Las exhortaciones en esta sección de la epístola corresponden al segundo círculo de privilegio y responsabilidad cristianos en el capítulo 4:5: “Un Señor, una fe, un bautismo”. En la sección anterior vimos que es el deseo de Dios que el cuerpo de Cristo manifieste visiblemente una unidad íntegra entre sus miembros bajo la Cabeza ascendida en el cielo. En esta sección, aprendemos que es la mente de Dios que los miembros del un cuerpo también manifiesten visiblemente la belleza moral de Cristo en este mundo, durante el tiempo de Su ausencia. A lo largo de esta sección de la epístola, se insiste en la separación, porque sin ella, la manifestación de estas bellezas morales ciertamente quedará nublada.
En esta sección de la epístola se nos presentan varios aspectos del “andar” del creyente (capítulos 4:17, 5:2,8,15):
• Andar en “justicia y en santidad de verdad” (capítulo 4:17-32).
• Andar en “amor” (capítulo 5:1-7).
• Andar en “luz” (capítulo 5:8-14).
• Andar en “sabiduría” (capítulo 5:15-21).
Andando en justicia y santidad de verdad
Capítulo 4:17-32.— Si las bellezas morales de Cristo han de ser vistas en los santos, éstos deben experimentar un cambio de carácter completo en sus vidas en relación con lo que eran antes. La salvación de Dios ha producido un cambio enorme en nuestras almas. Hemos pasado “de las tinieblas á la luz, y de la potestad de Satanás á Dios” (Hechos 26:18). Pero Dios quiere que esto se vea en la vida de los santos en un sentido práctico. Las cosas que caracterizan al hombre en la carne deben ser sacadas de nuestra vida, y un estilo de vida completamente nuevo, caracterizado por la “justicia ... santidad de verdad” debe adoptarse.
Un cambio de carácter
Versículos 17-21.— Para empezar, Pablo describe brevemente el carácter caído y corrupto del mundo gentil, del cual los efesios habían sido salvados (Efesios 4:17-19). Está marcado por:
• “Vanidad”.
• “Teniendo el entendimiento entenebrecido”.
• “Ajenos” de Dios.
• “Dureza de ... corazón”.
• “Perdieron el sentido de la conciencia”.
• Estar entregados a la “desvergüenza”, la “impureza” y la “avidez”.
Este es el orden normal que caracteriza la vida de los que no conocen a Dios. Esto es lo que eran los santos de Éfeso, los cuales habían salido predominantemente de entre los gentiles. Dado que habían sido salvados, Pablo les dice que ahora ese estilo de vida es totalmente incompatible con su llamamiento en Cristo. Él les dice: “Mas vosotros no habéis aprendido así á el Cristo” (versículo 20, traducción J. N. Darby). Como ya se ha mencionado, “El Cristo” es un término que se usa en las epístolas de Pablo para denotar la unión espiritual de los miembros del cuerpo de Cristo con Él, quien es la Cabeza en el cielo (1 Corintios 12:12-13). Luego continúa diciendo: “Si empero lo habéis oído, y habéis sido por Él enseñados, como la verdad está en Jesús” (versículo 21). “Jesús” es el nombre humano del Señor. Cuando se usa solo, sin sus títulos normales como Señor y Cristo, se refiere a Él como Hombre en este mundo. Al hablar de aprender a “el Cristo” antes de que se les enseñe la verdad en “Jesús”, Pablo está indicando que primero debemos conocer nuestro llamamiento en el Cristo (desplegado en los primeros tres capítulos) antes de que podamos caminar correctamente como Jesús caminó en este mundo. De este modo somos “por Él enseñados”, por medio de observar Su ejemplo perfecto.
Por lo tanto, es importante notar el orden en los versículos 20-21. Vemos a muchos cristianos sinceros, que no conocen su llamamiento en “el Cristo”, tratando de vivir como lo hizo “Jesús”, pero en lugares y posiciones de este mundo en las que no deberían estar, pues son completamente inconsistentes con su llamamiento. Como resultado, el Espíritu de Dios no se identifica con ello de ninguna manera significativa. Un ejemplo de esto sería un cristiano tratando de comportarse como Jesús mientras ocupa un cargo en el gobierno.
El “viejo hombre” y el “nuevo hombre”
Versículos 22-24.— Para que podamos manifestar las características morales de Cristo en este mundo, primero debemos comprender ciertas verdades con respecto al “viejo hombre” y al “nuevo hombre”. Por eso el apóstol les habla de esto antes de exhortarlos a vivir una vida que vaya acorde con su llamamiento.
