Mateo Capítulo 26

Matthew 26  •  19 min. read  •  grade level: 14
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El Anuncio Del Señor De Su Traición Y Muerte; Los Consejos De Dios Y Su Sumisión
El Señor había terminado Sus discursos. Él se prepara (capítulo 26) para sufrir, y para dar Su último y conmovedor adiós a Sus discípulos, a la mesa de Su última pascua en la tierra, en la cual Él instituyó el simple y precioso memorial que evoca Sus sufrimientos y Su amor con un interés tan profundo. Esta parte de nuestro Evangelio no requiere mucha explicación, pero no porque sea de menos interés, sino porque necesita ser sentido en lugar de ser explicado.
¡Con qué sencillez el Señor anuncia lo iba a suceder! (vers. 2). Él había llegado ya a Betania, seis días antes de la Pascua (Juan 12:1): Él permaneció allí, a excepción de la última cena, hasta que fue tomado prisionero en el jardín de Getsemaní, aunque visitó Jerusalén y participó de Su última comida allí.
Hemos examinado ya los discursos pronunciados durante aquellos seis días, así como Sus acciones, tales como la purificación del templo. Aquello que precede a este capítulo 26, o bien es la manifestación de Sus derechos como Emanuel, Rey de Israel, o es el juicio del gran Rey con respecto al pueblo—un juicio expresado en discursos frente a los cuales el pueblo no tenía respuesta; o, finalmente, la condición de Sus discípulos durante Su ausencia. Tenemos ahora Su sujeción a los sufrimientos que le fueron establecidos, al juicio que estaba a punto de ser ejecutado sobre Él; pero que era, en verdad, sólo la consumación de los consejos de Dios Su Padre, y de la obra de Su mismo amor.
Los Inicuos Consejos Del Hombre Cumpliendo Los Maravillosos Consejos De Dios
La escena del temible pecado del hombre en la crucifixión de Jesús, se despliega ante nuestros ojos. Pero el Señor mismo (cap. 26:1) la anuncia de antemano, con toda la serenidad de Aquel que había venido para este propósito. Antes de que las consultas de los principales sacerdotes tuviesen lugar, Jesús habla de ella como un asunto ya zanjado: “Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.”
Luego (versículo 3), los sacerdotes, los escribas y los ancianos se reúnen para concertar sus planes a fin de echar mano sobre Su Persona, y deshacerse de Él.
En una palabra, en primer lugar, los maravillosos consejos de Dios, y la sumisión de Jesús, conforme a Su conocimiento de esos consejos y de las circunstancias que iban a darles cumplimiento; y, luego, los consejos inicuos del hombre, que no hacen sino cumplir aquellos de Dios. Su premeditado arreglo de no prenderle en la fiesta por temor del pueblo (cap. 26:5) no era de Dios, y fracasa: Él tenía que sufrir en la fiesta.
Judas En Manos De Satanás Por Intención Divina
Judas no fue sino el instrumento de la malicia de ellos en manos de Satanás; quien, después de todo, no hizo más que preparar estas cosas conforme a la intención divina. Desearon, pero en vano, evitar prenderle durante la fiesta, por temor de la multitud, que tal vez intercedería por Jesús si Él apelaba a ellos. Ellos lo habían hecho así en Su entrada en Jerusalén. Supusieron que Jesús lo haría, pues la iniquidad siempre cuenta con encontrar sus propios principios en los demás. Esta es la razón por la cual la iniquidad fracasa tan frecuentemente en engañar al justo—ellos son simples y naturales. Aquí se trataba de la voluntad de Dios que Jesús tuviese que sufrir en la fiesta. Pero Él había preparado un clemente alivio para el corazón de Jesús—más un bálsamo para Su corazón que para Su cuerpo—una circunstancia que emplea el enemigo para llevar a Judas al extremo y a asociarse con los principales sacerdotes.
