Hechos 5

Acts 5  •  11 min. read  •  grade level: 13
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"Mas un varón llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una posesión, y defraudó del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo una parte, púsola a loa pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás to corazón a que mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en to posesión? ¿Por qué pusiste esto en to corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y espiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los mancebos, le tomaron, y sacándolo, sepultáronlo. Y pasado espacio como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime: ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué os concertasteis para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a to marido, y te sacarán. Y luego cayó a los pies de él, y espiró: y entrados los mancebos, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y vino un gran temor en toda la iglesia, y en todos los que oyeron estas cosas" (vv. 1-11).
Dice el pasaje: "un varón llamado Ananías," no "un creyente cristiano," pues no se supone que uno de los redimidos del Señor haga tal cosa. Hay algo parecido en este pasaje: "si alguno llamándose hermano fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón, con el tal ni aún comáis" (lª Cor. 5:11). El pasaje no dice: "si algún hermano," no, porque no se considera que un redimido del Señor fuere tal persona.
Ananías y su mujer no estaban obligados a entregar a los apóstoles el precio entero de su heredad, ni aun parte de él; estaba en su potestad. Pero ellos, pretendiendo que entregaban ihtegramente el precio, retuvieron para sí una parte, siendo su manera de obrar codiciosa y mentirosa. Dios les quitó la vida, mostrando en tal caso un testimonio solemne a todos de Su santidad. En el huerto de Edén Satanás habló la primera mentira a Eva: "No moriréis" (Gén. 3:4). En la iglesia Satanás hizo que Ananías mintiese, el primer pecado señalado en ella.
Otra cosa solemne vemos aquí: el Señor Jesús, resucitado, dijo a sus discípulos: "Tomad el Espíritu Santo: a los que remitiereis los pecados, les son remitidos: a quienes los retuvieseis, serán retenidos" (Juan 20:22, 23). Pedro estaba lleno del Espíritu Santo, y tenía discernimiento divino. A la pareja, Ananías y Safira, les retuvo su pecado, es decir: no tuvieron la oportunidad de arrepentirse y ser perdonados; el pecado quedó con ellos; era "pecado de muerte" (1ª Juan 5:16).
Probablemente Ananías y Safira eran cristianos, pero a causa de su pecado les fue quitada la vida en este mundo; e igual y solemnemente a los corintios por sus costumbres relajadas, "por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros; y muchos duermen" (es decir, "muchos son muertos"-1ª Cor. 11: 30). Dios les quitó la vida en este mundo, porque daban no sólo mal testimonio a sus hermanos en la fe, sino también a los inconversos.
Debe ser claro a todo cristiano inteligente que la remisión, o la detención de pecados por los apóstoles, no se trataba de perdón judicial, o no, delante de Dios, sino del gobierno dentro de la iglesia en el mundo.
El perdón judicial de pecado es otorgado por Dios, y sólo por El. "¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Lucas 5: 21). El único "Mediador entre Dios y los hombres" es "Jesucristo hombre; el cual se dio a sí mismo en precio de rescate por todos" ( Tim. 2:5, 6). Jesús dio satisfacción a Dios por todos nuestros pecados. "La paga del pecado" era "la muerte" y Cristo recibió la paga que el pecador había merecido. El pecador es justificado "gratuitamente por Su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús, al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia... para que El sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Roan. 3:24-26).
Aunque no hay ningunos apóstoles ahora, no obstante-con la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo-, los cristianos tienen todo lo necesario para poder mantener la honra y la gloria del Señor Jesús en medio de la iglesia, sea en ejercer una disciplina santa o buscar la restauración de un hermano caído. (Comp. 1ª Cor. 5:11-13 y 2ª Cor. 2:7-10).
"Y por las manos de los apóstoles eran hechos milagros y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. Y de los otros ninguno osaba juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente" (vv. 12, 13).
Con respecto a los "muchos milagros y prodigios" hechos por los apóstoles, en Hebreos 2:3, 4 se hace referencia a ellos: "¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, ha sido confirmada hasta nosotros por los que oyeron; testificando juntamente con ellos Dios, con seriales y milagros, y diversas maravillas, y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad."
El Señor dio el testimonio y lo confirmó por medio de los milagros para establecer de una vez la cristiandad en el inundo. Tan poderoso fue el testimonio y tan santo que los inconversos no osaban juntarse con los cristianos, como si se hubieran dicho a sí mismos: "Ese ambiente santo nos infunde temor; no nos conviene." Pero hoy en día los pecadores religiosos se meten sin temor alguno dentro de cualquier congregación de cristianos y pretenden que son "ovejas" del Señor cuando en realidad algunos de ellos son "lobos rapaces."
"Y los que creían en el Señor se aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que echaban los enfermos por las calles, y los ponían en camas y en lechos, para que viniendo Pedro, a lo menos su sombra tocase a alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas concurría multitud a Jerusalem, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; los cuales todos eran curados" (vv. 14-16).
