Damos ahora los siguientes puntos de la Biblia que confirman la verdad de que la Iglesia no atravesará la gran tribulación.
1. Nunca se habla de la tribulación en conexión con la Iglesia.
Existen ocho pasajes principales de la Biblia que directamente hablan de la tribulación: Mateo 24:3-29; Marcos 13:4-24; Apocalipsis 3:10; 7:14-17; Deuteronomio 4:30-31; Jeremías 14:8; 30:4-7; y Daniel 12:1.
En Mateo 24 y Marcos 13, el Señor está hablando con Sus discípulos judíos, que representan a los judíos creyentes, el remanente fiel que estaría en la tribulación. Esto es sostenido por los comentarios que el Señor les hace. Él les dice lo que ellos deberían hacer cuando el templo y el lugar santo fuesen profanados por la abominación de la desolación (vs. 15). Él habla acerca de la tierra de Judea (vs. 16), acerca del día sábado (vs. 20), acerca de las tribus de Israel siendo reunidas nuevamente (vs. 30-31), y de la higuera, una bien conocida figura de Israel (v. 32). Él también habló de “la venida del Hijo de Hombre,” el cual es un título usado en la Biblia para referirse a los tratos del Señor con Israel y las naciones gentiles de la tierra. Cuando Él venga por la Iglesia, se habla del rapto, y se refiere a Él como el Señor o el Novio. Todos estos hechos indican que el Señor no se estaba refiriendo a los cristianos. Los cristianos no tenemos nada que ver con un templo físico y un lugar santo, ni tampoco con el día sábado, etc. Esto se aplica obviamente a los judíos.
Apocalipsis 3:10 habla acerca de la tribulación que viene sobre el mundo, pero no sobre la Iglesia.
Apocalipsis 7:14 habla de la tribulación en conexión con las naciones gentiles (Ap. 7:9).
En Deuteronomio 4:30-31, se habla de la tribulación en conexión con Israel (Dt. 4:1).
En Jeremías 30:4-7, la tribulación es llamada “las angustias de Jacob.” Esto también nos habla de que estos hechos conciernen a Israel y a Judá.
En Daniel 12:1, dos veces dice que “el tiempo de angustia” (la tribulación) será sobre “los hijos de tu pueblo." El pueblo de Daniel era el pueblo judío.
Estas referencias muestran que la tribulación tiene que ver con Israel y con las naciones gentiles de la tierra, y en ningún pasaje se nombra a la Iglesia. ¿Cómo puede entonces la gente decir que la Iglesia tiene que ver con la tribulación, cuando esto no es mencionado ni una sola vez en la Biblia? Este hecho por sí mismo debería ser suficiente para convencer cualquier mente dispuesta, de que la Iglesia no atravesará la gran tribulación.
A medida que avanzamos, se vuelve muy evidente que la mayoría de las dificultades que la gente tiene sobre este tema proviene de no distinguir entre la Iglesia e Israel. Esto ha sido un problema de larga data entre los cristianos, y puede ser rastreado en sus orígenes hasta los primeros siglos de la historia de la Iglesia, donde los maestros judaizantes enseñaron que la Iglesia e Israel estaban mezcladas. Teoría conocida hoy como el amilenialismo o teología del pacto. Este sistema de enseñanza no ve a la verdadera naturaleza, llamado, carácter y esperanza de la Iglesia como pertenecientes al cielo. En vez de eso, todo es visto como un hecho terrenal, lo cual es la porción de Israel. Hay algunas traducciones de la Biblia, tal como la NVI, que no han ayudado en esta materia. Por ejemplo, Efesios 3:6 es traducido: “A través del evangelio los gentiles son llamados junto con Israel.” Sin ninguna autoridad de los manuscritos griegos, los traductores han agregado “con Israel.” Esto es así porque algunos de los que trabajaron en la traducción sostienen esta enseñanza errónea, y han permitido que su doctrina se mezcle en el texto. Sin embargo, no es con Israel que los creyentes de entre los gentiles son llamados en el día de gracia, sino con Cristo y con todos los redimidos que están en Cristo (Ro. 8:17).
Sobre el fundamento de Su obra concluida en la cruz, en Su resurrección y ascensión a la gloria, Dios ha establecido todo un nuevo orden de cosas conocido como la Iglesia, que comienza en Pentecostés (Hch. 2:1-4,47; 5:11; 11:15, “comienzo”). La palabra “Iglesia,” del griego eklesia, significa “llamado afuera,” y correctamente describe lo que Dios está haciendo en el presente: sacando a los creyentes y apartándolos de entre los judíos y los gentiles. Por la virtud del Espíritu Santo que desciende al mundo y toma residencia en aquella compañía de creyentes en el día de Pentecostés, los creyentes son unidos a Cristo, la Cabeza (a través del Espíritu Santo); y por lo tanto se conforma un hecho nuevo y celestial (1 Co. 12:13; Hch. 15:14; Ef. 1:13). Esto es visto claramente en la conversión de Saulo de Tarso. Cuando él fue salvo, la Biblia nos dice que fue tomado de entre el pueblo, Israel, y de entre las naciones, los gentiles, y puesto en una posición totalmente nueva delante de Dios como miembro del cuerpo de Cristo. El luego fue enviado a predicar el evangelio entre las naciones, para que todos aquellos que creyeran en Cristo pudiesen ser puestos en esta nueva posición de privilegio (Hch. 26:17-18).
Esto muestra que la Iglesia es algo distintivamente diferente de Israel. Cuando se lee la Biblia, es importante no confundir las bendiciones, privilegios, esperanzas, y destinos distintivos de cada uno de ellos.
2. La Iglesia no es el tema de la profecía.
La profecía propiamente dicha no tiene nada que ver con la Iglesia, sino con Cristo y sus tratos con Israel y las naciones gentiles que pasarán durante la tribulación al milenio. Las setenta semanas de Daniel (Dn. 9:24-27) claramente muestran que los eventos concernientes a Israel y la profecía se han detenido en las semanas sesenta y nueve, cuando los judíos “quitara la vida” a su Mesías con la muerte. Quedan aún siete años (la semana número setenta) para que se cumpla la profecía con respecto a Israel; lo que no acontecerá hasta que Dios retome nuevamente Sus tratos con Israel en un día futuro. Estamos en un período durante el cual Dios está llamando de entre los judíos y los gentiles, un pueblo para Sí mismo (Hch. 15:14). La profecía con respecto a la tribulación no tiene que ver con este tiempo. Se mal entienden las Escrituras proféticas cuando los estudiantes de la Biblia tratan de hacer un correlato entre los eventos que suceden hoy, en el período de la Iglesia, con los eventos que aparecen en la profecía, suponiendo que están siendo cumplidos ahora.
