Mateo Capítulo 27

Matthew 27  •  15 min. read  •  grade level: 14
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Entregado a Los Gentiles; La Maldad De Satanás Y La Maldad Del Hombre Exhibidas
Después de esto, los desdichados sacerdotes y principales del pueblo entregan su Mesías a los Gentiles, tal como Él había contado a Sus discípulos. Judas, desesperado bajo el poder de Satanás, se ahorca, tras haber arrojado la recompensa de su iniquidad a los pies de los principales sacerdotes y ancianos. Satanás fue obligado a testificar, incluso a través de una conciencia que él traicionó, de la inocencia del Señor. ¡Qué escena! Luego, los sacerdotes que no habían tenido escrúpulos al comprar Su sangre a Judas, dudan en poner el dinero en el tesoro del templo, pues era precio de sangre. En presencia de lo que estaba sucediendo, el hombre fue obligado a mostrarse tal como era, y el poder de Satanás sobre él. Después de consultar, ellos compran un campo para sepultura de los extranjeros. A ojos de ellos, estos eran lo suficientemente profanos como para esto, con tal que ellos mismos no se contaminaran con tal clase de dinero. Con todo, era el tiempo de la gracia de Dios para el extranjero, y del juicio sobre Israel. Además, establecieron, por medio de esto, un memorial perpetuo de su propio pecado y de la sangre que había sido derramada. Acéldama (Hechos 1:19) es todo lo que queda en este mundo de las circunstancias de este gran sacrificio. El mundo es un campo de sangre, pero habla de cosas mejores que la de Abel.
Sabemos que esta profecía (versículo 9) está en el libro de Zacarías. El nombre “Jeremías” puede haberse deslizado en el texto cuando no había nada más que la expresión “por el profeta”; o quizás podría ser porque Jeremías estaba primero en el orden prescrito por los Talmudistas para los libros de profecía; por la misma razón, muy probablemente, ellos decían también: “Jeremías, o alguno de los profetas”, como en el capítulo 16:14. Pero este no es el lugar para discutir este asunto.
El Rey De Los Judíos Ante Pilatos; La Condenación De Pilatos
La parte de ellos en la escena judía concluye. El Señor está en pie ante Pilato. Aquí la pregunta no es si Él es Hijo de Dios, sino si Él es el Rey de los judíos. Aunque Él era esto, con todo, fue sólo en el carácter de Hijo de Dios que permitiría que los judíos le recibieran. Si le hubieran recibido como Hijo de Dios, Él habría sido su Rey. Pero eso no podría ser: Él debía cumplir la obra de expiación. Habiéndole rechazado como Hijo de Dios, los judíos le niegan ahora como Rey de ellos. Pero los Gentiles también se hacen culpables en la persona de su jefe en Palestina, cuyo gobierno había sido puesto en sus manos. El jefe Gentil debería haber reinado en justicia. El representante de ellos en Judea, reconoce la malicia de los enemigos de Cristo; su conciencia, alarmada por el sueño que tuvo su esposa, intenta evadir la culpa de condenar a Jesús. Pero el verdadero príncipe de este mundo, en lo que respecta al ejercicio actual del dominio, era Satanás. Pilato, lavándose sus manos (fútil intento de exonerarse) entrega al inocente a la voluntad de Sus enemigos, diciendo, al mismo tiempo, que no halla delito en Él. Y les suelta a los judíos a un hombre culpable de sedición y homicidio, en lugar del Príncipe de vida. Pero fue nuevamente sobre Su propia profesión, y solamente sobre ésa, que Él fue condenado, profesando lo mismo en el tribunal Gentil, tal como Él lo había hecho en el tribunal judío, la verdad en cada uno, dando testimonio de la buena profesión concerniente a la verdad acerca de aquellos que tenía delante.
La Elección De Los Judíos De Barrabás; Un Salvador Rechazado, La Piedra De Toque Universal
Barrabás, la expresión del espíritu de Satanás, que era homicida desde el principio, y de la rebelión en contra de la autoridad que Pilato debía mantener allí—Barrabás era querido por los judíos; y con él, la equivocada indolencia de su gobernante, quien fue impotente contra el mal, procuró satisfacer la voluntad del pueblo al cual debería haber gobernado. “Todo el pueblo” se hizo culpable de la sangre de Jesús en la solemne expresión, que sigue cumpliéndose hasta este día, hasta que la gracia soberana, según el propósito de Dios, la quite—solemne pero terrible palabra, “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.” ¡Triste y horrible ignorancia que la propia voluntad ha traído sobre un pueblo que rechazó la luz! ¡Es lamentable! de qué manera, digo nuevamente, cada cual ocupa su lugar en presencia de esta piedra de toque—un Salvador rechazado. La compañía de los Gentiles, los soldados, ocupan su lugar burlándose, con la brutalidad habitual en ellos como paganos y verdugos, así como lo harán los Gentiles en gozosa adoración cuando Aquel de quien ellos se burlaron será verdaderamente el Rey de los judíos en gloria. Jesús soporta todo. Era la hora de Su sometimiento al pleno poder del mal: la paciencia debe tener su obra perfecta, a fin de que Su obediencia pudiera ser completa en todos los aspectos. Él soportó todo sin socorro, en lugar de fracasar en la obediencia a Su Padre. ¡Qué diferencia entre esto y la conducta del primer Adán rodeado de bendiciones!
