Lucas Capítulo 3

Luke 3  •  14 min. read  •  grade level: 14
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Las Circunstancias Que Rodean El Ejercicio Del Ministerio De La Palabra Y La Presentación Del Señor En El Mundo
En este capítulo hallamos el ejercicio del ministerio de la Palabra hacia Israel, y eso para la presentación del Señor en este mundo. No se trata de las promesas a Israel y los privilegios asegurados a ellos por Dios, ni del nacimiento de ese niño quien era heredero de todas las promesas; el imperio, un testimonio mismo de la cautividad de Israel, era un instrumento para el cumplimiento de la Palabra con respecto al Señor. Los años se cuentan aquí conforme al reinado de los Gentiles. Judea es una provincia en manos del imperio Gentil, y las otras partes de Canaán están divididas bajo diferentes autoridades subordinadas al imperio.
No obstante, el sistema judío continúa, y los sumos sacerdotes estaban allí para llevar la cuenta de los años de su sometimiento a los Gentiles mediante sus nombres y, al mismo tiempo, para preservar el orden, la doctrina, y las ceremonias de los judíos, tanto como fuese posible hacerlo en sus circunstancias en ese período.
El Mensaje De Jehová a Su Pueblo Acerca De Que Él Mismo Vendría
Ahora bien, la Palabra de Dios es siempre segura, y es cuando las relaciones de Dios con Su pueblo fracasan en el aspecto de la fidelidad de ellos, que Dios mantiene soberanamente Su relación por medio de comunicaciones a través de un profeta. Su Palabra soberana mantiene esta relación cuando no existen otros medios.
Pero en este caso, el mensaje de Jehová a Su pueblo tenía un carácter peculiar, pues Israel estaba ya arruinado, al haber abandonado al Señor. La bondad de Dios había dejado aún a Su pueblo exteriormente en su tierra, pero el trono del mundo fue transferido a los Gentiles. Israel era ahora llamado al arrepentimiento, a ser perdonado, y a tomar un nuevo lugar por medio de la venida del Mesías.
Por consiguiente, el testimonio de Dios no está relacionado con Sus ordenanzas en Jerusalén, aunque los justos se sometan a ellas. Ni tampoco el profeta los llama a que regresen a la antigua fidelidad en el terreno sobre el cual ellos estaban. Se trata de Su voz en el desierto, enderezando sus sendas, a fin de que Él pudiera venir, desde fuera, a aquellos que se arrepintieran y se preparasen para Su venida. Además, como era Jehová mismo quien venía, Su gloria no debía ser confinada a los estrechos límites de Israel. Toda carne vería la salvación obrada por Dios. La condición de la propia nación era aquella fuera de la cual Dios los llamaba a venir al arrepentimiento, proclamando la ira que estaba a punto de caer sobre un pueblo rebelde. Además, si Dios venía, Él desearía realidades, los verdaderos frutos de justicia, y no el mero nombre de un pueblo. Y Él vino en Su poder soberano, que es capaz de levantar de la nada aquello que Él desearía tener ante Sí. Dios viene, y Él desearía justicia en cuanto a la responsabilidad del hombre, porque Él es justo. Podía levantar simiente a Abraham por Su divino poder, y hacerlo de las mismas piedras, si así lo creía conveniente. Es la presencia, la venida de Dios mismo, lo que caracteriza aquí todo.
La Conciencia De Todos Es Advertida De Que El Juicio Es Inminente
Ahora bien, el hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles, y cada cual iba a ser juzgado según sus frutos. Era en vano alegar que ellos eran judíos; si gozaban de este privilegio, ¿dónde estaban los frutos de este privilegio? Pero Dios no aceptaba ningún fruto que fuese conforme a la valoración hecha por el hombre acerca de la justicia y el privilegio, ni del orgulloso juicio que los justos ante sus propios ojos podían formarse sobre los demás. Él se dirigió a la conciencia de todos.
Conforme a esto, los publicanos, objetos del odio de los judíos, como instrumentos de la opresión fiscal de los Gentiles, y los soldados, los cuales ejecutaban las órdenes arbitrarias de los reyes, impuestas sobre el pueblo por voluntad de Roma, o la de los gobernantes paganos, eran exhortados a actuar de acuerdo con aquello que el verdadero temor de Dios produciría, en contraste con la iniquidad practicada habitualmente de acuerdo a la voluntad del hombre; la multitud era exhortada a que practicase la caridad, mientras las personas, consideradas como un pueblo, eran tratadas como una generación de víboras, sobre quienes venía la ira de Dios. La gracia trató con ellos avisándolos del juicio, pero el juicio era inminente.