3. La reseña del libro de Apocalipsis muestra que la Iglesia no estará en la tierra durante la tribulación.
Por una simple lectura del libro de Apocalipsis, aprendemos varios puntos que claramente muestran que la Iglesia no estará en la tierra cuando los juicios de la tribulación sean derramados. Existen tres divisiones generales en el libro dadas en el capítulo 1:19. “Las cosas que has visto,” se refiere a lo que el Apóstol Juan vio en el capítulo 1; “las que son,” se refiere a los capítulos 2-3, los cuales contienen el mensaje del Señor a las siete Iglesias, lo que constituye la historia moral de la Iglesia en la tierra desde el tiempo de los apóstoles hasta sus últimos días; y luego “las que sucederán después de estas,” se refiere a las que suceden en los capítulos 4-22, donde se describe la tribulación. Esta tercera división es llamada “las cosas que sucederán después” (Ap. 4:1) porque trata de las cosas que sucederán luego del período de la Iglesia reseñado en los capítulos 2-3. Es instructivo ver que luego de los capítulos 2-3, una puerta es abierta en el cielo y Juan es llamado arriba (Ap. 4:1). Esta es una pequeña figura de la Iglesia siendo llamada al cielo, luego de que su período en la tierra terminase con la venida del Señor (el rapto). Desde el capítulo 4 hasta el final del libro no se ve más a la Iglesia sobre la tierra. Cuando los juicios de la tribulación son derramados entre los capítulos 6-19, ni una sola vez se menciona a la Iglesia.
También, aquellos que serán martirizados por su fe durante la tribulación, muestran por el carácter de sus oraciones que tampoco son cristianos (Ap. 6:9-10). Primeramente, por la forma en la que ellos llaman a Dios, “Juez Soberano,” claramente muestran que ellos no son cristianos. Los cristianos llaman a Dios como Padre (Ef. 1:2; Col. 1:2). En segundo lugar, ellos claman por venganza hacía los habitantes de la tierra que los han perseguido. Esto es correcto y propio para un judío (salmos imprecatorios), pero seguramente no es la actitud de un cristiano. Los cristianos bendicen a quienes los maldicen y oran por aquellos que los calumnian (Lc. 6:27-28), pero no invocan juicio sobre sus perseguidores (Ro. 12:19-21).
En el capítulo 7, se nos dicen quiénes saldrán al fin de la tribulación: los elegidos de Israel (vs. 1-8) y una gran multitud de gentiles (vs. 9-17), pero no se hace mención de la Iglesia. La Iglesia no sale de la tribulación porque no entró a la tribulación; la Iglesia es llevada al cielo antes de que la gran tribulación comience (Ap. 4:1).
Nótese también que mientras la Iglesia es vista sobre la tierra en los capítulos 2-3, se utiliza en varias oportunidades la expresión “el que tiene oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias,” pero luego de que la Iglesia es tomada (Ap. 4:1), cuando la tribulación se desarrolla, la expresión es alterada y dice: “El que tiene oído oiga” (Ap. 13:9). La frase “lo que el Espíritu dice a la Iglesia” es a propósito sacada. La razón obvia para esto es que la Iglesia ya ha sido llamada, y el Espíritu no se dirige más a la Iglesia porque la Iglesia no está más sobre la tierra.
Luego en el capítulo 19:11-21, hacia el fin de la tribulación, vemos a la Iglesia con todos los ejércitos de los santos celestiales viniendo del cielo con el Señor. ¿Si no fueron tomados antes, cómo es que ellos subieron al cielo para poder descender con el Señor en Su venida (aparición)? Esto muestra que la Iglesia ha sido tomada al cielo antes, y la única referencia a algo como esto se encuentra en el capítulo 4:1; y esto, como hemos visto ya, es antes de que la tribulación comience.
Además, si todos los santos creyentes son tomados con el Señor al final de la tribulación, como algunos creen, entonces ¿quién será dejado para poblar la tierra milenial? Con los malos enviados al castigo eterno, la tierra estaría vacía de gente. Por esto conocemos que los santos tomados para estar con el Señor en el aire no volverán a vivir en la tierra. Ellos reinarán sobre la tierra en los lugares altos (Ap. 5:10 JND; Dn. 7:22,27; 2 Co. 5:1).
4. La liberación de la Iglesia es diferente de la liberación de Israel.
En Apocalipsis 3:10 se promete a la Iglesia que será salvada “de” la hora de la prueba. El siguiente versículo 11 muestra cómo: “He aquí yo vengo pronto.” Esto se refiere a la venida del Señor (el rapto). Tal promesa no es hecha a Israel. Israel, por otro lado, será salvado “en” el tiempo de la prueba (Jer. 14:8). Dios en Su gracia preservará un remanente fiel de entre ellos durante la tribulación.
5. Se ha prometido a la Iglesia
liberación de la ira venidera.
Se le ha dicho a la Iglesia que “espere de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:9-10).
Existe una “ira” que vendrá sobre este mundo. Este es el juicio que caerá en la tribulación. Esta ira es mencionada diez veces en el libro de Apocalipsis, en los capítulos 6:16-17; 11:18; 14:10,19; 15:1,7; 16:1,19; y 19:15. Nótese que todas estas referencias son hechas después del capítulo 4:1, luego de que la Iglesia es tomada al cielo. Esto demuestra que la Iglesia no estará cuando los juicios de la tribulación sean derramados sobre la tierra. El Señor Jesús librará a la Iglesia de ellos antes de que la ira caiga sobre el mundo. (Comparar también Romanos 5:9.)
6. Dios no ha puesto la Iglesia para la ira.
1ª Tesalonicenses 5:9-10 dice: “Dios no nos ha puesto para la ira [los juicios venideros] sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.”
