La Explicación De Daniel Acerca De La Visión
Hemos visto, después de la visión de la gran imagen, que siguió a continuación un capítulo presentando, a primera vista, poca apariencia de conexión con la profecía, pero que, yo confío, se demostró que tiene una relación muy importante con ella. Pues en Daniel nosotros tuvimos meramente la historia general de los poderes Gentiles, no sus cualidades morales. Imperio tras imperio iba surgiendo y desapareciendo de la escena de la providencia de Dios. Pero no vimos cuál era el carácter de estos imperios, de qué manera ellos utilizaron el poder que Dios entregó en sus manos. Estos incidentes históricos fueron introducidos deliberadamente entre el primer gran esquema en Daniel 2 y los detalles que siguen desde Daniel 7 hasta el final del libro. Ellos muestran la conducta de los imperios mientras están en posesión de autoridad suprema concedida por Dios en el mundo. El primer retrato de sus maneras morales fue presentado en Daniel 3: la religión, tal como era, hecha obligatoria por el poder Gentil, con independencia de las demandas de Dios y la conciencia del hombre.
El principio de esto corre, desde el comienzo, a través de todo el tiempo de los Gentiles. Indudablemente ello pareció ser necesario a consecuencia de la inmensa extensión del imperio, para tener a alguien controlando la religión que uniría las varias tierras y las varias naciones sometidas. ¡Y esto a cambio del lugar de honor en que Dios había colocado a Nabucodonosor! No obstante, ello sólo brindó la ocasión para que Dios mostrase Su poder, aun en los cautivos judíos ahora bajo el control de los Gentiles. En el capítulo anterior (Daniel 2) quedó claro que la sabiduría de Dios se hallaba entre ellos. Todo el saber del imperio Babilónico fue completamente defectuoso. Sólo Daniel pudo explicar las visiones. Pero aunque la sabiduría divina estaba allí, el poder es otra cosa, y Dios se valió del terrible castigo, tal como pareció, de los tres Hebreos, y mostró ser Él, de la manera más conspicua, el Libertador de los fieles en la hora de su necesidad. El comienzo del imperio Gentil es sólo la prefiguración de lo que será la escena final. Y así como entonces hubo liberación mediante el poder divino en el principio, así la habrá en una futura ocasión; y esto se hallará especialmente en conexión con los fieles de Israel, los judíos. Yo no quiero decir, por supuesto, con los judíos en su estado actual; porque, ahora, un judío que permanece como tal es un enemigo de Dios. Pero ese no será siempre el caso. Está por llegar el tiempo cuando la simiente de Abraham, sin dejar de ser judíos, se convertirá a Dios — recibirá al Mesías, según las profecías. No me refiero a que los judíos entrarán en el mismo bendito conocimiento y gozo que nosotros tenemos ahora; sino que el judío estará entre los fieles que serán hallados en el postrer día, tal como se predice en muchas profecías. Obviamente, esto supone un cambio muy importante, que ha de tener lugar en la historia del mundo, o más bien, Dios sacará del mundo lo que no es del mundo, para poder Él reanudar Su interés en lo que está sucediendo en la tierra. Debido a que la obra de Dios, en el momento actual, no está inmediatamente relacionada con los movimientos del mundo. Sus etapas de progreso y decadencia no son la expresión de Su voluntad, aunque Él ejercita siempre un control providencial sobre ellos.
La Relación De La Historia Y La Profecía
Pero nosotros sabemos que hubo un tiempo, en la historia del mundo, cuando Dios tomó un interés directo e inmediato en lo que estaba sucediendo entre los hombres. Incluso se decía que las batallas de ellos eran las batallas del Señor; y que sus derrotas, hambrunas, etc., eran enviadas como castigo impuesto de parte de Dios por algún mal con el cual Él estaba tratando. Ahora bien, mientras permanece perfectamente verdadero que no hay guerra ni sufrimiento de ninguna clase que suceda sin Dios, y que todo está bajo Su control soberano, ello no es en la forma del mismo gobierno directo. De modo que una persona no puede decir ahora, «Esta guerra está en la Palabra de Dios»; o, «Esta hambruna es un castigo por tal o cual mal.» Indudablemente que hay personas muy suficientemente dispuestas para pronunciarse en cuanto a estos asuntos. La equivocación de ellos surge del hecho de no apreciar el gran cambio que ha tenido lugar en la forma en que Dios ejerce el gobierno del mundo. Mientras Israel era la nación en la cual Dios estaba mostrando Su carácter para la tierra, estas cosas se hallaban directa e inmediatamente de Dios. Pero desde el momento en que Dios dejó de tratar con Su pueblo Israel, este control que Dios ejerce sobre los asuntos humanos ha sido meramente indirecto, providencial, de un tipo general.
