Hechos 20

Acts 20  •  22 min. read  •  grade level: 13
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"Y después que cesó el alboroto, llamando Pablo a los discípulos, habiéndoles exhortado y abrazado, se despidió y partió para ir a Macedonia. Y andado que hubo aquellas partes, y exhortándoles con abundancia de palabra, vino a Grecia" (vv. 1, 2).
Pablo había predicado el evangelio en Macedonia (véanse los capítulos 16 y 17) y varias asambleas locales fueron formadas. El volvió a visitarlas y la exhortación caracterizó su ministerio. Les aconsejó con abundancia de palabra. Nosotros los cristianos precisamos de mucha exhortación.
"Y después de haber estado allí tres meses, y habiendo de navegar a Siria, le fueron puestas asechanzas por los judíos; y así tomó consejo de volverse por Macedonia. Y le acompañaron hasta Asia Sopater bereense, y los tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tychico y Trófimo. Estos yendo delante, nos esperaron en Troas" (vv. 3-5).
Pablo, sabedor del propósito maligno de los implacables judíos incrédulos, decidió volver por Macedonia. Siete hermanos de tres naciones le acompañaron hasta Asia. Parece que siempre tenía compañeros ("compañeros de nuestra milicia" -Flmn. 2), creyentes valientes atraídos a él, dispuestos a luchar y compartir con él en sus sufrimientos como siervo del Señor. "Aristarco" (Col. 4:10) y "Timoteo" (Heb. 13:23) habían estado con él en la prisión.
"Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos a ellos a Troas en cinco días, donde estuvimos siete días. Y el día primero de la semana, juntos los discípulos a partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la media noche. Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban juntos" (vv. 6-8).
¿Por qué dice que Pablo y su compañía estuvieron siete días en Troas? Nos parece que arribaron el lunes y que querían estar con los hermanos para el partimiento del pan el domingo, el día dominical. El propósito de la reunión fue para recordar al Señor en su muerte: "todas las veces que comiereis este pan, Y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga" (1ª Cor. 11: 26). Pablo aprovechó la ocasión para enseñarles la palabra de Dios, pero el propósito primordial de la reunión era partir el pan en memoria del Señor Jesús: "haced esto en memoria de Mí" (Luc. 22:19). Las "muchas lámparas"' nos hacen pensar que "Dios es luz, y en El no hay ningunas tinieblas" (1, John 1:5). Había plenitud de luz en el lugar de Su presencia.
"Y un mancebo llamado Euticho que estaba sentado en la ventana, tomado de un sueño profundo, como Pablo disputaba largamente, postrado del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue alzado muerto" (v. 9). Euticho es un tipo de la iglesia primitiva que se cansó de oir la doctrina sana de Pablo, pues antes de que él muriese "todos los [de la provincia] de Asia" le abandonaron (2ª Tim. 1:15). Cuando la Iglesia no continuó en la doctrina de Pablo (ministro a la iglesia, Col. 1:25), poco a poco se hundía en las tinieblas de opiniones de hombres, hasta que en los SIGLOS OSCUROS la verdadera iglesia quedó, al parecer, muerta.
Por supuesto, la ocasión de esta visita de Pablo en Troas fue extraordinaria, pues él hablaba -hora tras hora hasta media loche. Por lo común, las mentes de los seres humanos no pueden prestar buena atención más de una hora, dentro de la cual "dos o tres" hermanos pueden dar mensajes apropiados para "edificación, exhortación y consolación" (la Cor. 14:3, 29).
"Entonces descendió Pablo, y derribóse sobre él, y abrazándole, dijo: No os alborotéis, que su alma está en él. Después subiendo, y partiendo el pan, y gustando [otras traducciones tienen, "comiendo"], habló largamente hasta el alba, y así partió. Y llevaron al mozo vivo, y fueron consolados no poco" (vv. 10-12).
Entre las resurrecciones, la de Euticho es la octava, y la última, narrada en la Biblia. ("Ocho" es el número de la resurrección. ¿Puede el lector encontrar en su Biblia los relatos de las demás siete personas, tres en el Antiguo Testamento y cuatro en el Nuevo?)
