Capítulo 5

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Ministerio de prevención
Juan 13
Hay dos puntos en este capítulo, queridos amigos, de los que quiero hablar esta tarde, en relación con otros pasajes de las Escrituras—que es de la mayor importancia para nuestras almas que tengamos claro, porque creo que no hay dos verdades que nosotros, como hijos de Dios, conozcamos menos que las que se nos enseña en el lebrillo y el costado de Jesús. El lebrillo es la expresión del ministerio que pone el corazón en reposo con el Señor Jesús, y después, como fruto de esto el alma toma su lugar, como Juan aquí, y pone su cabeza en el costado de Jesús.
Ahora me pregunto, y os pregunto a vosotros: ¿Conocemos algo en la historia de nuestras almas como hijos de Dios que se corresponda con esto—una cercanía a Cristo expresada por tener la cabeza recostada sobre Su costado? No será jamás una cosa conocida en la práctica a no ser que lo que lo precede sea conocido y comprendido—la perfección del amor del Señor por ti, y todo lo otro fuera de la vista. Tu amor hacia Él nunca llevará a ello. Es solamente al aprender lo que Él es para nosotros que se puede llegar en cierta medida a esta condición.
Hemos ya contemplado el ministerio de restauración del Señor. Lo que el capítulo trece de Juan desarrolla ante nosotros es en realidad de una naturaleza preventiva. Si realmente me doy cuenta de cuán cerca me quiere tener, y guardar, el Señor, no me apartaré mucho, y el apartamiento de Él será algo desconocido.
Este capítulo se abre con el amor de Jesús—"Como había amado a los suyos." Estas dos pequeñas palabras son de gran bendición. No aparecen a menudo, pero nada hay que sea tan profundamente dulce como la cultivación del pensamiento de que soy Suyo propio—de que soy de valor para Él; que tiene algo Suyo propio en un mundo en el que no tuvo lugar para Él—algo aquí abajo que Él ama.
A fin de comprender mejor este ministerio de Cristo, se puede dividir en tres partes—pasado, presente, y futuro. Lo tenemos así presentado de una manera muy clara en Efesios 5:25-27: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (esto ya es pasado), para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento de agua por la Palabra (esta es Su actividad presente), a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante (esta es la futura)."
Hay tres pasajes en las Escrituras del Antiguo Testamento que se relacionan entre sí de una manera maravillosa con este ministerio de Cristo. Es maravilloso pensar que Él vino a hacerse siervo. "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir." Vino aquí a servir; como dijo a los discípulos, "Yo estoy entre vosotros como el que sirve" (Lc. 22:27).
Ahora veamos la forma en la que nos sirve. Vayamos por un momento al Salmo 40. Allí leemos, "Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo ... El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado"(Sal. 40:6-8). ¿Qué entendéis por el "abrir de los oídos"? Es perfectamente sencillo. Supongamos que voy allí y cavo un pozo, no hay pozo hasta que lo haya cavado. Igualmente, Él no tuvo oídos hasta que fueron "abiertos"—Nunca antes había tenido que dar oído. Él había creado, ordenado, gobernado, legislado, pero nunca dado oído para obedecer.
Hay una hermosa interpretación de esta, figura oriental en Hebreos 10, que aclara bastante bien el sentido: "Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo" (Heb. 10:55Wherefore when he cometh into the world, he saith, Sacrifice and offering thou wouldest not, but a body hast thou prepared me: (Hebrews 10:5)). Al ir el apóstol a citar el final del versículo, me atrevo a decir que habréis observado que no lo cita como está escrito en el salmo. A algunos les ha perturbado este hecho, y los incrédulos no han ido muy lentos en tomarlo y decir, "Mirad, vuestro gran apóstol Pablo, ni tan siquiera puede citar correctamente las Escrituras." Pero no hay error aquí. Sencillamente, esta cita está tomada de la versión Griega, y no de la Hebrea de las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento.