Otra cosa ha entrado. Cuando el Cristo verdadero fue rechazado por Israel, e Israel perdió, de este modo, su oportunidad de ser restaurado a su lugar de supremacía, Dios, podemos decir, se valió de esto para introducir otra cosa — el llamamiento de la Iglesia. Ya no se trató de Dios gobernando una nación como Israel bajo Su ley; tampoco fue, sencillamente, un gobierno indirecto de los Gentiles; sino la revelación de Él mismo como Padre a Sus hijos en Cristo, y el Espíritu Santo enviado desde el cielo, no sólo para actuar sobre sus corazones, sino para morar en medio de ellos, y para bautizarlos, judío o Gentil, en un cuerpo, el cuerpo de Cristo con Su Cabeza en el cielo. Eso continúa ahora. Y, por tanto, Dios no tiene ahora ninguna relación particular con los judíos: Él no trata con ellos más de lo que no trata con los demás, excepto que ellos tienen una sentencia de ceguera judicial sobre ellos. Ellos eran ciegos anteriormente. Dios no los obligó a rechazar a Cristo. Él nunca ciega a una persona en ese sentido: sólo el pecado ciego de esa manera. Pero cuando los hombres rechazan la luz de Dios, y rechazan obstinadamente su propio testimonio, Él puede, y lo hace, entregar algunas veces a una total oscuridad, en el sentido judicial, en adición a lo que es natural al corazón humano. La nación de Israel está ahora bajo esa ceguera judicial. Pero mientras este es el caso con la gran mayoría, no es así con todos. Siempre habrá un remanente de Israel. Ellos son la única nación de la que se puede decir eso verdaderamente — la única nación que Dios nunca ha abandonado totalmente. Otras naciones pueden conocer el hecho de que Dios las visite por un tiempo, y que las visite notablemente en gracia. Dios ha bendecido maravillosamente a nuestro propio país — ha dado a los hombres Su palabra libremente, y muchos otros privilegios. Pero mientras ese es el caso, no hay ninguna obligación de parte de Dios para mantener a Inglaterra en esa posición. Si el país muestra un oído sordo, alejándose de la verdad, y prefiriendo la idolatría, algo que no es del todo imposible, ciertamente será dejada, y caerá bajo el engaño que Dios enviará pronto al mundo (2 Tesalonicenses 2:11). Pero Dios se obligó a Sí mismo mediante una promesa especial a Israel, y Él nunca los abandonará enteramente. En Israel habrá siempre una simiente santa en los tiempos más oscuros. Y esto está relacionado con una observación que yo hice antes. Mientras Dios está ocupado en reunir a la Iglesia, no puede haber ninguna relación especial con Israel para sacarlos a la luz como Su pueblo, y librarlos de sus angustias, y cosas por el estilo. Pero cuando Dios se complazca en sacar a la Iglesia de esta escena actual, Israel se presentará otra vez; y es en aquel día, cuando sus corazones sean tocados por el Espíritu de Dios, que se producirá el cumplimiento de una liberación, cuyo tipo vimos al final de Daniel 3.
Yo sólo puedo hacer notar acerca de esa ocasión, que el rey fue tan grandemente conmovido, que él mandó, como una especie de ordenanza de su reino, que el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, tenía que ser honrado; y que cualquier persona que intentara hablar contra ese Dios sería descuartizada, y su casa convertida en muladar (Daniel 3:28-29). Pero lo que sí encontramos es esto: que, tanto el honor especial tributado a Daniel, en Daniel 2, como la orden de que sus súbditos debían honrar al Dios de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, en Daniel 3, tuvieron solamente una breve permanencia. Se trató meramente de un sentimiento pasajero, el cual, al igual que la nube mañanera, se disipó de la mente del rey. Él mismo registra en este capítulo 4, cuán poco habían alcanzado su corazón los modos de obrar de Dios, no obstante el hecho de que él pudiera haber sido impactado, por el momento, con la muestra de Su sabiduría. Una cosa es mostrar honra por un profeta, y obligar a los súbditos de su reino a honrar al Dios quien libertaba como ningún otro podía hacerlo. Pero, ¿cómo sucedió en el caso del propio Nabucodonosor? “Yo Nabucodonosor,” él dice, “estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio” (Daniel 4:4).