Expositores del libro de los Hechos consideran que la expresión, "partiendo el pan, y comiendo," no se refiere a la cena del Señor, (pues si hubiera sido así, la Escritura habría dicho, "partiendo ellos el pan"); más bien que Pablo, después de haber predicado desde el atardecer hasta la media noche, tenía hambre y comió. ¡ Luego, seguía hablando hasta el alba! Con su corazón ensanchado, él comunicó muchas cosas a sus amados hermanos.
Notemos que en "el día primero de la semana," se juntaban "los discípulos a partir el pan." Se reunieron para ese propósito, no para oir una predicación de Pablo hasta la media noche, y después tomar la cena del Señor. Esta debe tener el primer lugar en los afectos de los redimidos, ¿verdad? Notemos el orden en 1ª Corintios: el capítulo 10 habla de la mesa del Señor; el capítulo 11 de la cena del Señor; después en el capítulo 12 expone los dones espirituales; en el capítulo 13 el espíritu de amor por el cual deben ser ejercitados; y, finalmente, en el capítulo 14 las instrucciones acerca del ejercicio de los dones para los fines de edificación, exhortación y consolación. ¿ Conviene postergar la cena del Señor hasta después de una predicación? ¿ Quién tiene el primer lugar, el Señor Jesús, nuestro Salvador, a quien recordamos en su muerte, o el conjunto de creyentes?
Hablando otra vez de Eutichȏ como un tipo de la Iglesia, ésta quedó en las tinieblas más o menos mil años. Casi toda luz celestial fue apagada. En los días de Lutero y de los demás Reformadores, el Señor les abrió los ojos a la gran verdad de que, delante de Dios, el hombre es "justificado por la fe," fe en el Señor Jesucristo, muerto por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación (véase Rom. 4:25; 5:1; lª Cor. 15:3, 4). Hubo un gran avivamiento del Espíritu Santo, y millares se convirtieron a Dios.
Pero no fue hasta el Siglo Diecinueve que, por decirlo así, "el abrazo del apóstol Pablo resucitó a la Iglesia." Por todas partes del mundo, los cristianos qüe leían sus Biblias tuvieron "los ojos" de su "entendimiento" (o "corazón," según otra traducción) abiertos. Descubrieron las preciosas verdades dadas a la Iglesia por el Señor Jesús mediante los escritos inspirados del apóstol Pablo, verdades sepultadas durante más de un milenio en los escombros eclesiásticos de los hombres religiosos, verdades tales como:
1. La venida del Señor para arrebatar a su amada iglesia de este mundo, "los que son de Cristo en su venida" (1ª Cor. 15: 23), y en la manera descrita en 1ª Tes. 4:16-18, una verdad que ni el reformador, Martín Lutero, conoció.
2. La verdad de la presencia del Señor Jesús en medio de aun dos o tres que son reunidos a su Nombre, no en nombre de varón célebre religioso, o de una doctrina, o de una nación (véase Mateo 18:20).
3. La verdad de la Iglesia como el Cuerpo de Cristo y la Esposa de Cristo (véase 1ª Cor. cap. 12; Efesios capa. 1 y 5; Colosenses, cap. 1).
4. La verdad de la presencia del Espíritu en la Iglesia, y su facultad soberana de dirigir la adoración y el ministerio de ella (véase Cor. capa. 12 y 14).
5. La distinción enfática entre el pueblo terrenal, Israel, y lo que la Escritura (mayormente el Antiguo Testamento), enseña acerca de El; y el puebla celestial, la Iglesia y lo que el Nuevo Testamento enseña acerca de ella; también lo que tipifica la Iglesia en las figuras y tipos escondidos en el Antiguo Testamento, pero revelados en el Nuevo. Israel fue, y será, el pueblo terrenal; la Iglesia es, y será siempre, el pueblo celestial, "participantes de la vocación celestial" (Heb. 3:1).
