”]. Tenía la libertad de tomar parte de las cosas normales de la vida, y señala a los “otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas” (Pedro) quienes participaban legítimamente de esa libertad.
El “derecho” de Pablo a ser asistido económicamente por aquellos a quienes ministraba
Versículos 6-14.— En segundo lugar, Pablo tenía derecho a ser asistido financieramente por aquellos a quienes ministraba. Él tenía el “derecho” de “dejar de trabajar” (a tiempo completo) y de recibir ayuda en “bienes materiales” a cambio de su ministerio en “cosas espirituales” (versículo 7). Él procede a enumerar varias cosas para respaldar este derecho:
1) Remunerar a los trabajadores es lo habitual. Cita tres ejemplos de la vida ordinaria: un soldado, un agricultor y un pastor (versículo 8). El trabajo para el Señor no debe tratarse con menos importancia.
2) Es conforme a la Ley mosaica (versículos 8-9). Cita Deuteronomio 25:4 para demostrar que la Ley de Moisés apoyaba esta práctica como principio. No se escribió únicamente porque Dios cuida de los bueyes (que son la figura de los siervos del Señor), sino fue escrito “para nosotros” (versículo 10).
3) El sistema del tabernáculo y el “santuario” que fue establecido por Dios apoyaba la idea de pagar a aquellos que hacían el trabajo (los sacerdotes y los levitas). Los que “sirven al altar participan del altar” (versículo 13; Números 18:8-20).
4) Era ejercido por otros trabajadores cristianos. Si los tales tenían “derecho” a ser mantenidos por aquellos a quienes ministraban, ¿por qué Pablo no? Después de todo, él era su padre espiritual en la fe, y, por lo tanto, tenía derecho a sus cosas “carnales” (versículo 11).
5) El Señor lo decretó para Sus discípulos cuando fueron enviados a predicar (Lucas 10:7). “A los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (versículo 14). En este sentido, Él estableció el ejemplo para los trabajadores cristianos.
El principio de renuncia al “derecho” propio para la bendición de otros
Versículos 15-23.— Habiendo establecido que él tenía tales “derechos”, Pablo se apresuró a decir: “Pero de nada de esto me aproveché” (versículos 12,15). Él tenía “derecho” a tales libertades, pero eligió no ejercer esos derechos porque no quería ser un tropiezo para nadie a quien predicara. Renunció a ellos para poder llegar a más almas. Por ejemplo, cuando estaba entre los corintios, trabajaba con Aquila y Priscila haciendo tiendas, que era su profesión mutua (Hechos 18:1-2; 20:34; 2 Tesalonicenses 3:7-9). Esto ilustra maravillosamente el hecho de que la vida y el servicio cristianos consisten en hacer sacrificios por los demás; su objetivo no es agradarse a uno mismo. El Señor Jesús es nuestro gran ejemplo. Él “no se agradó a Sí mismo” (Romanos 15:1-3).
Versículos 17-18.— Pablo se sintió obligado a predicar el evangelio, y lo hizo “de voluntad”. Se lanzó al ministerio de la Palabra con abnegación. Aunque rechazó la recompensa material, él sabía que no estaba sin recompensa por su trabajo. Podía gloriarse de que el evangelio era predicado “sin coste” (traducción King James), y tenía el gozo de cosechar: viendo cómo se salvaban las almas.
Versículo 19.— En un sentido, negarse a ejercer su “derecho” le dio mayor libertad. Le hizo “libre para con todos”, en el sentido de que no dependía de ningún humano para ayuda financiera, y, por lo tanto, sería menos probable que fuera influenciado por sus deseos. De este modo, pretendía hacerse “siervo de todos” para “ganar á más” personas con el Evangelio. Renunció a su derecho de libertad cristiana para llegar a ellos y se hizo “como” ellos, en lo que se refería a sus costumbres. Se adaptaría a aquellos a quienes buscaba alcanzar con el evangelio si eso no comprometía la enseñanza. Era una restricción voluntaria de su libertad y muestra hasta donde llegaría su amor por las almas para llegar a ellas con el evangelio.
