El primer versículo del capítulo 4 completa este doloroso tema, y aquí creemos que viajamos a los últimos días. La destrucción de la vida masculina será tan grande que las mismas mujeres se encontrarán abogando por algún tipo de poligamia para cubrir el reproche de la soltería, preparadas para no ser un gasto real para el hombre cuyo nombre toman. Esto puede parecernos extraño, pero cuando consideramos las predicciones de las Escrituras en cuanto a la contienda y la guerra que marcarán el fin de la era, no nos sorprende. Lea, por ejemplo, la predicción en cuanto a la guerra “en el tiempo del fin”, dada en Daniel 11:40-45.
Las palabras “en aquel día” aparecen al principio del versículo 2, así como en el versículo 1, y aquí vemos claramente que el “día” en cuestión es el período que introduce la era venidera, el tiempo de la segunda venida. La palabra traducida “Renuevo” se usa de nuestro Señor cinco veces en el Antiguo Testamento, y tiene el sentido de un brote, “un retoño de Jehová para gloria y hermosura” (Nueva Traducción). Aquí vemos, aunque algo velada, una alusión a la Deidad del Mesías prometido. La figura utilizada es la de un árbol vivo que brota un brote que muestra su propia naturaleza y carácter. Y el árbol viviente aquí es Jehová mismo; mientras que las palabras “para gloria y hermosura” llevan nuestros pensamientos a las vestiduras hechas para Aarón, y a su significado típico como se declara en Hebreos 2:7.
Dos veces en Jeremías se hace alusión al Señor Jesús como el Renuevo o Retoño (23:5; 33:15); Pero allí lo que se enfatiza es la justicia. Es el carácter que Él despliega, más que la Fuente de la que brota. De nuevo en Zacarías la expresión aparece dos veces (3:8; 6:12). Allí se pone énfasis en el hecho de que aunque Él brota de Jehová, ha de tomar el lugar del Siervo, y entrar en la Edad Humana para servir. Al leer los cinco sucesos a la luz más completa del Nuevo Testamento, vemos cuán completas eran estas predicciones tempranas en cuanto a nuestro bendito Señor. El de nuestro capítulo es el primero y el más profundo de todos.
Podemos notar que Isaías 11:1 presenta al Señor Jesús como una “Vara [o, Brote una palabra diferente de Brote] del tallo de Isaí”, y más abajo en ese capítulo Él es “una Raíz de Isaí”; dos expresiones que nos recuerdan “la raíz y la descendencia de David” (Apocalipsis 22:16). “Brote” de Jehová es lo que Él era esencialmente. “Disparo” de Isaí y David es en lo que Él llegó a ser en Su santa Humanidad.
No solo Cristo será revelado así en ese día, sino que también se hallará un resto piadoso, del que se hablará como “los que escaparon de Israel”. Esto indica cuán feroz y destructiva será la vida de la gran tribulación que se predice en otra parte. El versículo 3 refuerza el mismo hecho, y del discurso profético de nuestro Señor, registrado en tres de los Evangelios, aprendemos que Judá y Jerusalén serán el centro mismo de ese tiempo de prueba y persecución, que solo terminará cuando el Señor intervenga con poder en Su segundo advenimiento. Los que permanezcan estarán vivos espiritual y santos, y disfrutarán de los excelentes frutos que serán producidos por Su presencia.
Pero antes de que se pueda producir este feliz estado de cosas, tiene que haber esa obra de purificación de la que habla el versículo 4, descrita como “un espíritu de juicio y por el espíritu de ardor”; es decir, por el fuego. Podemos recordar que Juan el Bautista dijo de nuestro Señor: “Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego” (Mateo 3:11). Indicó también que era la paja la que debía ser quemada, mientras que el trigo era recogido en Su granero. En nuestro capítulo, el trigo se describe en los versículos 2 y 3. La quema de la paja purgará y lavará la inmundicia.
La purificación de Jerusalén, de hecho de toda la tierra, será por una obra de juicio y no por la predicación de la gracia.
Una vez que el juicio ha cumplido su obra purificadora, la presencia de Dios puede ser restaurada en Jerusalén, morando no sólo en un edificio especial, como el templo en los días de Salomón, sino más bien en cada morada y convocación. Su presencia será señalada como en la antigüedad por una nube durante el día y una llama por la noche. Cuando eso suceda, ¿quién podrá asestar un golpe a Jerusalén? La presencia de Dios y la gloria que la acompaña será protección. ¿Quién puede golpear a través de una defensa como esa?
La palabra traducida como “tabernáculo” en el versículo 6 no es la que se usa para el tabernáculo en el desierto, sino para la fiesta de los tabernáculos o cabañas. Cualquier extremo, ya sea de calor o de lluvia, será tan leve que no se necesitará más que una cabina. Todo lo necesario se encontrará en relación con la presencia de Dios en medio de su pueblo, redimido por el juicio.
La primera de las secciones menores del libro termina con el capítulo 4. Por consiguiente, observamos que aunque hemos tenido ante nosotros desde el principio un cuadro muy oscuro del estado pecaminoso y corrupto del pueblo, que traería sobre ellos el juicio de Dios, somos conducidos en su proximidad a Cristo como el Retoño de Jehová, en quien se halla toda esperanza. Encontraremos que este rasgo se repite. La siguiente sección, capítulos 5:1 9:7, termina con Emanuel. La tercera sección termina, en el capítulo 12, con el brote y la raíz de Isaí, y el gozo que Él traerá a cabo.
Al considerar más a fondo a Isaías, notaremos algunas de esas “cosas concernientes a Él” que, cuando las expuso en el día de Su resurrección a los dos discípulos que iban a Emaús, hicieron que sus corazones ardieran dentro de ellos. Si las consideramos correctamente, tendrán el mismo efecto sobre nosotros.
Capítulos 5:1—9:7
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