El “viejo hombre” es un término que se encuentra en tres lugares en las epístolas de Pablo: Romanos 6:6, Efesios 4:22 y Colosenses 3:9. No es la carne, sino más bien es un término abstracto que describe el estado o condición corrupta de la raza caída de Adán. El viejo hombre es la personificación de todo lo horrible que caracteriza la raza humana caída.
Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre juntamente fué crucificado con Él, para que el cuerpo del pecado sea deshecho [anulado], á fin de que no sirvamos más al pecado”. Aprendemos de esto que, en la cruz de Cristo, Dios ha pasado juicio al viejo hombre (Romanos 8:3). Nuestro viejo hombre no solo fue juzgado en la cruz, sino que estos versículos en Efesios 4 nos dicen que, como parte de nuestra confesión cristiana, nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos vestido del nuevo. Al hacer la profesión de que somos cristianos, hemos confesado que nos hemos disociado de todo lo relacionado con el viejo hombre y nos hemos identificado con todo lo relacionado con el nuevo.
Desafortunadamente, la versión Reina-Valera Antigua (al igual que la versión 1960) traduce los versículos 22-24 como si el despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo fuera algo que deberíamos hacer en nuestras vidas. Sin embargo, este no es un ejercicio cristiano; es algo que ya hemos hecho al tomar nuestra posición con Cristo. El versículo 22 debería leerse: “habiéndoos despojado en cuanto a la pasada manera de vivir, del viejo hombre” (traducción J. N. Darby). Y el versículo 24 debería leerse, “Habiéndoos vestido del nuevo” (traducción J. N. Darby).
El “viejo hombre” es un término que la mayoría de los cristianos usa a menudo como sinónimo de “la carne” (la naturaleza caída y pecaminosa en nosotros). Sin embargo, esto es incorrecto. J. N. Darby señaló: “El viejo hombre se utiliza habitualmente como si fuera la carne, incorrectamente”. Cuando miramos las Escrituras con atención, vemos claramente que el viejo hombre y la carne no son lo mismo y, por lo tanto, no se pueden usar indistintamente. Si el “viejo hombre” fuera la carne, entonces este pasaje nos estaría diciendo que hemos sido despojados de la carne —¡que ya no tenemos la naturaleza pecaminosa en nosotros!—. Esto claramente no es cierto. Además, nunca se dice que el “viejo hombre” esté en nosotros, pero la carne ciertamente lo está. F. G. Patterson dijo: “Tampoco creo que las Escrituras nos permitan decir que tenemos al viejo hombre en nosotros, mientras que ellas enseñan llanamente que tenemos la carne en nosotros hasta el fin”.
Tampoco es correcto decir que el “viejo hombre” tiene apetitos, deseos y emociones, como es el caso con la carne. A menudo, los cristianos dirán cosas como: “El viejo hombre en nosotros desea esas cosas que son pecaminosas”. O, “Nuestro viejo hombre quiere hacer esto o aquello que es malo...”. Tales declaraciones confunden al viejo hombre con la carne. El hermano H. C. B. G. dijo: “Sé lo que quiere decir un cristiano cuando pierde la paciencia y dice que es el ‘viejo hombre’ actuando; sin embargo, la expresión es incorrecta. Si hubiera dicho que era ‘la carne’, habría tenido más razón”.
También agregaríamos que el “viejo hombre” no es Adán personalmente, sino lo que es característico de la raza caída bajo Adán. Para percibir lo que es el viejo hombre con mayor claridad, debemos mirar a la raza caída como un todo, ya que es poco probable que alguna persona esté marcada por todos los rasgos que caracterizan ese estado corrupto. Cuando vemos a la raza como un todo, observamos todas las horribles características que componen al viejo hombre.
El “viejo hombre”, por lo tanto, no es algo que vive dentro del creyente teniendo apetitos, deseos y emociones, sino más bien, es un término abstracto que describe el estado corrupto de la raza caída del hombre, el cual Dios ha juzgado en la cruz, y del que el creyente profesamente se ha despojado, al identificarse con el testimonio cristiano.
El “nuevo hombre” es también un término abstracto. Denota el nuevo orden de perfección moral en la nueva raza de la creación bajo Cristo. Es el nuevo estado que caracteriza a la nueva raza de hombres bajo Cristo. El viejo hombre se caracteriza por la “corrupción” y el “engaño”, pero el nuevo se caracteriza por la “justicia” y la “santidad”.
