Mateo Capítulo 8

Matthew 8  •  11 min. read  •  grade level: 13
Listen from:
El Comienzo Del Testimonio Del Señor En Medio De Israel
Luego, en el capítulo 8, el Señor comienza Su paciente vida de testimonio en medio de Israel, la cual concluyó con Su rechazo por el pueblo al que Dios había guardado tanto tiempo para Él, y para su propia bendición.
Él había proclamado el reino, exhibió Su poder por toda la tierra, y manifestó Su carácter, así como el espíritu de aquellos que iban a entrar al reino.
El Carácter De Los Milagros Del Señor
Pero Sus milagros, así como todo el Evangelio, están siempre caracterizados por Su posición entre los judíos y los tratos de Dios con ellos, hasta que Él fue rechazado. Jehová, y sin embargo el Hombre obediente a la ley, anunciando por anticipado la entrada de los Gentiles en el reino (su establecimiento en misterio en el mundo), y prediciendo la edificación de la Iglesia o asamblea sobre el reconocimiento de que Él es el Hijo del Dios viviente, y el reino en gloria. Y, mientras detectaba, como efecto de Su presencia, la perversidad del pueblo, con todo, llevaba en Su corazón, con perfecta paciencia, la carga de Israel. Es Jehová presente en bondad, exteriormente como uno de ellos: ¡maravillosa verdad!
La Curación Del Leproso: Dios Manifestado En Gracia Y Bondad
Antes de todo, hallamos la curación de un leproso. Jehová solo, en Su soberana bondad, podía curar al leproso; aquí Jesús lo hace. “Si quieres”, dice el leproso, “puedes”. “Quiero”, contesta el Señor. Pero al mismo tiempo, mientras expone en Su propia Persona aquello que repele toda posibilidad de contaminación—aquello que está por encima del pecado—Él muestra la más perfecta condescendencia hacia el contaminado. Él toca al leproso, diciendo, “Quiero; sé limpio.” Vemos la gracia, el poder, la santidad de Jehová que no se puede contaminar, descendiendo en la Persona de Jesús hasta la proximidad más cercana al pecador, tocándole, por así decirlo. Fue, de hecho, “Jehová, tu sanador.” (Éxodo 15:26). Al mismo tiempo, Él se oculta, y ordena al hombre que había sido sanado, que vaya al sacerdote según las ordenanzas de la ley para presentar la ofrenda. Él no sale del lugar del judío en sujeción a la ley; pero Jehová estaba allí en bondad.
Gracia Soberana a Un Gentil
Pero en el siguiente caso, vemos a un Gentil, que por la fe goza del efecto pleno de ese poder que su fe asignaba a Jesús, dándole al Señor la ocasión para exponer la solemne verdad de que muchos de esos pobres Gentiles vendrían y se sentarían en el reino de los cielos con los padres que eran honrados por la nación judía como los primeros padres de los herederos de la promesa, mientras que los hijos del reino estarían en las tinieblas de afuera. De hecho, la fe de este centurión reconoció un poder divino en Jesús, el cual, por la gloria de Aquel que lo poseía, abriría la puerta a los Gentiles (no olvidaría a Israel, sino que), injertaría en el olivo de la promesa las ramas del olivo silvestre, en el lugar de aquellas que debían ser cortadas. La manera en la cual esto debería ocurrir en la asamblea, no era el tema ahora.
La Suegra De Pedro Sanada: Intervención Presente En Bondad Y Poder Temporales
No obstante, Él no abandona aún a Israel. Entra en la casa de Pedro, y sana a la madre de su esposa. Hace lo mismo con todos los enfermos que se apiñan en torno a la casa, al atardecer, cuando el día de reposo había terminado. Todos son sanados, los demonios son echados fuera, de modo que la profecía de Isaías se estaba cumpliendo: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mateo 8:17). Jesús puso Su corazón bajo el peso de todas las dolencias que oprimían a Israel, a fin de aliviarlos y curarlos. Aún es Emanuel, quien está consciente de su miseria y se aflige por todas sus aflicciones, pero quien ha venido con el poder que demuestra que Él es capaz de liberarlos.
Rechazo Consciente
Estos tres casos muestran este carácter de Su ministerio de manera clara y extraordinaria. Él se oculta; pues, hasta el momento en que Él mostraría juicio a los Gentiles, Él no alza Su voz en las calles. Es la paloma, la cual reposa sobre Él. Estas manifestaciones de poder atraen a los hombres hacia Él; pero esto no le engaña: Él nunca se aparta en espíritu del lugar que ha tomado. Él es despreciado y rechazado por los hombres; no tiene dónde recostar Su cabeza. La tierra tenía más lugar para las zorras y las aves que para Él, a quien hemos visto aparecer momentos antes como el Señor, reconocido al menos por causa de las necesidades que Él nunca rehusó aliviar. Por lo tanto, si algún hombre quería seguirlo, debía abandonar todo para ser el compañero del Señor, que no hubiera descendido a la tierra si no hubiese estado todo en entredicho; ni lo habría hecho sin un derecho absoluto, aunque fue, al mismo tiempo, con un amor que solamente podía estar ocupado por su misión, y por la necesidad que trajo al Señor allí.
