Capítulo 1: Consuelo para los santos que estaban siendo perseguidos

2 Thessalonians 1
Versículos 1-2.— Como en la primera epístola, Pablo incluye a Silvano y a Timoteo en su saludo inicial a “la iglesia [asamblea] de los Tesalonicenses”. Y, como en la primera epístola, la “gracia” y “paz” son enviadas de “Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Así, la Paternidad de Dios y el Señorío de Cristo se enfatizan de nuevo. Esto es porque Pablo entendió que conocer a Dios como nuestro Padre y a Jesucristo como nuestro Señor es esencial para el crecimiento y la madurez cristiana. El Señorío de Cristo es particularmente enfatizado en esta segunda epístola. El título “Señor” se usa más de 20 veces en tres cortos capítulos.
Versículo 3.— Pablo vio un progreso espiritual entre los santos de Tesalónica y agradeció a Dios por ello. Su “fe” crecía enormemente, y el “amor” de unos a otros estaba floreciendo. Sin embargo, como fue el caso de sus comentarios en la primera epístola (capítulo 3:6), aquí él no menciona la esperanza. La esperanza es el tercer elemento en el trío de virtudes que van de la mano en la normalidad de la vida cristiana. Brillando por su ausencia aquí, es evidente que aquella “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) había sido alterada en sus mentes, y probablemente es por eso por lo que Pablo no los elogiara por ser constantes como una vez lo habían sido (1 Tesalonicenses 1:3). Vemos en el capítulo 2 que la mala enseñanza sobre “el día del Señor” se había infiltrado y les había trastornado la esperanza. Una de las razones principales por las que se escribió esta segunda epístola fue para aclarar este malentendido.
Versículo 4.— Pablo elogia a los creyentes de Tesalónica por continuar en el camino de la fe a pesar de las “persecuciones y tribulaciones” que estaban enfrentando. Esto demostró la realidad de su fe, y Pablo se regocijó al verla. Estas cosas les habían angustiado porque alguien les dijo (de forma incorrecta) que sus pruebas eran señales de que la Iglesia estaba pasando por los juicios asociados con el Día del Señor. Estas persecuciones, sin embargo, no eran los juicios de la Gran Tribulación, sino que eran sufrimientos relacionados con el cristianismo normal. Los cristianos están pasando por un mundo que odia a Cristo, y aquellos que se identifican con Su nombre naturalmente sufrirán persecución por ello (Juan 15:18-20, 16:33).
Versículos 5-6.— Pablo les asegura que su sufrimiento a manos de hombres impíos que habían rechazado el evangelio era una “demostración del justo juicio de Dios” que viene sobre este mundo. Su sufrimiento era una prueba de que todos esos incrédulos serían juzgados. Es algo justo; un Dios que no juzga el mal no es un Dios justo. Por lo tanto, Dios se justifica en su ejecución del juicio. En aquel día, Él equilibrará la balanza de la justicia. Para los santos de Tesalónica que sufrían persecución por parte de los hombres incrédulos de este mundo significaba que “se cambiarán los papeles”; el juicio será aplicado a aquellos que han rechazado la gracia de Dios y han infligido sufrimiento a los santos.
Pablo les dice que su sufrimiento por Cristo también mostró que habían sido “tenidos por dignos del reino de Dios”, ya que sufrir por Su causa es un privilegio dado a los santos (Filipenses 1:29). Por esto, añade “por el cual asimismo padecéis”. Es como si les dijera: “Su firmeza en la persecución muestra que verdaderamente forman parte de aquellos que compartirán la gloria del reino de Cristo”. Es, por lo tanto, “justo para con Dios pagar con Tribulación” como forma de juicio a los rechazadores del evangelio.
Los dos lados de la Aparición de Cristo
Versículos 7-10.— Estos versículos indican que hay dos lados de la Aparición de Cristo, que son:
•  La ejecución de Su juicio sobre los impíos (versículos 7-9).
•  La manifestación de Su gloria en los santos ante el mundo (versículo 10).
El primer lado de su Aparición da inicio al “día del Señor” (1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10), el cual tiene que ver con la autoridad de su Señorío establecido en la tierra a través de juicio (Apocalipsis 10:1-2). El segundo lado de su Aparición da inicio al “día de Cristo” (1 Corintios 1:8; 3:13; 5:5; 2 Corintios 1:14; Filipenses 1:6,10; 2:16), cuando Él será visto en la gloria de Su reino.