Versículos 20-21.— Cuando trataba de llegar a los “judíos”, renunciaba a su derecho de libertad cristiana y se hacía “como judío”. Hizo esto, dice, para poder “ganar... á los que están sujetos á la ley”. Nótese: Él no dice que formalmente tomó de nuevo la posición de ser judío; dice que se hizo “como” judío. Esto sería en costumbres, hábitos, cuestiones dietéticas, etc. Y viceversa, cuando se dirigía a “los que son sin ley” (los gentiles) sería “como si... fuera sin ley”. En caso de que alguien pudiera pensar que esto incluía abandonar su moral y vivir como los paganos, añade en un paréntesis: “No estando yo sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo” (versículo 21). Esto significa que seguiría las costumbres de los gentiles en la medida de lo posible sin comprometer los principios de santidad y espiritualidad. Este era el tipo de sabiduría que ganaba almas (Proverbios 11:30); implicaba abnegación.
Versículos 22-23.— Pablo dice: “Me he hecho á los flacos flaco, por ganar á los flacos”. Es decir, para aquellos que eran de entendimiento sencillo en cuanto a los temas divinos, él tenía cuidado de reducir las cosas a su nivel cuando se comunicaba con ellos, usando términos más simples para expresar la verdad. Con ellos se centraba en la enseñanza elemental. De este modo, se adaptaba a las diversas situaciones en las que se encontraba la gente, pero al mismo tiempo tenía cuidado de no comprometer los principios de santidad y verdad.
En el capítulo 8, el amor no permitía al apóstol hacer nada que causase perjuicio en la conciencia de sus hermanos más débiles. En el capítulo 9, su amor fue más allá —más allá del entorno cristiano— y no le permitió hacer cosas que pudieran causar perjuicio a los no creyentes a quienes daba testimonio. Al renunciar deliberadamente a sus derechos o libertades cristianas para ganar a aquellos a quienes ministraba, fue un ejemplo para los corintios del amor cristiano normal que se sacrifica para la bendición de los demás. Esto muestra que todos esos derechos en la libertad cristiana deben estar sujetos a los intereses de Cristo y Su testimonio en el evangelio.
La necesidad de tener dominio propio en el ejercicio de la libertad cristiana
Versículos 24-27.— Prosigue mostrando que una persona tiene que tener cuidado al tomarse libertades por otra razón: podría tener un efecto negativo sobre sí misma, pudiendo caer bajo el poder de los apetitos carnales del cuerpo. Habiendo hablado de la necesidad de la abnegación en la renuncia a los propios derechos o libertades, habla ahora de la necesidad del dominio propio sobre los instintos más bajos de la naturaleza humana. Más adelante hablará de la necesidad del juicio propio (1 Corintios 10:12; 11:28).
Indica que los atletas del mundo “se abstienen” (tienen autocontrol) en todas las cosas mientras se entrenan para competir por “una corona corruptible” en sus juegos —una alusión a los Juegos Olímpicos originales (versículos 24-25; 2 Timoteo 2:5, traducción J. N. Darby)—. Del mismo modo, un cristiano al servicio del Señor también debe usar el dominio propio para tener la aprobación del Señor en el día de gloria venidero. Para ganar “el premio” uno tenía que vivir y servir en la viña de Dios en conformidad con los principios de Dios. Para hacer esto requería mantener el cuerpo “bajo” control (traducción King James).
En los versículos 26-27, Pablo se puso a sí mismo como ejemplo en el dominio propio. Tuvo cuidado de no complacerse en los apetitos del cuerpo, sino de mantenerlo en “servidumbre” para que no fuera un estorbo para él en el servicio. Se dice que el cuerpo es un buen siervo, pero un mal amo.
Muestra que es posible que alguien que predicaba acabe como un “reprobado”. La palabra “reprobado” sin duda se refiere a un alma perdida (Romanos 1:28; 2 Corintios 13:5-7; 2 Timoteo 3:8; Tito 1:16). No debemos deducir de esto que un cristiano puede perder su salvación. El tema en cuestión en el capítulo es la predicación, no la salvación. Es posible que una persona se dedique a la predicación y sin embargo no sea salva, y, por lo tanto, termine siendo un reprobado. Judas Iscariote era una persona así. El hombre del que habló el Señor en Mateo 7:22 es otro ejemplo. Hay muchos que son así a día de hoy en la profesión cristiana.
Él menciona esto porque había algunos predicando entre ellos que no parecían ser genuinos en absoluto. Su habitual indulgencia en las cosas carnales (tomándose libertades) sin dominio propio sacó a la relucir que algo estaba terriblemente mal. Si uno continúa con tales actividades, puede ser que no sea salvo en absoluto.
