Capítulo 10

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"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron la mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar, y todos comieron la misma vianda espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo; mas de muchos de ellos no se agradó Dios; por lo cual fueron postrados en el desierto" (vvss. 1-5).
No digamos que nosotros los cristianos seamos mejores que ellos; el versículo siguiente nos declara: "empero estas cosas fueron en figura de nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron" (v. 6).
Una profesión de la fe cristiana puede ser exteriorizada grandemente, sin embargo ser solamente de labios y no de corazón. Una persona puede bautizarse "en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19), luego juntarse con verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo, cantar himnos, tomar parte en la predicación del evangelio, aun participar de la cena del Señor, y sin embargo permanecer un pecador perdido todavía en sus pecados. Hemos leído ya en el cap. 9, v. 27, que Pablo dijo: "[...] no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado." Si no fuera personalmente un verdadero cristiano, podría ser rechazado él mismo después.
De tales profesantes falsos leemos también en Hebreos 6:4-8: "porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que embebe el agua que muchas veces vino sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos de los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; mas la que produce espinas y abrojos, es reprobada, y cercana de maldición; cuyo fin será el ser abrasada." Notemos que no se dice en este pasaje que ellos jamás se habían arrepentido de sus pecados, mucho menos que habían nacido de Dios o que habían sido sellados por el Espíritu Santo; pero dice, que fueron hechos partícipes del Espíritu Santo en aquel entonces cuando Él manifestó Su poder en hechos milagrosos entre los judíos, pero el participar exteriormente de Sus bendiciones es una cosa, y ser sellado por Él para Dios es otra enteramente distinta.
El escritor inspirado de Hebreos inmediatamente agrega (para que nadie crea que los vvss. 4 a 8 tienen que ver con verdaderos cristianos): "pero de vosotros, oh amados, esperamos mejores cosas, y más cercanos a salud, aunque hablamos así."
"Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar [...]” (v. 2). Sin saber leer el griego, sabemos sí que los israelitas no fueron bautizados en un hombre, una criatura de Dios. La traducción correcta de la preposición griega "eis" es "a." Los israelitas, al seguir en pos de Moisés cuando cruzó el Mar Bermejo, se identificaron con él en el hecho de seguirle. Fueron, de esta manera, bautizados a Moisés. No fueron, por el bautismo, colocados en él en vida, sino identificados exteriormente con él en la marcha.
Los israelitas comieron de la misma vianda espiritual y bebieron la misma bebida espiritual, de la piedra espiritual que era Cristo; sin embargo, casi todos fueron postrados en el desierto. ¿Por qué? Se nos dice en Hebreos 3:19: "no pudieron entrar a causa de incredulidad." Léase la historia de su incredulidad en Números cap. 14.
"Empero estas cosas fueron en figura de nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis honradores de ídolos, como algunos de ellos; según está escrito: Sentóse el pueblo a comer y a beber, y se levantaron a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veinte y tres mil. No tentemos a Cristo, como también algunos de ellos Le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron en figura; y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado. Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga" (vvss. 6-12). No se requiere ningún comentario sobre aquellos acontecimientos históricos entre los hijos de Israel. Dios hizo que fuesen escritos por la mano de Moisés para amonestar solemnemente a nosotros, los cristianos que vivimos durante "la dispensación de la gracia de Dios" (Efesios 3:2) al fin de las varias dispensaciones durante las cuales Dios ha probado al hombre. "Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga." ¡Que nuestra oración constante sea: "guárdame, oh Dios, porque en Ti he confiado" (Salmo 16:1)!
"Guárdame, Señor Jesús,
Para que no caiga;
Cual sarmiento de la vid,
Vida de Ti traiga."
"No os ha tomado tentación, sino humana; mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar; antes dará también con la tentación la salida, para que podáis aguantar. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría" (vvss. 13, 14). No podremos gloriarnos, pues si salimos victoriosos de la lucha espiritual, será porque nuestro Dios ha sido fiel: nos ha conservado de tentaciones mil, nos ha protegido del enemigo, nos ha dado fuerzas para dar muerte a los deseos carnales, nos ha dado paciencia y tesón para seguir luchando; en fin, se ha mostrado ser el DIOS FIEL Y PADRE NUESTRO.
"Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (vvss. 15, 16).
Inmediatamente después de haber exhortado el Apóstol Pablo a los creyentes en Corinto a que huyesen de la idolatría, él apela a su juicio espiritual, pues aunque los corintios eran todavía "carnales," sin embargo tenían, como todo verdadero cristiano tiene, "la mente de Cristo" (cap. 2:16; 3:1-3).
