Capítulos 19:11-21:8: La consumación de los siglos, el Milenio y el Estado Eterno

Revelation 19:11‑21:8
Las profecías hasta ahora en el libro nos han llevado hasta la Aparición de Cristo. Las cosas se han desarrollado desde tres perspectivas diferentes, cada una de ellas terminando en el punto de Su venida en juicio (capítulo 11:15-18; 14:14-20; 16:15-21). Esta sección final del libro retoma el hilo de las cosas desde ese momento y nos lleva desde la Aparición de Cristo, pasando por el Milenio, hasta el Estado Eterno.
Ocho grandes visiones
Hay ocho grandes visiones en esta sección indicadas por la palabra “Vi...” (capítulos 19:11,17,19; 20:1,4,11,12; 21:1). Estas visiones son consecutivas, extendiéndose desde la Aparición de Cristo hasta el Estado Eterno.
LA PRIMERA VISIÓN: Cristo el Conquistador victorioso
Capítulo 19:11-16.— El hilo de los acontecimientos proféticos se reanuda ahora con un relato detallado de la Aparición de Cristo. El cielo está “abierto” porque ha llegado el momento de la Aparición de Cristo. Esto es bastante diferente del capítulo 4:1, en el que se abrió una puerta en el cielo para que Juan entrase; aquí se abre para que Cristo y los ejércitos del cielo salgan. El Señor Jesús dijo que nadie sabe la hora exacta en que esto sucederá (Mateo 24:36). La soberanía de la tierra es realmente la gran cosa en juego, y se decidirá de una vez por todas en este momento. El resultado es que los reinos de este mundo vendrán a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo (Apocalipsis 11:15). Este es el carácter davídico (guerrero) del juicio del Señor.
Él monta un “caballo blanco”. Esto no es literal, sino una figura de Su poder victorioso (versículo 11a). En los antiguos países orientales, cuando un rey llegaba a un lugar montado en un asno, significaba que venía en son de paz (Zacarías 9:9), pero cuando venía en un caballo, era en guerra. (Este Jinete no debe confundirse con el jinete sobre un “caballo blanco” en el capítulo 6:1-2, que es la Roma papal que profesa pureza de motivos al reunir a las naciones de Europa occidental en una federación).
•  Es llamado “Fiel y Verdadero” porque juzga con justicia y según la verdad (versículo 11b).
•  Sus ojos son “como llama de fuego”, lo que significa que tiene una omnisciencia divina que descubre todo el mal oculto y lo trata según la justicia (versículo 12a).
•  Lleva “muchas diademas” refiriéndose al dominio universal que le pertenece (versículo 12b).
•  Tener un “nombre escrito que ninguno entendía” representa la gloria intrínseca de Su persona que ningún humano puede conocer (versículo 12c; Mateo 11:27).
•  Está vestido con “una ropa teñida en sangre”, lo que significa que viene en venganza (versículo 13a). La sangre aquí no es la Suya que fue derramada por los pecadores, sino la de Sus enemigos (compárese con Isaías 34:6; 63:1-4).
•  Su nombre es “el Verbo de Dios” porque es el perfecto expositor de la mente de Dios expresada en el juicio (versículo 13b; Juan 1:1).
•  Los “ejércitos” del cielo que le siguen son los santos celestiales glorificados de los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento que asistirán a Su venida (versículo 14; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Zacarías 14:5; Apocalipsis 17:14). No tienen armas porque no las necesitan; la batalla es del Señor.
•  De Su boca sale “una espada aguda” (versículo 15). Así, Su Palabra será el instrumento de la destrucción de Sus enemigos (Hebreos 4:12; Isaías 30:31). Hay dos propósitos de Su venida en juicio: primero, “herir con ella las gentes ... con vara de hierro” a los que se reúnen en el Armagedón, que es el juicio de la Siega. En segundo lugar, “pisar el lagar del vino del furor, y de la ira del Dios Todopoderoso”, que es el juicio de la Vendimia (Isaías 63:1-6; Apocalipsis 14:18-20). (Este último juicio no se menciona aquí porque el Espíritu de Dios se centra en la Aparición de Cristo, y la Vendimia no ocurre entonces, sino un poco más tarde).