El “nuevo hombre” no es Cristo personalmente, sino es Cristo característicamente. Este nuevo orden moral de la humanidad fue manifestado por primera vez en “Jesús” cuando caminó aquí en este mundo (versículo 21), y ahora caracteriza a todos los que, en la nueva raza de la creación bajo Cristo, andan en el Espíritu. La nueva raza bajo Cristo no comenzó hasta que Él resucitó de entre los muertos para ser la Cabeza de esa nueva raza. Como “el primogénito de los muertos” (Colosenses 1:18), Él ha enviado al Espíritu de Dios al mundo para unir a los creyentes (“muchos hermanos”) consigo Mismo (Romanos 8:29). Ahora son del mismo orden de humanidad que Él (de la misma “especie”, Génesis 1:21,24-25). Es en este sentido que “de uno son todos” con Él en esta nueva raza (Hebreos 2:10-13). El “nuevo hombre”, por tanto, es un término que denota las características morales de la nueva raza de hombres bajo Cristo.
Dado que el “nuevo hombre” ha sido formado a imagen de Aquel que lo creó (Colosenses 3:10), siendo parte de la nueva raza de la creación, ahora somos plenamente capaces de representar a Cristo aquí en este mundo. Como cristianos, las características del nuevo hombre deben verse en nosotros, y se verán cuando andemos en el Espíritu (Gálatas 5:16). En Colosenses 3:12-15, Pablo menciona diez características morales del nuevo hombre, que es la forma en que los santos deben ser vistos, pues exhiben la verdad de “Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
Exhortaciones basadas en el hecho de que hemos sido despojados del “viejo hombre” y vestidos del “nuevo hombre”
Todos los creyentes en el Señor Jesucristo hemos sido despojados del “viejo hombre” y vestidos del “nuevo hombre”, pero esto no significa que no necesitamos ejercitarnos en cuanto a estas cosas. Toda verdad doctrinal debe producir un comportamiento práctico en nuestras vidas. Los versículos que siguen en este capítulo muestran que el creyente ya no debe manifestar las características del viejo hombre en su vida, sino las del nuevo hombre. Este es el punto en la exhortación de Pablo aquí.
Aunque ya no estamos “en la carne” (Romanos 7:5; 8:8-9), la carne todavía está en nosotros y entrará en operación si no andamos en el Espíritu. Si ella opera, manifestará los horribles rasgos del viejo hombre. Significa que definitivamente necesitamos tener el ejercicio de manifestar las características del nuevo hombre, y eso requiere caminar en el poder del Espíritu de Dios sin contristarlo (versículo 30).
El énfasis de la exhortación de Pablo en los versículos restantes de Efesios 4 es que pongamos en práctica lo que es un hecho en verdad. Si hemos sido despojados del “viejo hombre” y vestidos del “nuevo hombre”, entonces terminemos con esa vieja forma de vida corrupta y vivamos de acuerdo con lo que caracteriza al nuevo hombre. Pablo menciona una serie de transformaciones que naturalmente deberían ocurrir en la vida del creyente cuando camina en “justicia y en santidad de verdad”. Si estudiamos la vida del Señor, seremos “por Él enseñados, como la verdad está en Jesús”. Cada una de estas características que marcan este nuevo orden de humanidad fue vista en Él a la perfección.
Honestidad en lugar de falsedad
Versículo 25.— Debe haber honestidad en lugar de falsedad. La versión Reina-Valera Antigua y la versión de 1960 han usado la palabra “mentira” en la traducción, pero esta palabra no abarca lo suficiente. Sería mejor traducirla como “falsedad”, pues ella incluye todo lo que es falso y deshonesto, y no solo nuestras palabras. Podríamos fácilmente tanto vivir una mentira con nuestras vidas como decir una mentira con nuestras lenguas. Ananías y Safira ilustran esto. Él vivió una mentira, y su esposa dijo una mentira (Hechos 5:1-10).
Esta transparencia procedente de un carácter honesto fue vista a lo largo de la vida del Señor. Él podría decir legítimamente que Él era el mismo “que al principio también os he dicho” (Juan 8:25). La nota al pie de la versión J. N. Darby dice: “Su hablar le presentaba a Él, siendo la verdad”.
Una ira justa contra el mal en lugar de indiferencia hacia él
Versículos 26-27.— Debe haber una ira justa e inquebrantable contra el mal, en lugar de indiferencia hacia él. Hay dos tipos de ira en estos versículos: uno es correcto y apropiado y el otro no. El versículo 26 habla de la ira justa, que no es pecado, pero el versículo 31 habla de la ira carnal, que es rotundamente pecado.