En Betania Por Última Vez; La Estimación De María De La Preciosidad Del Señor Es Aceptada
Betania (ligada en la memoria a los últimos momentos de paz y tranquilidad en la vida del Salvador, el lugar donde moraban Marta y María, y Lázaro, el muerto resucitado)—Betania recibe a Jesús por última vez: el bienaventurado y fugaz retiro de un corazón que, siempre dispuesto a derramarse en amor, siempre fue angustiado en un mundo de pecado, que no podía ni sabía corresponderle; con todo, un corazón que nos ha dado, en Sus relaciones con esta amada familia, el ejemplo de un afecto perfecto, y humano, que hallaba dulzura en ser respondido y apreciado. La proximidad de la cruz, donde Él tendría que poner Su rostro como un pedernal, no privó a este corazón del gozo o de la dulzura de esta comunión, al tiempo que la volvía solemne y afectuosa. Al hacer la obra de Dios, Él no cesó de ser Hombre. En todo condescendió para ser nuestro. No podía reconocer ya a Jerusalén, y este santuario le cobijó por un momento de la ruda mano del hombre. Aquí Él pudo mostrar lo que siempre fue como hombre. Es correcto que la acción de alguien que, en cierto modo, podía apreciar lo que Él sentía (cuyo afecto penetró instintivamente en la creciente enemistad contra el objeto que ella amaba y que fue hecha surgir por ello) y el acto que expresó el valor que su corazón daba a Su hermosura y gracia, hubiesen de ser contados en todo el mundo. Esto es una escena, un testimonio, que acerca sensiblemente el Señor a nosotros, que despierta un sentimiento en nuestros corazones que santifica, al vincularlos a Su Persona amada.
La Vida Diaria Del Señor; Su Estimación De La Devoción De María
Su vida diaria mantenía su alma en una tensión continua, en proporción a la fuerza de Su amor—una vida de consagración en medio del pecado y la miseria. Por un momento Él pudo, y reconocería (en presencia del poder del mal, que ahora se manifestaba, y del amor que se aferraba a Él, inclinándose ante el mismo, mediante el verdadero conocimiento de Él cultivado a las plantas de Sus pies) aquella devoción a Él mismo, hecha surgir por aquello ante lo que Su alma, con divina perfección, se inclinaba. Él podía decir una palabra inteligente, su verdadero significado, de aquello sobre lo cual, de manera silenciosa, obraba el afecto divino. El lector hará bien en estudiar cuidadosamente esta escena de conmovedora condescendencia y derramamiento de corazón. Jesús, Emanuel, el Rey y Juez supremo, ha estado haciendo que todas las cosas fueran pasando ante Él en juicio (desde el cap. 21 hasta el final del 25). Había terminado aquello que tenía que decir. Su tarea aquí, en este sentido, estaba cumplida. Él toma ahora el lugar de Víctima; Él sólo tenía que sufrir, y se puede permitir libremente gozar las conmovedoras expresiones de afecto que fluyen de un corazón consagrado a Él. Él podía solamente probar la miel y seguir de largo; pero Él la saboreó y no rechazó un afecto que Su corazón pudo y supo apreciar.
Profundo Afecto Por El Señor Ocasionado Por La Perfección De Jesús
Reitero, observen el efecto del profundo afecto para con el Señor. Este afecto respira necesariamente la atmósfera en que, en aquel momento, se hallaba el Señor. La mujer que le ungió no estaba informada de las circunstancias que estaban a punto de suceder, ni era ella una profetisa. Pero la proximidad de esa hora de tinieblas era sentida por una cuyo corazón estaba fijo en Jesús. Las diferentes formas del mal se desarrollaban ante Él, manifestándose con sus colores verdaderos; y, bajo la influencia de un amo, Satanás, se amontonaban alrededor del único objeto contra quien valía la pena formar esta concentración de malicia, y quien sacó su verdadero carácter a la luz del día.
Pero la perfección de Jesús, que ocasionó la enemistad, ocasionó el afecto en ella; y ella (por decirlo así) en el afecto reflejaba la perfección; y cuando esa perfección fue puesta en acción y sacada a la luz por la enemistad, igualmente lo hacía su afecto. Así, el corazón de Cristo no podía sino satisfacerlo. Jesús, a causa de esta enemistad, era aún más el objeto que ocupaba un corazón que, conducido indudablemente por Dios, se daba cuenta, instintivamente, de lo que sucedía. El tiempo del testimonio, e incluso el de la explicación de Su relación con todos los que le rodeaban, había finalizado. Su corazón era libre para gozar de los afectos buenos, verdaderos y espirituales, de los que Él era objeto; y los que, cualquiera que fuese su forma humana, mostraban tan claramente su origen divino, en que estaban unidos a ese objeto sobre el cual, en este momento solemne, se centraba toda la atención del cielo.