•  Su nombre (o título) es “Rey de reyes y Señor de señores” (versículo 16). Esto indica Su derecho soberano a gobernar sobre todos los reinos.
LA SEGUNDA VISIÓN: El llamado a aves rapaces para la cena de Dios
Capítulo 19:17-18.— Tan seguro es el juicio de los ejércitos que se reúnen para oponerse a la intervención de Cristo, que un ángel convoca a “todas las aves que volaban por medio del cielo” para que se alimenten de los guerreros caídos. Esta es la segunda “cena” en este capítulo. “La cena del Cordero” es una escena de alegría y bendición en el cielo; “la cena del gran Dios” es una escena de juicio en la tierra. Esta cena es de los muertos que han caído en la batalla (versículos 17-18).
LA TERCERA VISIÓN: El juicio en Armagedón
Capítulo 19:19-21.— El juicio que el Señor ejecutará en este momento es el primero de una serie de juicios. Cuando Él aparezca, primero tratará con los poderes occidentales en Armagedón. Estos son los ejércitos confederados bajo la Bestia (Babilonia política) que vendrán a la tierra de Israel desde el oeste con su enorme armada (Números 24:24). Al mismo tiempo, el Señor enviará a Sus ángeles que recorrerán la tierra profética y sacarán a todos los que han rechazado el evangelio y los arrojarán al infierno (Mateo 13:38-43; 24:40-41). Este es el juicio de la Siega.
Versículos 20-21.— Aquí no se cuenta sobre las batallas de Armagedón, sólo sobre el resultado. La Bestia (el líder de la confederación occidental) es llevada con el Anticristo y arrojada viva al lago de fuego. Aquí, el Anticristo ya no es llamado “otra bestia” o “el rey”, sino “el falso profeta”, porque en este punto, habrá sido reducido a ese papel, habiendo perdido su lugar de gobierno en la tierra de Israel como rey. Antes de esto, habrá huido de su puesto en la tierra cuando el Rey del Norte y su confederación árabe atacaron (Zacarías 11:17; Isaías 22:19; Jeremías 39:4; Juan 10:13).
LA CUARTA VISIÓN: Satanás atado por 1000 años (el Milenio)
Capítulo 20:1-3.— Es el propósito de Dios mostrar la gloria de Cristo a través de la Iglesia en el mismo lugar donde fue rechazado y expulsado, y así, vindicarle ante los ojos de todos (Mateo 17:1-2; Juan 17:23; 2 Tesalonicenses 1:10). Él hará esto en el Milenio, cuando Cristo reine por 1000 años. Sin embargo, todo el escenario debe ser limpiado antes de que la escena pueda ser establecida para el despliegue de la gloria de Su reino. Como hemos visto en los capítulos anteriores, esta limpieza será a través del juicio. Habiendo juzgado a Sus enemigos, el Señor hará “cesar las guerras” (Salmo 46:6-9; Isaías 2:4).
Para que haya paz y bendición en la tierra, Satanás, que es el gran instigador de la violencia y la corrupción, debe ser eliminado. Uno de los actos finales de preparación del escenario para el despliegue de la gloria de Cristo será arrojarle a él y a sus ángeles al “abismo”. Allí permanecerán “muchos días”: la duración del Milenio (Isaías 24:21-22). La tierra quedará libre de su influencia durante 1000 años. Esto es algo que el mundo jamás ha conocido.
La esfera de los movimientos de Satanás será progresivamente restringida, hasta que al final será arrojado al lago de fuego (el infierno). Una vez él tuvo el privilegio de estar en “el huerto de Dios” (la morada de Dios), pero cuando pecó, fue expulsado (Ezequiel 28:11-19). Al ser expulsado, ha tenido acceso a los cielos y a la tierra, los cuales ha buscado corromper (Job 1:6-7; 15:15). En la época del diluvio, algunos de sus emisarios fueron confinados en el abismo a causa de su particular maldad al intentar cohabitar con las hijas de los hombres (Génesis 6:2; 2 Pedro 2:5; Judas 6). Luego, a mediados de la septuagésima semana de Daniel 9, será arrojado de los cielos “en tierra” (Apocalipsis 12:7-9; Lucas 10:18). Cuando Cristo aparezca al final de la semana profética, Satanás y sus ángeles serán arrojados al “abismo” durante 1000 años. Entonces, después de su última revuelta (habiendo sido liberado del abismo después de 1000 años), será arrojado al “lago de fuego”, su morada eterna de juicio eterno (Apocalipsis 20:10; Mateo 25:41).
