Capítulo 3

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El Arrebatamiento De Los Santos
Cuando el Señor regrese a recoger Su pueblo sucederán dos cosas — la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los creyentes vivos; luego ambos a una serán arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Esto se enseña con toda claridad en 1 Ts. 4:16-17. Nuestro mismo bendito Señor prefiguró esta verdad, más aún, la afirmó, aunque Su significado difícilmente se podría captar sin la luz adicional de las epístolas. De camino a Betania, después de la muerte de Lázaro, dijo a Marta: «Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees tú esto?» (Jn. 11:23-2623Jesus saith unto her, Thy brother shall rise again. 24Martha saith unto him, I know that he shall rise again in the resurrection at the last day. 25Jesus said unto her, I am the resurrection, and the life: he that believeth in me, though he were dead, yet shall he live: 26And whosoever liveth and believeth in me shall never die. Believest thou this? (John 11:23‑26), V.M.). Así, aquí tenemos las mismas dos clases: los que creyeron en Cristo, pero que morirían antes de Su regreso, estos vivirían; y en segundo lugar, aquellos que estarían vivos entonces, y que creyeron en Él, estos no morirían jamás — esto se corresponde exactamente con las dos clases que aparecen en 1 Tesalonicenses 4.
Sin embargo, para aclarar esta cuestión de la manera más llana, debemos primero exponer que sólo creyentes resucitarán de entre los muertos a la segunda venida de nuestro Señor. No hay ninguna doctrina más claramente enseñada en la Escritura, ni tan completamente descuidada o ignorada por la gran masa de profesos cristianos. El concepto dominante es que al final del mundo, al final del milenio, habrá una resurrección general de creyentes e incrédulos; que todos juntos serán convocados ante el trono del juicio, y que entonces se declarará el destino eterno de cada uno. Pero este concepto teológico, aunque se enseña y acepta de modo tan general, no sólo no tiene ningún fundamento en la palabra de Dios, sino que está diametralmente opuesto a su enseñanza. Esto se reconocerá si se presta atención a las pruebas que se van a presentar acerca de que nadie sino los creyentes serán levantados en la venida del Señor.
En primer lugar, se pueden citar algunos pasajes de los Evangelios, además del correspondiente a Juan 11. Al descender del monte de la transfiguración, el Señor mandó a Sus discípulos que no contasen lo que habían visto «sino cuando el Hijo del hombre se hubiese levantado del entre los muertos» (ek nekron). «Y retuvieron este dicho entre sí, discurriendo consigo mismos qué cosa sería el levantarse de entre los muertos» (ek nekron) (Mr. 9:9, 10, V.M.). Naturalmente, ellos creían, como Marta, que habría una resurrección en el día postrero (Jn. 11:2424Martha saith unto him, I know that he shall rise again in the resurrection at the last day. (John 11:24)); pero hasta ahora nunca habían oído de una resurrección de entre los muertos, y esto era lo que causaba su asombro. Aquí, naturalmente, lo que tenemos es la resurrección de Cristo mismo; pero por cuanto Él fue la primicia de los Suyos, Su resurrección fue a la vez la prenda y el tipo de la de ellos. En Lucas 14:14, V.M. encontramos la expresión «la resurrección de los justos», y en otro capítulo (20:35, V.M.) el Señor se refiere a aquellos «que serán tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo (aionos) venidero, y la resurrección de entre los muertos (kai tes anastaseos tes ek nekron)». La frase que el Señor usa es inequívoca en cuanto a su significado de una resurrección parcial, de que los que obtienen esta resurrección dejarán a otros tras ellos en sus sepulcros. La enseñanza de Juan 5:28-29 da respaldo a la misma conclusión. Volviendo al versículo 25, observaremos que el término «hora» incluye toda una dispensación. «Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán». Dicha hora ha durado desde aquel momento hasta el tiempo presente, según el versículo precedente: «El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida»; y esta hora durará hasta el regreso del Señor. Esto marca todo el día de la gracia. De forma parecida, el término «hora» en el versículo 28 incluye toda una dispensación: «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación (juicio — kriseos)». Así, tenemos una clara distinción entre dos resurrecciones: la de vida, que tendrá lugar, como veremos, en la venida del Señor, y la de juicio, que tendrá lugar tras finalizar el milenio (Ap. 20:11-15).