Confesiones De Nabucodonosor
Así, ustedes ven, es claro, de lo que se desprende de su propio relato, aunque lo presenta para mostrar la misericordia manifestada hacia él, que, después de todas las maravillosas transacciones de los capítulos anteriores, Nabucodonosor seguía siendo aún el mismo hombre en el fondo. No hubo ningún cambio profundo en su alma — nada semejante a que su corazón fuera traído a Dios. Él estaba tranquilo en su casa y próspero en su palacio. Tal como el hombre de la tierra, todo lo que Dios le había dado en sus manos solamente alimentó su orgullo y auto-complacencia. En esta condición, Dios le envía un nuevo testimonio. “Ví un sueño que me atemorizó, y mis pensamientos sobre mi cama y las visiones de mi cabeza me aterraron. Por lo cual dí orden de hacer presentarse delante de mí todos los sabios de Babilonia, para que me hiciesen conocer la interpretación del sueño” (Daniel 4:5-6 - VM). Por tanto, él emite un decreto, ordenando traer a todos los sabios de Babilonia, para que ellos pudiesen darle a conocer la interpretación del sueño. Ellos vienen, y él les dice el sueño. Pero dice, “no me pudieron mostrar su interpretación, hasta que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios” etc. (Daniel 4:7-8). A él le habla con confianza. “Oh Beltsasar, jefe de los magos, ya que sé que en ti está el espíritu de los dioses santos y que ningún misterio te confunde, declárame las visiones del sueño que he visto, y su interpretación” (Daniel 4:9 - LBLA). Él puede hablar con él en un estilo pagano; él puede atribuir la sabiduría del Dios Altísimo en él a sus propios dioses; pero, con todo, él reconoce que hay algo especial y peculiar en Daniel. Él menciona también la visión en el mismo estilo. Daniel, cuando oye el sueño, y se da cuenta de su significado, se turbó y quedó atónito por una hora. Tampoco debemos nosotros limitar esto a la historia de Nabucodonosor. Tal como vimos en Daniel 2 que se dijo que el rey era la cabeza de oro, igualmente en este capítulo él era el árbol. Pero en Daniel 2 no se trataba sólo del rey personalmente, sino de su dinastía que estaba representada por la cabeza de oro. En un cierto sentido, lo que era verdad de Nabucodonosor caracterizaría al imperio Gentil hasta el final. De igual manera en este presente escenario. Daniel tuvo el dolor y el horror de ver lo que le esperaba a Nabucodonosor. Y esto, ¡por desgracia! presagió muy claramente el problema de este nuevo sistema que el Dios del cielo había establecido.
Pero, siguiendo sencillamente el capítulo que tenemos ante nosotros, Daniel explica la visión. Él dice, “Señor mío; sea el sueño para los que te odian, y su interpretación para tus adversarios. El árbol que viste, que se hizo fuerte y corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra ... eres tú, oh rey, que te has hecho grande y fuerte” (Daniel 4:19-22 - LBLA). Todos deben estar familiarizados con la manera en que tanto los salmos como los profetas utilizan la figura del árbol para describir la posición asignada por Dios a Israel, así como a otros pueblos. Así, la vid en el Salmo 80 es, claramente, lo que Israel estaba destinado a ser en el propósito de Dios. Pero hubo un fracaso total. Y así vemos en Jeremías 2, Ezequiel 15, etc., que el propósito de Dios pareció ser quebrantado. Pero Él nunca lo abandona. Él se puede arrepentir de la creación. Pero dondequiera que exista aquello que no es meramente la obra de Su mano, sino el fruto de la acción de Su corazón — y que es Su propósito — Dios nunca lo abandona. Donde Él meramente llama a existir a aquello que no existía antes, un cambio puede entrar. Pero no hay ningún cambio donde Dios pone Su amor sobre una persona, y da ciertos dones adecuados. “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29). (“Porque los dones y la vocación de Dios no están sujetos a cambio de ánimo” Romanos 11:29 - VM). Esto es algo muy importante, al estar relacionado con almas individuales. Duden de la fidelidad de Dios en cualquier respecto, y ustedes la debilitan en cuanto a cualquier otra cosa. Si Dios pudo llamar a Su pueblo Israel, y abandonarlos después absolutamente, ¿cómo podría yo estar seguro que Dios me guardaría siempre como Su hijo? Porque si alguna vez se trató de esto, fue en Israel. Si yo creo en la fidelidad de Dios para conmigo, individualmente, ¿por qué dudar de ella en cuanto a Israel? La pregunta es siempre, ¿Es Dios fiel? ¿Se ha apartado Él de Su propósito, o ha retirado Sus dones? Si no es así, independientemente de lo que las apariencias puedan decir por un tiempo, Dios vindicará Su verdad y misericordia al final.
