Capítulo Nueve

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El domingo por la mañana el doctor trajo algunos papeles. Todos se había n reunido y desayunado en la choza. Cuando la Señora leyó las cartas, abrazó a Ondreco y dijo medio llorando y medio riendo:—Mi querido hijo, ahora realmente puedes decir "nuestro bosque" y "nuestras ovejas" porque yo lo compre todo para ti, mi Ondreco, y toda esta tierra. U nicamente no sé si puedo atreverme a decir "Nuestro Bach Filina". No podría, si no fuera por ti. El mismo tiene que decidir si va a quedarse con nosotros. Dile que debe quedarse.
-No me preguntes, Ondreco—sonrió Bach—. Si ustedes están satisfechos conmigo, si, si están satisfechos con todos nosotros, todos estaremos contentos con quedarnos; ¿no es así, muchachos?
-Seguramente estaríamos muy contentos de quedarnos—contestaron los encargados de los rebaños.
Pronto se hizo a conocer en todos los tres rediles que la Señora Slavkovsky había comprado la finca del Señor Gemer y que ella iba a legarla a Ondreco si el Señor Gemer entregaba su hijo a ella. Ninguno dudaba que el haría esto, y puesto que el mayordomo actual dio la noticia de que salía, porque había sido llamado para dirigir otra finca, la Señora esperaba encontrar a otro hombre responsable. Ella prometió a todos un aumento en sus sueldos tan pronto como el cambio de dueño de la finca fuera archivado y algunos mejoramientos fueran hechos. Todos se regocijaron. Casi parecía que aun las ovejas sabían que Ondreco había llegado a ser su dueño. Era hermosa la manera en que ellas sonaban sus campanas.
A través de los rediles a cada rato sonaba el canto que ellos llamaban el canto de la Señora: "Mi fe espera en Ti, Cristo Jesús". Los niños lo enseñaban a todos los que querían aprenderlo, que eslovaco no querría aprender un nuevo canto? Cuando la Tía Moravec se fijó en como el himno les gustaba a todos, ella mencionó a Palko que ella todavía tenía un libro entero de tal clase de himnos de América. Por tanto, Ondreco rogó a su madre que cantara uno de ellos de vez en cuando. Ella no puso ninguna excusa. Cada día ella les enseriaba un himno nuevo, de los cuales cada uno era más bonito que los de antes. No se dieron cuenta de que ella les enseriaba los mismos himnos de los cuales ella se corrió cuando salió del hogar de sus padres, y los cuales ella no había querido oír ni cantar allí.
Bach permitió a los encargados que vivían en las otras chozas que vinieran a su choza. Les gustaba venir para oír esos cantos. Los encargados tenían buenas voces, tan claras como las campanas de la tarde. La Señora hasta les enseñó a cantar uno en cuatro voces. Cuando llegó el domingo, practicaron por toda la tarde, y cantaron en la noche, de manera que sonara sobre las montañas como una melodía hermosa.
Ese domingo Palko leyó y explicó como el Señor vino de Nazaret para vivir en Capernaum, puesto que la gente no quería tenerlo en Nazaret, y que aún hoy el Señor Jesús no quería obligar a nadie, igual que no había obligado a los de Nazaret, sino que se fue y los dejó para siempre. Entonces él rogó a todos que no mandaran al Señor Jesús a otro lugar, sino que permitieran que viviera con ellos.—Sería muy triste si nuestros rediles fueran como los de Nazaret, y, si Él tuviera que abandonarnos e ir más adelante a Capernaum. Donde Él está hay un cielo y hay vida. Él sana toda enfermedad. Fíjense en cuantas personas El sano en Capernaum. Pero donde Él no está, hay oscuridad, justamente como aquel himno dice: "Ay, ya no hay más salvación".
Con pensamientos serios todos se fueron a reposar. Ondreco durmió muy profundamente, pero a pesar de eso le parecía que oía a su madre llorar. En la mariana él vio en sus ojos que no había dormido mucho. Él no debía despertarla. Así que silenciosamente salió del cuarto con su traje y se vistió afuera.
Un día cuando José trajo cosas de la ciudad y la Tía Moravec le dio una buena comida, él empezó a alabar a su nueva Señora y preguntó sinceramente: ¿por qué se separó de ella el Señor de Gemer? Él no va a encontrar a ninguna otra como ella en el mundo.