Si pasamos a las epístolas, encontraremos afirmaciones aún más precisas. El tema de 1 Corintios 15 es la resurrección del cuerpo; y sin embargo no se trata de la resurrección de los cuerpos de todos, sino sólo de los creyentes. Esto se puede ver en el acto. Después de exponer las consecuencias de la falsa doctrina que se estaba propagando de que no había resurrección, el apóstol expone la verdad: «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (1 Co. 15:20-23). El lenguaje no podría ser más exacto o explícito. Así también en el pasaje acabado de citar (1 Ts. 4) se dice: «los muertos en Cristo resucitarán primero» (no hay otros en la perspectiva del apóstol): «Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado», etc. Aquí no tenemos ni una insinuación de que haya incrédulos incluidos. Esto explica la expresión de este mismo apóstol en otra epístola: «si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos» (ten exanastasin ten ek nekron). (Fil. 3:11).
Se puede citar todavía otra Escritura. En Apocalipsis 20 leemos de algunos que «vivieron y reinaron con Cristo mil años». La aplicación de este pasaje la examinaremos, Dios mediante, en un futuro capítulo; pero ahora llamaremos la atención a la siguiente declaración: «Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección» (vv. 4-5). Debemos recordar que ha habido intérpretes que han tratado de demostrar que esta es una resurrección espiritual (sea lo que sea que quieran decir con ello); pero si esto es así, entonces la resurrección al final del capítulo tampoco sería literal, y por ello demostrarían, como los falsos maestros en Corinto, ¡que no hay resurrección de los muertos! No, un lenguaje tan claro e inequívoco, especialmente cuando se toma en relación con los otros pasajes que se citan de las Escrituras, deja fuera de toda duda que Dios, en Su gracia, tiene el propósito de que los creyentes sean levantados de entre los muertos en la venida del Señor; y esto se designa como la primera resurrección. De ahí que se aplique el término «primicias» a la resurrección de nuestro bendito Señor (1 Co. 15:20), al ser las primicias de la cosecha de los Suyos, que será recogida en Su venida. (Véase Lv. 23:10-1110Speak unto the children of Israel, and say unto them, When ye be come into the land which I give unto you, and shall reap the harvest thereof, then ye shall bring a sheaf of the firstfruits of your harvest unto the priest: 11And he shall wave the sheaf before the Lord, to be accepted for you: on the morrow after the sabbath the priest shall wave it. (Leviticus 23:10‑11)).
Pero hay un pasaje de las Escrituras que podría parecer que contradice, en las mentes de los que no han examinado la cuestión, las afirmaciones anteriores. Se trata del conocido pasaje en Mateo 25, donde encontramos las ovejas y las cabras convocadas ante Cristo de manera simultánea. Esta escena, que popularmente se concibe como una descripción del juicio final, se cita con frecuencia en contra de la veracidad de la primera resurrección de los creyentes. Pero cuando examinamos un poco las palabras que usa nuestro bendito Señor, vemos que no alude aquí a ninguna resurrección: «Cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará en Su trono de gloria, y serán reunidas delante de Él todas las naciones», etc. (vv. 31-32). Así, aquí se hace referencia a Su manifestación y reino y a Su juicio de los vivos, no de los muertos. No hablamos de «naciones» con respecto a los muertos: este término describe a los vivos. Debemos también observar que aparecen tres clases: las ovejas, las cabras y los hermanos del Rey; y este hecho por sí mismo determina la interpretación de toda la escena, demostrándose de manera concluyente que aquí tenemos el juicio de las naciones vivientes que tiene lugar después de la manifestación del Hijo del Hombre en Su gloria, y de Su asunción de Su trono. Así, los «hermanos» son judíos, que habían sido enviados como los mensajeros del Rey con el anuncio de Su reino; y los que los han recibido y han aceptado el mensaje anunciado son las ovejas; los que los rechazaron son las cabras. Su relación con el Rey depende de cómo trataron a Sus mensajeros. (Para este principio, véase Mateo 10:40-42).
Habiendo establecido que cuando el Señor regresa lo hace para recoger a los Suyos, tanto si ya han muerto como si están todavía viviendo en la tierra, según Su palabra: «Y si Me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo» (Jn. 14:33And if I go and prepare a place for you, I will come again, and receive you unto myself; that where I am, there ye may be also. (John 14:3)), podemos ahora pasar a considerar la manera de Su venida, así como del arrebatamiento de los santos. La instrucción más precisa acerca de esta cuestión la recibimos en un pasaje de la Escritura al que ya se ha hecho referencia, pero que ahora se puede citar extensamente: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor» (1 Ts. 4:13-17). A menudo se pasa por alto el sentido de este importante pasaje por falta de atención a sus afirmaciones concretas. Los santos en Tesalónica no abrigaban ninguna duda acerca de su porción en Cristo a Su vuelta; pero, por alguna razón, habían caído en el error de suponer que los que hubieran dormido antes de este suceso sufrirían pérdida. A fin de corregir este error, el apóstol les da una instrucción especial «en palabra del Señor», esto es, por una revelación acerca de esta cuestión en particular. Luego les expone que todos los que durmieron en (o mediante, dia) Jesús, también los traerá Dios con Él, que esto está verdaderamente vinculado con nuestra fe en, y es la consecuencia de, la muerte y la resurrección de Cristo. Así les explica cómo esto es posible, y esta explicación es la que formaba el tema de la revelación especial a la que hemos aludido. El Señor vendrá, y luego los muertos en Cristo serán levantados, los vivos cambiados, y así seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para recibir al Señor en el aire, etc.
