Capítulo 8: Todos a Salvo Por Fin

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Arturo estaba de pie en la proa de la barca. Éste era su tercer viaje, y su último. Con Papá y Mamá y los tres pequeñitos a salvo, su tarea estaría terminada. Pensó también en sus experiencias durante la noche, como había ayudado a salvar Colinsplat de la inundación, y exhaló un gran suspiro de satisfacción. Él estaba cansado, tan cansado que parecían danzar estrellas violentamente delante de sus ojos. Pero esto no le importaba. Cuando este viaje fuera terminado, él iba a descansar; descansaría sobre sus laureles, como la gente dice.
Estaban acercándose al gran techo moreno del almacén, que todavía quedaba bien encima del agua. Las copas de los álamos chasqueaban en el agua. Arturo pensó en Carina. Fue una cosa muy valiente para hacer, ¡nadar en esta agua violenta para rescatar a un bebé en un sillón! Él sentía que era más que cualquier cosa que él mismo había hecho. El doctor en el dique había dicho que ella estaría bien; y también el bebé.
Entonces de repente él se dio cuenta de que la casa debía estar dentro de la vista, y él no la podía ver. Será que ellos habían perdido su rumbo, y estaba la casa detrás del almacén? O, ¡no, él no pudo aguantar el pensamiento que le vino! Otras casas se habían derrumbado, pero la de ellos era más firme que la mayoría. ¡Tenía que estar detrás del almacén!
Miró fijamente hasta que le dolían los ojos, y sus labios empezaron a sangrar por causa de sus dientes que los mordían. Si la casa se ha desaparecido, ¿dónde están Mamá, y Papá, y Trena, y Dorotea, y Guillermo?
El señor Cozinse habló:—Arturo, tú tienes ojos agudos. ¿Qué es aquella cosa allá?
Arturo miró en la dirección del brazo extendido del señor Cozinse. Vio a un hombre que parecía estar de pie sobre las olas. El pensamiento de como Pedro anduvo sobre el agua entró en la mente de Arturo. Pero este hombre estaba agitando un abrigo negro.
—Debe de ser una señal para ayuda—dijo el señor Cozinse, y viró el timón.
Arturo quería gritar:—¡Qué de Papá y Mamá!—Pero no lo dijo. Después de todo, este hombre estaba en gran peligro. Papá y Mamá estarían a salvo en el desván; la casa ciertamente tenía que estar allí, fuera de la vista detrás del almacén.
—¡Vamos, muchachos!—el señor Cozinse dijo—. Todos juntos ahora...uno...dos...
¿Pero qué había sido del hombre? No se veía nada sino las crestas blancas de las ondas. ¿Se había ahogado él, con el socorro tan cerca?
Entonces Arturo lo vio otra vez. Estaba acostado ahora, y debía de estar encima de una balsa. Otra persona estaba acostada a su lado. Había dos adultos y tres niños. Las olas corrían sobre ellos vez tras vez, casi escondiendo la balsa de la vista.
Pero cuando el hombre se levantó sobre las manos para verlos, Arturo exclamó:—Papá!
Los remeros dieron duro, y el señor Cozinse guió la barca alrededor de la balsa. El gancho de Arturo arrastró la pequeña embarcación más cerca. Allá esta-ban acostados su padre, su madre, sus hermanitas y Guillermo, medio debajo del agua.
Papá levantó a Trena en la barca, y luego Dorotea. Arturo ayudó a Guillermo a entrarse.
—Ahora, Mamá—Papá dijo.
Mamá se levantó despacio sobre la balsa tambaleante. Estaba entorpecida de frío, y desmayada. Pero cuando le vio a Arturo, su cara se alumbró.
—¡Mi hijo!—ella dijo—. ¡Entonces Dios ha concedido que nos viéramos una vez más! Una sonrisa tierna movía sus labios blancos. Ella levantó una mano como de saludo.
—Ven, Mamá—Papá le dijo tiernamente con urgencia.
—Sí, voy—Mamá dijo. Hizo un paso tambaleante. Pero su pie deslizó, y la balsa se ladeó debajo de ella. Cayó, y se resbaló al agua. La balsa emergió arriba de su cabeza.
Todo sucedió en un instante, y Arturo brincó al agua un momento después. Se zambulló abajo, agarró el hombro de Mamá y empujó la cabeza de ella arriba del agua. Los hombres hicieron lo demás. Colgado a la orilla de la barca, Papá levantó a Mamá; otros la arrastraron para adentro. Otra mano subió a Arturo de regreso a la barca.
Los remeros extendieron frazadas sobre Mamá. Entonces el señor Cozinse mandó otra vez:—Todos juntos...uno...dos... Se precipitaron adelante por el agua hacia el dique.
