Capítulo 3

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"Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di de beber leche, y no vianda: porque aún no podíais, ni aún podéis ahora; porque todavía sois carnales" (vvss. 1-3). En el capítulo anterior, Pablo escribió a sus amados hermanos corintios acerca de la "sabiduría de Dios" y de "lo profundo de Dios" que "el Espíritu [...] escudriña," el Espíritu que nosotros los redimidos del Señor "hemos recibido"; también dijo que "tenemos la mente de Cristo" (vvss. 7, 10, 12, 16). Pero no pudo dar exposición de la sabiduría profunda de Dios a los corintios porque todavía eran carnales.
¿Cuáles eran las pruebas patentes de su carnalidad? " [...] pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?" (v. 3). Estas tres cosas malas son mencionadas también entre "las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, banqueteos, y cosas semejantes a éstas" (Gl. 5:19-21). En el corazón lleno de celos, contiendas y disensiones, no hay cabida para la sabiduría de Dios.
Ahora bien, ¿cómo se manifestaba esa carnalidad entre los corintios?: "Porque diciendo el uno: Yo cierto soy de Pablo; y el otro: Yo de Apolos; ¿no sois carnales? ¿Qué pues es Pablo? ¿y qué es Apolos? Ministros por los cuales habéis creído; y eso según que a cada uno ha concedido el Señor" (vvss. 4, 5). De ahí la prueba clara y definitiva de que algunos cristianos que hacen de los ministros de Dios los líderes de partidos o sectas no son espirituales sino carnales. Pablo, Cefas (Pedro) y Apolos rehusaron terminantemente el ser designados—mucho menos ordenados—por los hombres cual cabecillas partidarios de grupos cismáticos en la iglesia de la cual CRISTO EL SEÑOR es la única cabeza, tanto como lo es el único centro de reunión de Sus miembros en la tierra.
¿Qué diremos, pues, de los que en nuestro siglo se jactan de ser miembros de sectas llamadas "de Lutero, de Calvino, de Wesley," o por cierta doctrina a la cual se da importancia exagerada, o por nombre de patria terrenal? ¿Son espirituales o carnales? Volvamos a leer en el capítulo uno de esta epístola: "Os ruego pues, hermanos, por el NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer [...] ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? [...] Mas de Él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención: para que, como está escrito: El que se gloría, GLORIESE EN EL SEÑOR" (1ª Co. 1:20, 31).
"Yo planté, Apolos regó; mas Dios ha dado el crecimiento. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, que da el crecimiento" (vvss. 6, 7). Si los apóstoles mismos no eran nada, sino únicamente instrumentos pasivos en las manos de Dios, el Creador y Hacedor de todo lo bueno, ¡cuánto menos somos nosotros! En el fondo del corazón del que quiere hacerse "jefe" tanto entre los cristianos como entre los inconversos, está arraigado el orgullo y afán de predominio.
"El que planta y el que riega son una misma cosa," (v. 8). "Una misma cosa" son los que sirven al Señor; así debe ser, efectivamente, en el desarrollo de todas las actividades cristianas: corazones consagrados al Señor y ardientes para servirle humilde y desinteresadamente; corazones que se gozan al ver a otros siervos desempeñando sus respectivas tareas para el mismo Señor; corazones unidos los unos a los otros por el amor unificador de Cristo. De ser así, no cabe ni celo, ni contienda, ni disensión, ni otra cosa semejante de la carne.
“[ ... ] cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor" (v. 8). Según la palabra del Señor Jesús en Lucas 17:10 no merecemos nada: "cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, hicimos". Pero, ¡qué maravilla!: a pesar de no ser nada, sino sólo un instrumento usado por el Señor, sin embargo cada uno que ha servido a Cristo va a recibir una recompensa — ¡un galardón directamente del Señor y digno de su inmensa bondad!
¡Alabado para siempre sea nuestro Dios! Todos sus tratos para con nosotros son a base de la gracia y no a base de lo que merecemos; por lo tanto Él dará recompensa a cada obrero fiel, una recompensa tan rica y grande como no podemos imaginar: "corona de oro" para echar "delante del trono" cuando exclamaremos: "Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud: porque Tú creaste todas las cosas y por Tu voluntad tienen ser y fueron creadas" (Ap. 4:10, 11).
"Porque nosotros, coadjutores somos de Dios; y vosotros labranza de Dios sois, edificio de Dios sois" (v. 9). La frase, "coadjutores somos de Dios," no quiere decir, por supuesto, que los apóstoles y Dios eran, juntamente, coadjutores, como algunos mal presumen; ¡no! sino que eran sencillamente consiervos bajo las órdenes de su Señor.