Unos doscientos años antes del nacimiento del Señor Jesús, las Escrituras del Antiguo Testamento fueron traducidas al griego (igualmente como después a tantos otros idiomas), y cuando los traductores llegaron al Salmo 40, es evidente que se detuvieron para ver qué era lo que se significaba por "abrir los oídos" y Dios, por Su Espíritu, les dio a ver que Aquel del que allí se hablaba, nunca había tenido oídos, nunca había tenido todavía un cuerpo, pero que tenía que asumir uno—esto es, ser encarnado—y lo tradujeron dinámicamente y pusieron, "mas me preparaste cuerpo." Cuando estaba escribiendo a los hebreos, Dios, por Su Espíritu, llevó al apóstol a citar del griego, y no del hebreo, a fin de que pudiéramos nosotros entender que Él tenía ahora un cuerpo, y que era un oyente. ¿Cuál es el valor del oído? No ve, ni actúa, ni piensa, sino que solamente recibe comunicaciones del exterior. "He aquí que vengo," le dice a Dios, "Me preparaste cuerpo," y en aquel cuerpo, el Hijo eterno del Padre vino a hacer lo que nadie había hecho jamás—dar oído a la voluntad de Dios, y a hacerla.
Tomemos otro pasaje de las Escrituras, Isaías 50, un paso más en la historia del su Siervo perfecto. Él era una Persona Divina, Aquel que tenía todo poder en Su mano, sí, "quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder," y a quien aquí se le oye decir, "Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta" (Is. 50:3). Ahí vemos su deidad expuesta, en tanto que el siguiente versículo lo presenta como un Hombre dependiente. "Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios" (Is. 50:4). Es lo mismo, uno que oye. Nadie sino Jehová despertó jamás a Jesús, excepto los discípulos en una ocasión, rudamente, cuando no debieron haberlo hecho (ver Mc. 4:38).
La bien conocida voz del Padre le despertaba, y Él recibía Sus diarias instrucciones. Tenemos Su vida aquí en Isaías, en tanto que el Salmo 40 nos da Su nacimiento. Recibía comunicaciones tempranas de Dios de cuál sería su camino, y cuando lo conoció todo, tuvo un sentimiento pleno y perfecto de la perfección absoluta de los caminos de Dios con Él, y Él no se volvió atrás. Los versículos que siguen a continuación revelan Su sometimiento perfecto, y Sus recursos en un camino de pruebas indescriptibles. "Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias ni de esputos. Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado. Cercano está de mí el que me salva; ¿Quién contenderá conmigo? Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. He aquí que Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla" (Is. 50:5-9).
Si la historia de nuestras almas fuera relatada de una manera honesta, la mitad, o más, las tres cuartas partes de las angustias, ejercicios, dificultades, y problemas que sufrimos son la anticipación de dolores que nunca caen sobre nosotros. El Señor Jesús vio todo Su camino ante Sí, y lo tomó decididamente. ¡Cuán a menudo hemos sido rebeldes, y hemos dado la espalda a lo que hemos visto asomarse al horizonte! Es algo tan distinto de lo que hallamos aquí. Otra vez, cuando hemos tratado de servirle, ¡cuántas veces nos hemos quedado humillados debido a que no podíamos! Quizás nos hemos acercado a personas, y tratado de ayudarlas, tanto si son santos como pecadores, y vimos después que no podíamos. ¿Por qué? Sencillamente, porque no estábamos lo suficientemente cerca del Señor. ¿Por qué Jesús siempre podía ayudar a las almas? Porque estaban siempre cerca del Padre, las palabras que Él hablaba venían del Padre. En toda la historia de Cristo, lo que le marcó fue una dependencia perfecta, absoluta. Tenía siempre la "palabra en sazón" —la palabra adecuada para cada alma que hallaba, y Dios era siempre glorificado, debido a que la palabra necesaria se decía siempre.