El aspecto de la salvación en este versículo no es el de la salvación del alma que los cristianos ya tienen. Existe, sin embargo, otro aspecto de salvación en la Biblia que es un hecho futuro. Por ejemplo, la Palabra de Dios dice, “Porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día” (Ro. 13:11-12; ver también Ro. 5:9; 8:23-25; Ef. 4:30; He. 9:28; 1 P. 1:5). Este aspecto de la salvación es la salvación de nuestro cuerpo, cuando el Señor venga y nos saque de este mundo. Nosotros “esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20-21; 1 Co. 15:51-56).
El versículo de 1ª Tesalonicenses nos dice que la Iglesia ha sido puesta para obtener esta salvación, y no la ira que está por venir sobre el mundo.
7. La voz de mando sucede antes de la proclamación de paz y seguridad.
El Apóstol Pablo en su Epístola a los Tesalonicenses, claramente pone el momento del rapto antes de que sucedan los tiempos de la tribulación (1 Ts. 4:15-18), donde la paz y la seguridad serán prometidas por la Bestia, el revivido imperio romano (1 Ts. 5:1-3).
Más aún, una mirada detallada sobre el pasaje mostrará que aquellos que serán arrebatados en el rapto, son llamados como una clase diferente de personas respecto de aquellos a los que se promete paz y seguridad durante la tribulación. Esto se indica por el cambio de la primera persona del plural, a la tercera persona del plural. Se refiere a “nosotros” cuando habla de los que serán arrebatados en el rapto, y utiliza el “ellos” cuando se refiere a aquellos a quienes les será prometida paz y seguridad. Por lo tanto, tenemos dos clases de personas: los arrebatados — la Iglesia (1 Ts. 4:15-18) — y aquellos que deberán pasar los tiempos de tribulación.
Pablo, siendo cristiano, se pone a sí mismo entre aquellos que podrían estar en la tierra cuando el Señor venga a buscar a su Iglesia (el rapto), diciendo: “Nosotros los que hayamos quedado.” Pero es interesante notar que él no se refiere a sí mismo entre aquellos que estarían en la tierra durante el tiempo cuando la paz y la seguridad sean prometidas por la Bestia. Esto es porque él procuraba fijar la esperanza de la venida del Señor frente a los santos, como un hecho inminente.
8. El rapto es antes de la apostasía.
En 2ª Tesalonicenses 2:1-5, el Apóstol Pablo pone de nuevo la venida del Señor Jesucristo y nuestra reunión con Él (el rapto), como un hecho que sucede antes del levantamiento del anticristo y la gran apostasía de la gran tribulación. El orden es simple. Primero está el rapto de la Iglesia (vs. 1), y luego la apostasía de la cristiandad (vs. 3-4) frente al hombre de pecado (anticristo).
Los creyentes de Tesalónica estaban pasando por un momento de persecución por causa de su fe en Cristo (1 Ts. 1:4-5). Habían venido falsos maestros (vs. 2) enseñando que el “día del Señor,” y el juicio conectado con él, estaba cercano. Esta enseñanza los angustiaba, porque ellos pensaban que tendrían que pasar por los horrores de la tribulación. El Apóstol Pablo escribe su segunda epístola para exponer esta enseñanza malvada. Él les enseñó que el día del Señor no podría venir sobre ellos, porque dos cosas deberían suceder primero: la revelación del “hombre de pecado” (el anticristo) y la gran apostasía frente a él.
Algunas personas tienen la idea que “el día del Señor” es el rapto. No hay escritura para esto. El día del Señor es un día de juicio que comienza con la aparición de Cristo al final de la gran tribulación. Es el momento cuando el Señor públicamente intervendrá sobre los caminos del hombre, afirmando Su poder y dominio universal sobre el cielo y la tierra. El día del Señor continuará durante los mil años que dure el reino de Cristo, tiempo en el cual, sobre el fin del día del Señor, los cielos y la tierra serán disueltos (2 P. 3:8-10).
9. El Espíritu de Dios debe irse primero.
2ª Tesalonicenses 2:6-12 muestra el mismo orden desde otra perspectiva. Dice así: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo.” Estos versículos muestran que el curso de la maldad en este mundo está hoy siendo frenado de llegar a su culminación, por la presencia y el poder del Espíritu Santo en la tierra. Solo cuando el Espíritu sea quitado de la tierra en el rapto, y solo en ese momento, se manifestará aquel inicuo (anticristo) y arrastrará a muchos. Nuevamente aquí el orden es simple. Primero está el arrebatamiento del Espíritu en el rapto (vs. 7); luego el levantamiento del anticristo durante la tribulación.
Algunos pueden preguntarse: ¿Cómo sabemos cuándo el Espíritu será tomado y sacado del medio? Creemos que es evidente por los siguientes tres pasajes de la Escritura, que es en el momento del rapto (Jn. 14:16-17). El Señor le prometió a Sus discípulos, la noche que fue traicionado, que cuando el Espíritu de Dios viniera a fijar Su residencia en la Iglesia (Hch. 2), sería para siempre. Cuando la Iglesia es llevada fuera del mundo en el rapto, el Espíritu de Dios también irá, porque el Señor ha dicho que el Espíritu nunca los dejaría. Eso también es visto en el libro de Apocalipsis. En los tres primeros capítulos, cuando la Iglesia es vista sobre la tierra, el Espíritu es visto una y otra vez hablando a la Iglesia. Pero luego del capítulo 4:1-2, cuando la Iglesia es arrebatada del mundo al cielo, no se menciona más al Espíritu hasta el capítulo 14:13 y 22:17, y se refiere a un tiempo posterior a la tribulación. También podemos comparar los capítulos 2:7,11,17,29 y 3:6,13,22 con el capítulo 13:9. Nótese la marcada ausencia de la mención del Espíritu. También esto es visto típicamente en Génesis 24 donde una esposa (la Iglesia) es buscada para Isaac (un tipo de Cristo) por el siervo (un tipo del Espíritu Santo). Una vez que la esposa fue asegurada por el siervo, él la llevó todo el camino hasta la casa de Isaac, quien estaba esperando por ella. Así como el siervo se fue a casa con la novia, también el Espíritu Santo irá a casa al cielo con la Iglesia cuando el Señor venga. Esto no significa que el Espíritu de Dios deje de trabajar sobre la tierra. Él continuará haciendo su trabajo sobre la tierra desde el cielo, como lo hizo en el tiempo del Antiguo Testamento, vivificando almas, etc. Estos versículos muestran que cuando la Iglesia es arrebatada de este mundo en el rapto, el Espíritu no residirá más en la tierra.