Todas éstas, y otras verdades desconocidas durante muchos siglos, fueron recobradas. En una palabra, el "abrazo" de la doctrina del apóstol Pablo restauró vida a la Iglesia: hubo un gran movimiento por todo el mundo.
Pablo habló largamente hasta el alba. Quiera Dios que los creyentes, cada uno de nosotros, no se canse de escudriñar la doctrina de Pablo, y lo que es más importante, ponerla por obra.
"Y nosotros subiendo en el navío, navegamos
Assón, para recibir de allí a Pablo; pues así había determinado que debía él ir por tierra" (v. 13).
Entre los puertos de Troas y Assón hay una península. Pablo, en vez de rodearla en el navío, prefirió atravesarla a pie y solo, según parece. El Espíritu no hace comentario alguno sobre esto. Tal vez (pues ofrecemos sólo un pensamiento) Pablo, después de una semana de actividad intensa en Troas (véase vv. 6 al 11), sintió la urgente necesidad de comunión personal con su Señor, de oir por la ff Su voz y de hablar con El. Es imprescindible que el siervo del Señor no sea absorbido por tantísima actividades cristianas (todas buenas, por supuesto, en su lugar) que pierda contacto eficaz con su dueño, el Señor. ¿No es verdad?
"Y como se juntó con nosotros en Assón, tomándole vinimos a Mitilene. Y navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Chío, y al otro día tomamos puerto en Samo; y habiendo reposado en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto. Porque Pablo se había propuesto pasar adelante de Efeso, por no detenerse en Asia; porque se apresuraba por hacer el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalem" (vv. 14 al 16).
Ya hemos notado que Pablo se había propuesto en SU espíritu (no en el Espíritu Santo) ir a Jerusalem (comp. Hch. 19: 21). Así vemos cómo él tenazmente seguía su propósito. En vez de hacer otra, y última, visita en Efeso, bien cerca de Mileto, leemos que él "hizo llamar a los ancianos de la iglesia [local en Efeso]. Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo, desde el primer día que entré en Asia, he estado con vosotros por todo el tiempo, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y tentaciones que me han venido por las asechanzas de los judíos: cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaras y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a los judíos y a los gentiles arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo" (vv. 17 al 21).
En este pasaje hay varias cosas que notar:
1. Pablo no llamó a un solo anciano que lo dirigía todo en la iglesia en Efeso, no, sino una pluralidad de ancianos (Pedro también escribió a una pluralidad de ancianos-1ª Ped. 5:1 al 4). La noción que un solo hombre está puesto por Cristo, la Cabeza de la iglesia, para dirigirlo todo en una iglesia cristiana, no tiene base alguna en las epístolas cristianas de Pablo, Pedro, Santiago, Juan y Judas.
2. Pablo, por la gracia que le fue dada, pudo decirles que había servido al Señor con toda humildad, muchas lágrimas y tentaciones. Aunque la inmensa mayoría de los creyentes no pueden decir que sirven al Señor "con muchas lágrimas y tentaciones," sin embargo todos pueden servirle "con toda humildad," ¿no es cierto?
3. Pablo era fiel: no les anunciaba temas favoritos de él, o solamente cosas que les agradaran, sino todo lo que les fuese provechoso "para (a) enseñar, para (b) redargüir, para (c) corregir, para (d) instituir en justicia" (2ª Tim. 3:16).
4. Pablo no se hallaba predicando un sermón cada semana en cierto local, sino estaba pronto para enseñar (a) "públicamente y (b) por las casas." La palabra "públicamente" abarca mucho: calles, parques, playas, bosques, plazas, edificios, hospitales, cárceles, etc. Pero de igual importancia es la enseñanza cristiana dada "por las casas." En los hogares de los creyentes y aún de los simpatizantes, el siervo del Señor, si es llamado a ello, puede compenetrarse de los ejercicios espirituales de los ocupantes y luego dar la palabra oportuna. 5. Desde luego, que las predicaciones de Pablo abarcaban dos temas imprescindibles tanto para los judíos como para los gentiles: (a) "arrepentimiento para con Dios" y (b) "la fe en nuestro Señor Jesucristo." El arrepentimiento es el juzgarse a sí mismo en la presencia de Dios de acuerdo con la Palabra de Dios. El arrepentimiento, sin embargo, no salva; pero no hay salvación sin el arrepentimiento. Un fuerte nadador se burla del salvavidas; pero si de repente es atacado de calambres y hecho indefenso, grita: "¡Sálvame!" Por otra parte, la ff en el Señor Jesucristo, la única persona que nos puede salvar, es la mano (podemos decir) que agarra el salvavidas. "En ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch. 4:12).