Pero para volver a nuestro asunto, la figura del cedro en Ezequiel 31:3 puede ayudar aún más para ilustrar lo que tenemos en Daniel. “He aquí que el asirio era cedro en el Líbano, de hermosas ramas, de frondoso ramaje y de gran altura, y su copa estaba entre densas ramas” (Ezequiel 31:3 - RVR1977). Luego, más adelante, encontramos, “Los cedros en el jardín de Dios no le aventajaban en altura” (Ezequiel 31:8 - VM). Esos eran los otros poderes en el mundo. “Los abetos no podían compararse a sus ramas” etc. (Ezequiel 31:8 - VM). Y, más aún, encontramos que hay una alusión al Faraón rey de Egipto en el versículo 18. Pero no me extenderé más sobre ello. Mi deseo ha sido demostrar, a partir de estos varios pasajes, que es una cosa común en la Escritura utilizar el árbol, sea como símbolo de producción de fruto o como un lugar de alta dignidad e importancia. En el Nuevo Testamento la figura se extendió a aquello que sustituye, por un tiempo, a Israel. Mateo 13 nos muestra que la dispensación del reino de los cielos es comparada, en una de sus fases, a un árbol creciendo desde pequeños comienzos. El Señor despliega la historia de la Cristiandad profesante. En Mateo 12, Él había presentado Su veredicto sobre Israel. El postrer estado sería peor que el primero. Tal será el estado de la mala generación de Israel, que da muerte al Señor Jesús, antes de que Dios la juzgue. Luego el Señor se vuelve hacia la cristiandad, y muestra, antes que nada, Su propia obra en la tierra. Él siembra semilla. En la parábola siguiente aparece un enemigo en la escena, se entremete en el campo, y siembra mala semilla. Se trata de la intrusión del mal en el campo de la profesión cristiana. La siguiente parábola revela que lo que era pequeño en su comienzo, crece hasta ser una vasta cosa elevada en la tierra. La pequeña semilla de mostaza llega a ser un gran árbol.
Ahora bien, podemos ver por estos pasajes que en cada caso, sea un individuo como expresión de poder, como Nabucodonosor, o una nación, la cual toma el predominio, o un sistema de religión, como en Mateo 13, el símbolo de un árbol señala la grandeza en la tierra, a menos que el fruto sea el objeto. Esa es su enseñanza universal. Yo no estoy hablando ahora, por supuesto, de esos árboles que eran meramente para producir fruto, como los que fueron escogidos, también, por su tamaño y majestuosidad. El poder terrenal está dado a entender, claramente, por el árbol en Daniel (Daniel 4:21). “En el que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, eres tú, oh rey, que te has hecho grande y fuerte, y tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra” (Daniel 4:21-22 - LBLA). Este árbol era la admiración de los hombres. Había todo lo que gratificaba el corazón: sus propias dimensiones magníficas, la belleza de sus ramas y hojas, la abundancia y la dulzura de sus frutos, la sombra benigna bajo la cual todas estas criaturas, las bestias del campo y las aves del cielo, hallaban protección. Todo esto, y mucho más, se hallaba en él, y tales eran los pensamientos del hombre acerca de él. Pero, ¿cuál era la estimación de Dios? “En cuanto a lo que vio el rey (un vigilante, uno santo, que descendía del cielo y decía: “¡Derribad el árbol y destruidlo ... )” (Daniel 4:23 - RVA). Observen, es meramente una destrucción por un tiempo; no hay nada semejante a una aniquilación de ninguna cosa en la mente de Dios. “Pero dejad el tronco de sus raíces en la tierra” (Daniel 4:23 - RVA). Tiene que haber medios utilizados por Dios para mantenerlo vivo. Por lo tanto, Él dice, déjenlo, “con atadura de hierro y de bronce, entre el pasto del campo. Que él sea mojado con el rocío del cielo y que con los animales del campo tenga su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos” (Daniel 4:23 - RVA). “Ésta es la interpretación, oh rey,” dice él, “y éste es el decreto del Altísimo que ha de venir sobre mi señor el rey” (Daniel 4:24 - VM). Y entonces él da su aplicación personal a Nabucodonosor. En este caso, todo fue perfectamente sencillo. Nabucodonosor fue advertido acerca de lo que iba a venir sobre él. Sería echado de entre los hombres, y su morada sería con las bestias