La perfecta dependencia, y la espera en Dios para Su guía, se ven de una manera notable en la conmovedora escena en Juan 11, cuando las dos hermanas, Marta y María, envían recado a Jesús pidiéndole que vaya a ver al hermano de ellas, que está muriendo, sintiéndose seguras de que las palabras "Señor, he aquí el que amas está enfermo," le harían venir en el acto. Suponiendo que un mensajero fuera a venir a tu casa, cuando llegues a tu casa esta noche, para decirte que uno a quien tú quieres mucho está enfermo, ¿qué es lo que harías? Tomarías el primer medio de transporte que pudieras, a fin de ir allí. Naturalmente que lo harías. Pero el Señor no hizo esto. El amor siempre hace lo más y mejor que puede en favor de su objeto. Nosotros no lo hacemos así a menudo. Admito libremente que a menudo no conocemos lo suficiente de la mente del Señor para actuar de la mejor manera. Cuando el Señor "se quedó dos días más en el lugar donde estaba" (Jn. 11:66When he had heard therefore that he was sick, he abode two days still in the same place where he was. (John 11:6)), ¿qué pensaron los discípulos? Estarían, evidentemente, sorprendidos de la manera en que actuaba. Habían creído que estaba muy unido a aquella familia de Betania, pero sus acciones parecerían sugerir que no parecía estarlo. No entendieron lo que dijo, y comprendieron mal lo que hizo, y creyeron que era algo muy extraño que no fuera en el acto. ¿Y qué pensaron las hermanas? "En el momento en que sepa lo enfermo que está Lázaro, de cierto que vendrá." Esperaron y esperaron, pero Él no venía. ¿No hemos nosotros esperado y esperado, para recibir respuesta a un mensaje que le hemos enviado? ¿Qué es lo que cada una de ellas le dijo, cuando al final llegó? "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto"—si tan sólo tus pies hubieran sido más rápidos, si no te hubieras retrasado tanto, esto no hubiera sucedido. Así es como habla la ciega incredulidad.
Los discípulos no lo entendieron cuando al final fue. "Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle" (Jn. 11:7-117Then after that saith he to his disciples, Let us go into Judea again. 8His disciples say unto him, Master, the Jews of late sought to stone thee; and goest thou thither again? 9Jesus answered, Are there not twelve hours in the day? If any man walk in the day, he stumbleth not, because he seeth the light of this world. 10But if a man walk in the night, he stumbleth, because there is no light in him. 11These things said he: and after that he saith unto them, Our friend Lazarus sleepeth; but I go, that I may awake him out of sleep. (John 11:7‑11)). ¿Qué es lo que significan los versículos 9, 10? Aplícalos a Cristo, y también a nuestro camino. Él veía la luz, y caminaba en ella. Supongamos que hubiera ido dos días antes, hubiera estado andando en la noche, porque no tenía instrucciones para ir. ¡Y esto le hubiera sido imposible! Cuando fue, tenía instrucciones para ello, andaba en la luz, y nunca tropezó. Esto es lo que yo anhelo para mi propio corazón, y para todos los santos—esta proximidad al Señor—a fin de que podamos estar caminando tan próximos a Él que, si tengo que ir a un cierto lugar, pudiéramos poner nuestra mano en la Suya, a fin de que no fuéramos a la calle equivocada. Siempre hay el lugar correcto, y el erróneo, en todo viaje. No olvidemos esto.
¿Qué es lo que se consiguió mediante la permanencia de Cristo en el mismo lugar por aquellos dos días? Marta supo que su hermano resucitaría. Estas sencillas palabras es lo que obtenemos, y que han alentado a tantos corazones ante una tumba abierta: "Jesús lloró." La gloria de Dios fue revelada, y se manifestó el poder de Cristo sobre la muerte. Él fue el siervo perfecto, y jamás se movió sin tener para ello la palabra necesaria. ¿De qué sirve que un siervo esté apresurándose todo el día por la casa? El deber de un siervo es esperar a que toque la campanilla, y entonces ir a saber qué es lo que su señor desea, y llevarlo a cabo. Así fue siempre con el Señor Jesús. Él fue el siervo perfecto.