La Tempestad Permitida Para La Prueba De La Fe Y Para Manifestar La Dignidad De Cristo
El Señor en la tierra, o lo era todo o no era nada. Esto, es verdad, tenía que sentirse moralmente en sus resultados, en la gracia que, actuando por fe, unía al creyente a Él con un vínculo inefable. Sin esto, el corazón no habría sido sometido a prueba moralmente. Pero esto no lo hacía menos verdadero. Por consiguiente, las pruebas de esto estaban presentes: los vientos y las olas, ante los cuales para el ojo humano Él parecía estar expuesto, obedecieron Su voz de inmediato—una asombrosa reprobación a la incredulidad que le despertó de Su sueño, la cual había creído posible que las olas le iban a tragar, y con Él los consejos y el poder de Aquel que había creado los vientos y las olas. Es evidente que esta tempestad fue permitida para probar la fe de ellos y para manifestar la dignidad de Su Persona. Si el enemigo fue el instrumento que la produjo, él sólo tuvo éxito en hacer que el Señor exhibiese Su gloria. Tal es, en efecto, siempre el caso respecto a Cristo, y para nosotros, donde la fe está.
Ahora bien, la realidad de este poder, y la manera de su operación, son demostrados forzosamente por lo que sigue.
El Poder Divino Echa Fuera El Poder De Satanás; La Presencia Divina Insoportable Para El Mundo
El Señor desembarca en la tierra de los gadarenos. Allí el poder del enemigo se manifiesta en todos sus horrores. Si el hombre, a quien el Señor había venido en gracia, no Le conocía, los demonios conocían a su Juez en la Persona del Hijo de Dios. El hombre estaba poseído por ellos. El temor que tenían al tormento en el juicio del último día, es aplicado en la mente del hombre ante la presencia inmediata del Señor: “¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” Los espíritus malignos actúan en los hombres mediante el temor a su poder; ellos no tienen poder a menos que se les tema. Pero sólo la fe puede sacar este temor del hombre. No me refiero a las pasiones con que estos actúan, ni a las asechanzas del enemigo; yo hablo del poder del enemigo. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7). Aquí los demonios deseaban manifestar la realidad de su poder. El Señor lo permite, para dejar claro que en este mundo no es simplemente cuestión de si el hombre es bueno o malo, sino, también, de aquello que es más fuerte que el hombre. Los demonios entran en los cerdos, que perecen en las aguas. Lamentable realidad que demuestra claramente que no era un asunto de una mera enfermedad o de pasiones pecaminosas, ¡sino de malos espíritus! Sin embargo, gracias sean dadas a Dios, era también un asunto de Uno que, aunque Hombre en la tierra, era más poderoso que ellos. Los demonios son obligados a reconocer este poder, y apelan a él. No existe el mínimo gesto de resistencia. En la tentación en el desierto, Satanás había sido vencido. Jesús libera completamente al hombre que había sido oprimido con su poder maligno. El poder de los demonios no era nada ante Él. Podía haber liberado al mundo de todo el poder del enemigo, si eso hubiera estado solamente en cuestión, y de todos los males de la humanidad. El hombre fuerte fue atado, y el Señor saqueó sus bienes. Pero la presencia de Dios, de Jehová, turba al mundo incluso más que de lo que el poder del enemigo degrada y domina la mente y el cuerpo. El control del enemigo sobre el corazón—demasiado pacífico, y, ¡lamentablemente! muy poco percibido—es más poderoso que la fuerza del corazón. Esto sucumbe ante la palabra de Jesús; pero la voluntad del hombre acepta el mundo como es, gobernado por la influencia de Satanás. Toda la ciudad, que había sido testigo de la liberación del poseído y del poder de Jesús presente entre ellos, le ruegan que se vaya. ¡La triste historia del mundo! El Señor descendió con poder para liberar al mundo—al hombre—de todo el poder del enemigo; pero ellos no se dejarían liberar. Su distancia de Dios era moral, y no simplemente una servidumbre al poder del enemigo. Ellos se sometieron a su yugo, se habían acostumbrado a él, y no iban a aceptar la presencia de Dios.
Yo no dudo que lo que sucedió a los cerdos es una figura de lo que sucedió a los judíos impíos y profanos, los cuales rechazaron al Señor Jesús. Nada puede ser más asombroso que la manera en que una Persona divina, Emanuel, si bien un hombre en gracia, es manifestada en este capítulo.