del campo. Pero más que eso, él mismo iba a ser reducido a la condición de ellas. “Con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado” (Daniel 4:25). Y esto por un cierto tiempo definido. “Y pasen siete tiempos sobre ti; hasta tanto que conozcas que el Altísimo gobierna en el reino de los hombres, y lo da a quien le parece” (Daniel 4:25 - VM). No necesitamos detenernos en esta historia de Nabucodonosor. Ningún creyente sencillo estaría dispuesto a esgrimir dificultades acerca de ella. Los hombres lo han hecho, explicándola como una simple ilusión en la mente del rey. Pero estas no son preguntas que un cristiano debería aun considerar, excepto por el bien de otro. La Palabra afirma que el rey Nabucodonosor fue, por el poder de Dios, reducido en apariencia a una condición bestial. Si nosotros reconocemos que Dios pudo hacerlo y puso a un lado las leyes de la naturaleza, otorgándole a algunos el poder caminar sin sufrir ningún daño en el más feroz de los fuegos, y preservando intacto a otro en un foso de leones, debemos sentir que se trata de un mero asunto de Su voluntad y Su palabra el hecho de que Nabucodonosor fuera llevado a esta terrible degradación; echado entre las bestias del campo, y dándosele a comer hierba como los bueyes. El hombre que cree lo uno, debe creer lo otro. Sólo el poder de Dios pudo obrar así, y la Palabra de Dios es la autoridad para todo.
Pero mientras eso es bastante claro y sencillo, nosotros tenemos una imagen adicional del poder Gentil, su carácter de auto exaltación, y el juicio de Dios sobre él. Yo entiendo que Nabucodonosor, personalmente, demostró solamente lo que sería la tendencia general de los Gentiles, como teniendo poder dado a él por Dios. Él se admiraría y exaltaría a sí mismo, atribuyendo a su propio crédito toda la grandeza que Dios le había conferido. Se le mostró claramente los juicios que caerían sobre él; pero la advertencia fue desatendida. Por lo tanto, “Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor. Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti” (Daniel 4:28-31). La sentencia fue ejecutada. Los poderes Gentiles han actuado exactamente así con respecto a Dios. No estoy hablando ahora de individuos que pueden surgir de tiempo en tiempo. Personas piadosas pueden haber estado en la posición ocupada incluso por Nabucodonosor, pero, como regla general, sus sucesores desde aquel día hasta hoy — aquellos que han tenido la supremacía del mundo, y la gloria del mundo — la han utilizado, principalmente, para ellos mismos. Yo no hablo ahora, ni por un momento, como para permitir un sentimiento de desacato hacia esos poderes; sino que solamente estoy estableciendo el hecho bien conocido del gobierno Gentil. Ellos fueron paganos por muchos siglos hasta Cristo, y después de Cristo; y cuando el cristianismo fue aceptado por Constantino, y su profesión fue asumida gradualmente por el imperio, nadie puede suponer que ello fue más que un sistema de religión adoptado. Pero esto no impidió el curso general de las cosas. La única diferencia fue: que la profesión pagana, que era dominante anteriormente, fue suprimida, y el cristianismo, que había sido hollado anteriormente, fue establecido. El paganismo y el cristianismo cambiaron de sitio. Constantino pudo haber pensado que era correcto suprimir a los paganos y mostrar honor a los cristianos; pero no hubo el interrogante acerca de si él tomó la Biblia y consultó, «¿Cuál es la voluntad acerca de mí? ¿Cómo demostraré mi obediencia a Dios?» Ese jamás ha sido el caso, desde la época de Nabucodonosor, con ninguno de los que han dirigido los destinos del mundo. Y esto no podía ser. Yo hablo de los grandes amos del mundo, cuando el imperio era una cosa intacta. Y aun desde eso, aunque pueden haber existido casos excepcionales de reyes que han tenido temor de Dios delante de ellos, con todo, aun entonces no ha estado en su poder el hecho de cambiar el curso substancial de la política en sus reinos. Los que han intentado hacerlo así han fracasado completamente. Una cosa es la autoridad de Dios en el mundo, y absolutamente otra es que Dios tenga un alma obediente a Él como Su siervo.