Algunos han considerado que, puesto que la palabra significa “desaprobado” o “rechazado”, Pablo quería decir que se rechazaba el ministerio de un hombre, no a él personalmente. Por consiguiente, su ministerio sería rechazado porque su vida estaba en desorden. Esto ciertamente sería verdad, pero la palabra “reprobado” no debe entenderse en ese sentido limitado. No se utiliza de este modo en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Quiere decir que toda la persona es rechazada porque está perdida. J. N. Darby dijo: “Ser un reprobado es estar perdido, es ser castigado con la destrucción eterna de la presencia del Señor”. Pablo se lo había “pasado por ejemplo” a sí mismo (1 Corintios 4:6) y así trató el asunto con delicadeza, sin señalar a nadie en particular. Lo que quiere decir aquí es que quería demostrar con su forma de vida al completo (al tener su cuerpo en sujeción) que él no era uno de esos réprobos.
Abusar de la libertad cristiana acarrea la mano de Dios sobre nosotros en forma de juicio gubernamental
Capítulo 10:1-14.— Estando así las cosas, Pablo pasa a dirigirse a la multitud mezclada entre los corintios y advierte a los que eran meros profesantes del peligro del juicio de Dios. Esto demuestra que es algo muy grave estar conectado externamente con el testimonio de Dios sin ser genuino.
Él muestra que todos los que se identifican con el testimonio cristiano van a ser probados en cuanto a su autenticidad, o su falta de ella. E incluso si una persona fuere un verdadero creyente, participar de los privilegios espirituales no garantiza su preservación. Si no se sostuvo en tener su cuerpo “bajo” (traducción King James), sino que abusó de su libertad, él se sometería a las formas de trato gubernamentales de Dios.
Señala a Israel como un ejemplo. Se les dieron algunos privilegios maravillosos en su relación con Jehová; sin embargo, cuando fueron probados en el desierto, muchos de ellos demostraron no ser auténticos en absoluto. Enumera cinco grandes privilegios que tenía Israel y luego pasa a hablar de cinco males diferentes en los que cayeron y la correspondiente disciplina de Dios. El resultado final fue que fueron apartados del testimonio del Señor. “Fueron postrados en el desierto” (versículo 5). Deuteronomio 2:14 dice que fueron “acabados ... en medio del campo”.
Los privilegios que tenían son, como principio, los mismos que tienen los cristianos; sólo que nosotros los tenemos en mayor medida. Y los males en que cayeron son los mismos males en que pueden caer los cristianos. Además, el juicio gubernamental que cayó sobre ellos es, como principio, el mismo que puede caer sobre nosotros. Sus tratos con Israel demuestran la posibilidad muy real de ser zarandeados del testimonio de Dios hoy.
Cinco grandes privilegios
Versículo 1.— “La nube”: tenían Su presencia divina con ellos. Los cristianos también tienen la presencia del Señor con ellos (Mateo 28:20; Hebreos 13:5).
Versículo 1.— “Todos pasaron la mar”: tuvieron una liberación divina. Los cristianos han experimentado una gran liberación en la muerte de Cristo (Gálatas 1:3-4).
Versículo 2.— “Todos en Moisés fueron bautizados”: tenían un líder divinamente designado. Los cristianos tienen a Cristo como su Líder (1 Pedro 2:25).
Versículo 3.— “Todos comieron la misma vianda espiritual”: tenían una provisión divina de alimento (el maná). Los cristianos tienen a Cristo como su alimento (Juan 6:47-58).
Versículo 4.— “Todos bebieron la misma bebida espiritual”: tenían una provisión divina de agua corriente. Los cristianos tienen la provisión divina del Espíritu de Dios que les ha sido dado y que brota en el disfrute de la vida eterna (Juan 4:14).