Resumen De Los Versículos 3 Al 17 Del Capítulo 3
De este modo, desde el versículo 3 al 14, tenemos estas dos cosas: en los versículos 3-6, la posición de Juan hacia el pueblo como tal, en el pensamiento de que Dios mismo pronto aparecería; en los versículos 6-14, su apelación a la conciencia de los individuos; en los versículos 7-9, les enseña que los privilegios formales del pueblo no proveerían ningún refugio en presencia del Dios santo y justo, y que el ampararse en el privilegio nacional solamente era traer ira sobre ellos—pues la nación estaba bajo el juicio y expuesta a la ira de Dios. En el versículo 10 él entra a los detalles. En los versículos 15-17 la pregunta acerca del Mesías es resuelta.
Dios Mismo Estaba Viniendo
Sin embargo, el gran asunto de este pasaje—la gran verdad que el testimonio de Juan manifestó ante los ojos del pueblo—era que Dios mismo estaba viniendo. El hombre tenía que arrepentirse. Los privilegios, concedidos entretanto como medios de bendición, no podían alegarse contra la naturaleza y justicia de Aquel que venía, ni podían destruir el poder mediante el cual Él podía crear un pueblo según Su propio corazón. No obstante, la puerta del arrepentimiento estaba abierta conforme a Su fidelidad hacia un pueblo que Él amaba.
La Obra Especial Del Mesías
Pero había una obra especial para el Mesías según los consejos, la sabiduría y la gracia de Dios. Él bautizaba con el Espíritu Santo y con fuego. Es decir, Él introdujo el poder y el juicio que disipaba el mal, sea en santidad y en bendición, o en destrucción.
Él bautiza con el Espíritu Santo. Esto no significa meramente una renovación de deseos, sino poder, en gracia, en medio del mal.
Él bautiza con fuego. Esto es juicio que consume el mal.
Este juicio se aplica así a Israel, Su era. Él recogería Su trigo y lo aseguraría en otro lugar; la paja debía ser quemada en el juicio.
El Fin Del Testimonio De Juan; El Principio De La Identificación Del Señor Con Su Pueblo
Pero al fin, Juan es encerrado en la cárcel por la cabeza regia del pueblo. No significa que este suceso ocurriera históricamente en ese momento; pero el Espíritu de Dios presentaba moralmente el fin de su testimonio, para que comenzara la vida de Jesús, el Hijo del Hombre, pero nacido Hijo de Dios en este mundo.
Es en el versículo 21 donde esta historia comienza, y de una manera a la vez maravillosa y llena de gracia. Dios, por medio de Juan el Bautista, había llamado a Su pueblo al arrepentimiento; y aquellos en quienes Su Palabra produjo su efecto, acudieron para ser bautizados por Juan. Era la primera señal de vida y de obediencia. Jesús, perfecto en vida y en obediencia, descendido en gracia para el remanente de Su pueblo, va allá, tomando Su lugar con ellos, y es bautizado con el bautismo de Juan, al igual que ellos. ¡Emocionante y maravilloso testimonio! Él no ama a distancia, ni ama meramente concediendo el perdón; Él viene por gracia al lugar mismo donde el pecado de Su pueblo los había llevado, conforme al sentido de ese pecado al que el poder conversivo y vivificante de su Dios les había llevado. Él conduce allí a Su pueblo por gracia, pero los acompaña cuando ellos se van. Toma Su lugar con ellos en todas las dificultades del camino, y va a enfrentar con ellos todos los obstáculos que se presentan; identificándose verdaderamente con el pobre remanente, aquellos íntegros de la tierra, para quienes es toda Su complacencia, llama a Jehová Su Señor; y despojándose a Sí mismo, sin decir que Su bondad se extendía a Dios, sin tomar Su eterno lugar con Dios, sino el lugar de la humillación; y, por esta misma razón, de perfección en la posición a la cual Él se había humillado a Sí mismo, pero una perfección que reconocía la existencia del pecado, debido a que, de hecho, había pecado, y esto hizo que el remanente necesitara ser consciente de ello al regresar a Dios. Ser conscientes de ello era el comienzo del bien. A partir de aquí, Él podía ir con ellos. Pero en Cristo, no obstante lo humilde que la gracia pudiese ser, al tomar esta senda con ellos, se trataba de la gracia que obraba en justicia; pues en Él era amor y obediencia, y el camino en el cual glorificaba a Su Padre. Él entró por la puerta.
Con El Remanente; El Cielo Se Abre Sobre La Gracia Y La Perfección De Jesús
Jesús, por lo tanto, al tomar este lugar de humillación que el estado del pueblo amado requería, y al cual le llevó la gracia, se encontró en el lugar del cumplimiento de la justicia, y de toda la buena voluntad del Padre, de la cual Él se convirtió así en su objeto, en este lugar.
