Lucas Capítulo 5

Luke 5  •  11 min. read  •  grade level: 13
Listen from:
Otros Son Llamados a Asociarse Con Él En Su Obra Gloriosa
Siendo hombre, Él vino para los hombres. Asociará a con otros con Él en esta obra gloriosa, en este capítulo. Tiene derecho a hacerlo. Si, en gracia, Él es un Siervo, lo es conforme al pleno poder del Espíritu Santo. Él obra un milagro bien adaptado para impresionar a aquellos que llamaría, y que les hizo sentir que todo estaba a Su disposición, que todo dependía de Él, que donde el hombre no podía hacer nada, Él podía hacerlo todo. Pedro, impresionado en la conciencia por la presencia del Señor, confiesa su indignidad, pero atraído por la gracia va a Cristo. La gracia le levanta, y lo designa para hablar de ello a los demás—pescar hombres. Ya no se trataba de un predicador de justicia entre el pueblo de Dios, sino de uno que capturó en Su red a los que estaban lejos. Él atraía hacia Sí mismo, como la manifestación en la tierra del poder y del carácter de Dios. Era la gracia la que estaba allí.
La Obra De Gracia Del Omnipotente Que No Puede Contaminarse
Él estaba allí con la voluntad y el poder para sanar aquello que era una figura del pecado, e incurable a menos que Dios interviniera. Pero Dios había intervenido; y en gracia Él puede decir, y dice, a uno que reconoció Su poder pero dudaba de Su voluntad: “Quiero, sé limpio.” Con todo, Él se sometió a las ordenanzas judías como uno que obedece a la ley. Jesús oró, como un hombre dependiente de Dios. Ésta era Su perfección como hombre nacido bajo la ley. Además, le era necesario reconocer las ordenanzas de Dios, todavía no abrogadas por Su rechazo. Esta obediencia como hombre llegó a ser un testimonio, pues el poder de Jehová solo podía sanar la lepra, y Él la había sanado, y los sacerdotes tuvieron que reconocer aquello que se había hecho.
El Hijo Del Hombre Ejercitando Su Poder Y Derechos Como Jehová Para Perdonar Pecados
Pero Él trae perdón así como purificación. Él da prueba de esto quitando toda enfermedad e impartiendo fortaleza a uno que no tenían ninguna. No se trataba de la doctrina de que Dios podía perdonar. Ellos creyeron eso. Pero Dios había intervenido, y el perdón estaba presente. Ya no tendrían que esperar que llegase el día postrero, ni esperar el día del juicio, para conocer su condición. No se necesitaría un Natán que viniese y publicase este perdón de parte de un Dios que estaba en el cielo, mientras Su pueblo estaba en la tierra. El perdón había venido, en la Persona del Hijo del Hombre que descendió a la tierra. En todo esto, Jesús da pruebas del poder y de los derechos de Jehová. En este ejemplo fue el cumplimiento del Salmo 103:3; pero, al mismo tiempo, Él da por cumplidas estas pruebas mediante el poder del Espíritu Santo, sin medida en el hombre, en Su propia Persona, el verdadero Hijo de Dios. El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados: de hecho, Jehová había venido, como un hombre en la tierra. El Hijo del Hombre estaba allí ante sus ojos, en gracia, para ejercer ese poder—una prueba de que Dios los había visitado.
El Poder De La Gracia Exhibido En Medio De Israel
En ambos de estos ejemplos, el Señor, mientras manifiesta un poder apto para extenderse, y que se iba a extender, más allá de esta esfera, exhibe este poder en relación con Israel. La purificación era una prueba del poder de Jehová en medio de Israel, y el perdón estaba relacionado con Su gobierno en Israel, y, por lo tanto, demostrado a través de la sanación perfecta del hombre enfermo, conforme al Salmo 103:3, ya citado. Sin duda, estos derechos no se limitaban a Israel, pero en ese momento eran ejercidos en relación con esta nación. Él limpió, en gracia, aquello que Jehová solo podía limpiar. Perdonó lo que Jehová solo podía perdonar, llevándose toda la consecuencia de su pecado. Era, en este sentido, un perdón gubernamental; el poder de Jehová presente, para restaurar y restablecer plenamente a Israel, dondequiera, por lo menos, que la fe obtuviera beneficio de ello. Más tarde, veremos el perdón para la paz en el alma.
Gracia Extendida Más Allá De Israel
El llamamiento de Leví, y lo que sigue, demuestra que este poder no sólo había de extenderse fuera de Israel, sino que el vaso viejo no era capaz de contenerlo. Debía formar un vaso nuevo para sí.
La Perseverancia De La Fe Y El Poder De Dios
Podemos observar aquí también, por otro lado, que la fe está caracterizada por la perseverancia. Consciente del mal, un mal sin remedio, y en la convicción de que hay Uno allí que puede sanarlo, la fe no se deja desanimar—no retarda el alivio de su necesidad. Ahora bien, el poder de Dios estaba allí para satisfacer esta necesidad.