10. La venida de Cristo por Sus santos sucede antes del fin de los tiempos.
1ª Corintios 15:23-24 dice: “Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en Su venida. Luego el fin.” Téngase en cuenta el orden. Cristo es levantado primero, seguido por aquellos que sean de Cristo en Su venida (lo que ocurre en el rapto; 1 Ts. 4:15-18), luego viene “el fin." El fin toma lugar luego de que el Señor viene por los Suyos. Este es un término usado para referirse a todas las cosas que sucederán sobre el fin de los tiempos, y esto por supuesto incluye la tribulación (Mt. 13:39; 24:3-14; Dn. 11:40; 12:4,8,9,13). ¿Qué podría ser más claro? Él pueblo del Señor es llevado al cielo antes de que el fin venga con todo su juicio.
11. No hay instrucciones para los cristianos en relación a la tribulación.
En Mateo 24:16-26 y en las otras referencias a la tribulación, aquellos a quienes se les dice que estarán en ella son claramente judíos y no cristianos. Si los cristianos están para pasar por la tribulación, ¿por qué no se les da instrucciones sobre cómo prepararse y comportarse en ella? La respuesta obvia es que no habrá ningún cristiano en la tribulación.
Es verdad que miles se volverán a Dios en fe durante aquel tiempo de tribulación (Ap. 7:9-17), pero ellos no son cristianos. Ellos nacerán de nuevo y serán parte de la familia de Dios, pero un cristiano es uno que ha sido separado de entre los judíos y los gentiles por el evangelio, para pasar la eternidad con Cristo en el cielo. Aquellos que se conviertan a Dios en la tribulación y salgan de ella luego de que los siete años terminen, compartirán las bendiciones de Cristo en la tierra. La porción de los cristianos es celestial; la porción de los no cristianos es terrenal.
12. El hecho de que el evangelio de la gracia de Dios no será predicado en la tribulación, muestra que el rapto ya habrá tenido lugar.
El carácter del “evangelio de la gracia de Dios” (Hch. 20:24), predicado en este presente tiempo, y el carácter del “evangelio del reino” (Mt. 4:23), que será predicado en la tribulación, es enteramente distinto. Existen dos evangelios distintos predicados para dos propósitos distintos: el evangelio de la gracia de Dios que llama a la gente para el cielo; y el evangelio del reino que llama a la gente para bendición en la tierra. El evangelio que se predica hoy sostiene una esperanza, llamado y destino celestial para aquellos que crean (Col. 1:5; 1 P. 1:4; Fil. 3:20; 2 Co. 5:1-2; He. 3:1). El evangelio del reino, que será predicado en la tribulación, sostiene una bendición terrenal bajo el reino de Cristo en el milenio (Mt. 24:14; Sal. 96). Este evangelio anuncia la buena nueva de que el reino prometido en el Antiguo Testamento (2 S. 7:16; Dn. 2:44-45; 7:9-27) está a punto de ser establecido, y aquellos que reciban al Rey en fe tendrán parte en sus bendiciones. Este evangelio fue primero predicado por Juan el Bautista en el tiempo de la primera venida del Señor (Mt. 3:1-2). El Señor y Sus discípulos también lo predicaron (Mt. 4:23; 10:7). Su predicación era para llamar a la nación al arrepentimiento, para que así estuviesen en condición de recibir al Rey; y habiéndolo recibido, Él (el Rey) habría establecido el reino prometido por los profetas del Antiguo Testamento. Pero tristemente, Israel rechazó a su Rey, y por lo tanto desperdició la oportunidad de tener el reino afirmado en todo su poder y gloria. Cuando Israel rechazó al Rey, no se predicó más el evangelio del reino porque el reino no fue ofrecido más al pueblo. Dios en Su lugar ha enviado el evangelio de Su gracia al mundo gentil, para sacar de entre ellos el pueblo de Su nombre (Hch. 13:44-48; 15:14; Ro. 11:11). Este evangelio está siendo predicado aún hoy todavía.
El evangelio del reino será predicado nuevamente por el remanente judío fiel, luego de que la Iglesia haya sido arrebatada al cielo. En ese momento Dios retomará Sus tratos con Israel donde los dejó, casi 2000 años atrás. Israel será salvado en aquel día, esto es un remanente de entre ellos (Ro. 9:6-8; 11:26-27); y el reino será establecido en poder (Ap. 11:15).
El punto que necesitamos ver en esto, es que no hay mención del evangelio de la gracia durante la tribulación. Esto es debido a que este evangelio, llama a los creyentes ser parte de la Iglesia, y la Iglesia no estará en la tribulación. El rapto, que es la forma en que los creyentes de este evangelio serán trasladados hasta su morada celestial con Cristo, ya habrá tenido lugar. De aquí que este evangelio (de la gracia) no será más predicado.
Dios seguramente no mandará dos evangelios diferentes al mismo tiempo. Esto produciría confusión. Se confundirían el llamado celestial con el llamado terrenal, y también sus respectivas esperanzas y destinos. Si realmente entendemos que el evangelio de la gracia está siendo predicado hoy, nos daríamos cuenta que es imposible tener a la Iglesia y al remanente judío fiel en el período de la tribulación al mismo tiempo. La Biblia nos dice que existen al presente tres grandes distinciones entre los hombres en la tierra: están los judíos, los gentiles, y la Iglesia de Dios (1 Co. 10:32). También nos dice que aquellos que creen en el evangelio de la gracia de Dios son llamados de entre los gentiles y los judíos, y puestos todos juntos en un nuevo y celestial orden: “la Iglesia de Dios.” La cruz de Cristo ha terminado con la distinción entre judíos y gentiles para los creyentes de este evangelio (Gá. 3:28). Aquellos que creen en este evangelio, no forman más parte de ninguno de los dos grupos en los que previamente estaban, sino que ahora son parte definitiva de la Iglesia. Ahora, si la Iglesia va a estar en la tierra durante la gran tribulación, ¿cómo habría de existir un remanente de judíos creyentes? Si cada vez que un judío cree en el evangelio se convierte en parte de la Iglesia (lo cual ya hemos acordado), ¿cómo entonces podría formarse un remanente de judíos creyentes como la Biblia nos dice que habrá? Esto muestra que no puede estar la Iglesia y el remanente judío creyente sobre la tierra al mismo tiempo.
