Juan Capítulo 2

John 2  •  6 min. read  •  grade level: 11
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El Tercer Testimonio Acerca De Cristo En La Fiesta De Bodas: Bendición Milenaria
Los dos testimonios acerca de Cristo, que habían de ser dados en este mundo, ambos reuniendo hacia Él como centro, habían sido dados; el de Juan, y el de Jesús tomando Su lugar en Galilea con el remanente—los dos días de los tratos de Dios con Israel aquí abajo. El tercer día es el que hallamos en este segundo capítulo. Una boda tiene lugar en Galilea. Jesús está allí; y el agua de la purificación es transformada en el vino del gozo para la fiesta de bodas. Después, en Jerusalén Él purifica con autoridad el templo de Dios, ejecutando juicio sobre todos aquellos que lo profanaban. En principio, éstas son las dos cosas que caracterizan Su posición milenaria. No cabe duda de que estas dos cosas tuvieron lugar históricamente; pero, al ser introducidas aquí y de esta manera, estas tienen, evidentemente, un significado más amplio. Además, ¿por qué el tercer día? ¿Después de qué? Habían tenido lugar dos días de testimonio—el de Juan, y el de Jesús; y ahora se llevan a cabo la bendición y el juicio. En Galilea, el remanente tenía su lugar; y es la escena de bendición, según Isaías 9—Jerusalén es la escena del juicio. En la fiesta, Él no conocería a Su madre: este era el vínculo de Su relación natural con Israel, el cual, contemplándole a Él como nacido bajo la ley, era Su madre. Él se separa de ella para llevar a cabo la bendición. Por lo tanto, es solamente en testimonio en Galilea, por el momento. Será cuando regrese que el buen vino será para Israel—verdadera bendición y gozo al final. No obstante, Él permanece aún con Su madre, quien, en cuanto a Su obra, Él no la reconoció. Y este fue también el caso con respecto a Su relación con Israel.
El Hijo De Dios En La Casa De Su Padre
Después, al juzgar a los judíos y purificar judicialmente el templo, se presenta como el Hijo de Dios. Es la casa de Su Padre. La prueba que Él da es Su resurrección, cuando los judíos le hubieran rechazado y crucificado. Además, Él no era solamente el Hijo: era Dios quien estaba allí—no en el templo. Esa casa construida por Herodes estaba vacía. El cuerpo de Jesús era ahora el verdadero templo. Sellado por Su resurrección, las Escrituras y la Palabra de Jesús eran de autoridad divina para los discípulos, cuando éstas hablaban de Él según la intención del Espíritu de Dios.
La Revelación Terrenal De Cristo Se Cierra; Las Cosas Celestiales Se Abren
Esta subdivisión del libro termina aquí. Concluye la revelación terrenal de Cristo incluyendo Su muerte; pero aun así, se trata del pecado del mundo. El capítulo 2 nos ofrece el milenio; el capítulo 3 es la obra en nosotros y por nosotros, la que califica para el reino en la tierra o en el cielo; y la obra por nosotros, que pone fin a la relación del Mesías con los judíos, abre las cosas celestiales por medio del levantamiento del Hijo del Hombre—amor divino y vida eterna.
El Estado Natural Del Hombre Es Manifestado Como Un Estado De Perdición
Los milagros que Él obró convencieron a muchos en cuanto a su comprensión natural. No hay duda de que esto fue sinceramente, pero una conclusión humana justa. Pero otra verdad se revela ahora. El hombre, en su estado natural, era realmente incapaz de recibir las cosas de Dios; no se trataba de que el testimonio fuera insuficiente para convencerle, ni de que nunca era convencido; muchos estaban convencidos en ese momento; pero Jesús no se fiaba de ellos. Él sabía lo que el hombre era. Una vez convencido, su voluntad y su naturaleza, no eran alteradas. Al venir el tiempo de la prueba, el hombre se mostraría tal como es, enajenado de Dios, e incluso Su enemigo. ¡Triste testimonio, pero demasiado veraz! La vida, la muerte, de Jesús, lo demuestran. Él lo sabía cuando empezó Su obra. Esto no enfriaba Su amor, pues la fortaleza de ese amor se hallaba en ese mismo amor.