LA QUINTA VISIÓN: Los santos celestiales reinan con Cristo por 1000 años (el Milenio)
Capítulo 20:4-10.— Después de que todos los poderes hostiles sean derrocados, Cristo reinará sobre todas las obras de Sus manos con los santos celestiales (Apocalipsis 20:4-6). La Escritura nos dice que Dios “ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel Varón al cual determinó” (Hechos 17:31). Este “día” no es un solo día de 24 horas, sino todo el período de 1000 años: el Milenio. Es “el día del Señor” (2 Pedro 3:8-10; 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Tesalonicenses 2:2; Isaías 2:10-22; Joel 1:15; Sofonías 2:2; Malaquías 4:5). Los juicios de la Siega y la Vendimia anteriores a este son los juicios guerreros davídicos del Señor, pero éste es Su reinado salomónico en paz (1 Reyes 5:4; Salmos 72:7-8; 147:14; Isaías 60:18).
Se da un resumen de aquellos que tendrán el privilegio de tener parte en el reino de justicia de Cristo. Hay tres clases de santos celestiales que se sentarán en “tronos” en la administración del reino. Estos tronos están en los cielos, no en la tierra (Daniel 7:18,22,27: “los santos del Altísimo”). Así, los santos ayudarán en el juicio del mundo venidero (1 Corintios 6:2).
•  Los que “se sentaron sobre ellos” son los santos glorificados de los tiempos del Nuevo y del Antiguo Testamento (versículo 4a).
•  “Las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios” (versículo 4b) son los mártires de la primera mitad de la semana profética que serán resucitados y glorificados (Apocalipsis 6:9-11).
•  Los que “no habían adorado la bestia, ni á su imagen” (versículo 4c) son los mártires de la última mitad de la semana profética que también serán resucitados y glorificados (Apocalipsis 14:2-3; 15:2-4).
Capítulo 20:7-10.— Al final del Milenio, Satanás será “suelto de su prisión”. Inmediatamente hará un último y desesperado intento de recuperar el señorío sobre el mundo. Saldrá a “engañar” a los perdidos, y le seguirán en un intento feroz de derrocar a los santos en “la ciudad amada”. Este es el último asedio a Jerusalén. Aquellos que le siguen son llamados “Gog” y “Magog”, pero no son las mismas personas que en Ezequiel 38–39. Los que siguen a Satanás en este momento son llamados así porque tienen el mismo carácter impío de incredulidad. Dios usará este evento para llevar a Satanás y a todos los que le siguen a su final. “Fuego” (un símbolo de juicio) descenderá de Dios y los devorará. En ese momento, Satanás y sus ángeles serán arrojados al lago de fuego, su morada eterna de juicio (Mateo 25:41).
LA SEXTA VISIÓN: El gran trono blanco
Capítulo 20:11.— La sexta visión es de “un gran trono blanco” y de Él “que estaba sentado sobre él”. Por lo tanto, el Milenio comienza y acaba con un juicio de sesiones (versículos 4,12-15). ¿Quién es el que ocupa este trono? No es Dios el Padre, sino Dios el Hijo, porque todo juicio ha sido entregado a Su mano (Juan 5:22).
LA SÉPTIMA VISIÓN: El juicio de los impíos muertos
Capítulo 20:12-13.— Esta escena final del juicio es la de los impíos muertos. El último acto registrado en el tiempo es el juicio de los que siguieron a Satanás en su revuelta final; el primer acto registrado en la eternidad es la resurrección y el juicio de los impíos muertos. Entre estos dos eventos, “la tierra y el cielo” huirán “de delante” de Aquel que se sienta en el trono. Todo sucede en un momento. En este punto, los elementos de toda la creación se fundirán (2 Pedro 3:7-12). Esto no incluirá la morada de Dios (“el tercer cielo”) porque los fuegos de la purificación no pueden tocarla.