—Él no se separó de ella, sino que ella se separó de él—dijo la anciana enfermera con la cara nublada—. Él es un hombre malo e infiel La pobre mujer lo amó tanto y creó todo. Cuando ella lo tomó, ella tenía mucho dinero; y él nada más vivió por el dinero de ella y lo malgasto. Él jugaba a las cartas y hacia toda clase de cosas malas. Ya para cuando llegamos a Budapest le había robado todo. Él quería que ella continuara cantando allí. Ella tenía joyas bonitas; él le dijo que iba a depositarlas en un banco, pero él las empeñó, porque en las carreras de caballos él había perdido una apuesta grande, y necesitaba mucho dinero.
últimas cosas que tenía, y más que todo llevó a su pequeño hijo, y se fue a Viena. Allí la encontró enferma en peligro de muerte.
—Ese ladrón, ese engañador, ¡Cómo él la engaño y la robó a ella! Si uno de nosotros roba una gallina o una cosa semejante lo ponen de una vez detrás de barrotes. Tal caballero como él puede hacer todo lo que quiera, pero si ella tan solamente fuera ante la ley él tendría que devolverle todo—dijo José enojadamente.
-Sí, lo tendría que hacer, pero ella no lo quiere. A ella no le importa el dinero. Lo único que ella quiere es tener paz para siempre. Pero para que él no hiciera ningún problema acerca del niño, yo escribí a nuestro abogado que iba a hacer el arreglo para ella, que él lo amenazara de un pleito para las joyas y el dinero si él no quería entregar al niño de buena gana. Mi Señora nunca va a saber lo que hice. Nuestro abogado es un buen amigo, y un hombre decente y honrado, no tal clase que teníamos antes.
José no guardó esta noticia consigo mismo. Así que los ayudantes de Filina se enteraron de que tipo de patrón tenían únicamente después de que el cesó de ser su Señor. Hasta el Ultimo tomó la parte de la Señora. Todos tenían lastima de ella y querían que ella tuviera el archivo muy pronto en blanco y negro, que el niño fuera de ella solamente, y que el padre ya no tuviera ningún derecho a él. Todos la saludaban muy respetuosamente en dondequiera que la encontraban. Ella andaba tristemente y en mucha meditación. Solamente entre los niños ella estaba animada.
En los rediles también a veces estaban en meditación triste. Contaban los días hasta que Lesina vendría por Palko y lo llevaría, Cuando Ondreco con lágrimas dijo esto en confianza a su madre, las mejillas de ella volvieron pálidas de susto. Nunca le había ocurrido a la mente que Palko iba a salir, y ella ni podía imaginarse cómo serían esos alrededores sin la presencia de él. Un día en la acompañó a la casita. Ella le había prometido un nuevo canto; él había entrado para recibirlo.
-Palko, ¿quieres salir y dejarnos aquí?—ella empezó a decir de repente, y tomó al niño por la mano.
-De cierto, la semana que viene mi padre va a venir—él dijo seriamente—. Entonces tendremos más o menos cinco días de trabajo con los palos, y después saldremos.
-Pero lo estarás contento de estar en la casa otra vez, ¿verdad que sí?
-Realmente muy alegre—el confesó sinceramente—. Ya que no he visto a mi madre por varias semanas, ni al abuelo ni a la abuela ni a todos los demás, ni me han visto a mí. Ellos se alegrarán cuando yo llegue, y yo más que todos ellos, porque todos estaremos juntos otra vez.
—¿Y no tendrás lastima por tus compañeros aquí? Ellos quedarán tristes cuando tú salgas.
-Sí, de veras; me sentiré muy solito sin ellos y sin el Tío Filina. Yo le amo mucho a él, como a mi anciano pastor Malina. Estoy agradecido al Señor Jesús de que el Tío este sano y todavía no morirá, sino que les contará a sus ayudantes acerca del Señor Jesús, y a todos los demás. Solamente una cosa me causa preocupación; es que cuando yo salga, no voy a saber qué hará usted, señora, con el Señor Jesús. Usted nos ha enseñado cantos tan bellos; hasta mi muerte estará agradecido a usted por ellos. Usted ha cantado tan bellamente por nosotros, como un ángel del cielo; pero usted no cree lo que ha estado cantando. Estoy triste por eso, y el Señor Jesús esta triste también. Ayer usted nos enseñó el canto:
"Salvo en los tiernos brazos
De mi Jesús seré,
Y en su amoroso pecho
Siempre reposare.