Este capítulo nos muestra, entonces, el hecho de que de todo el poder, y la autoridad, y la gloria que Dios dio a los hombres, fue convertido en un medio de gratificar la propia soberbia de ellos. La consecuencia de esto es, que les sería quitado todo entendimiento de los pensamientos de Dios. Nabucodonosor tuvo notables visiones y revelaciones de parte de Dios. Pero, ¿para qué le sirvieron? Él había tenido esta advertencia, la más personal de todas. Pero, ¿para qué le sirvió? Daniel le había aconsejado que renunciara a sus pecados y actuara con justicia, y que pusiera fin a sus iniquidades mostrando misericordia a los pobres (Daniel 4:27 — NVI, LBLA). Pero él no prestó atención a ello. Doce meses pasaron cuando, con un corazón ensoberbecido, él atribuyó a sí mismo, y a la obra de sus propias manos, toda la grandeza y esplendor con los que se rodeaba. Esa gran Babilonia era lo que él había edificado, “¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?” (Daniel 4:30 - LBLA). De inmediato el fallo tiene efecto sobre él, y lo que era literalmente verdad de él individualmente, fue verdad moralmente de los poderes Gentiles como un todo. El carácter de los Gentiles a través de todos los tiempos sería el estar privados de la comprensión de Dios y sin sumisión a Él.
“En aquella misma hora se cumplió en Nabucodonosor esta sentencia; pues que de entre los hombres fué expulsado, y como los bueyes comía la hierba, y con el rocío del cielo fue mojado su cuerpo, hasta que los cabellos le crecieron como plumas de águila, y sus uñas como las de aves de rapiña” (Daniel 4:33 - VM). En el versículo 16, se había dicho, “Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia.” Todo pensamiento acerca de Dios fue enteramente perdido. Él no tuvo más idea sobre Dios que la que tenía la bestia del campo. Aun un hombre natural tiene una conciencia en Él. Pero Nabucodonosor perdió todo pensamiento, fue reducido a la falta de inteligencia de una bestia. El hombre fue formado para ser el ser que buscase a Dios en la tierra, y se mantuviese en dependencia de Él. Esa es su gloria. Una bestia disfruta, por decirlo así, de lo que es su propia esfera de gozo, según la capacidad que Dios le ha conferido de forma natural, pero no tiene ninguna idea del Dios que la hizo a ella y todas las cosas. El hombre la tiene. Es decir, reconocer a Dios es la gran diferencia esencial entre un hombre y una bestia, si uno pudiera hablar ahora en una especie de forma práctica de la verdad que se ha pretendido enseñar por medio de la historia. Yo entiendo que se nos demuestra, por medio de esta historia, si la leemos en forma típica, que los poderes Gentiles abandonarán el reconocimiento de Dios en el gobierno ejercido por ellos. Ellos podrían utilizar Su nombre exteriormente, pero en cuanto a cualquier reconocimiento de Dios como la fuente de todo lo que poseyeran, ello pasaría totalmente de sus mentes; y ha sido así.
Pero hubo un cambio físico, y esto fue lo que realmente sucedió en el caso de Nabucodonosor. Reducido a la condición de una bestia, él perdió lo que caracteriza a un hombre — todo reconocimiento de Dios. Él tenía un corazón de bestia, tal como se dice aquí. No tenía nada del carácter y la gloria de un hombre. El hombre es colocado aquí abajo como la imagen y gloria de Dios. Él es responsable de dar a conocer a Dios; y solamente él puede hacerlo porque él considera a Dios. Existen quienes tienen una apariencia externa de hombre, pero “El hombre que está en honra y no entiende, Semejante es a las bestias que perecen” (Salmo 49:20). Esto recibió su más notable confirmación en el caso de Nabucodonosor, pero lo mismo es verdad, en principio, de todo hombre que tiene a su ‘yo’ y no a Dios delante de sus ojos. Eso fue exactamente verdadero en el caso del rey Babilónico. Él no entendió. Atribuyó todo a sí mismo y no a Dios; y entonces, mediante una terrible retribución, él es reducido al estado más abyecto. Nunca un Gentil poseyó semejante gloria y majestad como Nabucodonosor; pero en un momento todo es cambiado. En el punto culminante de su soberbia, la sentencia de Dios cae sobre él. “Fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes” etc. (Daniel 4:33). Pero todo esto tuvo sus límites. Iba a durar “hasta que pasen sobre él siete tiempos” (Daniel 4:23). La palabra “tiempos” puede haber sido utilizada en lugar de años, quizás porque este juicio de Nabucodonosor es el tipo de la condición a la que son reducidos los poderes Gentiles durante todo el curso de su imperio. De ahí que un término simbólico puede haber sido escogido en lugar de uno de la vida común. Los Gentiles, pese al don de Dios de poder supremo, estarían sin ningún reconocimiento adecuado de Él en el gobierno ejercido por ellos. Utilizarían su poder para sus propios fines e intereses. En cuanto a conformarse ellos real y honestamente a la voluntad de Dios, ¿cuándo se oyó alguna vez de que algo semejante fuera el objeto de cualquier política nacional desde que ellos obtuvieron su poder? No estoy al tanto de que alguna vez se pensara en ello. Así que realmente esta figura tiene su aplicación al entero curso de los Gentiles.