Este capítulo 20 del Apocalipsis confirma que no habrá una resurrección universal de todos los muertos a la vez. La Escritura indica que hay dos resurrecciones: una “resurrección de vida” y una “resurrección de condenación” (Juan 5:28-29; Hechos 24:15). Este capítulo llama a la resurrección de vida “la primera resurrección” (versículo 5). Sólo involucra a los justos. El hecho de que diga: “Mas los otros muertos no tornaron á vivir hasta que sean cumplidos mil años”, indica que hay otra resurrección después de la primera, y en ella participan los impíos. Por lo tanto, podría llamarse “la segunda resurrección”.
Los impíos muertos desde el principio de los tiempos serán resucitados para recibir su sentencia eterna de juicio (Job 14:12). Estarán suspendidos en el espacio ante su Creador y serán condenados a una eternidad perdida en “el lago de fuego”. Contrariamente a la enseñanza popular, todavía no hay nadie en el infierno (el lago de fuego). Aquellos que han muerto en sus pecados están actualmente “encarcelados” en el Hades (1 Pedro 3:19), que es un estado temporal de confinamiento para los espíritus desencarnados perdidos. Las primeras personas arrojadas al Infierno (el lago de fuego) son la Bestia y el Anticristo (Apocalipsis 19:20-21), luego todos los que han rechazado el evangelio de la gracia de Dios en las naciones occidentales serán puestos allí por los ángeles en el juicio de la Siega (Mateo 13:39-41). Los impíos muertos son los últimos en ser consignados allí. Ya que estas personas serán resucitadas de entre los muertos para presentarse ante el gran trono blanco, ellas serán arrojadas vivas al lago de fuego y sufrirán en una separación interminable de Dios.
Todos los que no se encuentran inscritos en “el libro de la vida” son juzgados según sus obras, tal como se registran en “los libros”. El hecho de que haya libros indica que Dios mantiene registros de la vida de los hombres. Cada pensamiento, palabra y obra están registrados allí. Lucas 12:47-48 indica que habrá varios grados de castigo para los perdidos en el infierno. Será un juicio justo, y serán castigados “según sus obras”. Nadie sufrirá por algo que no haya hecho.
Capítulo 20:14-15.— “La muerte y el Hades” (traducción J. N. Darby) se personifican como poderes y son arrojados al lago de fuego en una derrota perpetua. Ambos han llegado a existir porque el hombre pecó, pero ahora no habrá más necesidad de ellos. “El lago de fuego” es el depósito eterno de los perdidos y el lugar donde sufrirán. Un “lago” denota un lugar de confinamiento; el agua fluye hacia él desde varios arroyos y ríos y es confinada allí. El “fuego” es un símbolo de juicio a lo largo de la Escritura. Por lo tanto, los perdidos están en un lugar de confinamiento eterno bajo el juicio de Dios. Dios nunca quiso que ninguna persona terminase en ese horrible lugar de juicio; fue preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Pero los hombres malvados que rechazan los actos del amor y la gracia de Dios hacia ellos también terminarán allí.
Algunos creen que la “destrucción eterna” (2 Tesalonicenses 1:9, traducción King James; Filipenses 3:19; Mateo 7:13; 2 Pedro 2:1,12; 3:16, etc.) significa que las personas son consumidas por el fuego del juicio de Dios y dejan de existir después. Esta falsa doctrina se llama Aniquilacionismo. La Palabra de Dios, sin embargo, indica que la “destrucción eterna” no tiene que ver con la pérdida del ser, sino con la pérdida del bienestar.
El hecho de que este juicio de las personas impías se llame “la segunda muerte” muestra que no dejaron de existir cuando experimentaron la primera muerte (muerte física). Si no quedara nada de ellos después de morir físicamente, entonces no podrían experimentar este juicio de la segunda muerte.
