Capítulos 4–5: Las exhortaciones de Pablo a los tesalonicenses
Las exhortaciones prácticas empiezan en esta sección de la epístola. Estas exhortaciones tienen dos categorías:
• Capítulos 4:1–5:11.— Exhortaciones relacionadas con nuestra vida personal en vista de la venida del Señor.
• Capítulo 5:12-28.— Exhortaciones relacionadas con nuestra vida colectiva en la asamblea en vista de la venida del Señor.
Capítulo 4:1.— Pablo comienza sus exhortaciones con: “Os roguemos y exhortemos en el Señor Jesús”. Esto indica que lo que iba a exhortarles estaba en conexión con el reconocimiento de parte del creyente del Señorío de Cristo. Es decir, reconocer Su autoridad de señorío en sus vidas. Los tesalonicenses ya habían sido “enseñados” en estas exhortaciones prácticas cuando Pablo estaba con ellos, pero él sintió que era necesario volver a enfatizarlo aquí. Añadió, “como ya andáis” (traducción J. N. Darby), y los felicita por haber puesto en práctica estas exhortaciones en sus vidas. Todas estas cosas se referían a como debían “andar” para “agradar á Dios”. El resultado sería que ellos “vayan creciendo” espiritualmente.
Capítulos 4:2–5:11: Aspectos prácticos que deben caracterizar a los cristianos mientras esperan la venida del Señor
En esta sección de la epístola, Pablo señala cuatro grandes aspectos que deben caracterizar la vida práctica de los cristianos que esperan la venida del Señor. Éstas deben ser vistas como cosas normales de la vida cristiana:
• Santidad hacia Dios (capítulo 4:2-8).
• Amor de unos a otros (capítulo 4:9-10).
• Honestidad para con los demás (capítulo 4:11-12).
• Vigilia en vista de la venida del Señor (capítulos 4:13–5:11).
Santidad hacia Dios
Versículos 2-8.— Pablo comienza recordándoles los “mandamientos” morales que les dio cuando estaba con ellos, porque era la “voluntad de Dios” que ellos caminaran en “santificación” (versículos 2-3). Santificación quiere decir “consagrar por medio de ser separados”. Esta palabra es usada de tres maneras en conexión con los cristianos:
1) Santificación absoluta o posicional.— Esta es una obra de Dios hecha en el creyente a través del nuevo nacimiento (1 Corintios 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2) y para el creyente por medio de la justificación por fe en Cristo (Hechos 20:32; 26:18; Romanos 1:1; 1 Corintios 1:2,30; Hebreos 10:10,14; 13:12; Apocalipsis 22:11) donde él es separado del resto de la humanidad para bendición eterna. Esto se realiza una vez y para siempre, y es el caso de cada creyente, sin importar en qué condición se encuentre en su vida práctica.
2) Santificación práctica o progresiva.— Esta se refiere a que el creyente perfeccione la santidad en su vida práctica (Juan 17:17; Romanos 6:19 (“santidad”); 2 Corintios 7:1 (“santificación”); 1 Tesalonicenses 4:4-7; 5:23; Efesios 5:26-27; y Hebreos 12:14 (“santidad”)). Este aspecto de la santificación debe ser continuo, un ejercicio diario en la vida del creyente. Involucra el juicio propio, y la separación de aquello que es inconsistente con la santidad de Dios en pensamiento y obra. Este es el aspecto del que Pablo se refiere aquí en 1 Tesalonicenses 4.
3) Santificación provisional o relativa.— Esta se refiere a que una persona esté en un lugar puro en el mundo al asociarse con aquello que es limpio, sin que necesariamente tenga una obra interior de fe en su alma.
Como en el caso de un matrimonio donde uno es salvo y el otro no, el incrédulo es “santificado” en un sentido relativo por su asociación con el creyente que es santificado (1 Corintios 7:14). Esto no quiere decir que el incrédulo sea salvo por la asociación, sino que se encuentra en una situación de privilegio santo.
En el caso de aquellos asociados con Abraham, Romanos 11:16 indica que ellos están en un lugar de santidad (santificación) relativa. El punto al que se refiere el apóstol Pablo es que si la “raíz” de la nación de Israel (Abraham) ha sido puesta en un lugar privilegiado de santidad en relación con Dios, entonces las “ramas” (los descendientes de Abraham) también están en una posición “santa” (Deuteronomio 7:6; 14:2; 1 Reyes 8:53; Amos 3:3).
El apóstol también se refiere a que una persona se purgue a sí misma de la confusión que ha venido a la casa de Dios (cristianismo) “apartándose” de ella, y por tanto ser “santificado” en este sentido relativo (2 Timoteo 2:19).
Este aspecto de la santificación también se ve en Hebreos 10:29. Los judíos que profesaron fe en Cristo en aquellos días habían pisado terreno cristiano, y, por tanto, fueron “santificados” en un sentido relativo por la sangre de Cristo. Pero algunos de estos ni siquiera eran nacidos de Dios.
Versículos 3b-8.— En conexión con la santificación práctica, la cosa principal que Pablo quería enfatizar era el pecado de “fornicación”. Este término cubre un rango amplio de comportamiento inmoral, de lo cual debe abstenerse por completo el cristiano. En 1 Corintios 5 está en conexión con el incesto; en este capítulo tiene que ver con el adulterio y en la epístola de Judas está relacionado con la homosexualidad. Pablo insiste en que cada uno de ellos deba “tener [mantener o preservar] su vaso en santificación y honor”. El “vaso” al que se refiere es nuestro cuerpo físico. Ya que el matrimonio involucra la unión física de “dos” siendo “una carne”, algunas traducciones indican que la palabra “vaso” podría traducirse como “esposa”. De hecho, la palabra “vaso” se usa en 1 Pedro 3:7 en referencia a la esposa.