La Omnisciencia Del Señor
Jesús mismo era consciente de Su posición. Sus pensamientos estaban puestos en Su partida. Durante el ejercicio de Su poder, Él se oculta—Él se olvida de Sí mismo. Pero ahora, oprimido, rechazado, y como un cordero conducido al matadero, siente que es el justo objeto de los pensamientos de aquellos que le pertenecen, de todos los que tienen corazones que aprecien aquello que Dios aprecia. Su corazón está lleno de los sucesos venideros. Ver versículos 2,10-13,18,21.
El Tacto De La Devoción
Pero aún unas pocas palabras sobre la mujer que le ungió. El efecto de tener el corazón fijo afectuosamente en Jesús, se muestra en esta mujer de manera extraordinaria. Ocupada con Él, se muestra sensible ante Su situación. Ella siente lo que le afecta a Él, y esto hace que sus afectos actúen en conformidad a la devoción especial que inspira esa situación. Mientras el odio contra Él se levantaba hasta alcanzar carácter homicida, el espíritu de devoción a Él crece en ella en respuesta a ello. Consecuentemente, con el tacto de la devoción, ella hace precisamente lo que requería Su situación. La pobre mujer no era inteligentemente consciente de esto; con todo, ella hizo lo que era correcto. El valor que ella le daba a la Persona del Señor Jesús, tan infinitamente preciosa para ella, hizo que se percatara de aquello que pasaba por Su mente. A sus ojos, Cristo estaba investido de todo el interés de Sus circunstancias; y ella prodiga sobre Él aquello que expresaban sus afectos. Fruto de este sentimiento, su acción fue conforme a las circunstancias; y, aunque fue solamente el instinto de su corazón, Jesús le da a ello todo el valor que Su perfecta inteligencia podía atribuirle, incluyendo de inmediato los sentimientos de su corazón y los acontecimientos venideros.
El Egoísmo, La Insensibilidad Y La Traición De Los Demás Sacadas a La Luz Por La Devoción De María
Pero este testimonio de afecto y devoción a Cristo saca a la luz el egoísmo, la insensibilidad, de los demás. Ellos culpan a la pobre mujer. ¡Triste prueba (por no hablar de Judas) de cuán pocos afectos apropiados despierta necesariamente en nuestros corazones, el conocimiento de aquello que concierne a Jesús! Después de esto, Judas sale y acuerda, con los desdichados sacerdotes, entregarles a Jesús por el precio de un esclavo.
El Señor continua Su carrera de amor; y como Él había aceptado el testimonio afectuoso de la pobre mujer, así Él otorga ahora a Sus discípulos uno de infinito valor para nuestras almas. El versículo 16 concluye el asunto del cual hemos estado hablando: el conocimiento de Cristo, según Dios, el conocimiento de aquello que le aguardaba; la conspiración de los sacerdotes; el afecto de la pobre mujer, aceptado por el Señor; la egoísta insensibilidad de los discípulos; la traición de Judas.
El Memorial De La Verdadera Pascua; Un Salvador Muerto; Un Orden De Cosas Enteramente Nuevo
El Señor instituye ahora el memorial de la verdadera pascua. Envía a los discípulos a hacer los preparativos para la celebración de la fiesta en Jerusalén. Él señala a Judas como aquel que le entregaría a los judíos. Se observará que no fue solamente Su conocimiento acerca de aquel que le traicionaría, lo que el Señor expresa aquí—Él sabía eso cuando le llamó; sino que Él dice, “uno de vosotros me va a entregar.” Era eso lo que conmovía Su corazón: Él deseaba también que eso conmoviera el corazón de los demás.