Los tipos en la Biblia confirman que la Iglesia no pasará por la gran tribulación
Existen también muchos tipos en el Antiguo Testamento que enseñan la verdad que la Iglesia será arrebatada de este mundo antes de que comience el período de la gran tribulación. Enseñar otra cosa sería desperdiciar estas hermosas figuras. Agregamos ahora algunos de estos tipos o figuras para confirmar esta verdad.
13. Enoc y Noé (Génesis 5:21-9:17)
Enoc es un tipo muy conocido de la Iglesia. El caminó en comunión con Dios y advirtió al mundo del juicio venidero (Jud. 14-15). Enoc fue distinguido de entre los patriarcas por no ver la muerte. En vez de esto fue trasladado en vida al cielo. Él es figura de la Iglesia, la que un día será arrebatada a los cielos a la venida del Señor. Enoc fue trasladado al cielo antes de que el juicio del diluvio viniese sobre la tierra. El juicio no procedió hasta que él fue tomado de la tierra. El diluvio es una figura del juicio que vendrá sobre el mundo en la tribulación (2 P. 3:3-10; Lc. 17:26-27). Noé y su familia, quienes pasaron a través del diluvio en el arca, son una figura del remanente judío que será preservado por Dios en la tribulación.
14. Abraham y Lot (Génesis 18-19)
Abraham, habitando en las montañas y disfrutando de la comunión con el Señor, es una figura del creyente cuidadoso de las cosas celestiales, viviendo en comunión con Dios. Lot, absorbido por las cosas de Sodoma, es una figura del creyente cuidadoso de las cosas terrenales, viviendo por los intereses de este mundo. Dios estaba a punto de derramar Su juicio sobre Sodoma, pero no haría nada hasta que Lot fuese sacado del lugar. El ángel le dijo a Lot, “Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí” (Gn. 19:22). El juicio vendrá sobre este mundo. Esto sucederá en la tribulación, y Dios no permitirá que comience hasta que Él haya sacado a todo verdadero creyente del mundo, tal como lo hizo con Lot, un verdadero creyente según 2ª Pedro 2:7-8, al cual sacó de Sodoma antes de que ésta fuese juzgada.
15. Lea y Raquel (Génesis 28-30)
Jacob enviado afuera por su padre, es una figura de Dios el Padre enviando a Su Hijo, el Señor Jesucristo, al mundo (1 Jn. 4:14). Jacob salió de la casa de su padre por dos razones: en razón del pecado (Gn. 27; He. 9:26), y también para buscar una esposa para él mismo (Gn. 28:15; Ef. 5:25). Cuando Jacob llegó a un país lejano, vio a Raquel en el campo (que es un tipo de Israel) y deseó tenerla por esposa. Enamorado de ella, Jacob accedió a obtenerla a través de su propio y personal trabajo. Esto prefigura el trabajo y la tarea que Cristo cumpliría sobre la cruz, para que pudiese tener Su corazón satisfecho al tener una esposa. Cuando llegó el tiempo para que Jacob recibiese a Raquel, Labán traicioneramente lo engañó, ya que Jacob no recibió a Raquel sino que le fue dada Lea en su lugar. Lea es un tipo de la Iglesia. Dios permitió que esto sucediera a Jacob para que nosotros pudiésemos tener esta maravillosa figura de Sus tratos con Israel y la Iglesia. Esto nos muestra las formas dispensacionales de Dios: Cuando Israel no fue traído como esposa, en su lugar Dios le dio la Iglesia a Su Hijo para que el pudiese tener una esposa. Más tarde, Jacob recibió a Raquel. Esto señala el tiempo cuando Dios haya terminado Su trabajo entre los gentiles (Hch. 15:14) llamando a la Iglesia. En aquel momento Dios comenzará a trabajar de nuevo con Israel para traerlo a Su Hijo. Así él puede entonces tener a Israel como Su esposa terrenal (Os. 2:6-17; Is. 62:4-5).
De esta manera Jacob tuvo dos esposas. Lea (figura de la Iglesia) fue recibida primero, aun cuando él hizo todos sus esfuerzos por Raquel (figura de Israel). Mientras el vientre de Lea era abierto y era fructífero criando hijos, el vientre de Raquel fue cerrado (Gn. 29:31). Esto responde al día presente. Mientras la Iglesia ha estado produciendo frutos para Dios, Israel no lo ha hecho de la misma manera (Is. 54:1; Os. 3:4; Mt. 21:19-21).
El punto que tenemos que ver aquí es que Lea tuvo siete hijos (número que significa completamiento) antes de que Raquel comenzara a tener labores de parto (Gn. 30:22; 35:16). Las labores de parto de Raquel son una figura de las pruebas futuras de Israel en la tribulación (Is. 66:7-8; Jer. 30:6-7; Mi. 4:9-10; 5:3; 1 Ts. 5:3). Lea había terminado de tener hijos antes de que las labores de Raquel comenzaran. Nos maravillamos de la exactitud de estas figuras (Sal. 119:161). La Iglesia también habrá terminado su curso y su historia de producción de frutos en este mundo, antes de que Israel (los judíos en realidad) pasen su tiempo de labores de parto en la tribulación.
16. José y Asenat (Génesis 37-50)
José (o Zafnat-Panea, que significa salvador del mundo, Traducción JND, pie de página en Gn. 41:45) es otro tipo bien conocido del Señor Jesucristo, quien fue rechazado por sus hermanos, que son un tipo de la nación judía (Gn. 37), y llevado entre los gentiles (Gn. 39-41). Luego de que él fue llevado a Egipto, entre los gentiles, hubo un período de bendición sobre aquella tierra seguido por un período de hambre. El tiempo de bendición responde a la presente dispensación de la gracia. El tiempo de hambre responde a la tribulación venidera que vendrá sobre este mundo. Es interesante notar que mientras José era un extraño para sus hermanos (tipo de los judíos), recibió una esposa gentil (Gn. 41:45). Él la recibió en el tiempo de plenitud, antes de la hambruna. Ella es un tipo de la Iglesia, ya que fue traída hasta la casa de José para compartir su lugar real en el trono de Egipto, antes de que el tiempo de hambre comenzara. Así también la Iglesia será traída al hogar de gloria antes de que el tiempo de la tribulación venga. Durante el tiempo de escasez, José trabajó para restaurar a sus hermanos (Gn. 42:45). Cristo también hará esto con Israel para restaurar a los judíos consigo mismo. Primero, los diez hermanos de José, que son un tipo del remanente judío, quienes son culpables de rechazarle, serán restaurados (Gn. 45:1-15); luego toda la familia fue traída y reunida con José (tipo de las tribus perdidas de Israel; Gn. 46). Este es el mismo orden que se da en la profecía.