"Y ahora, he aquí, ligado ye en espíritu, voy a Jerusalem; sin saber lo que allá me ha de acontecer; mas que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que prisiones y tribulaciones me esperan. Mas de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; solamente que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (vv. 22 al 24).
Como ya hemos mencionado en el capitulo anterior, Pablo estaba obsesionado con la idea de ir a Jerusalem; así estaba ligado en su propio espíritu, mientras el Espíritu Santo le dio testimonio de las prisiones y tribulaciones que le esperaban en el camino que él proseguía; pero a causa de su obsesión nos parece que él se había olvidado de su gran comisión y de la advertencia que el Señor le había dado hacía muchos años: "Date prisa, y sal prestamente fuera de Jerusalem; porque no recibirán to testimonio de mí Ve, porque ye te tengo que enviar lejos a loa gentiles" (Hch. 22:18, 21). Sin embargo, el motivo de Pablo era puro: sólo quería cumplir con su ministerio y dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios; por lo tanto el Señor no le reprendió.
En principio, tal vez nosotros hemos pasado la misma experiencia. Hemos estado poseídos de otra obsesión, y creído que debiéramos hacer esto o aquello, cuando tal vez el Señor quería que quedásemos en el sitio en donde estábamos, sirviéndole humildemente allí.
"Nunca esperes el momento de una grande acción Ni que pueda lejos ir to luz;
De la vida a los pequeños actos da atención, Brilla en el sitio donde estés."
"Y ahora, he aquí, ye sé que ninguno de todos vosotros, por quien he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. Por tanto, ye os protesto el día de hoy, que ye soy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido de anunciaron todo el consejo de Dios. Por tanto mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre" (vv. 25 al 28).
De qué manera supo Pablo que no le verían más, no lo sabemos; lo importante es que las Escrituras nos dan todo lo provechoso, pero no son escritas para satisfacer la curiosidad humana o darnos datos sin provecho.
Así que Pablo, sabiendo que iba a despedirse de los ancianos de la iglesia de Efeso por última vez en este mundo, les declaró que era limpio de la sangre de todos, porque les había anunciado fielmente todo el consejo de Dios, había descargado su responsabilidad. A su vez Pablo les exhortó así:
1. "Por tanto mirad por vosotros." El diablo los había de atacar, juntamente con el rebaño. Por lo tanto los ancianos tendrían que andar en comunión con el Señor, "con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportando los unos a los otros en amor; solícitos a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efe. 4:2, 3). Primeramente viene el cuidado personal, cada uno de sí mismo, como Pablo le exhortó a Timoteo: "ten cuidado de ti mismo"; luego de la sana doctrina: ten cuidado "de la doctrina" (1ª Tim. 4:16).
2. Después viene el cuidado de "todo el rebaño, en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos." El rebaño del Señor (los creyentes) precisa siempre de buen alimento espiritual, tanto los corderitos como los mayores. Para este propósito el gran Pastor ha puesto "obispos" en Su rebaño. Desgraciadamente la palabra "obispo" (que debía haber sido traducida "sobreveedor") ha perdido su sentido correcto a causa de la corrupción eclesiástica del cristianismo, que titula "obispo" a una persona que se enseñorea no sólo de un redil, sino de muchas congregaciones, e inclusive hasta de todas en un país entero; pero la verdad sencilla de la palabra de Dios es que hay una pluralidad de "obispos" (o sean "ancianos", pues las dos palabras describen las mismas personas, véase Tito 1:5 al 9), en una iglesia local, como había en Efeso. Notemos también que la palabra dice: "el rebaño, en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos," no "el rebaño, sobre el cual... os ha puesto por obispos." No, amados hermanos, el mejor obispo es el que es más humilde, estimándose-inferior el uno a los otros (comp. Fil. 2:3).