El Efecto De Su Castigo
Consideremos un poco el efecto del juicio sobre Nabucodonosor. Siete tiempos pasaron sobre el rey. “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo” (Daniel 4:34). Por lo tanto, fue la primera gran señal de la devolución de la inteligencia. Una bestia mira hacia abajo. Ella nunca alza sus ojos al cielo, en el sentido moral de la expresión. El hombre, actuando moralmente como hombre, reconoce en su conciencia a Uno de quien él ha recibido todo, y Uno a quien él tiene que honrar y obedecer. Nabucodonosor, cuando el período del juicio finalizó, alzó sus ojos al cielo. Él está tomando el verdadero lugar como hombre. “Y mi razón me fue devuelta.” ¿Cuál fue la consecuencia? “Y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre.” Noten la diferencia. En ocasiones previas, quizás él se habría inclinado delante del profeta, y habría ordenado que le ofreciesen incienso (Daniel 2:46): él podría emitir estatutos y decretos estableciendo que el Dios de los judíos debe ser honrado por todos sus súbditos. Pero, ¿qué hace él ahora? Deja todo lo demás, por el momento, y se inclina ante Dios. Nabucodonosor no se ocupa en obligar a otras personas para bien o para mal, sino que se obliga a sí mismo, bendiciendo, alabando, y honrando al Altísimo. Observen, asimismo, la expresión “Altísimo”; porque es utilizada aquí con particular énfasis. “Y bendije al Altísimo y alabé y glorifiqué al que vive para siempre; porque su dominio es un dominio eterno, y su reino permanece de generación en generación. Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas El actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: “¿Qué has hecho?” (Daniel 4:34-35 - LBLA).
Cuando los tiempos de los Gentiles finalicen, “la cepa” (o, “el tronco de las raíces del árbol” Daniel 4:26 - RVA), la cual fue dejada en la tierra, protegida por la providencia divina, afirmará su vitalidad, y se le permitirá ser aún un freno en medio de la anarquía que, de otra forma, se habría extendido sobre la tierra. Debemos recordar que el gobierno del mundo es una notable misericordia para la tierra, en comparación con no tener ningún gobierno en absoluto. Con todo, mientras Dios lo ha controlado y lo ha mantenido en Su providencia para el bien del mundo, hay un tiempo que está próximo, cuando esto brotará de nuevo y se hallará cumpliendo realmente el objeto por el que Dios lo había establecido en la tierra. ¿Y cuándo será esto? “Cuando tus juicios se manifiestan en la tierra, los habitantes del mundo aprenden justicia” (Isaías 26:9 - RVA). Cuando todo lo que ha venido de Dios será verdaderamente cumplido según Su voluntad — cuando el hombre será bendecido plenamente, y ya no será más semejante a la bestia que perece — cuando Israel no será hallado más rechazando a su propio Mesías, ni los Gentiles arrogándose ellos mismos el poder conferido sobre ellos por Dios, en Su soberana generosidad. Ese mismo día verá toda estas glorias resplandeciendo; pero sólo puede ser “cuando Cristo, el cual es nuestra vida, sea manifestado,” y cuando nosotros seremos “manifestados juntamente con Él en gloria” (Colosenses 3:4 - VM). Para Él está reservado ser cabeza de los Gentiles, así como de los judíos. Todas las naciones y tribus y lenguas le servirán a Él. Porque Dios sólo puede ser conocido donde Cristo es conocido — sólo puede ser visto en Su bondad y gloria donde Cristo es reconocido como la expresión exacta de ello. Y así será en aquel día resplandeciente. El Señor Jesucristo mismo vendrá y establecerá, en perfección, todo lo que sólo se ha derrumbado bajo las manos del hombre, y, en el mejor de los casos, lo que tuvo solamente un efecto negativo en el mundo, frenando el mal aquí y allá, pero muy por debajo de todos los medios de bendición que Dios tiene. Cuando aquel día llegue, se verá que el gobierno Gentil, no en su actual estado corrompido, sino limpiado del mal, y ampliado conforme a los pensamientos de Dios, prosperará en la tierra, y será el canal solamente de bendición. Es únicamente el pecado lo que ha impedido, hasta ahora, la misericordia de Dios en ello. De este modo, cuando tendrá lugar el gran cumplimiento de esta historia, en forma de tipo, de Nabucodonosor — cuando el tiempo del “corazón de bestia” hacia Dios, preocupándose sólo del ‘yo’, satisfaciendo el orgullo y la sed de poder, habrá pasado, Dios tomará las riendas en Sus propias manos como el Dios Altísimo, y los Gentiles se inclinarán en alabanza y agradecido gozo.