17. Moisés y Séfora (Éxodo 1-12)
Moisés es otro tipo o figura del Señor Jesucristo. El fue puesto por Dios para liberar a los hijos de Israel, quienes estaban en aquel momento bajo el tiránico yugo de Faraón en Egipto (Ex. 3:10; Hch. 7:35). Faraón, el Rey de Egipto, es un tipo de Satanás, el dios y príncipe de este mundo. Moisés suspiraba por su pueblo y anhelaba que fuese liberado. Cuando vino a ellos, él asesinó a uno de sus opresores de Egipto, mostrando su destreza para vencer a sus enemigos y liberarlos de su cepo. Pero sus esfuerzos fueron mal interpretados por sus hermanos, quienes dijeron, ¿Quién te hizo príncipe y juez sobre nosotros? (Hch. 7:35; Ex. 2:14). Consecuentemente ellos le rechazaron. Mucho de esto es lo que sucedió al Señor Jesucristo cuando vino a liberar a Su pueblo (los judíos) del poder y pecado de Satán. Él también fue rechazado por aquellos que decían, “No queremos que este reine sobre nosotros” (Lc. 19:14; Jn. 1:11).
Al ser rechazado por su pueblo, Moisés huye hacia la tierra de Madián (Ex. 2:11-4:19). En el tiempo de su alejamiento de sus hermanos, él recibió una esposa gentil, Séfora (Ex. 2:21). Ella es otra figura de la Iglesia, la cual es traída desde el mundo gentil por el evangelio. Séfora le dio a Moisés un hijo, que fue llamado Gersón, lo que significa “un extraño aquí.” Esto habla del carácter que la Iglesia debería tener en este mundo como peregrina y extranjera (1 P. 2:11).
El punto que necesitamos ver en esto, es que Moisés recibe a su esposa gentil antes de que los juicios (las diez plagas) comience a caer sobre Egipto. Así, Cristo tendrá a Su esposa, la Iglesia, consigo en gloria, antes de que los juicios de la tribulación comiencen a caer sobre este mundo.
Luego de muchos años, Dios envía de vuelta a Moisés a los hijos de Israel, quienes estaban siendo oprimidos aún por los gentiles. Esto es una figura del tiempo de los gentiles (Lc. 21:24; Ex. 3:10; 4:19). Moisés retornó a la tierra de Egipto y comenzó a mostrarse a sus hermanos, quienes le habían rechazado. Esto es una figura del Señor reasumiendo Sus tratos con la nación de Israel, luego de que haya tomado consigo mismo a la Iglesia a la gloria. Cuando Moisés retornó a sus hermanos, Dios comenzó a derramar sus juicios sobre la tierra de Egipto en forma de las diez plagas (Ex. 7-12:36). Dios milagrosamente preservó a Israel en medio de estos juicios, lo que vino a ser una señal de confirmación para ellos, de que Dios estaba trabajando en su beneficio (Sal. 78:43; Sal. 105:27; Ex. 7:3,8,22-23). Esto habla de cómo Dios preservará al remanente de Israel durante la tribulación. Pero, ¿dónde estaba Séfora mientras los juicios caían sobre Egipto? Ella no estaba en la tierra de Egipto. Moisés la había enviado de vuelta a la tierra de Madián, antes de que los juicios de Dios comenzaran (Ex. 18:1-2). Ella no es mencionada ni una sola vez durante las plagas. Ella no aparece en escena, sino hasta después de que los juicios hayan caído sobre Egipto y los hijos de Israel fueran liberados. Esto nos muestra que la Iglesia no estará en la tierra cuando la tribulación comience. No verá ninguna parte de la tribulación. La Iglesia no aparece públicamente hasta que la tribulación está terminada, cuando el Señor viene a mostrar a Su esposa a un mundo maravillado (2 Ts. 1:10).
18. El juicio de Jericó (Josué 26)
La sentencia de juicio fue determinada sobre Jericó y el pueblo de Canaán (Ex. 23:27). Antes de que los juicios cayese sobre aquella ciudad, Dios proveyó una forma de refugio bajo “el cordón de grana” para todo aquel que tuviese fe (Jos. 2). Esto típicamente predice el juicio que está a punto de caer sobre este mundo culpable y condenado (Hch. 17:31; 2 Ts. 1:7-9); mas Dios en Su misericordia ha provisto para todos un refugio bajo la sangre de Cristo. En el capítulo 6 el juicio cayó sobre Jericó como estaba anunciado, pero antes de que esto sucediese, Josué llevó a término el terrible viaje de los hijos de Israel, haciéndolos entrar a la tierra prometida (Jos. 3-5). Antes de que el juicio caiga sobre este mundo, el Señor Jesucristo, como Josué, llevará el largo y terrible viaje de la Iglesia por este mundo a su final, haciéndola entrar en la Canaán celestial. Es de remarcar que el juicio de Jericó ocurrió en el tiempo de la cosecha (Jos. 3:15). El juicio de este mundo es también llamado la cosecha o la siega (Mt. 13:39-42; Ap. 14:15-20; Jl. 3:9-16).
Hay otra figura en la historia de la caída de Jericó, que también muestra la misma verdad. Hubo una gran voz (grito; Jos. 6:16) que ocurrió antes de que los muros de Jericó cayeran. Esto nos recuerda a la “gran voz” que la Iglesia está esperando cuando el Señor venga (1 Ts. 4:15-18). Pero nótese nuevamente que el grito tiene lugar antes de que la ciudad fuera juzgada, tal como el grito en el rapto tendrá lugar antes del juicio de este mundo.
