Hechos 6

Acts 6  •  5 min. read  •  grade level: 16
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"En aquellos días, creciendo el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que sus viudas eran menospreciadas en el ministerio cotidiano" (v. 1).
La palabra "griegos" aquí indica judíos nacidos en Grecia, pero en el capítulo 11, el v. 20, la palabra "griegos" indica nacionales de la raza griega. No hay ningunos convertidos mencionados entre los griegos mismos hasta que lleguemos a este pasaje: "Y de ellos había unos varones ciprios y cirenenses, los cuales como entraron en Antioquía, hablaron a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús." "Y los que habían sido esparcidos por causa de la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Cipro, y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos."
Así que las murmuraciones tuvieron lugar entre judíos nacidos en Grecia y judíos nacidos en Judea; y fueron los de Grecia quienes se quejaron de que sus viudas no recibían trato equitativo en el ministerio cotidiano, es decir: en el repartimiento de comida y otras cosas necesarias.
"Así que, los doce convocaron la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, y sirvamos a las mesas. Buscad pues, hermanos, siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo, y de sabiduría, los cuales pongamos en esta obra. Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra. Y plugo el parecer a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, y a Felipe, y a Prócoro, y a Nicanor, y a Timón, y a Parmenas, y a Nicolás, prosélito de Antioquía: a estos presentaron delante de los apóstoles, los cuales orando les pusieron las manos encima" (vv. 2-6).
El ministerio de la palabra de Dios era la cosa de primordial importancia; por lo tanto los apóstoles no quisieron dejarlo para servir mesas, siendo esto, hablando propiamente, el encargo de los diáconos, o siervos. Dos apóstoles dejaron enteramente al juicio espiritual de los creyentes a quiénes escogieran, pero insistieron que fuesen (1) varones de buen testimonio, (2) llenos de Espíritu Santo, y (3) llenos de sabiduría.
Es de notar aquí que cuando ya no hubiera ningunos apóstoles que pusieran los diáconos, entonces las instrucciones dadas por Pablo a Timoteo servirían para poder discernir a cuáles hermanos en una iglesia local de cristianos fuesen capacitados para la obra del diácono. "Los diáconos asimismo, deben ser honestos, no bilingües, no dados a mucho vino, no amadores de torpes ganancias; que tengan el misterio de la fe con limpia conciencia. Y éstos también sean antes probados; y así ministren, si fueren sin crimen. Las mujeres asimismo, honestas, no detractoras, templadas, fieles en todo. Los diáconos sean maridos de una mujer, que gobiernen bien sus hijos y sus casas. Porque los que bien ministraren, ganan para sí buen grado, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús" (1 Tim. 3:8-13).
Los nombres de los siete varones elegidos por la multitud nos dan a saber cómo la gracia de Dios obraba tan eficazmente en aquel entonces, pues son nombres de origen griego, no de origen israelita: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás; no: Jacob, Judá, Levi, Simeón, etc. Fueron los griegos quienes murmuraron, y los diáconos fueron escogidos de entre ellos.
"Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalem: también una gran multitud de los sacerdotes obedecía a la fe" (v. 7). Cuando Dios está obrando, muy pronto el diablo se opone a la obra divina. Veremos lo que iba a suceder:
"Empero Esteban, lleno de gracia y de potencia, hada prodigios y milagros grandes en el pueblo. Levantáronse entonces unos de la sinagoga que se llama de los libertinos, y cireneos, y alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia, disputando con Esteban. Mas no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (vv. 8-10). El Señor Jesús había instruido a sus discípulos así: "Poned pues en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder: porque ye os daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os opondrán" (Luc. 21:14, 15).
De paso, notemos aquí que los creyentes eligieron a Esteban un diácono, pero él tenía don de evangelista directamente de Cristo, la Cabeza de la Iglesia, y lo ejercía para la gloria 'de su Señor.
Ya que el diablo nada pudo en contra del testimonio fiel de Esteban, hizo que fuese acusado falsamente de palabras blasfemas: "entonces sobornaron a unos que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y Dios. Y conmovieron al pueblo, y a los ancianos, y a los escribas; y arremetiendo le arrebataron, y le trajeron al concilio. Y pusieron testigos falsos, que dijesen: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y la ley: porque le hemos oído decir, que este Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y mudará las ordenanzas que nos dio Moisés. Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de sin ángel' (vv. 11-15).
Anteriormente, "los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, y todo el consejo, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte" (Matt. 26:59). Ahora, seguían el mismo procedimiento contra Esteban, el testigo fiel de Jesús. El hombre religioso que tiene potestad, pero no tiene a Cristo en su corazón, es un juguete del diablo.
Aunque los creyentes eran ya muy numerosos, no se levantaron armados para rescatar a Esteban. Todos ellos-llenos del amor de Dios derramado en sus corazones por el Espíritu Santo-obedecieron a la palabra del Señor: "No resistáis al mal.... Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos" (Matt. 5:39, 44-45).
El Señor sostenía a su siervo de modo maravilloso y sus enemigos "vieron su rostro como el rostro de un ángel." "Se sostuvo como viendo al Invisible" (Heb. 11:27).