Se nos dice en el versículo 26: “Airaos”. Esto no puede ser un pecado, porque Dios nunca nos diría que hagamos algo malo. Dice que Dios mismo se aíra de esta manera. El Salmo 7:11 dice: “Dios está airado todos los días contra el impío” (ver también 1 Reyes 11:9). Este tipo de ira a la que se refiere Pablo es, por supuesto, la justa indignación contra el mal. De manera similar, el salmista dijo: “¿No tengo en odio, oh Jehová, á los que te aborrecen, y me conmuevo contra tus enemigos? Aborrézcolos con perfecto odio” (Salmo 139:21-22). El Señor Jesús, que es perfecto y sin pecado, se enojó cuando vio que la bendición quería ser impedida para que no llegara a personas necesitadas (Marcos 3:5; 10:14). Pablo agrega, “no pequéis”, porque hay que tener cuidado de que lo que comience como ira justa no termine como ira carnal.
Algunos, al leer, “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”, piensan que Pablo está diciendo que no debemos irnos a la cama enojados, sino resolver las cosas en nuestra alma ante el Señor, por medio del juicio propio, el mismo día que ellas pasan. Sin embargo, aquí no está hablando literalmente de la puesta del sol; es un lenguaje figurado que habla de mantener viva la ira justa. No podemos permitir que nuestra ira justa contra el pecado disminuya, de lo contrario nos volveremos indiferentes al mal. La figura es tomada de Josué 10:12-14, cuando Josué clamó a Dios que mantuviera el sol brillando hasta que los ejércitos de Israel hubieran ejecutado juicio sobre sus enemigos. El punto de la exhortación es que nunca debemos volvernos complacientes con el mal. Siempre debemos tener una ira sana, constante y justa contra el mal. Nuevamente, el Señor Jesús es un ejemplo de esto. Mostró ira justa en el templo hacia los comerciantes. Dos veces expulsó a los comerciantes: una vez al comienzo de Su ministerio (Juan 2:14-17) y nuevamente al final de Su vida (Mateo 21:12-13). Su actitud hacia este pecado no había disminuido.
En el versículo 27, Pablo agrega que debemos tener cuidado de no dar “lugar al diablo”. Esto sucede cuando dejamos que nuestra ira contra el pecado disminuya. La indiferencia hacia el mal de cualquier tipo abre la puerta para que el diablo obre en nuestras vidas.
Dar a los demás en lugar de robarles
Versículo 28.— Debemos dar a los demás en lugar de robarles. Robar puede haber sido una forma de vida para algunos antes de convertirse, pero ahora no solo debían preocuparse de no tomar de los demás, sino también de dar. En el cristianismo debemos trabajar con nuestras manos, no solo para satisfacer nuestras necesidades diarias, sino para superarlas, de modo que tengamos algo para dar a los demás. Esto muestra que una de las características del “nuevo hombre” es tener genuino cuidado y preocupación por los demás, lo que se demuestra dando sacrificialmente. El Señor Jesús ejemplificó perfectamente esto en Su vida. Nos enseñó, con el ejemplo, que “más bienaventurada cosa es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Hablar con gracia a los demás en lugar de usar una comunicación corrupta
Versículos 29-30.— Lo que caracteriza al mundo por el que pasa el creyente son las “palabras torpes”. Algunas personas apenas pueden completar una oración sin usar un lenguaje corrupto. Como contraste notable, los cristianos deben hablar con palabras de gracia a todas las personas con las que interactúan. Nuevamente el Señor es nuestro ejemplo. Todos los que lo escucharon “estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de Su boca” (Lucas 4:22).
Definitivamente no debemos “contristar”, con las cosas que decimos y hacemos, al “Espíritu Santo de Dios” que habita en nosotros (versículo 30). Él es una Persona Divina con sentimientos, y cuando hacemos algo que Él no nos indicó que hiciéramos, Él se entristece. El versículo 31 nos da ejemplos de cosas que lo entristecerían. En otro lugar se nos dice que “no apaguemos” el Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19), lo cual es no permitir que Él obre en nosotros como Él quisiera. Contristar y apagar, por lo tanto, son opuestos. Contristar al Espíritu es hacer algo que Él no nos ha guiado a hacer, y apagar el Espíritu es no hacer algo que Él quiere que hagamos. Dado que el Espíritu nos ha sellado “para el día de la redención” al habitar en nosotros, debemos tener cuidado de caminar de acuerdo con el Huésped divino que tenemos dentro. Todo lo que Dios está haciendo es en vista del día en que seremos libres (el significado de la redención) de la presencia y del poder del pecado, para que podamos ser usados para mostrar la gloria de Cristo.