Pasemos ahora a Éxodo 21:2-6. No tengo duda ninguna de que lo que tenemos aquí es la muerte de Cristo, pero tenemos también lo que le señaló benditamente a lo largo de todo Su camino aquí abajo, un sometimiento completo, absoluto. Él amaba a Su Señor, Jehová; amaba a Su esposa—aquellos con los que tenía una relación corporativa, relacionados con Él; y amaba a Sus hijos, y no quería salir libre. Cristo amó a la Iglesia. Es algo de gran bendición conocer esto, debido a que conforma el alma, y une afectivamente el corazón al Señor. El afecto correspondiente es de una gran importancia. Se puede ser un clérigo de primera (y no tengo objeciones a que se sea un clérigo de primera), pero sin este afecto, por muy buen clérigo que se sea, se será un cristiano muy defectuoso. Se puede ser tan brillante como un gran bloque de hielo, e igual de frío. ¿Comprendéis?
En la actualidad se da un gran valor a la inteligencia, pero os diré lo que pienso, que es que todos somos extraordinariamente ignorantes. Todos tenemos la tendencia a creer que sabemos mucho más de lo que en realidad sabemos. Y algo más, también, todos le damos crédito a los otros de saber mucho más que lo que nosotros sabemos. Y después, cuando vienen sobre nosotros problemas, o cuestiones de doctrinas, nos sorprendemos de ver lo fácilmente que quedan afectados los santos. ¿Qué es lo que mantendrá al alma? ¿La inteligencia? ¡No! ¡el afecto! ¡Su amor hacia ti! Aparte de esto, la profesión de fe en Cristo es de lo más pobre. Estás en la mayor de las pobrezas si tu corazón no está en el goce de Su amor.
El siervo hebreo amaba a su señor—figura del afecto de Cristo hacia Dios; su esposa, ilustrativa de la iglesia, y sus hijos, y no quería separarse de ellos. El horadar del oído indicaba esto, y constituye la figura de la muerte de Cristo. Así en relación con el oído—el servicio del amor, el Salmo 40 me da Su nacimiento, Isaías 50, Su vida, Éxodo 21, Su muerte.
Lleva este pensamiento a tu alma, que el Señor no quiere que tú y Él os separéis, y ello no solamente en la eternidad, sino ya ahora; por lo que va a sacar toda partícula del polvo de la tierra, y cada grano de deshecho moral, que pudiera separar tu alma de Él, y ponerte así tan cerca de Él que no serías feliz si estuvieras tan solo a la distancia del grosor de un cabello. Esta es la escena de Juan 13. Una persona me dijo el otro día, "Doctor, ¿cuál es su posición?" "Cristo," le contesté. "¿Nada más?" "Nada más, y nada menos—aquí es donde comienzo, prosigo, y nunca termino."
El cristianismo comienza con un nuevo hombre en un nuevo lugar—en la gloria—no con el primer hombre en inocencia, ni en culpa, o pecados, o nada de este tipo—este hombre está desvanecido, y ahora estoy "en Cristo," en un nuevo estado, nunca conocido antes, afuera de cualquier cosa en la que hubiera estado antes. ¿Estás en una verdadera libertad del alma? A menudo las personas dicen, "Oh, estoy en una gran angustia acerca de mí mismo, estoy sumamente frustrado conmigo mismo." Ahí estás—yo—todo es yo. ¿A qué se debe que el hombre descrito en Romanos 7 sea tan miserable? Debido a que habla cuarenta veces acerca de sí mismo, y ni una acerca de Cristo. ¿No se había bien merecido toda la miseria en la que se hallaba? Creo que sí. Mira a Cristo; mira a lo que Él es para Dios. ¿Dónde está el cristiano? Allí, en Cristo, delante de Dios, con cada uno de sus harapos y vestigios de aquel viejo yo totalmente idos. Ahora, no lo dejes si lo tienes. Y no te sientas contento sin tenerlo si careces de ello, hasta que lo tengas. Si no tienes esta realidad traída a tu alma por el Espíritu Santo, no has empezado a ser un cristiano.