Cinco males y su correspondiente disciplina
Versículos 6-11.— Tener tales privilegios hizo que los hijos de Israel fueran muy responsables ante Dios, porque con cada privilegio hay una responsabilidad. Ya que los cristianos tienen esos privilegios en mayor medida, somos aún más responsables que Israel. Si abusamos de nuestra libertad y vivimos según la carne, Dios pondrá Su mano sobre nosotros en un trato gubernamental por el cual seremos enseñados mediante la disciplina a andar en santidad. Es un hecho solemne: Dios juzga a Su pueblo de una manera gubernamental si es necesario, pero por supuesto, no en forma eterna. Pedro dice: “Porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo. Y si invocáis por Padre á aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1:16-17). Dice también: “El que quiere amar la vida, y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártase del mal, y haga bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y Sus oídos atentos á sus oraciones: pero el rostro del Señor está sobre aquellos que hacen mal” (1 Pedro 3:10-12). De nuevo dice: “Es tiempo de que el juicio comience de la casa de Dios: y si primero comienza por nosotros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Pedro 4:17).
Al utilizar la historia de Israel como ejemplo, Pablo muestra que hay al menos cinco formas diferentes en las que una persona puede ser apartada de la comunión a la que todos los cristianos están llamados (1 Corintios 1:9). (El apóstol no las aborda en orden cronológico).
Codiciar lo mundano (versículo 6; Números 11:4-6,33-34)
Los hijos de Israel querían los alimentos de Egipto, y Dios se los dio, pero también envió flaqueza a sus almas (Salmo 106:14-15). Por insistir en tener esas cosas, perecieron bajo el juicio de Dios, y así, fueron quitados de Su testimonio a través de una plaga del Señor. Esta es una figura de los cristianos que codician el mundo e insisten en ello hasta el punto de ser arrastrados. Dios permite que la “plaga” de la influencia del mundo los afecte, por lo cual son arrastrados por ella y por lo tanto separados.
Practicar la idolatría (versículo 7; Éxodo 32:1-8,25-29)
Los hijos de Israel adoraron el becerro de oro y lo llamaron fiesta a Jehová. En consecuencia, se volvieron insensibles por esa forma de corrupción espiritual (Éxodo 32:6,18,25; Salmo 115:4-8). Fueron juzgados por la mano de sus hermanos que actuaban en nombre de Dios (Éxodo 32:26-28). Esta es una figura de aquellos que se involucran en el mal espiritual (puede ser doctrinal o eclesiológico), por lo que caen bajo el juicio administrativo de la excomunión por la mano de sus hermanos.
Involucrarse en la inmoralidad (versículo 8; Números 25:1-9)
Los hijos de Israel fueron invitados a fornicar con las hijas de Moab. El juicio cayó sobre ellos por la jabalina de Finés y por la plaga del Señor. Esta es una figura de la excomunión por mal moral (1 Corintios 5:11-13).
Tentar al Señor (versículo 9; Números 21:4-9)
Los hijos de Israel tentaron al Señor cuestionando la sabiduría de Sus tratos. Dios envió serpientes entre ellos y muchos perecieron. Nosotros también podemos cuestionar la sabiduría de Dios en Su voluntad soberana en nuestras vidas, pero es un pecado que Él no toma a la ligera. Lo que le sucedió a Israel es una figura de cómo Dios permite que Satanás, “la serpiente antigua” (Apocalipsis 12:9), nos someta a una prueba especial por la cual somos removidos de alguna manera. Se trata de un golpe del juicio de Dios.
Murmuración y queja (versículo 10; Números 16:1-3,41-50)
Este pueblo murmuró y se quejó de un trato del Señor con un grupo de hombres que se levantó en rebelión contra el liderazgo designado por Dios en Israel. Coré y su compañía habían formado un grupo para desafiar el orden sacerdotal de Dios. Creyeron que tenían una causa justificada al desafiar la posición de Moisés y Aarón, pero Dios se los llevó en juicio. Después que cayó el juicio, el pueblo aquí mencionado simpatizó con los rebeldes que fueron juzgados. Murmuraron y acusaron a Moisés y Aarón de haberlos matado. Estos también cayeron bajo el juicio de Dios y fueron barridos. Es una figura de los que simpatizan con un grupo que se ha apartado de la asamblea por alguna causa. El juicio de Dios sobre los tales es que sean barridos con el partido y sacados de la comunión donde el Señor está en medio. Ha habido muchos que han sido apartados de esta manera —en las llamadas “divisiones” que ocurren entre el pueblo de Dios.
Versículos 11-13.— El apóstol ha dado una larga advertencia a todos los que podrían tener la inclinación de abusar de la libertad cristiana complaciéndose en la carne de alguna manera. Ha demostrado que no podemos hacerlo sin incurrir en la disciplina de Dios. Nos recuerda que las cosas que les sucedieron (a Israel) fueron escritas como “figuras” para “nuestra admonición”. En otras palabras, se supone que debemos aprender de estas cosas.