-Le convendría tan hermosamente si usted diera a sí misma en Sus manos igual que el pastor lleva a la oveja perdida. Sería tan bueno para usted estar en los brazos de Él; yo lo sé mejor que nadie. Mientras estaba yo aquí entre ustedes, más que una vez la nostalgia para mi madre amenazo apoderarse de mí; pero cuando yo consideré cómo Él está conmigo, me puse bien otra vez en seguida, y me sentí completamente en casa. Usted ya ha encontrado mucha maldad en el mundo y más que una vez estaba triste, ¿verdad que sí? Pero él le daría consuelo. No obstante, si usted lo hiciera salir como la gente de Nazaret, Él se iría a otra parte, pero usted se quedaría sola. Ondreco me dijo que usted tiene un padre muy bueno, y que su padre ya pertenece al Señor Jesús. Ondreco le pertenece a El también; algún día ellos dos irán para estar con Él, y usted se quedará sola—y Palko se echó a llorar.
—No llores—dijo la Señora en una voz distinta—. Yo no quiero ser como la gente de Nazaret. Yo quisiera ir por aquel camino angosto, pero no Lo puedo encontrar. Estoy demasiado llena de pecado para que Dios me reciba. Entre tanto que mi padre terrenal no me perdone, no puedo buscar el rostro de Dios.
Su conversación fue quebrada cuando llegaron a la banca, porque la Tía Moravec se acercó a encontrarlos, completamente pálida, diciendo:—Un mensajero especial trajo un telegrama. Por favor firme aquí.
Las rodillas de la Señora empezaron a temblar. Se sentó en la banca, firmó el papel y se lo dio a la Tía, y luego rápidamente abrió el telegrama y leyó. Manchas oscuras se formaron ante sus ojos. Incapaz de ver, entregó el telegrama al niño—Palko, léeme eso—y Palko leyó:
-Nueva York. Estoy embarcando. Llegando a verte. Tu amante padre.
-¿Realmente es así, Palko?
-Así es.
¡Ay, mi padre, mi padre! Él está viniendo a nosotros. Él todavía ama y perdona. Palko, ora por mí, porque algo me va a pasar—llorando amargamente, la Señora se cayó sobre las rodillas.
Palko oró:—Gracias a Ti, Señor Jesús, que su padre está viniendo, y que él la ha perdonado, aunque él está muy lejos, todavía Tú estás aquí. Si ella solamente te pidiera, Tú la perdonarás, porque Tú la amas tanto, yo sé. Amen.
La vida y la muerte están en el poder de la lengua. En las palabras de Palko había vida. La Señora creía que el Buen Pastor estaba realmente allí, y que Él llegó a encontrarla. Una vez ella se había corrido de Él; hoy no quería correrse. Hoy ella confesó sus transgresiones a Él. Bien sabía que había pecado más contra Él, y que se había salido de Su presencia, para su propia destrucción. Ella lo había despreciado cuando Él extendía Sus manos traspasadas hacia ella, aunque había n sido clavadas en la cruz por amor a ella. Ella no había querido cantar himnos para Su honra y gloria; y había odiado los himnos del Cordero. Había querido cantar para la gente y lo había hecho, pero ellos la habían recompensado por medio de quebrar su corazón. Pero Él, a quien ella menospreciaba, la había seguido hasta ese lugar. Ella no había querido escuchar a los predicadores famosos; pero Él había mandado a un niño en el camino de ella para que pudiera guiarla a los pies del Buen Pastor. El Buen Pastor no la menospreció; al final Él la había recibido. Palko no entendía lo que la Señora oraba, porque oraba en inglés, pero él entendía el tono de la voz. El Señor Jesús estaba con ella y ella lo sabía y habló con Él. Palko se levantó silenciosamente y respetuosamente, y dejó el lugar que ya pertenecía a la Señora y al Buen Pastor.