Esto, como vimos en el capítulo anterior, puede tener lugar en cualquier momento. Así, familiaricemos nuestras mentes con esta escena. Así, súbitamente, el Señor mismo descenderá del cielo de la manera que aquí se describe. Primero, con un clamor. Esto ha suscitado una dificultad en muchas mentes. Si, según piensan ellos, el Señor regresa solo a por Su pueblo, y desciende con un clamor, ¿no tendrá que ser entonces de una forma pública? No necesariamente. La palabra misma denota relación, indicando, por ejemplo, la orden de un mando militar a sus soldados; por tanto, es un grito dirigido sólo a aquellos con quienes tiene que ver, y su significado no sería comprendido por otros. Cuando nuestro bendito Señor estaba en la tierra, vino a Él una voz desde el cielo, y algunos de los que estaban allí creían que había sido un trueno, mientras que otros decían: «Un ángel le ha hablado» (Jn. 12:28-2928Father, glorify thy name. Then came there a voice from heaven, saying, I have both glorified it, and will glorify it again. 29The people therefore, that stood by, and heard it, said that it thundered: others said, An angel spake to him. (John 12:28‑29)). Tenemos también esto en la conversión de Saulo; sus compañeros oyeron una voz, es decir, el sonido de una voz (Hch. 9:7); «pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo», esto es, no captaron el significado de la voz (Hch. 22:9; comparar Daniel 10:77And I Daniel alone saw the vision: for the men that were with me saw not the vision; but a great quaking fell upon them, so that they fled to hide themselves. (Daniel 10:7)). Así será cuando el Señor mismo descienda del cielo. Todos los Suyos oirán y comprenderán el significado del grito; pero, en caso de que otros lo oigan, parecerá sólo el fragor de un trueno distante, o, tomado en combinación con la voz del arcángel y de la trompeta de Dios, si es que también se oyen, se considerará un fenómeno extraño, objeto de discusión y explicaciones de científicos. Es probable que las tres cosas: el clamor o grito, la voz del arcángel, y la trompeta de Dios (véase Números 10), tengan un solo objeto: convocar la reunión conjunta de los santos muertos y vivos para el traslado de los mismos a la presencia de su Señor.
Esto tiene dos efectos que siguen inmediatamente; porque el apóstol dice en otra epístola: «No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta» (1 Co. 15:51-52). «Los muertos en Cristo resucitarán primero». ¡Qué imponente escena! Todos los que son de Cristo, incluyendo, por tanto, los santos de la dispensación pasada, así como de la presente, resucitarán en Su venida. (1 Co. 15:23). Siguiendo la línea de las edades desde Adán hasta el ultimo santo en ser recogido, toda esta incontable multitud se levantará «en un momento, en un abrir y cerrar de ojos», saliendo de sus sepulcros, levantados en incorrupción. Y no sólo esto, sino que todos los santos entonces vivientes serán cambiados, de modo que todos igualmente serán revestidos con sus cuerpos de resurrección, transformados según el cuerpo glorificado de Cristo (Fil. 3:21). Será entonces cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, que se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria (1 Co. 15:54; véase también 2 Co. 5:1-4). Pero tan pronto como se haya realizado esta maravillosa transformación, todos los que la experimenten serán arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor». Entonces el Señor mismo entra por primera vez, por lo que se refiere a Su pueblo, en el goce del fruto pleno de Su obra redentora, del trabajo de Su alma. ¿Y qué lengua podría narrar Su gozo, ni qué pluma podría describirlo, cuando Él así redima del sepulcro los cuerpos mismos de Su pueblo, y cuando Él traiga por la palabra de Su poder a todos Sus escogidos en Su presencia, todos ellos transformados según Su propia imagen! Tampoco es posible expresar nuestro propio gozo, el gozo en el que entonces entraremos, cuando los anhelos de nuestros corazones queden todos cumplidos, y, semejantes a Él, contemplaremos Su faz, lo veremos como Él es, y estaremos para siempre con Él.
«“Conoceré como conocido soy!”
¡Cómo esta palabra amaré,
 — Cuántas veces ante el trono la repetiré — ,
“Siempre con el Señor estaré!”»
Esto es lo que esperamos, y no está muy lejos el momento en que todo esto se cumplirá; porque reposamos sobre la palabra cierta de nuestro fiel Señor, que ha dicho: «Ciertamente vengo en breve».