Concluye haciendo una llamada al juicio propio, diciendo: “El que piensa estar firme, mire no caiga”. La soberbia y la confianza en uno mismo conducen a la caída (Proverbios 16:18). Por si hubiera alguno que pensara que las tentaciones a las que se enfrentaba eran demasiado grandes, añade las palabras alentadoras: “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar”.
La libertad cristiana en relación con la Mesa del Señor y la comunión con los ídolos
Capítulos 10:15–11:1.— El apóstol ha abordado la libertad cristiana en relación con nuestro hermano en Cristo (capítulo 8) y en relación con nuestro servicio al Señor (capítulo 9:1–10:14). Ahora aborda la libertad cristiana en relación con la comunión en la “Mesa del Señor” (capítulo 10:15–11:1).
En las Escrituras, una “mesa” simboliza la comunión. En el caso de la “Mesa del Señor”, simboliza el terreno de comunión que Dios tiene para todos los cristianos, donde la autoridad del Señor es reconocida y acatada. Es una base espiritual de principios sobre la cual se expresa la comunión cristiana y se exhibe en la práctica la unidad del cuerpo. La Escritura no dice “las mesas” del Señor (plural), sino la “Mesa” del Señor (singular), porque sólo hay un terreno de comunión al que los cristianos son llamados y que el Señor reconoce mediante Su presencia en medio de ellos (1 Corintios 1:9; Mateo 18:20).
El principio de identificación
Versículos 15-20.— En estos versículos, el apóstol establece un principio básico con respecto a la comunión, y luego lo aplica a la situación de Corinto. Podríamos llamarlo el principio de identificación. Es decir, al participar en un servicio religioso de cualquier tipo nos identificamos con todo lo que el sistema defiende y representa, creamos o no personalmente en tales cosas. Nuestro acto de tomar parte con ellos es una expresión de nuestra comunión con todo lo que existe allí. Él muestra que esto es cierto tanto en el culto y la comunión cristianos, como también en el judaísmo y en el paganismo. En cada caso, existe el principio de identificación.
Con respecto al cristianismo, dijo: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (versículo 16). De esto se desprende claramente que nuestro acto de partir el pan (participar de la Cena del Señor) es una expresión de nuestra comunión con el Señor y Su Mesa y con todos aquellos con quienes partimos el pan.
Con respecto a Israel (judaísmo), muestra que existe el mismo principio, diciendo: “Mirad a Israel según la carne: ¿no están los que comen los sacrificios en comunión con el altar?” (versículo 18, traducción W. Kelly). Quien participa de los sacrificios en el altar judío se identifica con todo lo que el altar representa.
También muestra que el mismo principio se aplica a la idolatría en el paganismo, diciendo: “Lo que los Gentiles sacrifican, á los demonios lo sacrifican, y no á Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes [tuvieseis comunión] con los demonios” (versículo 20, traducción King James). Aquellos que participan de la “copa de los demonios” están en comunión con los demonios.
Versículos 21-22.— El apóstol entonces razona con los corintios acerca de su descuido con respecto a sus asociaciones. Aparentemente, ellos habían estado participando de cosas que estaban en templos paganos y no pensaron en ello. Pero Dios no quiere que Su pueblo esté en comunión con el mal espiritual o con su práctica (2 Corintios 6:14-18). Al hacerlo, estaban identificando “la Mesa del Señor” con la mesa de los demonios. Por lo tanto, Pablo quería que desistieran inmediatamente, diciendo: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios: no podéis ser partícipes de la Mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (versículo 21).
Este principio de identificación tiene una aplicación mucho más amplia que la idolatría. El punto que Pablo establece en estos versículos es que si participamos de la Mesa del Señor, debemos vigilar que no participemos de nada que sea inconsistente con ella y su santidad. Significa que partir el pan en la Mesa del Señor exige la separación de todas las otras mesas, ya sea en el judaísmo, o en el paganismo, o incluso en los lugares de culto cristiano no bíblicos de la cristiandad. Estar en “comunión” con la “sangre” y el “cuerpo” de Cristo en la Mesa del Señor exige necesariamente la exclusión de todas las demás comuniones. Ignorar tal separación es provocar al Señor para que actúe en un trato gubernamental de juicio, como lo hizo con Israel (versículo 22).