En el cristianismo, el matrimonio debe ser mantenido en “honor” (Hebreos 13:4), lo cual no era común en el paganismo. Ya que los tesalonicenses fueron salvados de ese estilo de vida pagano, necesitaban entender que las intenciones de Dios en cuanto al matrimonio cristiano no estaban en acuerdo con el “afecto de concupiscencia [deseo apasionado]”. Por tanto, ninguno debe “oprimir, ni engañar en nada á su hermano” con relación al tema —es decir, cometer adulterio.
Pablo entonces menciona tres grandes razones por las que debemos abstenernos de la inmoralidad:
• El juicio gubernamental del Señor será sobre aquellos que se involucran en la inmoralidad (versículo 6). Él es “vengador de todo esto” (Proverbios 6:29).
• A través de la redención, Dios tiene derecho de reclamar nuestra santidad. “No nos ha llamado Dios á inmundicia, sino á santificación”. La persona que “menosprecia” a su hermano cruzando los límites en adulterio, “no menosprecia á hombre, sino á Dios” (versículos 7-8a).
• El cuerpo del creyente es “templo del Espíritu Santo”, y, por lo tanto, debe dedicarse al servicio del Señor y no a prácticas inmorales (1 Corintios 6:19). Dios “nos dió su Espíritu Santo” y este Invitado divino es contristado por tal actividad (Efesios 4:30). Perderíamos los beneficios prácticos de Su presencia —así como darnos el gozo presente de nuestras bendiciones en Cristo y discernimiento práctico (versículo 8b).
El amor de los unos por los otros
Versículos 9-10.— Pablo continúa y dice, “Acerca de la caridad [amor] fraterna ... ”. El flujo práctico de amor fraternal entre los santos es normal en el cristianismo, y es señal de una asamblea saludable (Juan 13:34-35; Hebreos 13:1). Ellos habían “aprendido de Dios que os améis los unos á los otros”. Esto se refiere a la nueva vida en el creyente respondiendo de una forma normal de acuerdo con su naturaleza. El apóstol Juan dijo que esta sería una de las características de la nueva vida y naturaleza: “cualquiera que ama al que ha engendrado, ama también al que es nacido de Él” (1 Juan 5:1).
Pablo los felicita por expresar su amor por otros santos en Macedonia (Filipos, etc.) y los anima a que “abunden más” en esta virtud. Para un creyente esto sucederá en forma natural, pero el problema suele ser que obstaculizamos la salida del amor divino inherente a nuestras nuevas naturalezas. Ahí entonces viene la necesidad de exhortación: “Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13:1).
Honestidad para con los de afuera
Versículos 11-12.— Pablo aquí habla de la necesidad de desarrollar algún trabajo y ocuparse en actividades rectas para que el mundo pueda ver que somos personas honestas.
Pablo ya les había enseñado la gran verdad de la venida del Señor (el Arrebatamiento), y ellos vivían, con toda razón, en la inminencia de ella. Pero algunos de ellos erróneamente pensaron que, si el Señor iba a venir —y podía ser ese mismo día— ¿por qué molestarse en trabajar? El amor fraternal en Tesalónica cuidó de los santos que tenían necesidad, y estas personas pudieron haber asumido que ese mismo amor también iba a cuidar de ellos. Estos conversos eran predominantemente griegos, y los filósofos griegos de esos tiempos despreciaban la mano de obra. Entonces, cuando surgió la idea de “no trabajar en nada” (2 Tesalonicenses 3:11) entre los tesalonicenses, había algunos que habían sido salvados de esa filosofía, a la cual estaban todavía inclinados. Pudieron haber excusado su ocio con el pretexto de que no trabajaban por fe, ya que (en sus mentes) mostraban que esperaban la inminencia de la venida del Señor. Pero esto no era un buen testimonio para el mundo.
Habiendo entendido que esta situación existía entre ellos, Pablo les exhortó diciendo: “Y que procuréis tener quietud, y hacer vuestros negocios, y obréis de vuestras manos” para que “anden honestamente para con los extraños”. Incluso los del mundo desprecian a aquellos que no trabajan para mantener a sus familias. Que nunca se vea tal cosa entre los cristianos (1 Timoteo 5:8). Por tanto, debían trabajar con sus propias manos y seguir tranquilamente con el Señor. Pablo nos instruye a que oremos por ello (1 Timoteo 2:1-2). Y añade, “de la manera que os hemos mandado”, recordando a los creyentes de Tesalónica que ya les había exhortado sobre este tema cuando estuvo con ellos. Cuando los cristianos descuidan esto, el mundo se apresurará a encontrar culpa en ellos. Para prevenir esto, debemos “procurar lo bueno delante de todos los hombres” (Romanos 12:17).
En la segunda epístola, Pablo les dijo que si había algún individuo que persistía en no querer trabajar, entonces debían “apartarse” del tal, y no juntarse “con él, para que se avergüence” (2 Tesalonicenses 3:6-14). Esto muestra que Pablo veía el ocio como un desorden serio y como algo que dañaba el testimonio cristiano.
