Capítulo 2: Si No Nos Encontramos Otra Vez

 •  6 min. read  •  grade level: 10
Listen from:
Después del almuerzo, el señor Cozinse y el señor Leuw salieron para la reunión en Kortagene. Los pequeños fueron al almacén de la finca para jugar.
Un almacén es un lugar maravilloso en un día de lluvia. Hay tantos rincones oscuros en donde esconderse, entre los montones de heno, en los establos, y debajo de los carretones. Hoy, con el viento que aullaba alrededor de las esquinas y sacudía las tablillas, estaba más emocionante que nunca. De hecho, estaba algo demasiado emocionante para Marta y Trena. Ellas pronto se huyeron de regreso a Mamá. Pero los niños varones jugaron hasta el anochecer.
Arturo y Leandro le ayudaron a Tomás, el empleado. Cuando hubieron alimentado las vacas, regresaron a la casa. Mamá tenía la cena puesta en la mesa, pero los hombres todavía no estaban en casa.
Mamá dobló las manos para la oración, y los niños guardaron silencio. Entonces el ruido de la tempestad parecía peor. No hubo señal de un descanso. El viento bramaba y chillaba más recio que nunca.
—Querido Señor—Mamá oró—, protege a los hombres que están sobre el mar en la tempestad. Y protégenos también de daño y de peligro. Sabemos que estamos seguros en Tu cuidado...
Cuando Mamá dijo "Amén", Carina parpadeó para secar algunas lágrimas. Estaba agradecida de que Mamá hubiese orado así, pero no quería que los muchachos se fijaran en sus ojos mojados.
Después de la cena los pequeños fueron puestos en la cama. Carina se sentó en un rincón con un libro. Arturo y Leandro sacaron el juego de botones. Leandro era muy hábil con este juego, y usualmente ganaba.
Carina no pudo mantener la atención en el libro. Siempre oía la tempestad. Por fin bajó el libro y miró a los muchachos. Leandro hizo algunos movimientos necios con sus botones. ¿Estaba él inquieto por la tempestad también?
Pero cuando el juego se terminó, con Arturo como ganador, Leandro sugirió:—Vamos a jugar otra vez.
Estaban en medio del segundo juego cuando sus padres llegaron a la casa.
—¿Estás listo para ir, Leandro?—el señor Cozinse preguntó.
Leandro pidió tiempo para terminar el juego, pero el señor Cozinse se lo negó diciendo que llevaría demasiado tiempo.
Entonces Leandro tuvo una idea luminosa.—¿Podría ir Arturo a la casa con nosotros? ¡Podríamos terminar el juego en la casa!
Estaba bien con el señor Cozinse, y Arturo deseosamente miró a Mamá para su permiso. Sería divertido pasar un domingo en la aldea.
—La tempestad—dijo ella con vacilación—. El tiempo no es bueno para estar afuera.
—Eso no nos va a afectar en el carro—dijo el señor Cozinse.
Carina quería decir:—¿Y si hay una inundación?—pero no lo dijo. Después de todo, el señor Cozinse había declarado que los diques no se podían quebrantar; estaban fuertes.
Mamá estaba asintiendo con la cabeza. Papá dijo:—Te veremos el lunes por la tarde. Vas a venir a la casa después de las clases el lunes.
—Y te veré el lunes por la mañana—Carina dijo.
Pero cuando Arturo se acercó a Mamá, para darle un beso como siempre hacía cuando le decía feliz noche, se extrañó de la manera en que ella puso los brazos alrededor de él y lo apretó duro, como que él estuviera saliendo en un viaje largo. Ella lo besó la segunda vez.
—¿Quiere más bien que yo me quede en la casa, Mamá?—él preguntó con dudas—. Nos vamos a mirar el lunes, usted sabe.
—Que Dios lo conceda, mi hijo—Mamá dijo, y ella todavía le tenía abrazado.
El señor Cozinse llamó desde la puerta:—¿Listo, Arturo?
Entonces Mamá lo soltó.—Si no nos encontramos otra vez, Arturo—ella dijo—, entonces quiero que sepas que todo está bien con Mamá.
—Pero Mamá, ¿qué quiere decir?—Arturo exclamó.
—Sí—ella dijo otra vez—, todo estará bien. El Señor Jesús ha hecho todo bien para mí.—Ella habló con emoción profunda.
Arturo echó los brazos alrededor de su cuello y la abrazó. Ahora le era difícil salir.
Ella aflojó sus brazos tiernamente.—Vete ahora, hijo. Vete. Y espero que nos veamos uno a otro de nuevo.
Carina lo miró todo desde su rincón. El comportamiento extraño de Mamá despertó todos sus temores una vez más.
Pero Mamá se había calmado de nuevo. Carina vio su sonrisa, una sonrisa tierna y dulce, mientras le daba una palmadita a Arturo en el hombro, diciendo:—Corre ahora, hijo. El señor Cozinse está esperando. ¡Y que tengas un domingo bendito!
Mamá y Papá y Carina miraban desde la puerta mientras el carro salía. El rugido del motor inmediatamente se perdió en la bulla de la tempestad, pero Carina podía ver las luces del carro que deslizaban en medio de la oscuridad. Vio que los rayos se inclinaron para arriba mientras el carro pasó sobre el dique del centro, y luego desaparecieron las luces.
—¡Entra adentro, mi hija, y cierra la puerta! ¡Hace frío allí!—Mamá llamó.
Carina obedeció, temblando. Pronto después ella fue a la cama.
Arturo durmió en el cuarto de Leandro, en una cama aparte. La tempestad rugía tan ferozmente en Colinsplat como en los Prados Agradables. Y además del bramido del viento, se oían los golpes de las olas, porque la casa de los Cozinse estaba cerca del dique. Arturo no podía dormirse. Se quedó acostado, escuchando las poderosas ráfagas de aire, y a la vez pensaba en su madre. ¡Qué despedida extraña había sido! Era como que ella pensara que no se verían otra vez. ¿Tenía miedo a la tempestad? Ella no tenía que preocuparse. La casa de los Prados Agradables estaba construida buena y firme. El viento seguramente no le haría daño. Y en cuanto al mar, el señor Cozinse mismo había declarado que no había peligro de inundación. Él debía de saberlo. No era de sorprenderse que Carina se asustara cuando estaba de pie sobre el dique. Carina era muchacha. Pero el administrador de la zona sabía de lo que hablaba. Y, Mamá, pues ella había estado trastornada por un momento, pero cuando ella lo mandó de salida ella estaba otra vez como lo normal, alegre y calmada. Ella le había deseado un domingo bendito.
Arturo dio vuelta y apretó las frazadas alrededor de su cuello. El ruido del viento y de las olas se disminuyó poco a poco, y él se durmió.
"Jehová es bueno, fortaleza en el día de la
angustia; y conoce a los que en él confían."
Nahum 1:77The Lord is good, a strong hold in the day of trouble; and he knoweth them that trust in him. (Nahum 1:7)