El Padre podía reconocerle como Aquel que satisfacía Su corazón en el lugar donde se encontraban el pecado y, al mismo tiempo, los objetos de Su gracia, para poder dar libre curso a Su gracia. La cruz fue el total cumplimiento de esto. Diremos una palabra sobre la diferencia cuando hablemos de la tentación del Señor; pero es el mismo principio en cuanto a la amorosa voluntad y a la obediencia del Señor. Cristo estaba aquí con el remanente, en vez de ser sustituido por ellos, y Él situado en el lugar de ellos para expiar el pecado; pero el objeto del deleite del Padre había tomado, en gracia, Su lugar con el pueblo, contemplados como confesando sus pecados delante de Dios, y presentándose ellos a Dios tan interesado en ellos, mientras realmente esto salía moralmente de ellos, y con corazón renovado para confesarlos, sin lo cual el Señor no podría haber estado en medio de ellos, excepto como testigo para predicarles proféticamente la gracia.
Jesús, habiendo tomado esta posición y habiendo orado—apareciendo como el hombre piadoso, dependiente de Dios y alzando Su corazón a Dios, así, también, la expresión de la perfección en esa posición—el cielo es abierto a Él. Por el bautismo Él tomó Su lugar con el remanente; al orar—estando allí—exhibió la perfección en Su propia relación con Dios. La dependencia, y el corazón que sube a Dios, como la primera cosa y como la expresión, por decirlo así, de la existencia de esta dependencia, es la perfección del hombre aquí abajo; y, en este caso, del hombre en circunstancias tales como éstas. Aquí, entonces, los cielos pueden abrirse. Y observen, no son los cielos abriéndose para buscar a alguien alejado de Dios, ni es la gracia abriendo el corazón ante un sentimiento determinado; sino que fueron la gracia y la perfección de Jesús las que causaron que los cielos se abrieran. Como está escrito: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida.” (Juan 10:17). Así también es la perfección positiva de Jesús que es la razón de que los cielos se abriesen. Observemos también aquí que, una vez presentado este principio de reconciliación, los cielos y la tierra no están tan distantes el uno del otro. Es cierto que, hasta después de la muerte de Cristo, esta intimidad debe centrarse en la Persona de Jesús y realizada por Él solo, pero eso incluía todo el resto. La proximidad se estableció, aunque el grano de trigo tenía que quedar solo, hasta que ‘cayese en tierra y fructificara.’ No obstante, los ángeles, como hemos visto, podían decir: “en la tierra paz, buena voluntad [de Dios] para con los hombres.” Y vemos a los ángeles con los pastores, y a las huestes celestiales, mirando y oyendo acerca de la tierra, alabando a Dios por lo que había tenido lugar; y aquí, los cielos se abren sobre el hombre, y vemos el Espíritu Santo descendiendo visiblemente sobre Él.
Examinemos la importancia de este último caso. Cristo ha tomado Su lugar con el remanente en su condición débil y humilde, pero cumpliendo toda justicia en ello. Todo el favor del Padre reposa sobre Él, y el Espíritu Santo desciende para sellarle y ungirle con Su presencia y Su poder. Hijo de Dios, hombre en la tierra, el cielo se abre a Él, y todos el afecto del cielo se centra sobre Él, y sobre Él asociado con los Suyos. El primer paso que hacen estas almas humilladas en la senda de la gracia y de la vida, es hallar a Jesús con ellos, y al estar Él allí, encuentran el favor y el deleite del Padre, y la presencia del Espíritu Santo. Y recordemos siempre que es sobre Él como hombre, al tiempo que Hijo de Dios.
Jesús Como La Medida De La Posición Del Hombre Acepto Ante Dios
Tal es la posición del hombre aceptado delante de Dios. Jesús es la medida, la expresión. Tiene estas dos cosas—el deleite del Padre, y el poder y el sello del Espíritu Santo; y ello en este mundo, y conocido por aquel que lo disfruta. Existe ahora esta diferencia, ya hecha notar, y es que nosotros miramos por el Espíritu Santo dentro del cielo donde Jesús está, pero tomamos Su lugar aquí abajo.
Contemplemos así al hombre en Cristo—los cielos abiertos—el poder del Espíritu Santo sobre Él y en Él—el testimonio del Padre y la relación del Hijo con el Padre.
La Genealogía De Cristo En Lucas; El Postrer Adán
Se observará que aquí se retrocede en el curso de la genealogía de Cristo, no hasta Abraham y David, para que Él fuera el heredero de las promesas según la carne, sino hasta Adán, a fin de mostrar al verdadero Hijo de Dios como hombre en la tierra, donde el primer Adán perdió su título, tal como sucedió. El postrer Adán, el Hijo de Dios, estaba allí, aceptado por el Padre, y preparándose para hacer suyas las dificultades a las cuales la caída del primer Adán había llevado a los de su raza que se acercaban a Dios bajo la influencia de Su gracia.
El enemigo, a través del pecado, estaba en posesión del primer Adán; y Jesús debía obtener la victoria sobre Satanás si iba a liberar a los que estaban bajo su poder. Debía atar al hombre fuerte. Conquistarle en forma práctica es la segunda parte de la vida cristiana. El gozo en Dios, el conflicto con el enemigo, forman la vida del redimido sellado con el Espíritu Santo y caminando mediante Su poder. En ambas de estas cosas el creyente está con Jesús, y Jesús con él.