"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?" Cuando el Señor Jesús instituyó la cena del Señor, en primer lugar, dio gracias por el pan y lo partió; después dio gracias por la copa. Pero Pablo, al escribir del significado de los emblemas, en primer lugar menciona la copa. ¿Por qué? Porque "la sangre preciosa de Cristo" es el único medio por el cual tenemos título seguro para poder entrar en la presencia de Dios, sea ahora o en el porvenir. Disfrutamos, los que creemos, de una comunión que tiene por su base o fundamento, la sangre de Cristo. Para Él Su copa fue la de maldición, pues la bebió hasta la última gota amarga de la ira de Dios contra el pecado; mas por nosotros es copa de bendición, ¡alabado sea Su Nombre para siempre!
Físicamente, el Señor primeramente sufrió en su "cuerpo dado"; después, su sangre fue "derramada." Por eso nos parece, que Él, al instituir la cena, primeramente partió el pan; después dio gracias por la copa. Así que, al participar nosotros de los emblemas, damos gracias por ellos según el mismo orden, como veremos al considerar el capítulo once de nuestra epístola.
"El pan que partimos (o rompemos), ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel un pan. Mirad a Israel según la carne: los que comen de los sacrificios ¿no son partícipes con el altar? " (vvss. 16-18).
Hay dos conceptos divinos unidos aquí, sin embargo distinguidos también. Claro, el pan fraccionado nos habla del cuerpo físico de Cristo que Él ofreció en sacrificio por nosotros en la cruz. Pero nuestro pasaje dice: "Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel un pan." Nosotros, los que creemos en el Señor Jesucristo como el que "fue muerto por nuestros pecados," formamos un solo cuerpo; somos "el cuerpo de Cristo, y miembros en parte" en cualquier lugar (1ª Co. 15:3; 12:27). En Israel, había doce panes sobre la mesa de la proposición (o presentación) dentro del tabernáculo; (véase Lev. 24:5-95And thou shalt take fine flour, and bake twelve cakes thereof: two tenth deals shall be in one cake. 6And thou shalt set them in two rows, six on a row, upon the pure table before the Lord. 7And thou shalt put pure frankincense upon each row, that it may be on the bread for a memorial, even an offering made by fire unto the Lord. 8Every sabbath he shall set it in order before the Lord continually, being taken from the children of Israel by an everlasting covenant. 9And it shall be Aaron's and his sons'; and they shall eat it in the holy place: for it is most holy unto him of the offerings of the Lord made by fire by a perpetual statute. (Leviticus 24:5‑9)), pero la iglesia verdadera no se constituye de doce tribus, sino de un solo cuerpo de creyentes en Cristo. Así que, del un solo pan en la mesa del Señor, antes de que sea partido en memoria del Señor, dice: "porque un pan, es que muchos somos un cuerpo." Es un poco difícil dejar penetrar en la mente esta verdad fundamental, pero es preciso que dejemos por un lado nuestros propios pensamientos y prejuicios, y que aceptemos los pensamientos divinos, ¿verdad? Todo cristiano verdadero, redimido con la sangre preciosa de Cristo y unido a Él, la cabeza en gloria, por el Santo Espíritu, es un miembro del un cuerpo de creyentes que se llama la iglesia, la cual, según el propósito de Dios y a los ojos de Dios también, se constituye en un solo cuerpo. Por lo tanto, si vamos a participar de la cena del Señor, no podemos comerla conforme a los pensamientos de Dios si no lo hacemos sencillamente como miembros del un cuerpo de Cristo, ¿verdad?
"Mirad a Israel según la carne: los que comen de los sacrificios ¿no son partícipes del altar?" (v. 18). Basta citar un solo pasaje de los varios en el Antiguo Testamento: "Porque he tomado de los hijos de Israel, de los sacrificios de sus paces, el pecho que se agita, y la espaldilla elevada en ofrenda, y lo he dado a Aarón el sacerdote y a sus hijos, por estatuto perpetuo de los hijos de Israel" (Lev. 7:3434For the wave breast and the heave shoulder have I taken of the children of Israel from off the sacrifices of their peace offerings, and have given them unto Aaron the priest and unto his sons by a statute for ever from among the children of Israel. (Leviticus 7:34)). Y ¿dónde comían Aarón y sus hijos su porción? "Dijo Moisés a Aarón y a sus hijos: Comed la carne a la puerta del tabernáculo del testimonio; y comedla allí con el pan que está en el canastillo de las consagraciones, según yo he mandado, diciendo: Aarón y sus hijos la comerán" (Lev. 8:3131And Moses said unto Aaron and to his sons, Boil the flesh at the door of the tabernacle of the congregation: and there eat it with the bread that is in the basket of consecrations, as I commanded, saying, Aaron and his sons shall eat it. (Leviticus 8:31)).