Luego, Él señala que es un Salvador muerto el que ha de ser recordado. Ya no es un asunto del Mesías vivo: todo eso había terminado. No era ya el recuerdo de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Cristo, y Cristo muerto, comenzó un orden de cosas enteramente nuevo. Ellos tenían que pensar ahora en Él—en Él, muerto en la tierra. Él dirige, entonces, la atención de ellos a la sangre del nuevo pacto, añadiendo aquello que alcanza a otros aparte de los judíos, sin nombrarlos—“por muchos es derramada.” Además, esta sangre no es, como en el Sinaí, solamente para confirmar el pacto, por la fidelidad por la que ellos eran responsables; fue derramada para remisión de los pecados. De modo que la cena del Señor presenta el recuerdo del Jesús muerto, quien, al morir, ha roto con el pasado; puso el fundamento del nuevo pacto; obtuvo la remisión de los pecados; y abrió la puerta a los Gentiles. Es sólo en Su muerte que la cena nos lo presenta a nosotros. Su sangre está aparte de Su cuerpo: Él está muerto. No es Cristo viviendo en la tierra, ni Cristo glorificado en el cielo. Él está separado de Su pueblo, por lo que respecta a sus goces en la tierra; pero ellos tenían que esperarle como el compañero de la felicidad que Él ha asegurado para ellos—pues Él condesciende a serlo—en tiempos mejores: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día que la beba nueva con vosotros en el reino de mi Padre.” Pero una vez rotos estos vínculos, ¿quién, sino Jesús, podía soportar el conflicto? Todos le abandonarían. Los testimonios de la Palabra debían cumplirse. Estaba escrito: “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.” (Mateo 26:31).
La Promesa De Un Salvador Resucitado En Galilea
No obstante, Él iría, para renovar Sus relaciones, como un Salvador resucitado, con estos pobres del rebaño, hasta el mismo lugar donde ya se había identificado con ellos durante Su vida. Él iría delante de ellos a Galilea. Esta promesa es muy notable, porque el Señor reanuda, bajo una forma nueva, Su relación judía con ellos y con el reino. Podemos observar aquí que, así como Él había juzgado a todas las clases (hasta el final del cap. 25), Él exhibe ahora el carácter de Su relación con todos aquellos entre quienes Él mantenía alguna. Ya se trate de la mujer, o de Judas, o de los discípulos, cada uno toma su lugar en relación con el Señor. Esto es todo lo que hallamos aquí. Si Pedro tenía la energía natural suficiente como para ir un poco más allá, sería sólo para una caída más profunda en el lugar donde sólo el Señor sabía permanecer en pie.
En Getsemaní En Súplica Con Su Padre; La Anticipación De La Copa De Sufrimiento
Él se aísla ahora para presentar, suplicando a Su Padre, los sufrimientos que le esperaban.
Pero al tiempo que se aísla para orar, Él toma a tres de Sus discípulos para que en aquella hora solemne puedan velar con Él. Eran los mismos tres que estuvieron con Él durante la transfiguración. Tenían que ver Su gloria en el reino, y Sus sufrimientos. Él se va un poco adelante de ellos. En cuanto a los discípulos, ellos se duermen, tal como lo hicieron en el monte de la transfiguración. La escena aquí está descrita en hebreos 5:7. Jesús no estaba bebiendo aún la copa, pero ella estaba ante Sus ojos. En la cruz sí la bebió, fue hecho pecado por nosotros, Su alma sintiéndose desamparada por Él. Aquí se trata del poder de Satanás, utilizando la muerte como un terror con el cual poder vencerle. Pero la consideración de este asunto tendrá su lugar más apropiado cuando lleguemos al Evangelio de Lucas.
Sumisión Completa
Vemos aquí Su alma bajo el peso de la muerte—por anticipación—como Él solo podía conocerlo, y esta no había perdido aún su aguijón. Nosotros sabemos quién tiene el poder de la muerte, y la muerte todavía tenía todo el carácter de la paga del pecado, y la maldición, del juicio de Dios. Pero Él vela y ora. Como hombre, sometido por Su amor a esta acometida, en presencia de la más poderosa tentación a la cual Él había sido expuesto, por una parte Él vela; y por otra, Él presenta Su angustia a Su Padre. Su comunión no fue interrumpida aquí, por muy grande que hubiese sido Su angustia. Esta angustia sólo le acerca más, con toda sumisión y confianza, a Su Padre. Pero si teníamos que ser salvos, si Dios tenía que ser glorificado en Aquel que se había hecho cargo de nuestra causa, la copa no debía pasar de Él. Su sumisión es completa.