3. "para apacentar la iglesia del Señor." Los obispos (ancianos) deben pensar bien en que el rebaño es propiedad del Señor, del gran Pastor, y empeñar abnegadamente su responsabilidad de cuidarlo y alimentarlo.
4. "la cual ganó con su sangre." Qué gran precio pagó Cristo para redimirnos!
"Soy redimido, mas sin oro;
Soy comprado sin caudal;
Mas por la sangre que dio Cristo,
De su amor prueba eternal."
"Porque ye sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces,
que no perdonarán al ganado; y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí" (vv. 29, 30).
Pablo habló proféticamente, pues lo que predijo sucedió no sólo en Efeso, sino ha tenido su cumplimiento trágico en el seno de la Iglesia durante todos los siglos. En la época larga llamada "la edad del oscurantismo," los lobos rapaces casi destruyeron la Iglesia, esparciendo las ovejas y los corderitos del rebaño del Señor. "Lobos rapaces" se refiere a los hombres inconversos. Pero Satanás ha logrado también esparcir las ovejas de otra manera triste: se ha aprovechado de la mala conducta de líderes cristianos. Notemos Io siguiente:
1. "de vosotros mismos se levantarán hombres"; aunque no cabe duda de que eran verdaderos creyentes, sin embargo el apóstol Pablo no los llamó "hermanos," sino "hombres," porque su obra era la del enemigo; dijo también que ellos se levantarían, quiere decir, se ensalzarían más que portarse humildemente en medio del rebaño; luego hablarían no la verdad pura, sino la verdad torcida un poco (o mucho) fuera del contexto y sentido correcto; y finalmente, el motivo oculto de su actuación sería manifestado: "para llevar discípulos tras sí." I Cuántas veces esa profecía ha tenido su triste cumplimiento, siendo mil sectas el resultado! Conviene que cada uno mire por sí mismo: "ten cuidado de ti mismo."
Con respecto a éstas, leamos 1ª Cor. 11:19: "porque preciso es que haya entre vosotros aun herejías, para que los que son probados se manifiesten entre vosotros." Un "hereje" no es necesariamente un hombre que tenga doctrina falsa; es, esencialmente, un hombre voluntarioso que insiste en seguir su propia voluntad y tiene la personalidad, determinación, persuasión y energía para poder influir en otros creyentes y llevárselos tras sí. Ahora bien, los que "son probados" son los humildes del rebaño que no siguen a tales hombres.
"Por tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno" (v. 31).
"Por tanto, velad"; y a los tesalonicenses Pablo escribió: "Orad sin cesar" (1ª Tes. 5:17). Nuestro Señor Jesús nos exhortó: "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está presto, mas la carne enferma" (Matt. 26:41). Si no vivimos dependiendo del Señor en todo momento, estamos en peligro de caer.
¡ Cuánto amor y solicitud tuvo el apóstol Pablo para con los redimidos del Señor especialmente los que él mismo había ganado para Cristo! ¡Sus amonestaciones fieles fueron acompañadas de lágrimas! Hoy en día ¿dónde se ven las lágrimas corriendo por las mejillas de los que se llaman ministros de Cristo?
"Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia: el cual es poderoso para sobreedificar, y daros heredad con todos los santificados" (v. 32).