Así que, Aarón y sus hijos tuvieron que comer su porción de los sacrificios precisamente donde Jehová había prometido Su presencia en medio de Su pueblo Israel. De igual manera, ¿no deben participar los cristianos de la cena del Señor donde se reúnen sencillamente al Nombre del Señor Jesucristo?
"¿Qué pues digo? ¿Que el ídolo es algo? ¿o que sea algo lo que es sacrificado a los ídolos?" (v. 19). Los mismos israelitas, desobedeciendo a Dios, sacrificaron a los ídolos (Hch. 7:41-43). Dios, por lo tanto, les castigó con la mortandad y con plagas (Éx. 32:26-35). Un ídolo no es nada, pero detrás del ídolo están los demonios: "antes digo que lo que los Gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis ser partícipes de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. O ¿provocaremos a celo al Señor? ¿Somos más fuertes que Él?" (vvss. 20-22).
De allí, que la responsabilidad del cristiano es muy grande: él no deberá tener nada en absoluto con los ídolos. Los tesalonicenses se convirtieron a Dios, al Dios vivo y verdadero, de los ídolos (1ª Te. 1:9). El diablo, según el tenor de este pasaje, los demonios (sus agentes) también, quieren que los hombres les adoren (véase Mt. 4:8, 9 y Lc. 4:5-7). La tendencia idólatra está fuertemente arraigada en el corazón humano; y aun el Apóstol Juan se echó a los pies de un ángel para adorarle; pero el ángel le reprendió, diciendo: "Mira que no lo hagas; yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora a Dios, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía" (Ap. 19:10).
Este es el único pasaje del Nuevo Testamento donde se menciona "la mesa del Señor." La expresión, por supuesto, no habla de un mueble de madera u otro material, no; pero sí habla de los derechos de "Cristo como Hijo sobre Su casa" (Heb. 3:66But Christ as a son over his own house; whose house are we, if we hold fast the confidence and the rejoicing of the hope firm unto the end. (Hebrews 3:6)), como la "Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo" (Ef. 1:22, 23). "¿Provocaremos a celo al Señor? ¿Somos más fuertes que Él?" Si bebemos la copa y comemos de la mesa de los demonios, ¡experimentaremos cuál es provocar al Señor a celo!
Además, hoy en día tenemos en nuestro derredor, no solamente las mesas de los demonios, sino también las mesas de los hombres. En los días apostólicos no había sino una sola asamblea cristiana en una ciudad entre templos y muchos los de ídolos. Pero ¡ay! antes de que muriera Pablo, su palabra profética dirigida a los ancianos de la asamblea de Éfeso había empezado a tener su cumplimiento, y aun hasta el día de hoy sigue cumpliéndose : "de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí" (Hch. 20:30). "De vosotros mismos": verdaderos cristianos, hijos de Dios ; "se levantarán": el orgullo está obrando en sus corazones, quizás inconscientemente; "hombres": aunque son cristianos, a causa de su obrar malo no son dignos del nombre, pues están actuando carnalmente como "hombres"; "que hablen cosas perversas": no hablan mentiras, sino pervierten o tuercen las Escrituras no relacionándolas debidamente las unas con las otras; "para llevar discípulos tras sí": aquí se descubre el motivo malo escondido en el corazón de ellos: quieren que otros cristianos sigan en pos de ellos, no en pos de Cristo, la Cabeza de un solo cuerpo.
En medio de la confusión eclesiástica mil veces multiplicada desde los días de los apóstoles, todavía mantiene el Señor Su mesa, en donde Su nombre y Su verdad no son comprometidos, donde los cristianos se reúnen sólo en Su nombre, y rehúsan terminantemente reconocer otro nombre cualquiera. ¿Dónde está? El creyente sincero, recto y concienzudo, la hallará, orando al Señor para que le guíe, providencial y fielmente, como les guio a Pedro y a Juan, quienes Le preguntaron: "¿Dónde quieres que aparejemos?" (Lc. 22:9).
"Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro" (vvss. 23, 24). Ya hemos leído en el capítulo 8:9-13 que el que es conocido de Dios, y que conoce a Dios, no debe usar de su libertad como cristiano de tal modo que pueda ser tropezadero a los que son flacos en fe, más bien debe usar de su libertad para el bienestar espiritual de sus hermanos. Todo le era lícito al Apóstol y lo es a cualquier cristiano que conoce su libertad en Cristo, pero el amor de Dios decide la cuestión de ¿qué es más beneficioso?: nada que trastorne las almas de los demás creyentes; tampoco nada que no edifique sus almas. Sí, es el amor de Dios derramado en el corazón del que quiere servir al Señor, lo que le hace al siervo buscar el bien espiritual, y a veces aun material, del prójimo, ¿verdad?