El hombre tiene ahora un maravilloso lugar de favor en Cristo delante de Dios, en Él que es nuestra vida, nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestro todo. No había una unión real con Cristo hasta que Él hubo muerto, y resucitó; no hasta que Él resucitara se podría hablar de nuestra posición. Si se estudia el Evangelio de Juan con este pensamiento, se verá que en los capítulos 1-12 Él habla de "mi Padre," en 13-19, "el Padre," y en el 20, de "vuestro Padre." Se trata del Evangelio del Padre desde el principio hasta el final. En el capítulo 20 la verdad íntegra sale a la luz, al decir Él, "Mi Padre y vuestro Padre, mi Dios, y vuestro Dios." Nos relaciona de una manera indisoluble con Él mismo en el lugar que Él ha tomado.
Igual que en Génesis 2:7, Dios sopló sobre el hombre y este vino a ser alma viviente, así en Juan 20:22, el Señor sopló sobre Sus discípulos Su propia vida y naturaleza, como uno que había vuelto a la vida de entre los muertos. "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Jn. 14:1919Yet a little while, and the world seeth me no more; but ye see me: because I live, ye shall live also. (John 14:19)).
¿Y cómo viene un alma a estar en Cristo? Evidentemente, por el Espíritu Santo. La vida es la base de ello. Él está ahí por el Espíritu Santo, pero está en Cristo mediante la vida, así como mediante el Espíritu Santo. Estoy ahí delante de Dios "en Cristo," quien es mi vida, y el Espíritu Santo viene, y mora en mí, para hacer que todo en mi alma sea bueno y cierto, porque el "Espíritu es la verdad" (1 Jn. 5:66This is he that came by water and blood, even Jesus Christ; not by water only, but by water and blood. And it is the Spirit that beareth witness, because the Spirit is truth. (1 John 5:6)), así como se afirma también que "el Espíritu es vida" (Ro. 8:10).
Lo primero que el ministerio de Cristo hace por mí es, no solamente barrer, raíz y rama, todo lo que yo era, sino que además me sitúa en el lugar que le pertenece a Él (el lugar de Cristo delante de Dios es nuestro lugar) y a continuación obra para traer mi corazón a un goce inteligente de esta posición. Juan 13 desarrolla lo que el amor hace por su objeto.
Es sumamente interesante, en relación con la cena del Señor, ver que en Mateo (26:17) los discípulos vienen al Señor para saber dónde han de preparar la cena pascual, pero que no se nos dice quién lo hizo. Marcos (14:13) nos dice que fueron dos discípulos. Lucas (22:8) nos dice que estos dos discípulos eran Pedro y Juan. Juan, con su discreción habitual, no dice nada acerca de quien hiciera los preparativos, pero, cuando todo estaba dispuesto para que se sentaran a la cena, viene a decir, "Nos lavó los pies, y nos hizo aptos para gozar de ella"—y, después, con la libertad que da el conocimiento de tal amor, recuesta su cabeza en el costado de Jesús.
Juan 13 ilustra la diferencia entre el sacerdocio y la abogacía de Cristo. El sacerdocio nos mantiene delante de Dios como Dios. La abogacía tiene que ver entre el Padre y los hijos. El sacerdocio tiene que ver con Dios, y me mantiene delante de Dios en todo el valor y la eficacia del sacrificio, en virtud del cual he sido traído delante de Dios. La abogacía se pone en acción cuando falla el sacerdocio. El sacerdocio es preventivo—la abogacía es restauradora, y aquí tenemos la diferencia. Todo ello en base del perfecto amor.
En este capítulo trece de Juan, Cristo se humilla en gracia, y propone lavar los pies de aquellos a los que ama. Pedro no podía pensar en Su Maestro humillándose hasta tal punto, por lo que le dice, "No me lavarás los pies jamás" (Jn. 13:88Peter saith unto him, Thou shalt never wash my feet. Jesus answered him, If I wash thee not, thou hast no part with me. (John 13:8)). El Señor viene a decirle, No puedes tener ninguna comprensión, ni goce, hasta que me dejes hacer lo que Yo quiera, y a mi corazón ir a ti como Yo desee. "Si no te lavare, no tendrás parte conmigo." Entonces dice Pedro, "Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza." No, no se trata de esto. "El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio," es la respuesta del amor. No quería tener ni un punto de suciedad en aquellos que Él ama. ¿No has oído decir nunca el viejo adagio, "El amor nunca ve una mancha en su objeto"? Esto no significa que el amor sea ciego. No, el amor no es ciego, sino que es intensamente claro de visión, y no hay nada que los sea más. Ve las manchas, y obra para eliminarlas. Es de lo más dulce pensar de Su amor en el lavamiento de nuestros pies.
