Este capítulo nos da un registro de la extraordinaria característica del cristianismo—la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo permanece como la máxima victoria sobre el pecado y la muerte, y marca el principio de todo un nuevo orden en los tratos o caminos de Dios. Juan afirma que “vio” tres grandes cosas. Estas cosas sientan las bases para todas las bendiciones y privilegios Cristianos:
1. Vio a un Salvador moribundo (capítulo 19:35).
2. Vio a una tumba abierta (capítulo 20:8).
3. Vio al Señor vivo en medio de su gente (capítulo 20:20).
En primer lugar, Juan vio la sangre de la expiación siendo derramada—la base sobre la cual el hombre sería bendecido por Dios a través de la fe (¤ª Juan 1:7).
En segundo lugar, Juan vio el sello de aprobación de Dios sobre la obra completada por Cristo en Su resurrección. Señala que “el sudario, que había estado sobre su cabeza” no estaba “puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte” (versículo 7). Esto es significativo y nos da a entender de lo que venía en la Dispensación del Misterio (o sea, el cristianismo). El nuevo vaso que como testimonio Dios formaría, es decir, la Iglesia, bajo la figura del cuerpo de Cristo, estaría marcada por una separación física entre la Cabeza y los miembros de Su cuerpo, pero que estarían íntimamente conectados por el Espíritu de Dios. El libro de los Hechos y las epístolas afirman el hecho de que Cristo, la Cabeza, estaría en el cielo mientras que los miembros de Su cuerpo estarían en la tierra, durante este presente Día de la Gracia (Hechos 9:4; 1ª Corintios 12:12-13).
En tercer lugar, Juan vio al Señor en medio de los Suyos en un nuevo lugar de reunión para los creyentes—el “gran cenáculo”. El templo en Jerusalén era el lugar indicado por Dios donde todos en la economía judía se reunían para adorar a Jehová (Deuteronomio 12:11; 16:16-17). Sin embargo, poco antes de la muerte del Señor Él “salió” del templo, indicando que estaba rompiendo Su lazo con todo aquel orden de cosas en el judaísmo y también con ese lugar de adoración (Mateo 23:38-24:1). Después de esto, Su presencia ya no se hallaría allí. Cuando el Señor resucitó de entre los muertos, Él hizo que Su presencia fuera reconocida en un completamente nuevo lugar de reunión—el “gran cenáculo”. Este nuevo lugar de reunión simboliza la nueva base de reunión en el cristianismo (Lucas 22:12; Hechos 1:13; 9:39; 20:8). Algunas cosas que caracterizaron el “gran cenáculo” son:
1. Los discípulos se reunían “aquel día, el primero de la semana” (primera parte del versículo 19). Es significativo que la resurrección del Señor y Su aparición en medio de los Suyos (en dos consecutivos primer día de la semana) indican que este nuevo rumbo de Dios en el cristianismo no estaba conectado con el día conmemorativo de la antigua dispensación—el Sábado (Éxodo 20:8; 31:12-17). Esto sugiere que el Sábado ya no sería observado en el nuevo orden del cristianismo (Colosenses 2:16-17).
2. Ellos se reunían en un nuevo lugar de reunión separados de los judíos y del orden judío que era opuesto a los principios y prácticas del cristianismo—“estando las puertas cerradas” para ellos (segunda parte del versículo 19; Hebreos 13:10). Por tanto, esto era el “fuera del real” del judaísmo en posición, principio, y práctica (Hebreos 13:13).
3. El Señor “púsose en medio” de ellos (tercera parte del versículo 19; Mateo 18:20).
4. La “paz” y el gozo (ánimo) eran disfrutados por todos ahí (versículo 19-21).
5. La presencia del “Espíritu Santo” fue conocida de una manera diferente (versículo 22; Filipenses 3:3).
6. El Señor comisionó a los discípulos con poder para “remitir” y “retener” pecados de manera administrativa (versículo 23; Mateo 18:18-19: 1 Corintios 5:4).
Esto es lo que caracteriza al cristianismo. Por tanto, este capítulo nos da otra transición—del templo al aposento alto.
María fue la primera en ver al Señor resucitado (versículos 11-18). Pero no debía tocar al Señor en ese estado, ya que Él dijo “aún no he subido a mi Padre” (versículo 17). Esto significaba que mientras los discípulos “a Cristo (conocieron) según la carne” como el Mesías de Israel, “ahora ya no le conocemos” en esta manera (2ª Corintios 5:16), sino de una manera enteramente diferente—como Cabeza de la nueva creación (Romanos 8:29; Gálatas 6:15; 2ª Corintios 5:17; Apocalipsis 3:14)—en el nuevo lugar de reunión. Las nuevas conexiones cristianas con Dios el Padre en Cristo resucitado están indicadas en esta frase a María: “Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (versículo 17). Aquellos de la antigua dispensación no conocían a Dios como su Padre de esta manera.