Jesús había dicho a sus apóstoles: "De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que ye hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque ye voy al Padre" (Juan 14:12). ¡Qué! ¿los apóstoles hacer obras mayores que las que el Hijo de Dios había hecho? ¿Cómo? Porque El envió al Espíritu Santo, del cual había ya dicho: "El me glorificará" (Juan 16:14). Siendo Cristo glorificado a la diestra del Padre en el cielo, el Espíritu vino al mundo para glorificarle aquí, a fin de que los pecadores se convenciesen y llegasen al "arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo" (Hch. 20: 21). Por lo tanto fueron hechos milagros y prodigios mayores que los que Jesús había hecho en los días de su carne, siendo la meta de lo cual que El fuese glorificado más y más.
"Entonces levantándose el príncipe de los sacerdotes, y todos los que estaban con él, que es la secta de los saduceos, se llenaron de celo; y echaron mano a los apóstoles, y pusiéronlos en la cárcel pública" (vv. 17-18).
En el líder religioso mismo de los judíos, ¡ Satán tenía su instrumento para oponerse a la obra del Señor! Un hombre religioso sin Cristo es una fiera. Lleno de orgullo y celo, además ciego y opuesto tenazmente al evangelio de la gracia soberana de Dios, cuando tiene la oportunidad usa de violencia contra los siervos del Señor. Pero mientras que Satán y sus agentes estaban proponiendo una cosa, Dios estaba disponiendo otra:
"Mas el ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo: Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida. Y oído que hubieron esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban" (vv. 19-21). Dios quiso que el evangelio de su gracia, las palabras de la vida eterna, fuesen anunciadas a todos, y cuidó de sus siervos fieles.
"Entre tanto, viniendo el príncipe de los sacerdotes, y los que eran con él, convocaron el concilio, y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos. Mas como llegaron los ministros, y no los hallaron en la cárcel, volvieron, y dieron aviso, diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas que estaban delante de las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro. Y cuando oyeron estas palabras el pontífice y el magistrado del templo y loa príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello" (vv. 21-24). ¡Qué evidencia más manifiesta del ánimo opuesto a Dios de Darte de los líderes religiosos de los judíos! ¡Qué sorpresa más grande: el saber ellos que la cárcel estaba vacía! "Dudaban en qué vendría a parar aquello." No conocían a Dios.
"Pero viniendo uno, dioles esta noticia: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel, están en el templo, y enseñan al pueblo. Entonces fue el magistrado con los ministros, y trájolos sin violencia; porque temían del pueblo ser apedreados. Y como los trajeron, los presentaron en el concilio: y el príncipe de los sacerdotes les preguntó, diciendo: ¿No os denunciamos estrechamente, que no enseriaseis en este nombre? Y he aquí, habéis llenado a Jerusalem de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre" (vv. 25-28).
El príncipe de los sacerdotes, cegado, no vio en la liberación de los apóstoles de la cárcel la mano del Dios todopoderoso de Israel. Lleno de orgullo y de celo, les preguntó a los apóstoles por qué habían desafiado su mandamiento que no enseñasen en el nombre de Jesús. Luego, les acusó falsamente de haber querido echar sobre él y sus secuaces la sangre de Jesús, cuando la verdad del caso era todo al contrario: ellos habían gritado: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos" (Mateo 27: 25).
"Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen" (vv. 29-32).
Cuando cualquier autoridad-abusando de su autoridad-quiere que el cristiano haga lo que no agrada a Dios, entonces ha excedido los límites de su autoridad como otorgada por Dios. En tal caso el cristiano debe obedecer a Dios antes que a los hombres. Así le dijeron los apóstoles al sumo sacerdote. Además, le dieron a saber que Aquel que los judíos habían matado, Dios había ensalzado a lo sumo, que el perdón de sus pecados fue ofrecido una vez más a Israel, y que ellos, los apóstoles, eran testigos de estas cosas; el Espíritu Santo también.
"Ellos, oyendo esto, regañaban, y consultaban matarlos. Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerable a todo el pueblo, mandó que sacasen fuera un poco a los apóstoles. Y les dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos: el cual fue matado; y todos los que le creyeron fueron dispersos, y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también aquél; y todos los que consintieron con él, fueron derramados. Y ahora os digo: Dejaos [o apartaos] de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá: mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo a Dios." (vv. 33-39).
Dios había anticipado todo lo ocurrido y tenía-¡ bendito sea su Nombre!-su instrumento en medio del concilio de los judíos: e Gamaliel, un fariseo, pero muy respetado entre el pueblo. Dios le impulsó a ponerse en pie y dar su consejo sabio: "si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo a Dios."
"Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotados, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y soltáronlos. Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo" (vv. 40-42).
Así el Señor cuidó providencialmente de sus apóstoles y no fueron muertos por los saduceos, los "modernistas" de aquel entonces. Pero ellos fueron azotados; luego partieron gozosos de que fuesen acordados la honra de padecer por el Nombre, el Nombre del Señor Jesús, el Nombre que es sobre todo nombre (véase Fil. 2: 5- 11). No obedecían a los saduceos, sino seguían diariamente enseñando y predicando públicamente en el templo y también por las casas, ensalzando al Señor Jesucristo.