Bondad y compasión en lugar de amargura e ira
Versículos 31-32.— “Toda amargura, y enojo, é ira”, etc., también deben ser “quitadas” de nuestras vidas. Todo esto debe ser reemplazado por bondad y compasión. Nadie ejemplificó esto mejor que el Señor mismo. Cuando el pobre leproso se acercó al Señor, Él tuvo “misericordia de él” y “extendió su mano, y le tocó” (Marcos 1:41). Esta podría haber sido la primera vez en años que alguien haya tocado a ese hombre.
Perdonarnos los unos a otros en lugar de estar enojados, ser perjudiciales y maliciosos
Versículo 32.— Otra característica del “nuevo hombre” es que no guardemos rencor. Como receptores de la gracia de Dios, nos conviene actuar con los demás como Él ha actuado con nosotros. Habiendo recibido el perdón eterno de Dios, debemos manifestar el mismo espíritu de perdón con otros que han actuado con nosotros de una manera amarga y enojada (versículo 32). Una vez más, el Señor Jesús manifestó perfectamente este espíritu. Cuando la nación lo rechazó clavándolo en una cruz, Él dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Andando en amor
Capítulo 5:1-7.— Las exhortaciones que siguen en el capítulo 5 continúan la línea de pensamiento del capítulo 4; es decir, que los santos manifiesten un cambio total de carácter que corresponda a los santos de Dios.
Puesto que ahora somos parte de la familia de Dios, debemos ser “imitadores de Dios como hijos amados”. En el capítulo 4 debíamos imitar los caminos perfectos de “Jesús”. Ahora en el capítulo 5 debemos imitar los atributos morales de Dios. Por lo general, un niño imitará a sus padres en cuanto a la forma de ser y hablar. Asimismo, como hijos de Dios, debemos imitar a Dios nuestro Padre. Como se ha mencionado, esto se refiere a Sus atributos morales, porque no podemos imitar los atributos de Dios en deidad. Los dos grandes atributos morales de Dios en este capítulo son en particular “amor” y “luz”. El amor es la actividad de Su naturaleza; la luz es la esencia de Su ser.
Caminar como “hijos amados” significa que debemos andar como aquellos que disfrutan del amor de Dios. El énfasis aquí no es que amemos a Dios, sino que vivamos en el gozo de Su amor por nosotros. Somos “amados” por Él. Si caminamos con ese sentimiento, “andaremos en amor” hacia los demás.
Cristo Mismo es el gran ejemplo de cómo andar en amor . En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel debían amar a su prójimo como a sí mismos (Lucas 10:27). Pero en el Nuevo Testamento, el amor se coloca en un plano mucho más elevado —debemos amar “como” Cristo nos amó—. ¿Y cómo es que nos amó? Se sometió a Sí mismo a la voluntad de Su Padre —incluso hasta soportar la muerte— en lealtad y amor inquebrantables. Fue un amor que manifestó sumisión y obediencia total, y que ascendía “en olor suave” a Dios. Fue un amor de sacrificio marcado por la obediencia. Este es el carácter de amor que debemos tener.
Versículo 3.— Nuestro andar, por lo tanto, debe ser “como conviene á santos”. Un santo significa literalmente “uno santificado” o “uno separado”. No solo no debe haber “fornicación y toda inmundicia, ó avaricia” entre los santos, sino que “ni aun se nombre” en nuestra conversación. Estas cosas no deben ser temas de discusión porque hay contaminación relacionada con pensar o hablar de ellas, aunque sea para condenarlas. Si nos envolvemos en estas cosas y vienen a ser parte de nuestra conversación común, puede ser que entren sigilosamente en nuestras vidas. De manera similar, se advirtió a los hijos de Israel que no observaran cómo las naciones paganas practicaban la idolatría porque había el peligro de que ellos mismos cayeran en ella (Deuteronomio 12:29-32). El viejo dicho de que uno puede ensuciarse tanto abrazando a un deshollinador como luchando con él es indudablemente cierto. Aquellos que a menudo hablan de estas cosas corruptas no parecen estar lejos de ellas en su alma. Es un terreno peligroso.
Versículo 4.— Además, como “santos”, no debemos descender de la dignidad de nuestra posición de hijos de Dios para involucrarnos en “necedades” o “truhanerías” (versículo 4). El apóstol no está condenando el humor aquí; la reprimenda es contra del hablar inútil que desprecia las cosas sagradas, y del pecado. El cristiano debe estar lleno de amor, gratitud y “acciones de gracias”. Esto es lo que conviene a los que hemos sido llamados a la elevada posición que ocupamos en Cristo. Bufonear solo estropea la manifestación del amor cristiano.