Pablo, el apóstol enviado por el Señor Jesús "a los gentiles" (Hch. 22:21), NO encomendó a sus hermanos cristianos a ningún sucesor, sino "a Dios, y la palabra de su gracia." Son todo suficientes: Dios, y la palabra de su gracia. Su palabra Dios nos dio por escrito en las Sagradas Escrituras, por no haber ya sucesión de apóstoles, pues ni aun el apóstol Pedro señaló un sucesor. El fue enviado por el Señor a los judíos (comp. Gál. 2:9; 1ª Ped. 1:1). Cuando él se dio cuenta que pronto tendría que dejar su tabernáculo (q.d., su cuerpo), escribió su "segunda carta" a los esparcidos entre los judíos y les exhortó a que tuviesen memoria de lo que les había enseñado fielmente (véase 29 Ped. 1:12, 15; 3:1, 2, 18); y lo que enseñaba tenemos por escrito en sus dos epístolas.
Nuestro Dios es todopoderoso (Gén. 17:1) y todosuficiente (Fil. 4:19). Por lo tanto, no tenemos ninguna necesidad de una así llamada "sucesión apostólica". La Palabra de Dios nos puede sobreedificar. Fue cumplida por los apóstoles, siendo Pablo el que recibió del Señor "por revelación" las verdades preciosísimas acerca de la Iglesia como la esposa y el cuerpo de Cristo (Efe. 3:3; Col. 1:25).
Nadie puede robarnos la heredad. Somos "herederos de Dios, y coherederos de Cristo" (Rom. 8:17). ¡ Qué maravilla de la gracia de Dios! Como exclamó Arma: "El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso ensalza del estiércol, para asentarlo con los príncipes; y hace que tengan por heredad asiento de honra" (19 Sam. 2:8).
"La plata, o el oro, o el vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y a los que están conmigo, estas manos me han servido" (vv. 33, 34).
El Señor Jesús dijo: "el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; como el Hijo del hombre [Cristo mismo] no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Matt. 20:27, 28).
A la luz de esto, ¿conviene que el cristiano sincero quiera tener el "primado" (Col. 1:18).? ¡No!, más bien procuremos servir a nuestros hermanos.
La codicia es un pecado que carcome "como gangrena" el alma. Fue prohibida por el décimo mandamiento de la ley de Dios (véase Exo 20:17). Se le exhorta al cristiano en 1ª Tim. 6:6-10 de esta manera: "grande granjería es la piedad con contentamiento. Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, seamos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la raíz [no la única] de todos los males; el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores."
"En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar a los enfermos [los débiles], y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir" (v. 35).
Pablo no estaba abogando para un programa de "Seguridad Social," sino que hizo hincapié sobre el deber cristiano de sobrellevar o socorrer entre la humanidad a los débiles, los que están incapacitados para ayudarse a sí mismos; no los que pueden, pero no quieren, trabajar, pues de los tales Pablo escribió: "que si alguien no quisiere trabajar, tampoco coma" (2ª Tes. 3:10).
Pablo reforzó su exhortación, citando lo dicho por el Señor Jesús mismo: "Más bienaventurada cosa es dar que recibir." Todo el que considera el bien de su prójimo ha probado que el dicho del Señor es verdad: "Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro seno" (Lucas 6:38). No se nos dice: "en vuestra bolsa," sino en "vuestro seno." El Señor recompensa al dador alegre ahora mismo con darle gozo en su corazón; y más tarde ante el tribunal de Cristo le dará galardón cumplido.
"Y como hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. Entonces hubo un gran lloro de todos; y echándose en el cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al navío" (vv. 36-38).
Conviene siempre que los cristianos se despidan los unos de los otros con la oración, pero no necesariamente con "gran lloro." Notemos que los ancianos de Efeso no lloraron-mas Pablo sí-cuando éste les dijo que entre ellos mismos se levantarían hombres hablando cosas perversas, para llevar discípulos tras sí. Su debilidad espiritual se mostró, porque amaban fraternalmente más a Pablo antes que apreciar y guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Así es hasta el día de hoy: los vínculos fraternos entre hermanos son muy dulces y fuertes; y cuando uno, tal vez, se desvíe del camino de la verdad, otros están dispuestos a seguirle y a formar una división, más bien que retener "la cabeza", Cristo, (Col. 2:19) para no romper "la unidad del Espíritu" (Efe. 4:3).