Hay muchas mesas hechas por el hombre (comuniones) en el mundo cristiano hoy, pero el Señor no puede consentir su existencia con Su presencia en medio de ellos colectivamente. Al hacerlo, Él estaría consintiendo las muchas divisiones en el testimonio cristiano. Él está con todos los cristianos individualmente en todo momento (Mateo 28:20; Hebreos 13:5), así que en cierto sentido Él está con ellos. Sin embargo, Él no puede estar en medio de las diversas comuniones cristianas en el sentido de Mateo 18:20, que es Su presencia colectivamente, aprobando el terreno mismo sobre el que se reúne Su pueblo y autorizando sus actos administrativos. Él simplemente no está en cada lugar de esta manera donde los cristianos se reúnen. Por lo tanto, si los que comen en la Mesa del Señor comen también en estas otras mesas (ya sean cristianas escindidas, judías o paganas), podrían incurrir en el juicio gubernamental del Padre (1 Corintios 11:27-32; 1 Pedro 1:16-17).
Algunos se preguntan: “Si sólo hay una Mesa del Señor, y significa el único terreno de comunión cristiana que Él reconoce, entonces ¿qué grupo de cristianos la tiene?”. Esta pregunta ha puesto el enfoque en el lugar equivocado. Se centra en las personas que están en la Mesa del Señor. Nuestra respuesta en cuanto a quién tiene la Mesa del Señor es: ¡el Señor! Es Su mesa, y Él está guiando a los creyentes que son ejercitados a ella. Siempre hay el peligro de cambiar el enfoque desde el Señor que está en medio hacia las personas que el Espíritu de Dios ha reunido y decir que son ellos quienes tienen la Mesa del Señor. Esto es un error; nuestro enfoque debe estar en Cristo. Nuestro acto de reunirnos debería estar “á Él” (Hebreos 13:13).
La comunión expresada en la Mesa del Señor al partir el pan abarca a todos los verdaderos cristianos, aunque no todos estén en Su mesa. Vemos en el “un pan” a cada miembro del cuerpo de Cristo (versículo 17). La Mesa del Señor es donde todos los cristianos deben estar. Puesto que la profesión cristiana hoy está en ruinas, y hay cientos de comuniones cristianas que afirman tener al Señor en medio de ellas, los cristianos que son ejercitados deben buscar ese lugar de designación del Señor donde está Su mesa, usando los recursos que Dios ha dado: los principios de la Palabra de Dios, la oración y la dirección del Espíritu de Dios (Salmo 25:9; Proverbios 25:2; Lucas 22:10). Todo se reduce a este simple hecho: no puede haber dos (o más) comuniones de cristianos en la tierra con las que el Señor se identifique como que están en el terreno divino de la reunión. Cristo no está dividido (1 Corintios 1:13).
Pan con levadura o sin levadura en el partimiento del pan
Algunos se han preguntado si en el partimiento del pan debía haber pan con levadura o sin levadura. En el tiempo en que el Señor instituyó la celebración de Su memoria, sin duda usaron pan sin levadura, porque los judíos no debían tener nada con levadura en sus casas durante la Pascua (Éxodo 13:7). El Señor seguramente habría celebrado la cena de la Pascua de acuerdo con las Escrituras. Sin embargo, recordemos que cuando instituyó la Cena del Señor todavía estaba en un ambiente judío. Era para los discípulos judíos, que esperaban el establecimiento del reino en la tierra (Mateo 26:26-30). Carecía de su significado cristiano en aquel momento. El ministerio de Pablo en este capítulo la sitúa en el lugar cristiano que le corresponde y le da su significado cristiano. En griego, la palabra “pan” (versículo 17) implica pan fermentado, es decir, con levadura. El pan sin levadura nunca es traducido tan solo como “pan” en el Nuevo Testamento. Ya que Pablo habla del pan usado en la Cena como “pan”, es bastante aceptable tener pan con levadura en el partimiento del pan.