Quizás hayas oído alguna vez decir, "Oí una palabra llena de amor, y que me fue de mucha ayuda, de parte de tal." ¿De dónde venía? Venía del Señor en la gloria, utilizando, por así decirlo, el lebrillo y el agua. El canal por el que viniera carece de importancia. No importa demasiado qué tipo de tubería sea, de plomo, o de ladrillo, o de otro material, con tal que llegue el agua a ti, con su poder limpiador y refrescante. Si consigues algo esta noche, ¿de dónde procede? De Su corazón, en gloria.
Quizás haya aquí alguno que se haya rebelado y apartado del camino. Es bien posible. ¿Y qué es lo que hace Él con los tales? Ve, y lee Jeremías 2-4 antes que te vayas a la cama esta noche, y verás qué es lo que hace. Israel le olvidó, pero Él nunca olvidó a Israel.
"¡Ah!," puede que digas, "han pasado muchos meses desde que pensé mucho en Él, y son muchas las cosas amargas que han sucedido desde entonces." Sí, y Él sabe todo lo que ha sucedido. Cuando llegamos al capítulo 4 verás que el corazón es restaurado mediante la perfecta gracia. ¡Rebelde! Has sido retorcido, has andado descarriado, neciamente, y voluntariosamente, pero seas lo que seas, Él te ama. Ahora, ¿puedes mirarle de frente, y decir, "Tomaré mi propio camino?" No, estoy seguro que no puedes hacer tal cosa. Dirás, "Si me ama de esta manera, me adheriré a Él, y trataré de ser para Él lo que Él quisiera que yo fuera." Este es el camino. Que Dios te ayude.
Hay otro punto de gran importancia en Juan 13. La manera de ser inteligente y conocer la mente del Señor es estar cerca de Él. Juan viene a decir mediante su acción, "Os mostraré el camino." Nadie, excepto Judas, sabía quién iba a traicionar al Señor, y cuando Él dijo, "De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba" (Jn. 13:21-2221When Jesus had thus said, he was troubled in spirit, and testified, and said, Verily, verily, I say unto you, that one of you shall betray me. 22Then the disciples looked one on another, doubting of whom he spake. (John 13:21‑22)). ¡Cómo se parece esto a nosotros, cuando las cosas van mal, y estamos conscientes de que hay pecado en la asamblea! ¡cómo nos miramos unos a otros! ¿Están las cosas muy frías, sin vida, allí donde vives, y os estáis mirando los unos a los otros? No lo hagáis. Nada hay como la Mesa del Señor para exponer dónde está cada uno. ¿Quieres venir a la Mesa del Señor? No tomes este serio paso a no ser que realmente quieras caminar con el Señor. Todo sale allí a la luz, allí queda todo expuesto ante todos. Las personas hablan superficialmente acerca de "qué cosa más bendita, venir a la Mesa del Señor." Es en realidad algo terrible, a no ser que realmente queráis estar por el Señor. Todo se expone allí, debido a que Él está ahí.
Después que Sus discípulos se hubieran mirado unos a otros, sus conciencias empezaron a obrar, y empezaron a mirarse a sí mismos, diciendo cada uno, "¿Seré yo?" (Mt. 26:22; Mr. 14:19). Pero esto no suscitó ninguna respuesta. Pedro, aunque una persona muy cordial, no era demasiado inteligente. Anhelaba saber quién era el traidor, pero no sabía cómo hacer la pregunta de manera apropiada. ¿Por qué no le preguntó directamente al Señor quién iba a ser quien le traicionaría? Debido a que sentía y sabía, en la presencia del Señor, lo que tan a menudo nosotros hemos sentido, que había otro que estaba más cerca de Él que él mismo. Pedro no se sentía en libertad. De manera que le pidió a otra que le preguntara. Y, ¿quién era este otro? "Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A este, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquél de quien hablaba. Él entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?" (Jn. 13:23-2523Now there was leaning on Jesus' bosom one of his disciples, whom Jesus loved. 24Simon Peter therefore beckoned to him, that he should ask who it should be of whom he spake. 25He then lying on Jesus' breast saith unto him, Lord, who is it? (John 13:23‑25)). La proximidad es el resultado del afecto, y la fuente del verdadero conocimiento.