La Crucifixión; El Abismo De Sus Sufrimientos
Cada cual debe ser siervo del pecado, o de la tiranía de la iniquidad en esta hora solemne, en la cual todo es sometido a prueba. Obligan a uno llamado Simón—conocido después, según parece, entre los discípulos—a llevar la cruz de Jesús; y el Señor es conducido al lugar de Su crucifixión. Él rehúsa allí aquello que podría haberle entorpecido. Él no evitará la copa que tenía que beber, ni se privará de Sus facultades a fin de permanecer insensible a lo que era la voluntad de Dios en cuanto a lo que Él debía sufrir. Las profecías de los Salmos se cumplen en Su Persona, por medio de aquellos que poco pensaban en lo que estaban haciendo. Al mismo tiempo, los judíos tuvieron éxito en llegar al último grado de vileza. Su Rey fue colgado. Tienen que soportar la vergüenza a pesar de ellos. ¿De quién era la culpa? Pero, endurecidos e insensibles, comparten con un malhechor la miserable satisfacción de insultar al Hijo de Dios, su Rey, el Mesías, para su propia ruina, y citan (cuán ciega es la incredulidad) de sus propias escrituras, como expresión de lo que pensaban, aquello que en ellos fue puesto en boca de los enemigos incrédulos de Jehová. Jesús lo sintió todo; pero la angustia de Su prueba, donde, después de todo, Él era un testimonio fiel y sosegado, y el abismo de Sus sufrimientos, contenían algo mucho más terrible que toda esta malicia o abandono del hombre. Indudablemente, “los ríos alzaron su sonido.” (Salmo 93:3). Una tras otra, las olas de la impiedad arremetieron contra Él; pero las profundidades que le aguardaban debajo, ¿quién podía sondearlas? Sólo Su corazón, Su alma—el vaso de un amor divino—podía sumergirse más profundo que el fondo de aquel abismo que el pecado había abierto para el hombre, para llevar a lo alto a aquellos que permanecían allí, después de haber soportado Él sus dolores en Su propia alma. Un corazón que había sido siempre fiel, fue abandonado por Dios. Allí donde el pecado llevó al hombre, allí el amor llevó al Señor, pero con una naturaleza y una percepción en las que no existían distancias ni separaciones, de modo que pudiera sentirse el pecado en toda su plenitud. Nadie sino Él, que estaba en ese lugar, podía sondearlo o sentirlo.
Abandonado Por Dios; Glorificando a Dios
Es, también, un espectáculo maravilloso ver al único hombre justo en el mundo exclamar al final de Su vida que fue abandonado por Dios. Pero fue así como Él glorificó a Dios como nadie podía haberlo hecho nunca, y donde nadie sino Él pudo haberlo hecho—hecho pecado, en presencia de Dios como tal, sin ningún velo que ocultara, ni misericordia que lo cubriera o lo soportara.
Los padres, llenos de fe, habían experimentado, en su angustia, la fidelidad de Dios, quien respondió la expectativa de sus corazones. Pero Jesús (en cuanto a la condición de Su alma en aquel momento) clamó en vano. “Gusano, y no hombre” (Salmo 22:6) ante la vista de todos, tuvo que soportar el abandono del Dios en quien Él confiaba.
Al estar los pensamientos de ellos lejos de los Suyos, aquellos que le rodearon ni siquiera entendieron Sus palabras, pero ellos cumplieron las profecías por medio de su ignorancia. Jesús, dando testimonio por la intensidad de Su voz que no era el peso de la muerte lo que le oprimía, entregó el espíritu.
La Eficacia De La Muerte De Cristo; El Velo Rasgado
Este Evangelio nos presenta la eficacia de Su muerte en un doble aspecto. En primer lugar, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Dios, quien había estado siempre oculto detrás del velo, se descubre completamente por medio de la muerte de Jesús. La entrada en el lugar santo se hace evidente—un camino nuevo y vivo que Dios ha abierto para nosotros a través del velo. Todo el sistema judío, las relaciones del hombre con Dios bajo sus modos, su sacerdocio, todo se derrumbó al rasgarse el velo. Cada uno se halló, pues, ante la presencia de Dios sin ningún velo de por medio. Los sacerdotes tenían que estar siempre en Su presencia. Pero, por este mismo hecho, el pecado, que habría hecho imposible para nosotros que estuviéramos allí, fue, para el creyente, quitado completamente delante de Dios. El Dios santo, y el creyente, limpiado de sus pecados, son reunidos por medio de la muerte de Cristo. ¡Qué amor fue ese que cumplió con esto!