Preguntas difíciles sobre la identificación
Versículos 23-30.— Después de advertir sobre la comunión con la idolatría por identificación, el apóstol responde a algunas preguntas que podrían surgir en relación al consumo de alimentos en ámbitos fuera de los templos de los ídolos. Se presentarían dificultades en los lugares de mercado y en las comidas en casas privadas donde se había ofrecido comida a algún ídolo. El mundo pagano estaba lleno de ídolos, y la mayoría de los cadáveres de animales que se vendían en los mercados y se comían en las casas habían sido sacrificados con motivo de los sacrificios de ídolos. Siendo así, la pregunta era: “¿Qué habrían de hacer en tales situaciones?”.
Él vuelve al gran principio que estableció en el capítulo 6:12 Con respecto a la libertad cristiana. Dice: “Todo me es lícito, mas no todo conviene [no todo es provechoso]”. Nótese que se lo aplica a sí mismo, pues cada uno debe estar “plenamente persuadido de su propia mente” (Romanos 14:5, traducción King James). Les recuerda el principio básico del sacrificio cristiano por los demás, diciendo: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (versículo 24).
Si había quienes tenían una conciencia débil respecto a tales cosas (1 Corintios 8:7), debían tener cuidado con lo que hacían, no preguntando de dónde procedía la carne al comprarla o comerla. Debían hacerlo así por la “conciencia” de ese hermano débil. Si estaban en un banquete, no debían hacer preguntas sobre la procedencia de la carne para poder decir honestamente que no conocían la procedencia de la carne (versículo 25). Pero si alguien en la cena les decía voluntariamente que era “sacrificado á los ídolos”, no debían comerla para proteger la conciencia del hermano débil. Este es el tipo de solicitud cristiana piadosa que debemos tener los unos por los otros (versículos 27-28).
Por lo tanto, nos regimos en cierta medida por la “conciencia ... no tuya, sino del otro” (es decir, la de nuestro hermano). El amor genuino y la preocupación por el otro nos harían felices de renunciar a cierta libertad para que nuestro hermano que es débil no tuviese tropiezo (versículos 29-30).
Otros dos principios de la libertad cristiana
Versículos 31-33: Antes de concluir sus observaciones sobre la libertad cristiana, da dos principios más que deben regirnos. Ya ha hablado de dos grandes principios cuando abrió el tema: primero, que sólo debemos participar de algo cuando sea espiritualmente “de provecho” (1 Corintios 6:12a, traducción J. N. Darby), y segundo, cuando no nos someta a su “potestad” de manera esclavizante (1 Corintios 6:12b). Ahora añade otros dos principios.
Si nos dedicamos a alguna libertad, debemos asegurarnos de que lo hacemos para “la gloria de Dios” (versículo 31). Si se hace meramente para uno mismo, entonces probablemente no sea para la gloria de Dios. Otro principio subyacente es asegurarnos de “no ofender” en lo que permitimos (versículo 32). Este cuidado no es sólo hacia nuestros hermanos; dice, “á Judíos, y á Gentiles, y á la iglesia de Dios”. Debemos tener cuidado de no ofender a nadie, ya que todas las personas del mundo pertenecen a una u otra de estas tres clases. Nuestra libertad, por lo tanto, debe ser regulada con respecto al testimonio público del cristianismo en general (versículo 33). El propósito de hacer tales sacrificios en la libertad cristiana no está en buscar nuestro propio beneficio, sino el bien de los demás, “para que sean salvos”.
El evangelio es escrito un capítulo por día,
Por las acciones que uno hace y por las palabras que uno diga,
Los hombres leen lo que escribes, tanto lo desleal como lo verdadero;
Di, ¿cuál es, según tú, el evangelio?
Resumen de los cuatro grandes principios que deben regir nuestra libertad cristiana
Pablo ha tocado cuatro grandes principios que rigen el ejercicio de la libertad cristiana:
1) Sólo debemos tomar parte de algo cuando sea espiritualmente “de provecho” (1 Corintios 6:12a, traducción J. N. Darby).
2) Sólo debemos tomar parte de algo si no nos somete a su “potestad” de manera esclavizante (1 Corintios 6:12b).
3) Sólo debemos tomar parte de algo si es para “la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
4) Sólo debemos tomar parte de algo si no hace tropezar a nuestros hermanos (1 Corintios 8:13). Hemos de ser “sin ofensa” a otros (1 Corintios 10:32).
La vida de Pablo fue un magnífico ejemplo de ello. Por eso termina sus comentarios sobre la libertad cristiana diciendo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).