Pedro no estaba tan próximo a los afectos divinos como lo estaba aquel que estaba recostado en Su pecho. No puede haber dudas de que se trataba de Juan, porque él se refiere uniformemente a sí mismo como "el discípulo al cual amaba Jesús" (Jn. 19:26; 20:2; 21:7, 20, 2426When Jesus therefore saw his mother, and the disciple standing by, whom he loved, he saith unto his mother, Woman, behold thy son! (John 19:26)
2Then she runneth, and cometh to Simon Peter, and to the other disciple, whom Jesus loved, and saith unto them, They have taken away the Lord out of the sepulchre, and we know not where they have laid him. (John 20:2)
7Therefore that disciple whom Jesus loved saith unto Peter, It is the Lord. Now when Simon Peter heard that it was the Lord, he girt his fisher's coat unto him, (for he was naked,) and did cast himself into the sea. (John 21:7)
20Then Peter, turning about, seeth the disciple whom Jesus loved following; which also leaned on his breast at supper, and said, Lord, which is he that betrayeth thee? (John 21:20)
24This is the disciple which testifieth of these things, and wrote these things: and we know that his testimony is true. (John 21:24)
). ¿Podrías señalar en este auditorio esta noche al discípulo al que ama Jesús? "Oh," me dijo uno a quien le hice esta pregunta, "¿va Ud. a especificarlo de esta manera, o quizás cree que se trata de Ud. mismo?" "Sí, doy gracias a Dios que lo soy, y no quisiera perderlo por nada del mundo. Conozco el discípulo en Edimburgo a quien Jesús ama, cuando estoy allí, pero no le quitaría este privilegio a Ud. Cada uno puede conocer 'al discípulo al que ama Jesús.' " A veces los hay que dicen, "¿No había algo peculiar en Juan?" Sí, que era un hombre sencillo, que creía en el amor que el Señor le tenía, se gozaba en él, vivía en él, y siempre estaba cerca de su fuente. Me parece como si le oyera decir, "Sé que me ama, y sé que desea que Su amor sea apreciado, y que nada le complace tanto como que yo esté cerca de Él, tan cerca de Él como sea posible. Él quería que yo recostara mi cabeza en Su seno, y así lo hice."
¿Sabéis cómo valoro a mis amigos? A mis amigos les gusta mi compañía. Juan actuó sobre este principio con respecto al Señor; y, amados amigos míos, diría yo—especialmente a los más jóvenes esta noche—"Cultivad la proximidad a Cristo." Cultivad en vuestras almas el sentimiento de que si os alejáis lo más mínimo de Su lado, Él os echa en falta, y quisiera volveros a ver.
Pero el ministerio de amor del bendito Señor no cesa con lo que Juan 13 revela. Seguirá para siempre, hasta el final. Pasemos ahora a Lucas 12. En aquel atractivo capítulo, que se ocupa de los temores y de las ansiedades (y no hay nada que cause más daño en la Iglesia de Dios y en el corazón), tenemos el tercer aspecto del ministerio de Cristo. ¿Cómo elimina Él el temor del hombre? Mediante un mayor temor, el temor de Dios—y elimina la ansiedad mediante el cuidado que Dios tiene por nosotros—y viene a decir, "Quedáis libres para poder pensar en Mí." Todo lo que hay aquí abajo falla (Lc. 12:33). La polilla, el orín, y el ladrón lo estropean todo. Si vamos al punto femenino de vista acerca de una casa, la polilla es su plaga; si lo miramos desde el punto de vista del hombre, es el orín lo que le preocupa. Si alguien dice, "Tengo lo que no puede ser atacado ni por polilla ni por orín," —esto es el mundo—vendrá el ladrón, y te lo robará, o te impedirá su goce.