Velar en vista de la venida del Señor
Capítulos 4:13–5:11.— Pablo luego aclara la duda que los tesalonicenses tenían acerca de sus seres queridos que habían fallecido recientemente. Por cierta razón —probablemente por alguna mala enseñanza, como se indica en 2 Tesalonicenses 2:2-3— ellos creían que sus hermanos “que duermen” se perderían el Arrebatamiento y el ser parte del reino que Cristo establecerá cuando Él aparezca. Esto causó mucha “tristeza” entre ellos. Se muestra cuánto puede afectar a nuestro gozo la mala doctrina (información errónea). ¡Estas pobres almas se entristecían por algo que ni siquiera era verdad!
Versículo 13.— Pablo atribuye todo esto como un simple hecho de la ignorancia, y dice, “Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen”. No había necesidad de que se “entristezcan como los otros que no tienen esperanza”, ya que era seguro que volverían a ver a sus seres queridos. La muerte no es una despedida final de los santos. Pablo no dice que no debemos lamentarnos cuando un ser querido muere, sino que no tiene que llegar al profundo sufrimiento que experimentan los incrédulos.
Es interesante que, para los cristianos, este estado de muerte (al que Pablo llama “dormir”) es mencionado como algo efectuado “a través de Jesús” (traducción J. N. Darby). Esto significa que la muerte de ellos, aunque parezca inoportuna para los que siguen vivos, realmente no es ningún accidente. De hecho, el Señor Jesús es Quien la incita —¡Él los pone a dormir!— Su nombre humano “Jesús” es usado aquí solo, sin títulos, para enfatizar Su simpatía, porque Él también caminó en este mundo como un Hombre y sabe lo que es pasar por el momento de la muerte. Sus espíritus y almas incorpóreas están con Él mientras están en el estado separado o intermedio, y, por lo tanto, no podrían estar en mejores manos (Lucas 23:43; 2 Corintios 5:8; Filipenses 1:23). Sus cuerpos en la tumba están esperando la resurrección.
Es bueno que recordemos que cuando la Biblia nos habla de creyentes que duermen, se refiere a sus cuerpos físicos, no a sus espíritus ni almas (Mateo 27:52). El “dormir” nunca es aplicado a los incrédulos que han muerto. El “sueño del alma” es una doctrina falsa que supone que los espíritus y almas de los muertos no están conscientes. Pero la Escritura nos dice que los creyentes que mueren van inmediatamente al “paraíso” (Lucas 23:43) y están “con Cristo, lo cual es mucho mejor” (Filipenses 1:23). ¿Cómo podría significar esto que uno se vuelva inconsciente? Una persona dormida e inconsciente no puede experimentar la emoción del paraíso. ¡Si está inconsciente no podría diferenciar entre un buen estado y un mal estado! ¡Ni tampoco experimentaría de la comunión con Cristo! Pablo dijo, “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Él vivía y servía disfrutando de la comunión con Cristo. Si morir significara estar inconsciente, ¡él hubiera perdido la bendición del dulce compañerismo que vivía con Cristo diariamente! ¿Cómo entonces podría la muerte ser “ganancia” para Pablo? Más bien sería una pérdida.
Versículo 14.— Pablo luego dice “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Él á los que durmieron en Jesús”. Tan seguro como que Jesús murió y resucitó, así también los que duermen serán resucitados, ya que ambos son del mismo orden de resurrección (1 Corintios 15:23). Por tanto, la base de la esperanza de resurrección de los creyentes está fundada en el hecho de la resurrección misma de Cristo (1 Corintios 6:14). ¡Su resurrección es la promesa y la prueba de la resurrección del creyente fallecido! Los maestros de la Biblia llaman a esto “la primera resurrección”. En realidad, hay tres fases para la primera resurrección:
• “Cristo las primicias” (1 Corintios 15:23a).
• “Los que son de Cristo, en su venida”, que es el Arrebatamiento. Esto se refiere a los santos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento (1 Corintios 15:23b).
• Los fieles que morirán durante la semana setenta de la profecía de Daniel (Daniel 9:27). Esto sucederá poco antes de la Aparición de Cristo (Apocalipsis 14:13; 20:4).
Cuatro verdades que nos consuelan respecto al estado de los creyentes que han partido
El consuelo respecto a nuestros seres queridos que han fallecido no vendrá al escuchar las opiniones de gente sincera, ni tampoco de sentimientos subjetivos que tengamos acerca de su estado. El consuelo solo puede venir al entender y creer las verdades acerca de aquellos que han fallecido, y solo las podemos encontrar en la Palabra de Dios. El evangelio ha sacado a la luz estas verdades relacionadas con “la vida y la inmortalidad” (2 Timoteo 1:10), y cuando son entendidas, nos dan paz y consuelo. Las siguientes cuatro verdades son de mucha ayuda:
• El estado de muerte es temporal.— Esto quiere decir que nuestros seres queridos que han fallecido no estarán muertos y ausentes para siempre. Ellos se levantarán cuando el Señor venga en el Arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4:15-16; 1 Corintios 15:23,51-56). Ya que la venida del Señor es inminente, ¡su resurrección podría ser hoy!
• La condición de los creyentes que han fallecido es dichosa.— Aunque los espíritus y almas de los creyentes que han fallecido están en un estado intermedio, esperando a que el Señor vuelva, están “presentes al Señor” (2 Corintios 5:8) “en el paraíso” (Lucas 23:43) en un estado que es “mucho mejor” (Filipenses 1:23). Esto quiere decir que están con la mejor Persona posible y mucho más felices de lo que podrían estar en la tierra. Esto nos da consuelo, saber que todo está bien con ellos.