Versículos 5-6.— El apóstol continúa reprendiendo cualquier complicidad de los santos con los pecados de la época. Él hace una distinción muy clara entre los que están en “el reino de Cristo y de Dios” y los que no lo están. Habla de los que no son creyentes caracterizados por diversos pecados, quienes ciertamente no tienen parte en el reino. Él agrega: “Nadie os engañe con palabras vanas”. Él anticipó que habría quienes se levantarían y tratarían de excusar estos pecados en los creyentes profesantes, presentando argumentos plausibles de que no son tan malos. El apóstol disipa esto inmediatamente diciéndonos que todos estos argumentos son falsos. Deja claro que “por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia”. La palabra “hijos” implica que estas personas están plenamente desarrolladas en su corrupción moral y desobediencia. Es cierto que un creyente puede caer en cualquiera de estos pecados, pero ningún verdadero creyente es caracterizado por ellos.
Su objetivo al mencionar esto es mostrar que debe haber una marcada distinción entre creyentes e incrédulos. Si queremos manifestar adecuadamente los atributos morales de Dios en este mundo y andar “en amor, como también Cristo” anduvo, la separación es imperativa. En consecuencia, dice: “No seáis pues aparceros con ellos” (versículo 7).
Andando en la luz
Capítulo 5:8-14.— En los primeros siete versículos el gran atributo moral que el apóstol presenta para que los hijos de Dios lo manifiesten es el “amor”. Ahora, en la siguiente serie de versos, el atributo moral en el que él se centra es la “luz”. Usa las figuras de “luz” y “tinieblas” para enfatizar la importancia de que el creyente camine separado del mal.
Versículos 8-10.— Él dijo: “Porque en otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor”. La oscuridad implica la ausencia del conocimiento de Dios, la ignorancia total de la voluntad divina. Los santos de Éfeso no solo estaban en tinieblas en sus días de inconversos; ellos mismos eran “tinieblas”. Ahora que fueron salvos, debería haber un contraste evidente en sus vidas en relación con todo lo que fueron. La verdad del evangelio ha penetrado en sus almas y ha transformado sus vidas. La luz de Dios los iluminó moral y espiritualmente. No solo estaban en la luz; ahora eran “luz en el Señor”.
Pablo usa estas figuras de luz y oscuridad para mostrar que nuestra nueva vida en el Señor es completamente opuesta a nuestra antigua vida en la carne. Las dos son opuestas y no pueden convivir. Si la luz se manifiesta, la oscuridad desaparece. Como las dos son incompatibles, para ser consistentes con lo que somos, el apóstol insiste en que haya separación en nuestras vidas. Somos “luz en el Señor”, por lo tanto, debemos andar “como hijos de luz” (versículo 8). Debemos practicar lo que realmente somos en verdad. Esta es una de las principales diferencias entre la Ley y el evangelio. La Ley exige que los hombres sean lo que no son; el evangelio exhorta a los creyentes a ser lo que son. Para no dejar dudas sobre lo que la luz produce en la vida de los santos, él dice entre paréntesis, “(Porque el fruto de la luz [no del Espíritu, como en la Reina-Valera Antigua] es en toda bondad, y justicia, y verdad;)” (versículo 9, traducción J. N. Darby). Cuando estas cosas son manifestadas en nuestra vida, probamos por experiencia “lo que es agradable al Señor” (versículo 10).
Versículos 11-13.— En el versículo 7 se nos amonesta a no tener comunión con los obradores de iniquidad de este mundo, pero en el versículo 11 Se nos amonesta a no tener comunión con sus malas obras. Nuevamente, se ordena la separación al creyente. Se nos dice que no tengamos comunión “con las obras infructuosas de las tinieblas”. Separándonos de todo ello, nuestra vida, como la luz, va a “exponer” estas malas obras (versículo 13, traducción J. N. Darby). La versión Reina-Valera Antigua traduce “exponer” como “redargüir”, lo que implica amonestación y reprimenda de las personas y las cosas malas. Pero eso no es exactamente a lo que se refiere el apóstol aquí. No es el testimonio que hablamos, sino el testimonio que vivimos que él está enfatizando aquí. Exponer las obras infructuosas de las tinieblas no es denunciar todas las malas prácticas del mundo, hablando de ellas. Es más bien caminar separados de ellas, por medio de lo cual la luz en nosotros brillará más clara e intensamente. Esto expondrá todo aquello con lo que entramos en contacto. Hablar de la corrupción, aunque sea para reprenderla, nos va a corromper. Por esta razón Pablo dijo: “Porque torpe cosa es aún hablar de lo que ellos hacen en oculto” (versículo 12). El punto de Pablo aquí es que no necesitamos hablar sobre el mal para exponerlo. Él dijo: “Mas todas las cosas teniendo su verdadero carácter expuesto por la luz, son manifestadas; porque lo que manifiesta todo es luz” (versículo 13, traducción J. N. Darby). Nuestra responsabilidad es dejar que la luz brille, y expondrá todo.