La Resurrección; Pecadores Sin Temor Ante Dios
En segundo lugar, aparte de esto, fue tal la eficacia de Su muerte, que cuando Su resurrección hubo roto los lazos que los apresaban, muchos de los muertos aparecieron en la ciudad—testigos de Su poder, quien, habiendo sufrido la muerte, se levantó por sobre ella, y la venció, y destruyó su poder, o lo tomó en Sus propias manos. La bendición estaba ahora en la resurrección.
Por lo tanto, la presencia de Dios sin un velo, y de pecadores sin pecado ante Él, prueba la eficacia de los sufrimientos de Cristo.
La resurrección de los muertos, sobre los cuales el rey de los terrores no tenía más derechos, mostró la eficacia de la muerte de Cristo para los pecadores, y el poder de Su resurrección. El judaísmo ha terminado para aquellos que tienen fe, al igual que el poder de la muerte. El velo se rasgó. El sepulcro entregó su presa; Él es el Señor de los muertos y de los vivos.
El Primer Testimonio De Fe Entre Los Gentiles De La Persona De Cristo
Hay, todavía, un testimonio especial del grandioso poder de Su muerte, por la importancia de estas palabras: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:32). El centurión que estaba de guardia en la crucifixión del Señor, viendo el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temblando, confiesa la gloria de Su Persona; y, extraño como él es a Israel, rinde el primer testimonio de fe entre los Gentiles: “Verdaderamente, éste era Hijo de Dios.”
El Instinto Del Afecto; Al Pie De La Cruz
Pero la narración sigue. Algunas pobres mujeres—a quienes la devoción otorga a menudo, de parte de Dios, más valor que a los hombres en su posición más responsable y ocupada—permanecían cerca de la cruz, observando lo que hacían a Aquel que amaban.
Pero ellas no eran las únicas que llenaban el lugar de los aterrados discípulos. Otros—y esto ocurre a menudo—a quienes el mundo había sujetado, una vez que la profundidad de su afecto es despertada por el asunto de Sus sufrimientos, los sufrimientos de Aquel que ellos realmente amaban, cuando el momento es tan doloroso que los demás quedan aterrorizados, entonces (estimulados por el rechazo de Cristo) sienten que ha llegado el momento de tomar una decisión, y convertirse en intrépidos confesantes del Señor. Asociados hasta aquí con aquellos que le habían crucificado, ellos deben aceptar ahora este hecho, o bien declararse ellos mismos. Por gracia, ellos hacen esto último.
“Con Los Ricos Fue En Su Muerte”
Dios había preparado todo de antemano. Su Hijo iba a tener Su tumba con los ricos. José va audazmente a ver a Pilato y pide el cuerpo de Jesús. Él envuelve el cuerpo, que Pilato le entrega, en una sábana limpia, y lo pone en su propio sepulcro, el cual nunca había servido para ocultar la corrupción del hombre. María Magdalena y la otra María, pues estas eran conocidas, se sentaron cerca del sepulcro, resignadas por todo lo que quedaba de su fe hacia Aquel que habían amado y seguido con adoración durante Su vida.
El Testimonio Involuntario De La Incredulidad
Pero la incredulidad no tiene fe en sí misma, y temiendo el caso de que aquello que niega sea verdad, desconfía de todo. Los principales sacerdotes solicitaron a Pilato que asegurara el sepulcro, a fin de frustrar cualquier intento que los discípulos pudieran hacer para fundamentar la doctrina de la resurrección en la ausencia del cuerpo de Jesús de la tumba en que había sido puesto. Pilato les ofrece asegurar el sepulcro ellos mismos; así que todo lo que hicieron sirvió para que fuesen ellos mismos, testigos involuntarios del hecho, y nos asegura el cumplimiento de lo que ellos temían. Así, Israel fue culpable de este esfuerzo de inútil resistencia al testimonio que Jesús había rendido a Su propia resurrección. Ellos testificaban su verdad contra ellos mismos. Las precauciones que Pilato tal vez no habría tomado, ellos las llevaron hasta el extremo, de manera que todo error en cuanto al hecho de Su resurrección era imposible.
El Ministerio Y El Servicio De Jesús Aún Con Los Pobres Del Rebaño
La resurrección del Señor es relatada brevemente en Mateo. El objetivo es, reitero, después de la resurrección, relacionar el ministerio y servicio de Jesús—ahora transferido a Sus discípulos—con los pobres del rebaño, el remanente de Israel. Él los reunió de nuevo en Galilea, donde les había enseñado constantemente, y donde los menospreciados de entre el pueblo habitaban lejos del orgullo de los judíos. Esto relacionó la obra de ellos con la de Él, en aquello que la distinguía de manera especial con referencia al remanente de Israel.