• Su muerte no fue un accidente.— Dios no comete errores en lo que Él permite que le suceda a Su pueblo, porque “Su camino” es “perfecto” (Salmo 18:30). Aunque no entendamos por qué Él permitió la muerte de algún ser querido, Él nos explicará en el día venidero, y todo tendrá sentido.
• Habrá una gran reunión de los santos.— En el Arrebatamiento, los santos que fallecieron y los que viven serán juntamente arrebatados, y nunca nos volveremos a separar (1 Tesalonicenses 4:17). Esto también es muy reconfortante.
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Un paréntesis: La venida del Señor (el Arrebatamiento)
Versículos 15-18.— El aspecto de la venida del Señor que Pablo menciona en el versículo 14 es la Revelación o la Aparición de Jesucristo. Cuando el Señor aparezca y juzgue al mundo en justicia, “traerá Dios con él á los que durmieron en Jesús”. Pero, para que ellos vengan con el Señor desde el cielo, los santos que duermen tendrán que haber resucitado de los muertos antes de Su Aparición. Por eso, en un paréntesis (versículos 15-18), Pablo explica cómo y cuándo sucederá esto.
Versículo 15.— Él nos indica que lo que está por decir acerca del Arrebatamiento es algo que él recibió “en palabra del Señor”. Al mencionar la “Palabra”, Pablo no se refiere a que lo recibió de la Palabra de Dios escrita —es decir, del Antiguo Testamento—. Tampoco decía que lo obtuvo del Nuevo Testamento, ya que éste aun no había sido escrito. A lo que él se refiere es que fue una comunicación especial o una revelación que le fue dada del Señor. Entonces, no era algo que estaba basado en especulación teológica o suposiciones —¡venía del Señor mismo!— Sobre esta base, asegura a los tesalonicenses que “nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros á los que durmieron”. Por tanto, todos los santos (los vivos y los muertos) irán juntos al cielo en un estado glorificado.
Versículo 16.— Pablo luego nos dice cuándo se realizará este traslado al cielo. Dice, “el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” y Él nos llamará a todos. Esta es la “esperanza bienaventurada” del creyente (Tito 2:13). Esto es lo que los maestros de la Biblia llaman “el Arrebatamiento”. Pablo habla de tres cosas aquí:
• La “aclamación”.— Esta es para resucitar a los santos del Nuevo Testamento.
• La “voz de arcángel”.— Esta es para resucitar a los santos del Antiguo Testamento.
• La “trompeta de Dios”.— Esta es para llamar a los santos vivos que aún quedan en la tierra.
La “aclamación” despierta a “los muertos en Cristo”. Estos son los cristianos que murieron a través de los años desde el día de Pentecostés, cuando comenzó la Iglesia. Sabemos que son cristianos porque dice que están “en Cristo”. Desde el principio de los tiempos, todos los creyentes han tenido una relación bendecida con el Señor, pero solo los cristianos están en esta posición delante de Dios. “En Cristo” literalmente quiere decir “en el lugar de Cristo delante de Dios”. Para que esto fuera realidad, Cristo tenía que ascender a la diestra de Dios como un Hombre glorificado y enviar al Espíritu Santo, por el cual los creyentes están unidos a Él en ese lugar a la diestra de Dios. Por tanto, el estar “en Cristo” es un término propiamente cristiano que describe la unión del creyente con Él como Cabeza de la raza de la nueva creación. No se dice de los santos del Antiguo Testamento que tengan esta conexión con Cristo, aunque sus almas y espíritus estén a salvo con Él en el cielo.
Habiendo muerto en la fe, las almas y espíritus de estos queridos tesalonicenses creyentes se han ido al cielo para estar con Cristo, mientras sus cuerpos duermen en la tumba. Todos ellos pueden ser llamados “la parte durmiente” de la Iglesia. Es importante notar que, aunque la muerte ha tomado sus cuerpos, aún se refiere a ellos como estando “en Cristo”. Esto muestra que la muerte no cambia absolutamente nada en cuanto a su posición delante de Dios. En la venida del Señor, estos cristianos tendrán sus cuerpos resucitados en un estado glorificado (1 Corintios 15:23,51-56; Filipenses 3:20-21). Esto es parte de la segunda fase de la primera resurrección mencionada anteriormente.
Al mismo tiempo, el Señor se hará escuchar “con voz de arcángel”. Será la misma voz del Señor en el carácter de arcángel, y no la voz del arcángel Miguel que haya venido con el Señor. Esto es el llamado del Señor a Sus santos del Antiguo Testamento a salir de sus tumbas. Con frecuencia Él se aparecía a Su gente como “el ángel de Jehová”, y en ese momento los llamará de sus tumbas con esa misma voz que les es familiar. Saldrán de sus tumbas al mismo tiempo que “los muertos en Cristo” se levanten. Aunque estas son dos clases diferentes de pueblos justos, tanto los muertos en Cristo como los santos del Antiguo Testamento tendrán parte en la segunda fase de la primera resurrección, ambos al mismo tiempo.
Hebreos 11:40 nos confirma esto, indicando que los santos del Antiguo Testamento serán “perfeccionados” al mismo tiempo que los santos del Nuevo Testamento sean perfeccionados. Se refiere a ellos como “justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23). También, en conexión con la resurrección, 1 Corintios 15:23 dice, “Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”. Aquellos que “son de Cristo” son todos los santos de Dios desde el principio de los tiempos que han muerto, no solamente la Iglesia. Además, en el libro de Apocalipsis, los 24 ancianos (que representan a los santos del Antiguo y Nuevo Testamento) son vistos en el cielo antes de que los juicios de la Tribulación sucedan (Apocalipsis 4-5). Entonces, los santos del Antiguo Testamento tendrían que haber resucitado antes del período de la Tribulación.