Versículo 14.— Esta necesidad de separación del mal era la preocupación del apóstol. Había el peligro de que los santos de Éfeso no caminaran en separación, y no hubiera ningún poder en su testimonio para el Señor. Por lo tanto, da la exhortación necesaria: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de [entre] los muertos, y te alumbrará Cristo”. La imagen de alguien durmiendo entre los muertos es una imagen apropiada de un creyente que vive en comunión con los perdidos. Un hombre dormido y un hombre muerto se ven casi iguales. Aunque uno está vivo y el otro no, todas las apariencias externas son similares. Esto habla de un fracaso en la separación práctica en la vida de un creyente. En tal estado, ciertamente no manifestará la luz. Solo levantándonos de entre los muertos tenemos la promesa de que “te alumbrará Cristo”. El Señor no se identificará con nosotros en testimonio mientras estemos acostados entre los que están espiritualmente muertos. Pero cuando nos separamos y nos levantamos de entre ellos, Él brilla sobre nosotros y manifestaremos nuestro verdadero carácter como una luz poderosa y brillante.
Andando en sabiduría
Capítulo 5:15-21— El apóstol continúa hablando de la necesidad de andar sabiamente. Él dice: “Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios”. Nuestra sabiduría se verá “redimiendo el tiempo [la ocasión]” y caminando en la “voluntad del Señor”. Pablo da el porqué de esto —“porque los días son malos”—. La sabiduría nos encomienda a aprovechar cada ocasión para comprender cual es “la voluntad del Señor”, que, en su esencia, es la verdad, siendo revelada en el Misterio en su aplicación práctica. Él quiere que conozcamos Su voluntad para que podamos promover inteligentemente la “dispensación de Dios” en este tiempo presente (1 Timoteo 1:4, traducción J. N. Darby). No solo debemos aprovechar las oportunidades para aprender la verdad, sino también para servir al Señor. Dado que hay pocas oportunidades para sacar a los hombres a la luz, debemos aprovechar cada ocasión que se presente y usarla con sabiduría.
Versículo 18.— Pablo nos advierte que, si por descuido dejamos pasar estas oportunidades, nuestras vidas pueden desperdiciarse rápidamente yendo tras las cosas terrenales y mundanas, que no tienen valor eterno. Existe un peligro real de que nos intoxiquemos con estas cosas hasta el punto de perder el discernimiento. El caso extremo de la mundanalidad es emborracharse “de vino, en lo cual hay disolución”. En contraste con esto, nos exhorta a llenarnos “de[l] Espíritu”. El apóstol quiere que notemos que, así como una persona emborrachada está completamente bajo el control del alcohol que tiene dentro, lo cual se hace evidente por sus acciones, así el creyente también debe estar bajo el control del Espíritu de Dios que habita en él, y esto se hará evidente en su vida.
Estar “lleno” del Espíritu (capítulo 5:18) no es lo mismo que ser “sellado” con el Espíritu (capítulo 1:13). Todos los cristianos han sido sellados con el Espíritu, pero no todos los cristianos están llenos del Espíritu. Esto se debe a que es una cosa tener el Espíritu Santo morando en nosotros y otra muy distinta que Él nos llene y así controle todos los movimientos de nuestras vidas. Un creyente es sellado una vez cuando cree en el evangelio de su salvación, pero puede ser llenado muchas veces. No hay una exhortación en las Escrituras a que seamos sellados con el Espíritu, pero sí hay esta exhortación a que seamos llenos de esa Persona divina. Esto no significa que necesitemos tener más del Espíritu (porque Dios no da Su Espíritu “por medida”, Juan 3:34), sino que el Espíritu necesita tener más de nosotros. Necesitamos entregarnos más a Él y dejar que Él llene y controle cada aspecto de nuestras vidas. Esto implica una condición de suprema entrega a Cristo como Señor.