Se Hace Recordar a Pedro La Falsa Confianza
Él dulcemente recuerda a Pedro su falsa confianza, haciéndole consciente de su debilidad. Pero Pedro tenía demasiada confianza en sí mismo como para sacar provecho de ello. Se despierta de su sueño, pero su confianza en sí mismo no es sacudida. Fue necesaria una experiencia más triste para su curación.
La Copa Tomada De Manos Del Padre
Por tanto, el Señor toma la copa, pero Él la toma de manos de Su Padre. Fue Su voluntad que Él la bebiera. Entregándose así por completo a Su Padre, no es de manos de Sus enemigos, ni de Satanás (aunque ellos fueran los instrumentos) que Él la toma. De acuerdo a la perfección con la que Él se había sometido a la voluntad de Dios en este asunto, encomendando todo a Él, es solamente de Su mano que Él la recibe. Es la voluntad del Padre. Así nosotros escapamos de segundos motivos y de las tentaciones del enemigo, buscando solamente la voluntad de Dios que dirige todas las cosas. Es de Él que recibimos la aflicción y la prueba, cuando estas vienen.
La Traición; Sometimiento a La Maldad Del Hombre, El Poder De Las Tinieblas Y El Juicio De Dios Del Pecado; En Manos De Los Judíos
Los discípulos no necesitan velar más: ha llegado la hora. Él tenía que ser entregado en manos de los hombres. Esto ya era decir mucho. Judas le señaló con un beso. Jesús sale a encontrar la multitud, reprendiendo a Pedro por buscar resistir con armas carnales. Si Cristo hubiera deseado escapar, Él podía haber pedido doce legiones de ángeles, y los habría tenido; pero todas las cosas tenían que cumplirse. Era la hora de Su sometimiento a los efectos de la maldad del hombre y del poder de las tinieblas, y al juicio de Dios contra el pecado. Él es el Cordero que va al matadero. Luego, todos los discípulos le abandonan. Él se entrega, reconviniendo a la multitud que se acercaba lo que estaba haciendo. Si nadie puede probar que es culpable, Él no negará la verdad. Confiesa la gloria de Su Persona como Hijo de Dios, y declara a partir de entonces que ellos verían al Hijo del Hombre, no ya en la humildad de Aquel que no quebraría la caña cascada, sino viniendo en las nubes del cielo y sentándose a la diestra del poder. Habiendo dado este testimonio, es condenado por causa de lo que dijo de Sí mismo—por la confesión de la verdad. Los testigos falsos no tuvieron éxito. Los sacerdotes y los principales de Israel eran culpables de Su muerte, en virtud de su propio rechazo del testimonio que Él rindió a la verdad. Él era la Verdad; ellos estaban bajo el poder del padre de mentira. Rechazaron al Mesías, al Salvador de Su pueblo. No vendría más a ellos, excepto como Juez.
Jesús Como La Víctima
Le insultan y le denigran. Cada uno ¡es lamentable! ocupa, como hemos visto, su propio lugar—Jesús, el de Víctima; los demás, el lugar de traición, de abandono, de negación del Señor. ¡Qué escena! ¡Qué momento solemne! ¿Quién podía permanecer en ella? Cristo solo podía pasar por ese momento con constancia. Y pasó por este momento como una víctima. Como tal, debía ser desnudado de todo (Mateo 27:28), y ello en presencia de Dios. Todo lo demás desapareció, salvo el pecado que condujo a esto; y, según la gracia, eso también antes de la poderosa eficacia de este acto. Pedro, confiado en sí mismo, dudando, reconocido, respondiendo falsamente, jurando, niega a su Maestro; y, dolorosamente convencido de la absoluta impotencia del hombre contra el enemigo de su alma y contra el pecado, sale y llora amargamente; lágrimas, que no pueden borrar su culpa, pero que, demostrando la existencia, a través de la gracia, de un corazón recto, testifican de la impotencia que la rectitud de corazón no puede remediar.