Está claro por Job 30:24 que los perdidos seguirán existiendo después de morir. Dice que “clamarán” incluso después de haber sido destruidos.
El Señor Jesús dijo: “El que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36, traducción King James). “Permanecer” se refiere a algo perpetuo. Si la ira de Dios permanece sobre el incrédulo, el incrédulo debe de existir para que permaneciese sobre él. ¿Cómo podría permanecer sobre la nada?
Apocalipsis 14:11 dice: “Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás”. El tormento es una condición que requiere que una persona existiera para experimentarlo. Es imposible atormentar a algo que no existe. Asimismo, el Señor dijo: “Donde el gusano de ellos no muere” (Marcos 9:48). Esto indica que los tormentos de remordimiento de conciencia jamás cesarán en los perdidos quienes están bajo el juicio eterno. Además, varias Escrituras nos dice que el fuego del juicio de Dios “nunca se apagará” (Mateo 3:12; Marcos 9:43,45; Lucas 3:17). ¿Qué necesidad habría para que continuase si aquellos que son lanzados allí están aniquilados de inmediato?
Apocalipsis 19:20 nos dice que la Bestia y el falso profeta fueron arrojados vivos al lago de fuego. Luego, en el siguiente capítulo se nos dice que el diablo es puesto en el abismo por la duración del Milenio y luego es liberado. Y después de una breve rebelión leemos: “Y el diablo que los engañaba, fué lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta” (Apocalipsis 20:10). Obsérvese: ¡La Bestia y el falso profeta todavía están allí en el lago de fuego después del reino de mil años de Cristo! No dejaron de existir.
Algunos nos dicen que la muerte misma es el juicio. Pero la Escritura dice: “Está establecido á los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el juicio” (Hebreos 9:27). Si el juicio viene “después” de la muerte, ¿cómo podría ser la muerte el juicio? Incluso en nuestro lenguaje ordinario, “destrucción” no significa el cese de la existencia. Por ejemplo, si tomáramos un hacha y destruyéramos una bonita mesa de madera, habría tanto material tirado en un montón inútil en el suelo como cuando era una bonita y útil mesa. Una vez que se ha destruido, ya no es útil para el propósito para el que se hizo. Lo mismo sucede con la destrucción de los seres humanos. El hombre fue hecho para la gloria de Dios (Isaías 43:21; Apocalipsis 4:11). Si va a la “destrucción eterna”, ya no puede ser adecuado por medio de la salvación para el propósito para el que fue creado.
LA OCTAVA VISIÓN: El Estado Eterno
Capítulo 21:1-8.— La última visión es del Estado Eterno, que es el pináculo de los santos deseos de Dios en el sentido más completo. Esto nos lleva a la fructificación del propósito de Dios con respecto a la gloria de Cristo y la bendición del hombre. En la Escritura se nos da relativamente poco sobre el Estado Eterno. Aunque se alude a él varias veces en el Nuevo Testamento, sólo hay tres pasajes que lo describen (Apocalipsis 21:1-8; 1 Corintios 15:24-28; 2 Pedro 3:10-13).
Es significativo que este pasaje sea marcado por el número ocho que representa un nuevo comienzo.
•  Es la octava visión.
•  Hay ocho cosas de las cuales se dice que ya no existen: el primer cielo, la primera tierra, el mar, las lágrimas, la muerte, la tristeza, el llanto y el dolor (versículos 1-4).
•  Ocho clases de pecadores se encuentran bajo el juicio eterno: los temerosos, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los fornicarios, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos (versículo 8).
Dios comenzará a “reconciliar todas las cosas” consigo mismo en el Milenio, pero esta obra no estará completa hasta que se alcance el Estado Eterno (Colosenses 1:20). El pecado y la muerte seguirán existiendo en el Milenio (1 Corintios 15:25-26), pero en el Estado Eterno todo rastro del pecado y de Satanás y de la muerte habrá desaparecido (Juan 1:29). Durante el Milenio, la justicia “reinará” (Salmo 96:10; Isaías 32:1; 61:11), pero en el Estado Eterno, la justicia “mora” (2 Pedro 3:13). En contraste con esto, los que defienden la justicia hoy en día “sufren” (1 Pedro 3:14).