La ejecución del juicio
Versículo 7.— Pablo dice: “Y á vosotros, que sois atribulados, dar reposo con nosotros”. Debían esperar hasta que se “manifestara el Señor Jesús” (la Aparición), cuando Él intervendrá para poner este mundo en orden. En ese momento, “[juzgará] al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó” (Hechos 17:31). Mientras tanto, los cristianos no han sido llamados a corregir los males e injusticias del mundo, involucrándose en sus asuntos. Simplemente estamos de paso por el mundo como “extranjeros y peregrinos” en nuestro camino al cielo (1 Pedro 2:11), y por lo tanto debemos dejar que “el tiesto [pleitee] con los tiestos de la tierra” (Isaías 45:9, traducción J. N. Darby). Nuestra responsabilidad en este mundo es dar testimonio de Cristo por medio de la predicación del evangelio con el fin de que algunos, por la gracia de Dios, puedan ser salvos. El mundo se pondrá en orden cuando haya “juicios en la tierra” por parte de Dios, que comenzarán con la Aparición de Cristo (Isaías 26:9); no se pondrá en orden por la influencia de los cristianos piadosos y su predicación del evangelio.
Pablo continúa elaborando acerca del juicio que será ejecutado en la Aparición de Cristo. “Se manifestará el Señor Jesús del cielo con los ángeles de su potencia, en llama de fuego, para dar el pago á los que no conocieron á Dios” (versículos 7-8). Traerá a Sus ángeles consigo para realizar dos obras distintas: una es ejecutar el juicio sobre los pecadores en el reino de los cielos, arrojándolos directamente al infierno (el lago de fuego) sin pasar por la muerte (Mateo 13:38-42; 24:37-41), y la otra es para la bendición de las diez tribus de Israel, reuniéndolas de vuelta a su patria (Mateo 24:31).
Pablo habla de dos clases generales de incrédulos que serán juzgados:
•  “Los que no conocieron a Dios”.— Son gentiles que han vivido en la ignorancia de Dios el Salvador, sin haber escuchado nunca el evangelio de Su gracia (1 Tesalonicenses 4:5), pero que han rechazado la revelación que les ha dado de Sí mismo a través de la creación (Salmo 19:1-6; Romanos 1:20).
•  Los que “no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.— Son personas que son conscientes de ello, que han oído el evangelio y conocen el camino de la salvación, pero lo han rechazado (1 Pedro 4:17; 2 Pedro 2:20-21).
Estos pecadores “serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor” a través de los juicios que comienzan con la Aparición de Cristo. Pablo no entra en detalles aquí sobre cómo y cuándo estas dos clases de pecadores serán tratados, algo que sería revelado por un estudio cuidadoso de la profecía. Basta decir que la Aparición de Cristo da inicio al “[juicio] de los vivos” (Hechos 10:42; 2 Timoteo 4:1; 1 Pedro 4:5). Este es un término general que cubre tres juicios distintos de personas vivas:
•  El Juicio de la Siega (Mateo 13:37-43; Apocalipsis 14:14-16; Isaías 24:1-23).
•  El Juicio del Lagar (Vendimia) (Apocalipsis 14:17-20; Isaías 63:1-6; Joel 3:9-17).
•  El Juicio de Sesiones (Mateo 25:31-46).
Algunos piensan que el juicio de la “eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:9; Filipenses 3:19; Mateo 7:13; 2 Pedro 2:1,12; 3:16, etc.) significa que los incrédulos serán consumidos por el fuego del juicio de Dios y dejarán de existir. Esta falsa doctrina se llama Aniquilacionismo. La Palabra de Dios indica que la destrucción eterna no tiene que ver con la pérdida de la existencia de una persona, sino con la pérdida eterna del bienestar de una persona bajo el juicio de Dios.
Job 14:22 y Job 30:24 indican que los incrédulos siguen existiendo después de morir. Estos versículos dicen que se “entristecen” y “claman” incluso después de haber sido destruidos en la muerte.
Apocalipsis 19:20 nos dice que la Bestia y el falso profeta fueron arrojados vivos al lago de fuego. Luego, en el capítulo 20, se nos dice que después de que el diablo conduzca una breve rebelión contra el Señor al final del Milenio, será tomado y arrojado al lago de fuego; y dice: “donde está la bestia y el falso profeta” (Apocalipsis 20:10). ¡La Bestia y el falso profeta siguen allí sufriendo en el lago de fuego después del reino milenario de Cristo! No dejaron de existir.