Los siguientes comentarios de expositores respetados nos enseñan esto: “La aclamación del Señor es para la Iglesia, la voz de arcángel es para Israel, y la trompeta de Dios para los hombres [creyentes] en general” (Scripture Truth, vol. 30, pág. 60). L. M. Grant señala que, “Posteriormente añade, ‘Con voz de arcángel’. Sólo Miguel es mencionado en las Escrituras como el arcángel (Judas 9). Si hay otros arcángeles, no lo sabemos. Ya que Miguel es llamado el príncipe de Israel (Daniel 10:21) y la dispensación de la ley fue ordenada por ángeles en la mano de un mediador (Gálatas 3:19), se ha sugerido que la voz del arcángel puede tener algún tipo de conexión con la resurrección de los santos del Antiguo Testamento en la venida del Señor” (First and Second Thessalonians, pág. 29). H. A. Ironside dijo, “En el Antiguo Testamento, el arcángel está conectado con el pueblo judío en una manera muy especial. ‘En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de tu pueblo’ (Daniel 12:1). Cuando el Señor Jesús venga en cumplimiento de estas palabras, no solamente los santos de este siglo, sino también los santos de todos los siglos pasados estarán incluidos. Así que la voz del arcángel Miguel será escuchada al mismo tiempo que el Señor haga la aclamación para despertar” (Addresses on Thessalonians, pág. 50). W. MacDonald dijo, “La voz de Miguel, el arcángel, comúnmente se entiende como una orden dirigida a los santos del Antiguo Testamento, ya que está tan íntimamente relacionado con Israel (Daniel 12:1; Judas 9; Apocalipsis 12:7)” (Believer’s Bible Commentary, pág. 2038). Pablo apenas alude a la resurrección de los santos del Antiguo Testamento en el verso 16 porque su pensamiento y enfoque en este pasaje está en los creyentes de Tesalónica, quienes estaban entristecidos por sus hermanos (compañeros cristianos) que habían muerto.
La “trompeta de Dios” señala el arrebatamiento de los santos vivos, “nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor”. Estos serán “arrebatados” junto a aquellos que son resucitados (versículo 17). Esta es la “final trompeta” mencionada en 1 Corintios 15:52. Sin embargo, no es la “gran trompeta” de Isaías 27:13, Mateo 24:31 y Apocalipsis 11:15, que tiene que ver con la restauración de Israel después de la Aparición de Cristo. Pablo luego da las palabras reconfortantes: “y así estaremos siempre con el Señor” (versículo 17b).
El MOMENTO por el cual todos los otros momentos son hechos
Esto sucederá “en un momento, en un abrir de ojo” (1 Corintios 15:52). H. E. Hayhoe solía decir, “este es el MOMENTO por el cual todos los otros momentos han sido hechos”. ¡Será la primera vez que la Iglesia, que es la esposa de Cristo, verá a su Esposo celestial glorificado! Actualmente los santos fallecidos están “con Cristo” en el cielo (Filipenses 1:23; 2 Corintios 5:8), pero no tienen sus cuerpos para participar de lo que sus espíritus y almas están disfrutando. Pero cuando llegue ese momento, ¡seremos instantáneamente glorificados como Cristo (Filipenses 3:20-21), y Lo veremos cara a cara! Una representación de esto en el Antiguo Testamento es cuando Isaac (una figura de Cristo) levantó sus ojos y vio a Rebeca (una figura de la Iglesia) también levantando sus ojos, y se encuentran por primera vez. Cuando esto sucedió, Rebeca “descendió del camello” —una imagen del Arrebatamiento (Génesis 24:63-64).
¡Veremos tu gloriosa faz!
¡Oiremos de tu voz pronto el son!
Conocido ya a nosotros por tu gracia rica ¡oh Cristo!
¡Qué regocijo al corazón!
En ropa de justicia en luz,
Contigo, cual fiel amigo andar,
Y sin mancha ni arruga en el fulgor de luz divina,
De tu dolor ayer hablar.
(Himno nº 421 del Himnario de los Mensajes del Amor de Dios)
La esperanza cristiana normal: El ser llamados al cielo sin ver la muerte
A lo largo de todo este pasaje acerca de la venida del Señor (el Arrebatamiento), Pablo se ha incluido a sí mismo en esta gran esperanza, al decir “nosotros”. Él habla desde la perspectiva de que esa es la postura normal del cristiano, la cual es ser llamado al cielo sin ver la muerte (Romanos 8:11; 2 Corintios 5:2; Filipenses 3:20-21; 2 Tesalonicenses 2:1). Siendo un vaso especial y un apóstol, le fue revelado a Pablo al final de su vida que él sería llamado al cielo a través de la muerte; por tanto, no estaría entre los santos vivos que no verían la muerte (2 Timoteo 4:6-8). Él estaba dispuesto a ello (2 Corintios 5:8), e incluso lo deseaba, si esa era la voluntad de Dios para con él (Filipenses 1:23; 3:10-11). Al apóstol Pedro se le dijo lo mismo (2 Pedro 1:14). Pero estas excepciones no niegan el hecho de que la esperanza cristiana normal es la de esperar ser llamados al cielo sin ver la muerte.