“El Dios Altísimo”
Cuando encontramos por primera vez esa expresión “Dios Altísimo,” hay una escena muy asombrosa. Y en la Escritura nosotros debemos recurrir, a menudo, al primer uso de una expresión, para obtener el pleno significado. Encontramos primeramente la expresión “Dios Altísimo” en el caso de Melquisedec, cuando Abraham estaba regresando victorioso de perseguir a los reyes que habían apresado a Lot (Génesis 14). Así será el final de esta dispensación, cuando no sólo habrá victoria sobre todos los poderes que se reúnan contra el pueblo de Dios, sino que habrá la respuesta a la escena bendita que siguió a continuación. Melquisedec se encuentra con Abraham, y Abraham le da los diezmos de todo, y recibe su bendición. Y Melquisedec es tipo de Cristo en esto: en que Él une la gloria real con la sacerdotal. Él era el Rey de Salem, y su nombre mismo era Rey de justicia. Entonces será el día de paz fundamentado sobre la justicia. Pero él era, también, el sacerdote del Dios Altísimo. No es la ofrenda de sacrificio o de incienso lo que caracteriza esta acción, sino el hecho de que pan y vino fueron sacados para refrigerio de los conquistadores. Él bendice, y pronuncia la bendición del Dios Altísimo, creador de los cielos y la tierra. Porque en aquel día, ya no habrá más una sima moral entre el cielo y la tierra, sino que habrá una completa unión. No será una confusión o amalgama de los dos, sino un vínculo de la más íntima armonía; y el Señor Jesús será aquel vínculo que une. La Cabeza de aquellos que pertenecen al cielo, Él también es el REY DE REYES, Y SEÑOR DE SEÑORES — el soberano Dispensador de todo poder terrenal. Todos se inclinarán ante Él, los que están en el cielo, en la tierra, y debajo de la tierra. Esta será la época abundante de la restauración de la inteligencia y bendición Gentiles.
Si algunas personas son llamadas a honrar la verdad de Dios, y a andar en la comprensión de Sus modos de obrar, ellos son Sus hijos, quienes gozan del hecho de tener conciencia del amor de su Padre. ¡Y que nosotros podamos, entendiendo este nuestro lugar, estar capacitados para recordar cuál será el fin de todas las cosas, en lo que respecta al hombre! Se acerca ese día de juicio que estar por llegar sobre el mundo, y cuyo peso caerá sobre judíos y Gentiles, ambos en un estado de apostasía. No obstante, nosotros sabemos que aquel día verá a un remanente de ambos sacados a resplandecer con mayor bienaventuranza que nunca — los judíos serán exaltados, los Gentiles serán bendecidos, en sus verdaderos lugares. Ya no más una cepa (o, un tronco) pobre, mutilada, sino brotando ella nuevamente hasta tener su fortaleza y majestad normales, bajo el rocío del cielo. Que el Señor conceda que podamos esperar lo bueno de parte de Dios, recordando que en medio del juicio hay misericordia que triunfa sobre el juicio en todos los casos, excepto en el de aquel que rechaza totalmente a Cristo — que vive rechazando Su misericordia — que muere considerándose indigno de la vida eterna. Recuerden que ningún alma que oye el evangelio se pierde simplemente porque es malvada. Hay un remedio seguro para todo lo que nosotros somos. Los hombres se pierden porque ellos rechazan y desprecian la vida eterna, el perdón, la paz, todo, en el Hijo de Dios.