Tenemos el ejemplo de los discípulos en la Iglesia primitiva estando llenos del Espíritu, como se ve en el libro de Hechos (Hechos 2:4; 4:8,31; 7:55; 13:9), y tal vez nuestra tendencia es pensar que esta es una experiencia excepcional que está por encima de todo lo que podríamos esperar hoy. Pero es evidente, en este versículo 18, que esto es algo que debemos desear y tener como meta en nuestra vida cristiana. Definitivamente está al alcance de todo cristiano, de lo contrario no habría tal exhortación.
Versículos 19-21.— Cuando un cristiano está “lleno del Espíritu”, se le encontrará regocijándose y hablando a otros con “salmos, y con himnos, y canciones espirituales” (versículo 19). Se trata de tres tipos diferentes de composiciones cristianas que expresan pensamientos y sentimientos espirituales con respecto al Señor, la verdad y el camino en que andamos.
“Salmos” aquí no son, como piensan algunos cristianos, los Salmos del Antiguo Testamento. Si lo fueran, el Espíritu de Dios habría añadido el artículo “los” antes de la palabra “salmos”, como lo hace en otros pasajes de la Escritura al referirse a ellos (Lucas 24:44; Hechos 13:33). Estos salmos son composiciones que se basan en experiencias cristianas por las que hemos pasado andando con el Señor.
Los Salmos del Antiguo Testamento son composiciones judías que expresan experiencias y sentimientos judíos; no se hallan en un entorno cristiano y no transmiten correctamente el conocimiento y los sentimientos cristianos. Por ejemplo, el nombre del Padre, que es característico del cristianismo, no se ve en ellos. Por tanto, la vida eterna no está en la perspectiva de los Salmos. Además, la obra consumada de Cristo no se conoce en los Salmos, ni la aceptación del creyente en Cristo ante Dios por medio de la morada del Espíritu. Los Salmos del Antiguo Testamento no describen los sentimientos de alguien que tiene una conciencia purificada y que conoce la paz con Dios. En consecuencia, están compuestos con un elemento de temor al juicio de Dios, a pesar de tener fe. Además, la esperanza en los Salmos no es en el cielo, sino en vivir en la tierra en el reino del Mesías de Israel (Salmo 25:13; Salmo 37:9,11,29,34, etc.). Su adoración tiene también un orden judío, en un templo terrenal; la posición de un cristiano adorando dentro del velo es totalmente desconocida en ellos. Además, el clamor en muchas de las oraciones de los Salmos es para la venganza sobre sus enemigos, lo que no es la actitud de un cristiano, el cual bendice a los que lo maldicen y ora por los que lo maltratan. No debe pensarse que los Santos del Antiguo Testamento representan la expresión normal de los pensamientos y circunstancias cristianas. Podemos leerlos para tener un entendimiento de las circunstancias del remanente judío en la Tribulación venidera, y también podemos captar los principios morales de Dios a través de ellos, que son aplicables a los santos de todas las edades.
“Himnos” son composiciones que expresan adoración y se dirigen directamente a Dios el Padre y al Señor Jesucristo. Estos pueden tomar la forma de oraciones.
“Canciones espirituales” son composiciones que contienen verdades espirituales de acuerdo con la revelación cristiana, mediante las cuales somos instruidos y exhortados en el camino cristiano. Pueden actuar “enseñando” algún aspecto de la verdad o “exhortando” acerca de algún punto práctico de la vida cristiana (Colosenses 3:16).
Ser “llenos de Espíritu” no sólo se evidencia en los cristianos “cantando y alabando” con el corazón (versículo 19), sino también “dando gracias” en todas las circunstancias en las que se encuentran (versículo 20). También se manifestará cuando estén “sujetándose” felizmente el uno al otro y caminando juntos en unidad (versículo 21).
Una triple evidencia de estar llenos del Espíritu Santo
• Tenemos un espíritu gozoso en el “Señor” (versículo 19).
• Estamos agradecidos con nuestro “Dios y Padre” (versículo 20).
• Tenemos un espíritu sumiso “los unos á los otros” (versículo 21).
En conclusión, si vamos a manifestar un cambio de carácter en nuestras vidas, debemos tener las dos cosas que Pablo menciona al principio y al final de esta porción. Necesitamos ser “por Él enseñados, como la verdad está en Jesús” (capítulo 4:21) y ser “llenos de Espíritu” (capítulo 5:18). En otras palabras, debemos tener la vida perfecta del Señor Jesús ante nuestras almas como modelo, y caminar en el poder del Espíritu de Dios sin entristecerle (capítulo 4:30). El primero se refiere a la necesidad de tener un objeto correcto para nuestro corazón y el segundo a un ejercicio moral para andar en el Espíritu.