Nota: el levantamiento de los santos en el estado glorificado no se lleva a cabo en el cielo, sino aquí en la tierra donde ellos vivieron y murieron (1 Corintios 15:51-56). Habrá una demostración completa de triunfo en el mismo lugar de batalla donde los santos pelearon “la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6:12). Estos santos testificaron aquí, pelearon aquí, y perdieron sus vidas en conflictos aquí, ¡y ahora tendrán la victoria con Cristo en el mismo campo de batalla! Pablo dice, “entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria” (1 Corintios 15:54,57; 2 Corintios 5:4).
El Señor luego manifestará a los santos glorificados “en el aire” —la misma esfera donde el diablo, “el príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2) ha tenido acceso y ha realizado su trabajo maligno—. Entonces, el Señor realizará un espectáculo abierto de la victoria delante de nuestros enemigos espirituales. El mismo poder de Dios que triunfó al levantar a Cristo de entre los muertos como “las primicias” de la primera resurrección (Salmo 18:6-19; 1 Corintios 15:23), será puesto en obra en Su venida en la resurrección de los santos (1 Corintios 6:14; 2 Corintios 4:14; Efesios 1:19-20). La “victoria” será demostrada en la fortaleza de Satanás, y él y sus ángeles no podrán resistirla, ¡ya que serán enemigos derrotados! (1 Corintios 15:57). Por tanto, ¡los santos dejarán esta escena triunfantemente!
Versículo 18.— Pablo concluye diciendo, “Por tanto, consolaos los unos á los otros en estas palabras”. Quería que los tesalonicenses propagaran entre ellos estas palabras concernientes a esta gran verdad, y así consolar a cualquiera que tenía ideas erróneas acerca de sus seres queridos que habían fallecido.
Algunos resultados maravillosos que aguardan a los santos en el Arrebatamiento
• Estaremos con Cristo para siempre (Juan 14:2-3).
• Seremos hechos como Cristo —física y moralmente (Filipenses 3:20-21; 1 Juan 3:2).
• Seremos reunidos con nuestros seres queridos que murieron en la fe (1 Tesalonicenses 4:17).
• Seremos liberados para siempre de los peligros físicos y espirituales que hay en la tierra (Judas 21).
• Recibiremos las recompensas de nuestras obras realizadas en este tiempo de la ausencia de Cristo (Mateo 25:19-23; Lucas 19:15-19; Hebreos 10:35-37; Apocalipsis 22:12).
Nadie sabe del día y hora del Arrebatamiento y de la Aparición de Cristo
El Señor claramente afirmó que ningún hombre sabe cuándo Él vendrá en el Arrebatamiento (Mateo 25:13, traducción J. N. Darby), ni cuándo Él aparecerá para juzgar al mundo en justicia (Mateo 24:36). Así, no tiene sentido intentar fijar las fechas de estos dos eventos.
Mateo 24:36 es usado casi universalmente entre los cristianos para enseñar que nadie sabe cuándo sucederá el Arrebatamiento. Sin embargo, este verso no se refiere al Arrebatamiento (el cual se llevará a cabo antes del periodo de la Tribulación), sino a la Aparición de Cristo (que sucederá después de la Tribulación, Mateo 24:29-30). El verso correcto referente al Arrebatamiento es Mateo 25:13. Nota: las últimas palabras del verso —“en que el Hijo del Hombre ha de venir”— fueron añadidas en muchas traducciones, pero no deberían estar en el texto, como lo indica la ausencia de estas palabras en la traducción de J. N. Darby. El tema de Mateo 25:1-13 es la venida del Señor como el Esposo. No es Su venida como el Hijo del Hombre. Su venida como el Hijo del Hombre siempre está en conexión con Su venida para juzgar al mundo en justicia, la cual es Su Aparición.
El Día del Señor
Capítulo 5:1-3.— Al cerrar el paréntesis, Pablo retorna a lo que anteriormente dijo en relación con la Revelación o Aparición de Cristo, lo cual mencionó en el capítulo 4:14.
Menciona “los tiempos y ... los momentos”, que hacen referencia a los tratos de Dios con la tierra, y nos trae a la esfera de eventos proféticos que sucederán después de que la Iglesia sea llevada al cielo. Pablo ahora habla del juicio que caerá sobre los incrédulos que serán dejados después del Arrebatamiento. Esto es indicado por el notorio cambio en su uso de pronombres —de “nosotros” (los cristianos) en el capítulo 4:15-18, a “ellos” (los incrédulos) en el capítulo 5:1-3—. Vemos que ahora se refiere a un grupo diferente de personas.
Pablo les dice a los tesalonicenses que no tenían “necesidad” de que les escribiera en gran detalle acerca del tiempo que ha de venir, porque ya les había instruido cuando estuvo con ellos (2 Tesalonicenses 2:5). Timoteo quizá también tocó esos temas cuando los visitó (1 Tesalonicenses 3:1-2). Por tanto, conocían “bien” que “el día del Señor” vendría “como ladrón de noche” sobre el mundo incrédulo.
“El día del Señor” es una frase usada tanto en el Nuevo Testamento como el Antiguo Testamento para indicar el tiempo cuando el Señor va a intervenir en juicio sobre el mundo, donde Su autoridad de Señorío sobre todos será públicamente declarada en la tierra (1 Tesalonicenses 5:2,4; 2 Tesalonicenses 2:2-3, traducción J. N. Darby; Lucas 21:34). (“El día del Señor” aquí no es “el día del Señor” del primer día de la semana de Apocalipsis 1:10). Comenzará en la Aparición de Cristo y continuará durante el Milenio (2 Pedro 3:8-10), y, por ende, durará 1000 años. Dios ha “establecido” este “día” cuando Cristo “ha de juzgar al mundo con justicia” (Hechos 17:31).