"De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia; porque del Señor es la tierra y lo que la hinche. Y si algún infiel [o incrédulo] os llama, y queréis ir, de todo lo que se os pone delante comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia. Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por causa de la conciencia: porque del Señor es la tierra y lo que la hinche. La conciencia, digo, no tuya, sino del otro. Pues ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por otra conciencia? Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser blasfemado por lo que doy gracias?" (vvss. 25-30).
Cual comentario espiritual sobre este pasaje citamos lo siguiente de un siervo del Señor del siglo diecinueve:
"El Apóstol repite su principio ya establecido, es decir, que gozaba de libertad en todo respecto; sin embargo, por un lado no se sujetaba a sí mismo a la potestad de persona o cosa alguna; por otro lado, siendo libre, aprovechaba su libertad para el bien espiritual de todos. De acuerdo, entonces, con esta regla, nos dio sus instrucciones: de cualquier cosa comestible vendida en el mercado, los creyentes podrían comer sin cuestión de la conciencia. Pero si un hombre dijera: 'Esto fue sacrificado a los ídolos,' esto demostraba que él tenía conciencia de un ídolo. Entonces los creyentes no debieran comer de ella a causa de la conciencia de él; pues en cuanto al creyente que era libre, su propia libertad cristiana no podría ser juzgada por la conciencia del inconverso; con respecto a la doctrina y con el que era espiritual, el Apóstol reconoce como verdad que el ídolo no es nada. Lo creado es sencillamente la creación de Dios. Comunión con lo que es falso debo evitar para mí mismo, especialmente en lo que se relaciona a la comunión con Dios mismo. Debo privarme a mí mismo de la libertad que la verdad me ha proporcionado, más bien que herir la débil conciencia de otros."
"Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios" (v. 31). ¡He aquí una norma de inmenso valor para el hijo de Dios! Es la respuesta a mil preguntas en cuanto a cómo portarse en todo aspecto de la vida. Se nos exhorta también en Colosenses 3:17: "Todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por él".
Hubo un creyente que había fumado como incrédulo, y seguía fumando después de convertirse a Dios. Pero un día mientras andaba por un bosque, sintió el deseo de fumar tabaco, y, sacando un cigarrillo, iba a encenderlo con un fósforo, [o cerillo], cuando de repente resonaron en su cerebro las palabras: "Todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por él." Al instante se dijo: "¿Qué? ¿puedo fumar este cigarrillo en el nombre del Señor Jesús y a gloria de Dios? ¡Imposible!" Arrojó de sí no sólo el cigarrillo de entre sus dedos, sino también todos cuantos tenía en su persona.
Algunos cristianos evitan fumar, bailar, etc., pero no comen o beben a gloria de Dios, pues lo hacen en exceso, como dice un refrán americano: "Con sus dientes cavan sus propias tumbas." También, por lo mucho que hayan comido, privan el cerebro de su viveza normal y ¡luego se duermen en las reuniones cristianas!
¡Cuán admirable y sencilla, entonces, es esta norma para la vida cristiana!: "Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios."
"Sed sin ofensa a judíos, y a gentiles, y a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas complazco a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos" (vvss. 32, 33).
En este pasaje se reconoce que hay tres clases de personas en el mundo: judíos, gentiles (o sea naciones con excepción de los judíos), y la iglesia, siendo ésta el conjunto de todos los que han hecho profesión de fe en el Señor Jesucristo. Antes de que la ley de Moisés les fuese dada a los hijos de Israel, no había sino solamente gentes descendientes de los tres hijos de Noé. Jehová, al redimir al pueblo de Israel de Egipto, les dijo: "Si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. Y vosotros seréis Mi reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel" (Éxodo 19:5, 6). Pero cuando los judíos rechazaron a Cristo su Mesías venido en pura gracia a ellos, perdieron el reino. Luego Dios llamó a los gentiles, pecadores perdidos inclusive nosotros: "alejados de la república de Israel, y extranjeros a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque Él es nuestra paz, que de ambos [israelita y gentil] hizo uno, derribando la pared intermedia de separación; dirimiendo en Su carne las enemistades, la ley de los mandamientos en orden a ritos, para edificar en Sí mismo los dos en un nuevo hombre, haciendo la paz, y reconciliar por la cruz con Dios a ambos en un mismo cuerpo" (Efesios 2:12-16). De este pasaje, y de otros, es muy claro que la iglesia se forma de judíos y gentiles convertidos a Dios por fe en el Señor Jesucristo. Entonces desde el día de pentecostés, cuando la iglesia de Dios tuvo su principio, a la actualidad ha habido tres clases de personas en el mundo: judíos, gentiles y miembros de la iglesia cristiana. Es nuestro deber, entonces, como verdaderos cristianos, no dar ofensa a ninguno de los tres grupos, sino procurando, como el Apóstol Pablo, complacer a todos, no procurando nuestro propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Amén.