¿Tienes un tesoro en el cielo? Quizás puedas decir, "He estado tratando hacer de Cristo mi tesoro." ¿Llegaste jamás a saber que Cristo tuvo un tesoro de gran precio aquí en la tierra? Si hubieras ido a Juan y le hubieras preguntado, "¿Quién es el tesoro de Cristo?" te hubiera respondido, "Lo sé, lo sé; no quiero darte su nombre, pero sé de quién se trata. Es el discípulo a quien Él ama." En el momento en que descubres que tiene un tesoro en la tierra, y que tú eres este tesoro, podrás verdaderamente decir, Él es mi tesoro en el cielo. Es la reciprocidad del amor. No puedes evitarlo.
Al entrar en ti el sentimiento de Su amor y de lo que Él ha sufrido por ti, tu corazón será totalmente capturado. Tu corazón, sin embargo, nunca quedará bien capturado hasta que descubras que eres Su tesoro, y entonces tú harás de Él el tuyo. No se precisará de ningún esfuerzo para ello. Y si Él viene a ser tu tesoro, ¿no te gustaría verle? Ciertamente, contestas tú. ¿Pero, cuándo quisieras que el Señor viniera? Esta noche. ¿Realmente ahora, de veras? ¿Estás dispuesto, y vigilante, esperando Su venida? ¿Listo para "abrirle de inmediato"?
Algunas veces voy a alguna casa, llamo, y a pesar de ello tengo que esperar un largo tiempo antes de entrar. Mis pacientes conocen mi llamada, porque por lo general les hago entender bastante bien que no tengo tiempo que perder y que deseo, sin perder el tiempo, entrar. Y a pesar de ello, se me hace esperar. ¿Por qué? ¿Acaso no han oído la llamada? Sí, pero se dedican a ordenar las cosas un poco, arreglando algo la habitación del paciente. ¿Tienes que "ordenar un poco las cosas" antes de que Él venga, o estás ya listo para Su venida en cualquier momento? ¿Podrías abrirle de inmediato?
Con los temores idos, las ansiedades quitadas, y con el corazón allí arriba, somos dejados a ser luces para Él en este oscuro mundo. Estaba yendo solo por un camino en Somerset hace unos pocos días, y al ver unas luciérnagas brillando en la oscuridad, dije, "Esto es lo que deberíamos ser—luciérnagas en la noche, brillando para Él." ¿Eres una luciérnaga en tu negocio, en tu casa, en tu vecindario—una luciérnaga celestial en esta tierra oscura, manchada por el pecado, esperando al Señor?
¿Estás esta noche esperando Su venida, anhelando darle la bienvenida? "Oh, sí," dirás tú. Mantengo la venida del Señor. Deja que te haga una pregunta. "¿Te mantiene a ti la venida del Señor? Si es así, no solamente estarás esperando, sino también velando.
Señálese el versículo 37: "Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles." ¿Cuál es el significado de estas palabras, "y vendrá a servirles"? Cuando Él nos haya llevado a la gloria, Él nunca dejará de ser Aquel que nos ministra. Nos servirá para siempre. ¡Qué amor! Él ha asumido la humanidad a fin de podernos servir, y nunca dejará de ser un hombre. Así es como siempre le conoceremos en la gloria. ¡Qué Salvador!
"Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo," esto fue parte de Su oración (Jn. 17:2424Father, I will that they also, whom thou hast given me, be with me where I am; that they may behold my glory, which thou hast given me: for thou lovedst me before the foundation of the world. (John 17:24)). Hay algo más profundo que la gloria—el amor que nos lleva allí. No estamos todavía en la gloria, pero estamos en el amor que nos lleva allí. Es por ello que la exhortación del Espíritu es "conservaos en el amor de Dios." Judas 1:21. "A fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento" (Ef. 3:17-19). Esta era la ferviente oración del apóstol por los santos. Que el Señor nos conceda conocer qué es lo que es permanecer en el goce de este amor, por causa de Su nombre. Amén.