Tres pasajes usados para sostener el error de que la Iglesia atravesara la gran tribulación
En un esfuerzo por ser de ayuda para quienes pudiesen tener dificultad en este punto, hemos seleccionado tres pasajes bíblicos que han llevado a que algunos erróneamente crean que la Iglesia atravesará la tribulación. En cada uno de estos pasajes nuestro deseo es mostrar, con la ayuda del Señor, cómo ha ocurrido el error y cual es el verdadero significado del pasaje. Creemos que la mayoría de la confusión de este punto proviene de creyentes poco cuidadosos y poco fervientes en la lectura de las Escrituras. Estos ejemplos son:
1. 2ª Tesalonicenses 2:2-3. “No os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe de ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.” Esto ha sido tomado en el sentido de que el día en que el Señor viene por Su Iglesia (el rapto), no sucederá hasta que el anticristo y la gran apostasía en la gran tribulación hayan ocurrido.
Esto es un error por dos razones: Primero, es un gran error suponer que “el día del Señor” es el rapto. La Biblia no dice esto. Existen por lo menos veinte referencias principales al “día del Señor” en la Palabra de Dios. Algunas de ellas se refiere a su comienzo con la aparición de Cristo (2 Ts. 2:2; 2 P. 3:10; 1 Ts. 5:2; etc.). Otras referencias son una advertencia de que está cercano, señalado por el ataque del Rey del Norte, que tendrá lugar justo antes del comienzo del día del Señor (Jl. 1:15; 2:11; Sof. 1:7-20; Zac. 14:1-2; etc.). Pero ninguna de ellas se refiere al día del Señor como el rapto. Es una suposición decir esto, y nace de una poca cuidadosa investigación de las Escrituras (Hch. 17:11).
El “día del Señor” es un día de juicio que comienza con la aparición de Cristo, aproximadamente siete años luego del rapto, al final de la tribulación. Este es el tiempo cuando Cristo públicamente interviene sobre los caminos del hombre sobre la tierra, afirmando Su poder y autoridad universal sobre el cielo y la tierra. Esto se extenderá por mil años (2 P. 3:8-10); esto es el milenio. Sin embargo, nunca se ve al rapto como el día del juicio, sino más bien que el rapto es el tiempo cuando el esposo y la esposa se unen gozosamente.
Ahora, con la definición de lo que es el día del Señor, podemos ver lo que el Apóstol Pablo estaba diciendo en este pasaje. Él mostraba a los Tesalonicenses que “el día del Señor” no podía estar sobre ellos en ese momento, porque tenía que venir el anticristo y la gran apostasía. Pablo aun no está hablando del rapto en este versículo.
Es bastante sorprendente cuan aplicable es este versículo en estos días a pesar de que fue escrito hace casi 2000 años. Los falsos maestros están trabajando nuevamente proponiendo la misma enseñanza malvada que estaba turbando los hermanos de Tesalónica, y están usando los mismos tres métodos que usaron aquellos falsos maestros de los días del Apóstol Pablo.
Primero, “por el espíritu” (vs. 2) los falsos maestros claman que han recibido este mensaje a través de una revelación espiritual dada a ellos.
Segundo, “por la palabra” (vs. 2) están aplicando mal los pasajes del Antiguo Testamento para sostener sus erróneas teorías.
Y por último, “por carta como si fuera nuestra” (vs. 2), lo que significa que ellos en realidad habían llegado tan lejos como para producir una epístola con sus erróneas ideas y la presentaban como que era del Apóstol Pablo.
Así también en el día de hoy, aquellos que enseñan esta doctrina errónea proclaman haberla recibido a través de una revelación especial de Dios. Tratan de usar la Biblia para sostenerlas y están tomando el ministerio de Pablo, como lo hacían en 2ª Tesalonicenses 2:2-3, y enseñando que Pablo enseñaba que la Iglesia debía atravesar la gran tribulación. Esto es en principio lo que aquellos maestros de aquellos días hacían, tomando el nombre de Pablo y poniéndolo en sus falsas enseñanzas, tratando de hacerle decir a Pablo algo que jamás él había dicho. Es por eso que Pablo menciona al final de la epístola que él escribía la salutación de su propia mano, que es el signo en todas sus cartas, por lo tanto no podría haber confusión (2 Ts. 3:17).
La otra razón por la cual esta aplicación es un error, es que destruye la inminencia de la venida del Señor. La venida del Señor (el rapto) es presentada siempre en la Biblia como algo que puede ocurrir en cualquier momento. Aquellos que piensan que la Iglesia debe pasar por la tribulación, se burlan de la idea que Él podría venir hoy, porque esto, piensan ellos, es una directa violación a su interpretación de 2ª Tesalonicenses 2:2-3. Sin embargo, Pablo y los otros Apóstoles, alentaron a los santos de sus días a esperar la venida del Señor. Ellos trabajaron y se esforzaron para poner la cercanía de la venida del Señor de tal forma frente a la Iglesia, que debía ser una esperanza presente. ¿Esta gente está diciendo que los apóstoles hicieron mal en hacer esto? Pablo dijo, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3:20-21). El también dijo, “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (He. 10:37). “Porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día” (Ro. 13:11-12). “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto” (1 Co. 7:29). “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1 Ts. 4:16-17). En este último versículo Pablo, cuando dice “nosotros,” se pone a sí mismo entre el número que esperaban la venida del Señor. Ver también 1ª Corintios 15:51-52. Era algo que él esperaba aun en aquellos primeros días de la Iglesia. Santiago también dijo, “La venida del Señor está cerca” (Stg. 5:7). Pedro dijo, “El fin de todas las cosas se acerca” (1 P. 4:7). Juan dijo, “Hijitos ya es el último tiempo” (1 Jn. 2:18). Esto muestra la forma en que los apóstoles ministraron, para fijar la venida del Señor frente a los santos como algo que podría suceder en el curso de sus vidas.
Enseñar que ciertos eventos deben suceder antes de la venida del Señor, tales como el levantamiento del anticristo y los horrores de la tribulación, sería una directa contradicción a las enseñanzas de los apóstoles. Esto destruye la eminencia de la “bendita esperanza” (Tit. 2:13). Seguramente la Escritura no enseñaría algo en un lugar, para contradecirlo luego en otro pasaje.