Si los siervos son designados por mandato de Dios, de igual manera los cristianos juntamente son labranza y edificio del mismo Dios.
"Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento [...] nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (vvss. 10, 11). Pablo, hecho ministro de la iglesia por el don de la gracia de Dios dada a él, (véase Ef. 3:7; Col. 1:2525Whereof I am made a minister, according to the dispensation of God which is given to me for you, to fulfil the word of God; (Colossians 1:25)), puso el fundamento doctrinal de la casa de Dios; y, dirigido infaliblemente por el Señor y Cabeza de la iglesia, Cristo, hizo una obra perfecta.
“[ ... ] otro edifica encima: empero cada uno vea cómo sobreedifica" (v. 10). Ahora no se trata de un apóstol que escribió, infaliblemente, lo que el Señor le mandó, sino de otros obreros que se hallan bajo la responsabilidad solemne de sobreedificar conforme a la voluntad de Dios revelada en la palabra escrita y puesta en sus manos: en la Biblia, y mayormente, las epístolas cristianas del Nuevo Testamento: "cada uno vea cómo sobreedifica."
"Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno será manifestada; porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él empero será salvo, mas así como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es" (vvss. 12-17). Algunos edifican, de acuerdo con la voluntad de Dios, "oro, plata, piedras preciosas"; otros, ignorando a la voluntad de Dios expresada en las Sagradas Escrituras, "para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra" (2ª Ti. 3:17), edifican "madera, heno, hojarasca", cosas que no soportarán el fuego; y otros, corruptores de la verdad, violan o corrompen la casa o templo de Dios. Así tenemos aquí (citando de otro escritor) "tres casos: la obra buena tanto como el obrero; la obra vana, pero el obrero salvo, más así como por fuego; y el corruptor del templo de Dios en cuyo caso tal obrero será destruido."
Nótese que el cristiano que no ha obrado bien mediante su testimonio, no va a perder su alma, pero sí va a perder galardón para su obra; pues ésta será quemada. Lot en Sodoma es un ejemplo de un creyente verdadero viviendo fuera de la voluntad de Dios: perdió cuanto tenía en Sodoma; todo fue quemado; pero él fue salvado por la gran misericordia de Dios, quien mandó dos ángeles para que le sacasen de la ciudad malvada. (Léase Gn. cap. 19). " [...] cada uno vea cómo sobreedifica."
Volviendo el Apóstol al asunto de la sabiduría de este siglo, agrega: "Nadie se engañe a sí mismo: si alguno entre vosotros parece ser sabio en este siglo, hágase simple, para ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios; pues escrito está: El que prende a los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos." (vvss. 18-20). Lo que Dios dice al sabio con respecto a su sabiduría es para humillársela, pero es muy saludable al que se humilla. Nos hace pensar de lo que el Señor Jesús dijo en cuanto a la entrada en el reino de Dios: "De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él" (Mc. 10:15).
"Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro; sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir; todo es vuestro; y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (vvss. 21-23).
La sabiduría divina se comunica al que tiene espíritu de niño, al que teme a Dios: "El secreto de Jehová es para los que Le temen; y a ellos hará conocer Su alianza" (Sal. 25:14). "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas; mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que Yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová" (Jer. 9:23-2423Thus saith the Lord, Let not the wise man glory in his wisdom, neither let the mighty man glory in his might, let not the rich man glory in his riches: 24But let him that glorieth glory in this, that he understandeth and knoweth me, that I am the Lord which exercise lovingkindness, judgment, and righteousness, in the earth: for in these things I delight, saith the Lord. (Jeremiah 9:23‑24)).
Mediante la victoria ganada por Cristo en la cruz, merced a Su obra redentora consumada allí, ya todo es a favor del redimido del Señor: es decir, todo el provecho del ministerio de Pablo, Apolos y Cefas son suyos; el mundo es suyo con todos sus recursos, con tal que no sea usado para fines no honrosos al Señor; la vida es suya en su abundancia—aun la vida eterna; la muerte también es suya, no cual un amo déspota que se enseñorea de sus esclavos, sino ya como un siervo que lleva al creyente en paz a la presencia del Señor; lo presente es suyo, porque "la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente" (1ª Ti. 4:8); y lo por venir es suyo, porque la piedad no sólo tiene promesa de esta vida presente, sino también "de la venidera" (1ª Ti. 4:8).
Y para sumarlo todo, el Apóstol concluye : "vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios." ¡Maravilloso eslabón que nos encadena!