Arturo se acostó también debajo de la frazada. El señor Cozinse insistió en que debía acostarse allí. Y él estaba contento. Todos estaban a salvo por fin, y él mismo había rescatado a Mamá. Él era igual que Carina, después de todo.
Mamá estaba muy pálida. Pero Arturo se acordó de la mujer que habían sacado del agua en la mañana. El doctor había dicho que ella estaría bien. Había dicho lo mismo acerca de Carina.—Métanla en la cama con bastantes frazadas calientes y botellas de agua caliente, y estará bien—él había dicho. Pronto iban a meter a Mamá también en la cama.
Cuando la barca tocó el dique, los hombres estaban esperando para ayudar. Sacaron a Trena y a Dorotea y a Guillermo primero. Iban a ayudar a Arturo, pero él brincó afuera y se paró listo para ayudar a Mamá.
Los hombres la levantaron, con la frazada y todo. Arturo vio su cara pálida y sus ojos cerrados. Sus labios casi estaban sonriendo; y aunque ella no dijo palabra, Arturo pensaba que la oía decir:—¡Mi hijo!—Igual que había dicho en la balsa, e igual que ella había dicho ayer, ¿será que solamente fue ayer cuando ella le había dicho adiós a él? Entonces ella había tenido miedo de que no se encontraran otra vez. Pero este temor no salió cierto. Se encontraron otra vez, y todos iban a viajar juntos en el bus a Colinsplat.
En la casa de Leandro, Arturo se bañó con agua caliente y se vistió en ropa seca. Entonces se sentó en una silla cómoda cerca del fuego. Los demás habían sido llevados al hospital.
Los ojos de Arturo se cerraron. Él estaba cansado, pero muy feliz. ¡Había tantas cosas de que estar agradecidos! ¡Papá, Mamá, los hermanos y las hermanas, estaban todos a salvo!
—¡Arturo!
Arturo abrió los ojos. Papá estaba allá, vestido en algunas de las ropas del señor Cozinse.
—Es maravilloso, ¿verdad, Papá?—Arturo exclamó—. ¡Todos estamos sanos y salvos!
—Sí, todos estamos a salvo—Papá dijo.
Arturo le miró a Papá con curiosidad. Su cara y su tono de voz eran tan solemnes.
—Todos estamos a salvo, ¿verdad que sí?—él preguntó ansiosamente.
Papá asintió con la cabeza.—Sí, Arturo, todos estamos a salvo—dijo.
Pero las palabras eran difíciles para decir, y Papá estaba parpadeando los ojos húmedos. Arturo nunca le había visto con tal mirada.
—¿Entonces qué está mal, Papá?—él preguntó ansiosamente—. ¿Es Carina?
Papá meneó la cabeza.—Carina está mejorándose bien. Ella pronto estará buena. Pero Mamá...
Las palabras le taparon la garganta, y se detuvo.
Arturo sintió que su propia garganta se apretaba con temor repentino.—¿Está muy enferma Mamá?—él susurró.
Papá asintió con la cabeza.—Mamá se ha ido—él dijo.
—¡Pero usted dijo que todos estamos a salvo!—Arturo exclamó.
—Lo estamos, Arturo—Papá contestó suavemente—. Todos fuimos salvados. Pero, Mamá fue salvada en una manera diferente.
Entonces Arturo entendió lo que Papá quería decir. Pensó otra vez en lo que ella había dicho, solamente ayer:—Si no nos vemos otra vez, quiero que sepas, mi hijo, que todo está bien con Mamá. Jesús ha hecho bien todas las cosas.
Arturo recordó la sonrisa, y la mirada de paz, que había visto en el rostro de ella cuando la levantaron de la barca. Sí, ella estaba a salvo. Pero no fue Carina quien la había rescatado. Y no fue Arturo, aunque él se había zambullido al agua para sacarla. Fue el Señor Jesús quien la había salvado. Él la sacó de la inundación y al paraíso, donde ella nunca tendrá que temer otra inundación; porque no hay mar allí, y no hay frío, ni hambre, ni tristeza ni lágrimas. Ella está a salvo con el Señor, para siempre.
"Con todo yo también sé que les irá bien
a los que a Dios temen." Eclesiastés 8:12
"El que cree en el Hijo tiene vida eterna."
Juan 3:36
"Bien lo ha hecho todo." Marcos 7:37
"De cierto, de cierto os digo: El que oye
mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida." Juan 5:24
"Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo."
Juan 14:3
Se puede encontrar otras promesas preciosas de Dios por medio de leer las siguientes Escrituras:
Juan 10:9
Salmos 34:6
Hechos 16:31
Romanos 10:9
Hechos 15:11
Apocalipsis 21:4
Salmos 18:16
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