Sacar esta “bendita esperanza” de la Iglesia, es causar que la Iglesia se arraigue y se fije en este mundo. Y esto es justamente lo que ha sucedido por un largo tiempo, cuando se dice: “Mi Señor retarda su venida” (Mt. 24:48). Por esta misma razón, el Señor Jesucristo mismo nunca nos dijo cuándo retornaría, pero sí dijo: “Ciertamente, vengo en breve” (Ap. 22:20).
La prueba para todo ministerio es: ¿Se ocupa el corazón con Cristo? Esta clase de enseñanza errónea hace de todo menos esto. En vez de esperar la venida del Señor, produce que los santos miren las cosas de alrededor; miren y esperen por el anticristo, etc. La Iglesia está para esperar la venida de Cristo y no la venida del anticristo.
2. Otra escritura que se usa para pretender probar que la Iglesia debe pasar por la tribulación, es Apocalipsis 11:15. “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos.” Este versículo muestra que cuando la séptima y última trompeta sea tocada al final de la tribulación, el Señor aparecerá y tomará posesión de los reinos de este mundo a través de juicio. Se ha supuesto que esta es “la final trompeta” que se menciona en el rapto (1 Ts. 4:15-18; 1 Co. 15:51-52). Por lo tanto, la Iglesia estará sobre la tierra durante la tribulación (Ap. 6-11) precediendo a la séptima trompeta. Se enseña que la Iglesia será tomada para encontrar al Señor en el aire justo cuando Él venga del cielo para juzgar al mundo.
Esta interpretación es muy problemática porque la Palabra de Dios enseña que un número de hechos deben suceder, desde el tiempo en que la Iglesia sea arrebatada hasta cuando el Señor venga a juzgar al mundo como nos dice Apocalipsis 11:15. Sería imposible que estas cosas sucedieran en el corto momento que esta interpretación permite. Luego de llevar a Su pueblo hacia el cielo en el rapto, el Señor los sentará a Su mesa, donde les servirá con felicidad celestial y gozo indecible (Lc. 12:37). Luego será establecido el tribunal de Cristo, y las vidas de los creyentes serán revisadas y recompensadas (2 Co. 5:10; etc.). Los santos también tendrán un tiempo de alabanza dedicado a Dios y al Señor Jesucristo, alrededor del trono en el cielo. En ese momento ellos arrojarán sus coronas a los pies de Cristo en humilde adoración (Ap. 4-5). Luego tendrán lugar las bodas del Cordero, seguida por la cena de las bodas del Cordero (Ap. 19:7-8). Todos estos eventos deben suceder luego de que el Señor tome a Su pueblo al cielo en el rapto, y antes de que Él retorne en Su aparición, ocasión en la que Él juzgará al mundo. No sería posible que estos hechos sucedieran si los santos fuesen tomados en el aire, y luego inmediatamente traídos de nuevo hacia la tierra con el Señor en Su aparición.
3. Otra escritura que es usada es Mateo 24:29-31. “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.” Se piensa que la venida del Señor en este pasaje se refiere al rapto. Consecuentemente se acomoda el momento del rapto como “inmediatamente después de la tribulación.” Se concluye por lo tanto que la Iglesia debería estar durante la tribulación.
El problema aquí es que aquellos que tienen esta idea, claramente no entienden la distinción entre el rapto y la aparición de Cristo. En la Biblia nunca se refiere al rapto como la venida del Hijo del Hombre. El rapto es la venida del Señor por los Suyos; la venida del Hijo del Hombre es la venida del Señor con los Suyos en Su aparición. El rapto es un misterio que no se dio a conocer sino hasta que fue revelado por el Apóstol Pablo (1 Co. 15:51-52); la venida del Hijo del Hombre es un hecho que fue conocido por los santos del Antiguo Testamento, ya que los profetas hablaron de ella (Dn. 7:13-14). El Hijo del Hombre es un título que el Señor toma cuando Él viene a juzgar al mundo; en el rapto el Señor no viene para juicio, sino para llevar a Su esposa a los cielos. El hecho de que el título que se usa en Mateo 24:29-31 Sea “el Hijo del Hombre,” debería mostrarnos que en este pasaje cuando se habla de Su venida no se refiere al rapto.
Segundo, en el rapto el Señor no envía a Sus ángeles a reunir a Sus santos (la esposa), como se nos habla en estos versículos; el Señor mismo tomará a Su esposa (1 Ts. 4:16; 2 Ts. 2:1).
Tercero, la trompeta que suena aquí no es la trompeta de Dios que se menciona en el rapto, sino la trompeta de Isaías 27:13, Salmo 81:3, etc.
Por último, los elegidos no son la Iglesia, sino los elegidos de Israel (Mt. 24:24; Is. 45:4; 65:9; Ap. 7:1-8; Ro. 11:28; etc.).
La idea del rapto parcial
Aunque algunos cristianos creen en un rapto parcial, la idea es tan absurda que no es necesario que la comentemos aquí. ¿Podríamos imaginar al Señor llevando solo una parte de Su esposa al cielo? ¿Qué haría el Señor en el cielo con media esposa? ¿Cómo podrían las bodas del Cordero llevarse a cabo solo con la mitad de la esposa presente? De cualquier manera, ¿cuál es el pasaje bíblico que sostiene esta teoría?
Estemos alerta
Existe un punto más que el lector debería considerar con respecto a toda esta cuestión. Este tipo de enseñanza usualmente se manifiesta en un contexto de otras doctrinas erróneas. Aquellos que generalmente enseñan que la Iglesia debe pasar por la gran tribulación, muy a menudo no tienen en claro la seguridad eterna del creyente. Muchos no aceptan el lugar dado por Dios a la mujer en la Iglesia, ni entienden tampoco la verdad de la Iglesia, ni el concepto del un solo cuerpo como base de la Asamblea para todos los cristianos, entre otras cosas. Preguntamos, ¿Deberíamos creer en las enseñanzas de estos maestros, en cuanto a que la Iglesia atravesará la tribulación, cuando tan a menudo fallan en muchas otras doctrinas bíblicas? Seguramente esto debería ser una advertencia para nosotros, para que estemos alertas, y especialmente cuando a la luz de las sagradas Escrituras, en todos los pasajes que hemos tomado, se muestra que la Iglesia NO atravesará la tribulación.
“Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:21).