Capítulo 4

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"Téngannos los hombres por ministros de Cristo, y dispensadores (o administradores) de los misterios de Dios. Mas ahora se requiere en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel" (vvss. 1, 2). Sea un apóstol y administrador de los misterios de Dios, o sea cualquier creyente en su servicio para el Señor, es preciso que cada uno se muestre por fiel. El Señor Jesús dijo: "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto" (Lc. 6:10).
"Siervos de Jesús, hombres de verdad,
Guardas del deber somos, sí;
Libres de maldad, ricos en bondad,
Que seamos fieles en la lid."
"Yo en muy poco tengo el ser juzgado; de vosotros, o de juicio humano; y ni aun yo me juzgo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; mas el que me juzga, el Señor es" (vvss. 3, 4). Pablo, en su servicio para su Señor, no estaba delante del tribunal del juicio humano, ni de los corintios, ni de otros; ni aun se juzgaba a sí mismo, porque tenía buena conciencia. Sin embargo, no se justificó a sí mismo, porque sólo el Señor es el que discierne totalmente los intentos del corazón humano. "Tú me has examinado y conocido" (Sal. 139:1).
"Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual también aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará los intentos de los corazones: y entonces cada uno tendrá de Dios la alabanza" (v. 5). Del contexto anterior de este versículo, es claro que se trata de no juzgar los motivos o intentos de otra persona, lo que está oculto en el corazón y que el Señor mismo sacará a la luz cuando venga. Pero en el capítulo 5, veremos que es necesario que los santos juzguen los malos hechos cometidos por los que están dentro. (vvss. 11-13). ¡Qué placer Le dará al Señor en aquel día tan cercano cuando Él galardonará a sus siervos que han sido fieles!
"Esto empero, hermanos, he pasado por ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros; para que en nosotros aprendáis a no saber más de lo que está escrito, hinchándoos por causa de otro el uno contra el otro" (v. 6). Pablo no quiso divulgar los nombres de aquellos hermanos en Corinto a los cuales los creyentes carnales estaban haciendo cabecillas de partidos en embrión dentro de la iglesia; por eso Pablo les había escrito "que cada uno de vosotros dice: Yo cierto soy de Pablo; pues yo de Apolos; y yo de Cefas, y yo de Cristo" (1:12). Si era muy en contra de la voluntad de Dios nombrar a los apóstoles cual cabecillas de partidos, entonces ¡cuánto más dividir a Cristo — efectivamente — mediante una preferencia carnal para un hermano dotado o para otro! Pedro estuvo casi del mismo espíritu en el monte de la transfiguración: "Jesús ... fue transfigurado delante de ellos. Y Sus vestidos se volvieron resplandecientes, blancos, como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. Entonces respondiendo Pedro, dice a Jesús: Maestro, bien será que nos quedemos aquí, y hagamos tres pabellones: para Ti uno, y para Moisés otro, y para Elías otro; porque no sabía lo que hablaba [...] Y vino una nube que les hizo sombra, y una voz de la nube, que decía: Este es Mi Hijo amado: a Él oíd. Y luego, como miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo" (Mc. 9:2-8). A Moisés y a Elías Dios los quitó enseguida, y Su voz señaló al Señor Jesús como el único digno de la gloria.
"Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no hubieras recibido?" (v. 7). ¿Por qué son los creyentes en el Señor Jesucristo distintos los unos de los otros, en sus caracteres y en sus dones? Porque, siendo todos miembros del cuerpo de Cristo, "Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como quiso" (1ª Co. 12:18). Todo lo que cada miembro ha recibido es don de Dios. ¿Por qué, entonces, la envidia, la contienda, el celo, la preferencia para un siervo u otro, más bien que el reconocimiento de todos colocados en el cuerpo como Dios ha querido? Todo lo que somos y tenemos, de Dios lo hemos recibido. Así no podemos gloriamos sino sólo en el Señor.
"Ya estáis hartos, ya estáis ricos, sin nosotros reináis; y ojalá reinéis, para que nosotros reinemos también juntamente con vosotros" (v. 8). En verdad, la asamblea cristiana de Corinto todavía muy joven, se hallaba en una condición espiritual muy triste, pues de una suficiencia propia se sentía harta y rica como una reina en su trono; ni siquiera sentía la necesidad de su humilde padre espiritual, el Apóstol Pablo. Muy humildemente, pero con una nota de ironía, Pablo les dijo que esperaba reinar también con ellos (por supuesto, cuando el Señor Jesús venga para establecer Su reino).
El cristiano no está llamado para que reine en este mundo, es decir, meterse en la política de su país natal. Está llamado para sufrir como Cristo sufrió, no para gobernar, como tampoco Cristo se metió en los asuntos políticos, sino se sometió a las "potestades superiores" de aquel entonces, hasta ser condenado a la muerte de cruz por el gobernante Poncio Pilato. El negocio del cristiano es predicar el evangelio de la gracia de Dios, el cual está tomando de entre las naciones un pueblo para Su nombre (Hch. 15:14) antes de que juzgue al mundo. Cuando Cristo reine, reinaremos con Él.