La justicia reinará en el Milenio a través de Cristo gobernando con “vara de hierro” (Salmo 2:9; Apocalipsis 2:27; 12:5; 19:15). Pero en el Estado Eterno, no habrá necesidad de reinar porque no habrá nada que subyugar, pues todo será de Dios, y Él será “todas las cosas en todos” (1 Corintios 15:28). En el Milenio, Cristo y los santos celestiales “reinarán”. Esto continuará hasta los siglos de los siglos” (el Estado Eterno), pero no en los siglos de los siglos (Apocalipsis 22:5, traducción J. N. Darby). No se menciona a un Rey gobernando en Su reino aquí en este pasaje, porque habrá sido entregado al Padre (1 Corintios 15:24). Por lo tanto, el Milenio será para la vindicación del carácter santo de Dios, pero el Estado Eterno es para la satisfacción de Su corazón.
El punto clave con respecto al Estado Eterno es que todo será “nuevo” (versículo 1). El cielo y la tierra permanecerán como lugares distintos durante toda la eternidad, pero estarán en una condición completamente nueva. El “cielo” que se menciona aquí no es la morada de Dios, que no necesita ser hecha nueva, sino el cielo atmosférico y estelar.
El hecho de que “el mar ya no es” indica que no habrá más separación en las circunstancias, tal como las conocemos. Un “mar” es un elemento separador en la naturaleza y se utiliza para indicar separación en circunstancias, edad, tiempo y nacionalidad, etc. Las distinciones de tiempo, las fronteras geográficas, las limitaciones y diferencias humanas desaparecerán entonces. No habrá nada que separe a los hombres de una feliz comunión entre ellos y con Dios.
La Nueva Jerusalén aparece como la morada eterna de la Iglesia. Está “dispuesta como una esposa [novia] ataviada para su marido” (versículo 2, traducción J. N. Darby). La Iglesia es vista en los últimos capítulos de este libro en su carácter de “novia” y en su carácter de “esposa” (traducción J .N. Darby). Como novia, ella es totalmente para el disfrute y la satisfacción del corazón de Cristo. Como esposa, asistirá al Señor en la administración del mundo venidero: el Milenio (versículo 9). Es interesante notar que su carácter de esposa no continúa en el Estado Eterno, porque ese aspecto cesará. Sin embargo, el aspecto de novia continuará para siempre.
Se menciona a la nueva Jerusalén, “que descendía del cielo, de Dios”, pero no hay indicación de que toque la tierra y los convierta en un solo lugar. Los dos seguirán siendo lugares distintos de destino humano, pero en la más estrecha armonía.
Se hace la declaración: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos” (versículo 3). Este es el gran deseo de Dios: morar en comunión con “los hijos de los hombres” (Proverbios 8:31). Entonces se cumplirá perfectamente.
El versículo 4 indica una condición de felicidad fija. “Lágrimas”, “muerte”, “llanto”, “clamor” y “dolor” son cinco cosas que son el resultado del pecado. Todas ellas desaparecerán para siempre porque todas las cosas serán hechas nuevas (versículo 5). Se anunciará victoriosamente: “Hecho es”. Esto marca el cumplimiento del propósito de Dios.
Los versículos 6-7 indican que los hombres redimidos seguirán teniendo sed. Nuestra sed en el día de Dios será de tener más de Cristo y de Su amor. Él es el “Agua de vida”, el único que puede satisfacer esa sed. Aunque estemos en el Estado Eterno, seguiremos siendo criaturas dependientes; nunca seremos autosuficientes. Dios cumplirá perfectamente todos nuestros deseos y nos satisfará eternamente con Aquel del cual cantamos: “llenar podrás mi mente y corazón” (Himnario Mensajes del Amor de Dios, no 626).
El versículo 8 indica que no sólo habrá un estado fijo de felicidad y bendición para los justos, sino que también habrá un estado fijo de condenación para los perdidos. Se mencionan ocho clases de pecadores que estarán bajo juicio eterno en el lago de fuego.