Esto finaliza esa parte de la narración que revela, de manera positiva, el poder divino, visitando la tierra en gracia, en la Persona del Hijo de Dios, y ejercido en Israel, en la condición en que este poder los halló.
El Carácter Distintivo De La Primera Parte Del Ministerio Del Señor En Poder Y Gracia
Lo que viene a continuación caracteriza el ejercicio de esto en contraste con el judaísmo. Pero aquello que ya hemos examinado se divide en dos partes, teniendo distintos caracteres dignos de mención. En primer lugar, en el capítulo 4:31-41, se trata del poder del Señor manifestándose de Su parte, triunfando (sin ninguna relación particular con la mente del individuo) sobre todo el poder del enemigo, ya sea en enfermedad o en posesión. El poder del enemigo está allí. Jesús le echa fuera y sana a aquellos que lo padecen. Pero, en segundo lugar, Su ocupación es predicar. Y el reino no era solamente la manifestación de un poder que echa fuera todo aquel del enemigo, sino un poder que traía también a las almas a la relación con Dios. Vemos esto en el capítulo 5:1-26. Aquí, su condición delante de Dios, el pecado, y la fe, están en consideración—en una palabra, todo lo que pertenecía a la relación de ellos con Dios.
Aquí, por consiguiente, vemos la autoridad de la Palabra de Cristo sobre el corazón, la manifestación de Su gloria (es reconocido como Señor), la convicción de pecado, el justo celo por Su gloria, en el sentido de Su santidad que debía mantenerse intacta; el alma que se pone del lado de Dios contra sí misma, porque ama la santidad y respeta la gloria de Dios, aun mientras siente la atracción de Su gracia; de modo que, debido a esto, todo es olvidado—peces, red, bote, peligro: “una cosa” ya posee el alma. Entonces, la respuesta del Señor disipa todo temor, y Él asocia el alma liberada consigo mismo en la gracia que había ejercido hacia ella, y en la obra que Él llevó a cabo a favor de los hombres. Ya estaba moralmente liberada de todo lo que le rodeaba; ahora, en el gozo pleno de la gracia, el alma es puesta en libertad por el poder de la gracia, y entregada totalmente a Jesús. El Señor—la manifestación perfecta de Dios—al crear nuevos afectos mediante esta revelación de Dios, separa el corazón de todo lo que le ata a este mundo, al orden del viejo hombre, a fin de ponerlo aparte para Sí mismo—para Dios. Él se rodea de todo lo que es liberado, convirtiéndose en su centro; y, verdaderamente, Él libera por ser este centro.
Él, entonces, limpia al leproso, algo que nadie excepto Jehová podía hacer. Pero, no obstante, Él no se sale de Su posición bajo la ley; y por muy grande que sea Su fama, mantiene Su lugar de perfecta dependencia como hombre ante Dios. El leproso, el inmundo, puede volver a Dios.
Seguidamente, Él perdona. El culpable ya no lo es más en presencia de Dios: él es perdonado. A la vez, recibe fortaleza. En ambos casos, la fe busca al Señor, trayendo su necesidad ante Él.
El Carácter De La Gracia
El Señor exhibe ahora el carácter de esta gracia en relación con sus objetos. Siendo suprema, siendo de Dios, esta gracia actúa en virtud de sus derechos. Las circunstancias humanas no la obstaculizan. Se adapta, por su misma naturaleza, a la necesidad humana, y no a los privilegios humanos. No está sujeta a ordenanzas y no entra a través de ellas. El poder de Dios por el Espíritu estaba allí, y actuaba por sí mismo, y producía sus propios efectos, abrogando lo que era antiguo—aquello a lo que el hombre estaba atado, y en lo que el poder del Espíritu no podía quedar confinado.
Oposición a La Gracia; El Viejo Orden De Cosas Y El Nuevo
Los escribas y los Fariseos no permitirían que el Señor se asociara con los inicuos y los de mala reputación. Dios busca a aquellos que le necesitan—a los pecadores—en gracia. Cuando le preguntan por qué Sus discípulos no observan las costumbres y las ordenanzas de Juan y de los Fariseos, mediante las cuales ellos cuidaban la piedad legal de sus discípulos, se trata de que la cosa nueva no podía someterse a las formas que pertenecían a aquello que era viejo, y que no podían sostener la fuerza y la energía de aquello que venía de Dios. Lo viejo eran las formas del hombre según la carne; lo nuevo, la energía de Dios, según el Espíritu Santo. Además, no era el tiempo para una piedad que tomaba la forma de auto-mortificación. ¿Qué más podía hacer el hombre? Pero el Esposo estaba allí.
Sin embargo, el hombre prefería lo antiguo, porque era del hombre, y no el poder de Dios.