"Si sufrimos aquí reinaremos allí
En la gloria celestial,
Si llevamos la cruz por amor de Jesús,
La corona Él nos dará."
"Porque a lo que pienso, Dios nos ha mostrado a nosotros los apóstoles por los postreros, como a sentenciados a muerte: porque somos hechos espectáculo al mundo, y a los ángeles, y a los hombres" (v. 9). Con la excepción del Apóstol Juan, todos los apóstoles del Señor Jesucristo fueron martirizados, sea por los líderes religiosos de los judíos, o por los gobernantes y sacerdotes entre los paganos; y hasta el día de hoy los líderes religiosos (aun los que se llaman cristianos) permiten o mandan que los cristianos evangélicos sean asesinados porque son "herejes." También los paganos siguen asesinando a los mensajeros de Cristo que anuncian las buenas nuevas de salvación del pecado mediante la obra redentora de Cristo en la cruz. Así, se demuestra patentemente que este mundo permanece lo mismo que cuando crucificó al Señor de gloria, y volvería a crucificarle si retornara manso y humilde. Pero ¡no volverá así, sino como el gran Vencedor!
"Nosotros necios por amor de Cristo, y vosotros prudentes en Cristo; nosotros flacos, y vosotros fuertes; vosotros nobles, y nosotros viles. Hasta esta hora hambreamos, y tenemos sed, y estamos desnudos, y somos heridos de golpes, y andamos vagabundos [o, no tenemos morada fija]; y trabajamos, obrando con nuestras manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y sufrimos; somos blasfemados, y rogamos; hemos venido a ser como la hez del mundo, el desecho de todos hasta ahora" (vvss. 10-13). He aquí la descripción lastimera de la vida diaria de un fiel apóstol y siervo del Señor Jesucristo. Solamente con la gloria brillando ante sus ojos, pudo el Apóstol Pablo seguir sin desmayar.
"No escribo para avergonzaros ; mas amonéstoos como a mis hijos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis" (vvss. 14-16). De esta manera fiel y eficaz les hizo recordar a sus amados hijos, los corintios, que él era su padre espiritual, siendo ellos el fruto de sus trabajos arduos en el evangelio; y si habían llegado otros que se hacían "ayos", sin embargo sus hijos harían bien en imitarle a él en su camino de padecimientos y de humildad; exhortación constreñidora y fiel!
"Por lo cual os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os amonestará de mis caminos cuáles sean en Cristo, de la manera que enseño en todas partes en todas las iglesias" (v. 17). Para los cristianos jóvenes es de sumo interés considerar cómo Timoteo llegó a ser un fiel y capaz siervo del Señor: tuvo el gran privilegio de acompañar al Apóstol Pablo al campo de batalla y de él aprendió, prácticamente, las lecciones imprescindibles de un discípulo de Cristo, las cuales no se aprenden nunca dentro de "escuelas," etc. Por lo tanto, el joven cristiano hace bien en aprovechar la ayuda espiritual de fieles siervos del Señor, hombres cuya "mira" (Col. 3:22Set your affection on things above, not on things on the earth. (Colossians 3:2)) está puesta en Él y no en las cosas propias de ellos.
Es de notar bien que el Apóstol no sólo dirigió esta epístola a los corintios, sino a "todos los que invocan el nombre del Señor Jesucristo en cualquier lugar" (1:2) ; y aquí que enseñaba precisamente la misma doctrina en "todas partes en todas las iglesias"; no tenía enseñanzas diversas para varias iglesias. (Compárese con 1ª Co. 7:17 también).
"Mas algunos están envanecidos, como si nunca hubiese yo de ir a vosotros. Empero iré presto a vosotros, si el Señor quisiere; y entenderé, no las palabras de los que andan hinchados, sino la virtud. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en virtud. ¿Qué queréis? ¿iré a vosotros con vara, o con caridad [amor] y espíritu de mansedumbre?" (vvss. 18:21). No era la costumbre del Apóstol dejar sin visitas repetidas a los que eran el fruto de su trabajo en el evangelio, pues amaba mucho a los corderitos del Señor y siempre buscaba apacentarlos. Pero entre los corintios había algunos que estaban hinchados de orgullo y faltos de virtud o poder espiritual. Pablo no quería ir a Corinto con la vara de autoridad apostólica en la mano, sino con amor y espíritu de mansedumbre. Imitémosle todos nosotros, los que hemos creído en Jesús, el Cordero de Dios, el cual quitó todos nuestros pecados (Juan 1:29), el cual era siempre manso y humilde (Mateo 11:29).