Apocalipsis 14:10-11 dice que los adoradores de la Bestia serán “atormentados con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero: Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás ... y no tienen reposo día ni noche”. Y otra vez, Apocalipsis 20:10 dice que aquellos que estén en una eternidad perdida “serán atormentados día y noche para siempre jamás”. El tormento es una condición que requiere de una persona existente para soportarlo. No se puede atormentar lo que ya no existe.
En Marcos 9:48, el Señor dijo: “El gusano de ellos no muere”. Esto también indica que los tormentos de la conciencia culpable de los perdidos no cesarán bajo el castigo eterno.
Además, varias escrituras nos dicen que el fuego del juicio de Dios “nunca se apaga” (Mateo 3:12; Marcos 9:43,45; Lucas 3:17). ¿Qué necesidad habría de que continuara para siempre si los que son arrojados a él son aniquilados inmediatamente? Algunos dicen que la muerte misma es el juicio. Pero la Escritura dice: “Está establecido á los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el juicio” (Hebreos 9:27).
Incluso en el lenguaje ordinario, “perdición” (o “destrucción”, traducción King James en inglés) no significa que algo deje de existir. Por ejemplo, si tomamos un hacha y cortamos en pedazos una hermosa mesa de madera, podríamos ser acusados de haber destruido la mesa. Sin embargo, aun habría tanto material tirado en el suelo como lo había cuando existía como una hermosa mesa. “Destruida” simplemente significa que la mesa ya no puede ser usada para el propósito para el que fue hecha, pero el material con el que fue construida todavía existe. Lo mismo ocurre con la destrucción de los seres humanos. El hombre fue hecho para la gloria de Dios (Isaías 43:21; Apocalipsis 4:11); si entra en la destrucción eterna, ya no puede ser restaurado a través de la salvación para el propósito para el que fue creado.
La manifestación de la gloria de Cristo con los santos
Versículo 10.— Como ya mencionamos, el segundo lado de la Aparición de Cristo tiene que ver con la manifestación de Su gloria con los santos. El Señor no solo traerá a Sus poderosos ángeles cuando venga (versículo 7), sino que también traerá a “Sus santos” (Zacarías 14:5; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Apocalipsis 19:14). En ese momento, Él será “glorificado en Sus santos, y á hacerse admirable en aquel día en todos los que creyeron”. Los santos, en ese día de manifestación, brillarán a Su semejanza, y los hombres y los ángeles los mirarán con asombro y alabarán la gloria de la gracia de Dios (Efesios 1:6,12). Esta manifestación, por supuesto, incluirá a los santos de Tesalónica. Pablo, por lo tanto, agrega en un paréntesis: “Por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros” (versículo 10). Así, Dios usará a los santos para dar gloria a Cristo (Juan 17:22-23).
Es triste decir que en estos días de debilidad y fracaso entre los cristianos, a menudo es al revés. El mundo nos mira y encuentra justificación (o así ellos piensan) para no creer en el evangelio. Al igual que los judíos que causaron que el nombre de Dios fuera blasfemado entre los gentiles por su mal comportamiento (Romanos 2:24), la Iglesia ha causado que muchos en este mundo se alejen de recibir a Cristo. Pero en el día venidero del que Pablo está hablando aquí, será todo lo contrario; muchos acudirán al Señor cuando vean lo que Su gracia ha obrado en la Iglesia (Efesios 1:6,12), y con Israel (Salmo 47:9; Isaías 60:1-22; Zacarías 2:10-11; 8:22-23).
La oración de Pablo por los santos de Tesalónica
Versículos 11-12.— Pablo les declara a los tesalonicenses acerca de sus oraciones por ellos. Su preocupación principal aquí era que, como iban a ser usados para glorificar a Cristo en un día venidero, debían esforzarse para glorificarlo mientras aún estaban aquí en la tierra. Podemos ver en esta oración que Pablo entendía que, en el pueblo de Dios, todo crecimiento que resulta en un testimonio para Cristo es realmente producido por Su gracia trabajando en sus corazones. Por lo tanto, él ora para que Dios se complazca en tenerlos por “dignos de su vocación” de sufrimiento por Cristo, y que “hinche de bondad todo buen intento” por una “obra de fe con potencia” en ellos. Y, como resultado, sabrían cómo comportarse bajo la persecución para que “el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado”. Aquí se reconoce que esto solo puede ser realizado por “la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”. Toda la alabanza, por lo tanto, debe dirigirse a Aquel que ha llamado a los cristianos a este testimonio.