“El día del Señor” no debe ser confundido con “el día de Cristo”. Estos dos se refieren al mismo período de tiempo (el Milenio), pero en diferentes maneras:
• “El día del Señor” tiene que ver con el juicio de Cristo sobre la tierra, con el cual el mundo será subyugado bajo la autoridad de Su Señorío (2 Tesalonicenses 1:7-9).
• “El día de Cristo” (1 Corintios 1:8; 3:13; 5:5; 2 Corintios 1:14; Filipenses 1:6,10; 2:16, etc.) tiene que ver con la exhibición celestial de la gloria de Cristo a través de la Iglesia (2 Tesalonicenses 1:10).
Pablo indica que el día del Señor tomará a los hombres por sorpresa. Vendrá sobre ellos cuando crean que tienen “paz y seguridad”. Esta falsa sensación de seguridad que la gente de Occidente tendrá será el resultado de la presencia militar de la federación de diez naciones en Europa occidental (la “bestia”, Apocalipsis 13:1-8) bajo su líder político, el “cuerno pequeño” (Daniel 7:8,20-21,24-25). Ninguna nación o coalición de naciones se atreverá a desafiar a esa superpotencia (Apocalipsis 13:3). Pero “destrucción de repente” caerá sobre ellos en la Aparición de Cristo, “como los dolores á la mujer preñada”. Aquellos en el occidente de la tierra “no escaparán” del juicio (2 Tesalonicenses 1:7-9).
Aquellos que sean instruidos en la Palabra de Dios durante el período de la Tribulación (los judíos Masquilim de Daniel 12:3, vea la nota de traductor después de la lista) entenderán que el día del Señor será señalado por cuatro cosas, y por tanto sabrán que ese día está cerca. Estas son:
• La “apostasía” del cristianismo al adorar a la Bestia y su imagen (2 Tesalonicenses 2:3).
• La revelación del “hombre de pecado” (el Anticristo) (2 Tesalonicenses 2:3).
• La revocación de la restricción de la anarquía (2 Tesalonicenses 2:6-7).
• El ataque del Rey de Norte (el Asirio) a los judíos quienes estarán reunidos de vuelta en su tierra natal (Joel 1:15; 2:1-11).
[Nota de traductor: El Morrish Bible Dictionary define Masquil como “una palabra hebrea que ocurre en los títulos de los Salmos 32, 42, 44, 45, 52–55, 74, 78, 88, 89 y 142. La palabra significa ‘instrucción’, y estos salmos proveen instrucción para el remanente, la cual ellos entenderán. La misma palabra en plural ‘Masquilim’ significa los ‘sabios’ o ‘entendidos’. Ver Daniel 11:33,35; 12:3,10”].
Sobriedad respecto al inminente regreso del Señor
Capítulo 5:4-11.— Pablo asegura a los santos que “aquel día” de juicio no les “sobrecogería”. Para indicar esto, cambia los pronombres nuevamente. Él había estado usando “ellos” en el verso 3, pero ahora dice, “mas vosotros, hermanos ... ” y “no somos de la noche ... ” y “nosotros ... ” etc. Al cambiar de la tercera persona plural de vuelta a la segunda persona plural, es evidente que Pablo está nuevamente hablando al grupo de cristianos. La razón por la cual “aquel día” de juicio no sobrecogerá a los cristianos es obvia —porque serán sacados de la tierra aproximadamente siete años antes en el Arrebatamiento, como Pablo explicó en el paréntesis del capítulo 4:15-18—. Como ya comentamos en el capítulo 1:10, cada vez que se menciona la venida del Señor como “Ladrón de noche”, se refiere a la Aparición de Cristo, y no al Arrebatamiento (Mateo 24:43-44; Lucas 12:39-40; 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10; Apocalipsis 3:5; 16:15). Como ya se ha mencionado, en el Arrebatamiento el Señor viene a llamar a la Iglesia, que es Su esposa. En esa ocasión Él viene como “el Esposo” (Mateo 25:6-10), no como “Ladrón”.
Además, los pasajes que tienen que ver con la venida del Señor como Ladrón están siempre conectados con Su ejecución de juicio en la tierra. Esto se lleva a cabo en la Aparición. No hay juicio ejecutado sobre la tierra en el Arrebatamiento; será un retiro silencioso de los creyentes de la tierra. Los santos escucharán la “aclamación”, la “voz de arcángel” y la “trompeta de Dios” (capítulo 4:16), pero el mundo no las escuchará. Es cierto que el Arrebatamiento sellará la condena de aquellos que han rechazado el evangelio de la gracia de Dios, aunque su juicio de ser arrojados al lago de fuego no sucederá hasta después, cuando el Señor aparezca como Ladrón.
Pablo habla de los que son del mundo como estando envueltos en “tinieblas”, moral y espiritualmente (versículo 4). En contraste, recuerda a los creyentes que ellos son “hijos de luz, é hijos del día” (versículo 5). Entonces, él emplea las palabras “tinieblas” y “luz”, “día” y “noche” como figuras para diferenciar a los creyentes de los no creyentes. Esto no es inusual en los escritos de Pablo (Romanos 13:12-13; Efesios 5:8-14). Ya que los juicios solo caen en aquellos que son parte de las tinieblas de este mundo y no sobre aquellos que son de luz, es claro que los creyentes en el Señor Jesucristo están exentos de los juicios relacionados con el día del Señor. De hecho, ellos vendrán con el Señor cuando Él regrese a ejecutar juicio en aquel día (1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Zacarías 14:5, etc.).
