En estos capítulos, tenemos el registro de la resurrección de Lázaro. Después, Lázaro se encuentra en comunión con otros de la misma fe, cuyo centro es el Señor. Es el paso de la esfera de la muerte a la esfera de “la vida eterna” (“lo que realmente es vida” según la traducción por J. N. Darby en inglés) (1ª Timoteo 6:19). Esto ilustra otro aspecto de la transición del judaísmo al cristianismo.
La condición de la muerte en la cual estaba Lázaro es una figura del estado de la nación de Israel bajo la Ley, moral y espiritualmente. Todo el sistema de la Ley es “el ministerio de muerte” y “ministerio de condenación” (2ª Corintios 3:7, 9). Todos bajo las condiciones legales de este sistema, que no cumplieron sus términos, fueron muertos. El levantar a Lázaro de entre los muertos es una figura del trabajo del Señor al tomar un remanente de creyentes fuera de este sistema legal. María y Marta son emblema de las dos partes del remanente de creyentes de ese tiempo. María tenía plena certeza de fe y esperaba la expectativa del retorno del Señor (versículo 20). Ella nos recuerda a Simeón y a Ana, y otros, que estaban esperando en fe por “la redención en Jerusalem” (Lucas 2:25-38). Marta expresaba una debilidad en la fe que también era vista en muchos de los creyentes judíos de ese tiempo. Ella creía en el poder del Señor, pero cuestionaba Sus tiempos y caminos—y aún le culpaba por llegar tarde (versículo 21). Muchos creyentes en ese tiempo estaban llenos de dudas (Mateo 28:17; Lucas 24:13-33; Juan 20:24-31).
El recibir el evangelio no solo trae vida al alma del creyente (“vida eterna”) sino que también lleva al creyente a una esfera de vida en la comunidad de los santos. El apóstol Pablo se refiere a este último aspecto de vida como “vida eterna”—a lo que los santos serán llevados cuando sean glorificados en el cielo (Romanos 5:21; 6:22-23; 1ª Timoteo 6:11; Tito 1:2; 3:7). Esto está ilustrado en la escena en la cual Lázaro es encontrado después de ser levantado de entre los muertos (capítulo 12:1-3). Él disfrutaba de alegre comunión en la cena con María, Marta y los discípulos, con el Señor en medio de ellos. Él no sólo recibió vida en su alma, sino fue llevado a una esfera de vida entre creyentes, lo cual es una figura de la comunión cristiano (¤ª Juan 1:3).
Sin embargo, Lázaro no fue inmediatamente de la tumba a la cena de Betania. Cuando salió de la tumba estaban “atadas las manos y los pies ... y su rostro” y necesitaba ser desatado. Esto nos habla de las ataduras del sistema de principios legalistas judíos (Hechos 15:10; Gálatas 4:24-25). Muchas veces aquellos que han sido salvados del sistema son estorbados por esos principios legalistas que han formado sus conciencias. Con frecuencia traerán sus “vendas” del judaísmo (principios y prácticas legalistas) al círculo Cristiano y puede ser molesto a los santos (Hechos 10:9-16; Romanos 14:1-6; Gálatas 2:11-14). El Señor dijo: “Desatadle, y dejadle ir” (versículo 44). Esto nos habla del trabajo que dejó el Señor a Sus siervos (particularmente a los Apóstoles) en los primeros días del cristianismo. Su ministerio hacia aquellos que fueron salvados del judaísmo era liberarlos de las trampas de aquella religión terrenal. Las epístolas judío/cristianas (Hebreos, Santiago, 1ª y 2ª Pedro) son ejemplos de este trabajo. Aquellos escritores del Nuevo Testamento trabajaron para que los creyentes judíos sean liberados de las “vendas” del judaísmo y establecidos en la libertad cristiana (Gálatas 5:1).
Entre los eventos concernientes a Lázaro siendo resucitado y él participando de la cena en Betania, Caifás, el sumo sacerdote, profetizó (involuntariamente) que “Jesús había de morir por la nación” (versículos 47-54). Él tenía malvadas y egoístas intenciones en lo que dijo al concilio (el Sanedrín). Para decirlo de otro modo, él dijo: “Si esto continúa así (eso es, la gente siguiendo al Señor Jesús) habrá una revolución en la tierra, y los romanos vendrán y nos matarán a todos”. Él sugirió que deberían matar a Cristo y desparramar a Sus seguidores para acabar con el movimiento, y así salvar a la nación de ser destruida. Él razonaba que era mejor que “un hombre muera por el pueblo” que dejar que “toda la nación” perezca. Por tanto, Caifás no estaba dolido por matar a un Hombre inocente si esto preservaría a la nación en la tierra. Pero Dios anuló lo que Caifás dijo y él profetizó sin saber lo que exactamente iba a suceder con la muerte de Cristo. El Señor no solo moriría por la nación, sino que también Él reuniría “en uno los hijos de Dios que estaban derramados”. Esto señala a la actual obra de Dios en la dispensación cristiana al traer creyentes gentiles al rebaño de Dios junto con creyentes judíos (Juan 10:16).
Una vez liberado de las vendas del judaísmo, encontramos a Lázaro en comunión con sus hermanas y los apóstoles en la cena donde el Señor se encontraba en medio (capítulo 12:1-3). Es una escena que muestra la comunión y adoración cristiana. Vemos a María en ejercicio de la libertad que marca la adoración cristiana. Ella no tenía autoridad oficial para actuar como sacerdote (como era requerido en la religión judía), pero en libertad se aproximó al Señor con su “ungüento de nardo líquido”—lo cual nos habla de la adoración. Lamentablemente, aquellos como María, que actúan en la libertad del Espíritu en la adoración cristiana, serán criticados por aquellos cuyas mentes fueron formadas por el orden judaico (capítulo 12:4-8). Adicionalmente, los sumos sacerdotes acordaron matar a Lázaro después de que fue levantado de los muertos (capítulo 12:10). Esto muestra que habrá persecución contra aquellos que fueron rescatados de las ataduras del judaísmo y que caminan en la libertad del cristianismo.