Versículos 6-8.— En el próximo conjunto de versos, Pablo da exhortaciones prácticas basadas en el hecho de que los tesalonicenses eran de la “luz” y del “día”, y no “de la noche, ni de las tinieblas”. Hoy día, esto nos aplica a nosotros tanto como a los tesalonicenses en su día. Él dice, “Por tanto, no durmamos como los demás; antes velemos y seamos sobrios” (versículo 6). Pablo usa “dormir” aquí para describir la indiferencia espiritual. Él nos dice que debemos velar y ser sobrios para que no caigamos en un estado semejante de descuido. Su enfoque es que, aunque el mundo está dormido espiritualmente, nosotros no debemos estarlo. El “velar” al que Pablo se refiere aquí no es necesariamente velar por a la venida del Señor —aunque ciertamente debemos hacerlo (Lucas 12:36-38)—. Se refiere a estar alerta contra los peligros espirituales de la noche, los cuales pueden tener un efecto negativo sobre nosotros. La idea en la exhortación es que, si no somos cuidadosos, podemos ser arrastrados por los elementos de las tinieblas del mundo que atravesamos. El Señor pidió que sus santos fueran preservados en esta manera (Juan 17:15-17). Conservamos nuestra alerta espiritual practicando el juicio propio y manteniéndonos cerca del Señor por medio de la comunión constante con Él. El único lugar seguro para nosotros es estando “cerca de Él” (Deuteronomio 33:12).
Pablo dice, “Porque los que duermen, de noche duermen; y los que están borrachos, de noche están borrachos” (versículo 7). Aquí literalmente se refiere a dormir, pero también da una aplicación práctica. Su idea es que, así como el “dormir” en el ámbito natural está asociado con la “noche”, lo mismo aplica en el ámbito espiritual. El adormecimiento espiritual de indiferencia está asociado con aquellos que no conocen al Señor y viven en oscuridad espiritual. Siendo lo que somos (“hijos de luz, é hijos del día”), debemos ser consistentes con el ámbito al que pertenecemos y estar despiertos espiritualmente.
Para guardarnos del adormecimiento espiritual, Pablo menciona nuestro recurso. Nos dice, “Mas nosotros, que somos del día, estemos sobrios, vestidos de cota de fe y de caridad, y la esperanza de salud por yelmo” (versículo 8). Por tanto, aunque el mundo está caracterizado por dormir en las tinieblas de la ignorancia de Dios, nosotros debemos vivir en “la esperanza” de nuestra “salud [salvación]” final. Esto es estar con y como el Señor en el estado glorificado —lo que ocurrirá en el Arrebatamiento—. Hasta entonces, hay dos piezas de armadura que debemos usar, las cuales nos preservarán de caer en un estado de descuido:
• La “cota de fe” guarda los afectos de nuestros corazones.
• El “yelmo” de la “esperanza de salud” guarda nuestros pensamientos.
Nuestros corazones y mentes son dos áreas vulnerables donde el enemigo enfoca sus ataques. Nota: somos responsables de ponernos estas piezas de armadura; no es algo que Dios hace por nosotros. Él quiere que participemos en esta liberación práctica. Esto quiere decir que debe haber ejercicio y energía espiritual involucrados al usar esta protección. Ponerse la “cota de fe” significa tener cuidado de que nuestros afectos no vayan tras las cosas mundanas y terrenales, ya que en el proceso nos podemos envolver en ellas y causarán que durmamos en cuanto a las cosas divinas (Proverbios 4:23). Ponernos el “yelmo” no solo se refiere a mantener nuestros pensamientos enfocados en cosas rectas concernientes a Cristo y Sus intereses (Filipenses 4:7; 1 Pedro 1:13), sino también a ocuparnos con la esperanza de la salvación, la cual nos será dada en la venida del Señor. La tendencia es dejar a nuestros corazones y mentes ir detrás de vanidades que disminuyen nuestra alerta espiritual.
Versículos 9-11.— La razón por la cual Pablo nos anima a tener ese enfoque es “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salud por nuestro Señor Jesucristo; el cual murió por nosotros, para que ó que velemos, ó que durmamos, vivamos juntamente con Él”. Este aspecto final de la “salud [salvación]” (como en el verso 8) sucederá cuando el Señor venga —en el Arrebatamiento (Romanos 13:11; Filipenses 3:20-21; Hebreos 9:28; 1 Pedro 1:5)—. Nos dice que esta salvación nos espera independientemente de si el creyente está vivo (“velemos”), o muerto (“durmamos”) al momento de la venida del Señor. Como explicó en el capítulo 4, ambos “serán arrebatados”, “á recibir al Señor en el aire”. Pablo termina sus comentarios acerca de este tema diciendo nuevamente, “consolaos los unos á los otros, y edificaos los unos á los otros, así como lo hacéis”.
En los versos 6-10, Pablo empleó la palabra “dormir” en tres maneras diferentes:
• El dormir de la indiferencia (versículo 6).
• El dormir natural para rejuvenecimiento del cuerpo (versículo 7).
• El dormir en relación con el estado separado o intermedio de un creyente que muere (versículo 10).