Casa de Dios

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En los tiempos del Antiguo Testamento, la casa de Dios era un edificio literal hecho de piedras y madera y cubierto de oro (1 Reyes 5-6). Pero hoy en el cristianismo, “la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo” (1 Timoteo 3:15) es una “casa espiritual” compuesta de creyentes en el Señor Jesucristo, que son vistos como “piedras vivas” en su construcción (1 Corintios 3:9 segunda parte; Efesios 2:20-21; Hebreos 3:6; 1 Pedro 2:5).
Los cristianos a menudo (equivocadamente) se refieren al edificio o salón de su iglesia como a la casa de Dios. Un caso en cuestión viene a la mente de un hermano que estaba triste con los niños que estaban corriendo y jugando en el pasillo después de una de las reuniones. Él dijo: “los niños no deberían estar corriendo aquí; ¡esta es la casa de Dios!” Pero esta observación significa pensar en la casa de Dios de la misma forma que ella era en el Antiguo Testamento, en el judaísmo. Pero, como hemos dicho, la casa de Dios en esta dispensación cristiana no es un edificio físico hecho por manos de hombres, sino un edificio espiritual. De este malentendido viene la idea de que, en ciertos horarios prescritos, los cristianos van a la casa de Dios para adorar—por ejemplo, a las 10:00 de la mañana del domingo. Esta confusión viene de las falsas ideas propuestas por el catolicismo y por la teología de la Reforma. La verdad es que nosotros “somos” la casa de Dios (Hebreos 3:6) y estamos “en” la casa de Dios (1 Timoteo 3:15) en todo momento—24 horas al día, siete días a la semana—no sólo cuando estamos reunidos para leer la Biblia con otros cristianos. (Tampoco debemos confundir “la casa de Dios” con la “casa de Mi Padre”—Juan 14:2-3. La casa de Dios es algo en la tierra, mientras que la casa del Padre es algo en el cielo.)
La Iglesia, vista como la casa de Dios, es el vaso de testimonio de Dios en la tierra. Es para mostrar el verdadero carácter de Dios ante el mundo. El apóstol Pedro afirma esto en su primera epístola. Después de aclarar que los creyentes somos la “casa espiritual” de Dios, él continúa diciendo que, como tales, somos responsables de anunciar “las virtudes de Aquel” que nos llamó “de las tinieblas á Su luz admirable” (1 Pedro 2:5-9). Por lo tanto, así como podemos aprender algunas cosas sobre el ocupante de una casa, por mirar a la casa, de la misma forma los hombres deberían ser capaces de mirar a la casa de Dios y conocer el carácter de Dios. Si el jardín está descuidado, si hay basura por todas partes, si la casa necesita pintura, etcétera, todo eso nos da una perspectiva sobre la clase de persona que vive allí. Por otro lado, podemos ver una casa bien cuidada (por aquello que alcanzan a ver nuestros ojos) y concluir que el propietario probablemente es una persona bien ordenada. Así, Dios desea que Su carácter sea visto en el orden de Su casa. Ya que somos casa de Dios, el mundo debería poder observar nuestras conductas y procederes y así conocer el verdadero carácter de Dios.
Este aspecto de la verdad ha sido muy descuidado. Muchos cristianos tienen la idea de que Dios no está preocupado con lo que ellos son exteriormente; para ellos lo que está dentro es la única cosa que importa. 1 Samuel 16:77But the Lord said unto Samuel, Look not on his countenance, or on the height of his stature; because I have refused him: for the Lord seeth not as man seeth; for man looketh on the outward appearance, but the Lord looketh on the heart. (1 Samuel 16:7) es a veces utilizado para justificar esto—“el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón.” Pero este mismo versículo sólo refuerza el punto de que debemos prestar atención a nuestro testimonio exterior. Puesto que los hombres no pueden ver lo que está en nuestros corazones—sólo Dios puede ver eso—ellos tienen que mirar a lo exterior. Ciertamente, lo más importante es tener una relación con Dios interiormente por la fe, pero no es la única cosa por la que los cristianos se deben preocupar. Tenemos una responsabilidad con relación a la impresión que causamos ante el mundo, porque nuestro testimonio personal refleja a Dios.
Las dos principales características de Dios que los cristianos, como la casa de Dios, deben manifestar ante el mundo son:
•  Dios el Salvador: Como tal, la disposición de Dios en gracia para con todos los hombres debe resonar desde Su casa para el mundo por medio del “evangelio de la gloria del Dios bendito” (1 Timoteo 1:11; 2:3-6). Así, el favor de Dios en buscar el bien y la bendición de los hombres debe ser manifestado ante el mundo por aquellos que componen la casa.
•  Dios el Creador: Como tal, los patrones morales de Dios y el orden moral en los papeles de los hombres y de las mujeres, que Él estableció desde el principio de la creación, deben ser demostrados por aquellos que componen la casa (1 Timoteo 2:8-15, etcétera).
La casa de Dios hoy en el cristianismo es vista en la Escritura de dos maneras:
El primer aspecto considera la casa como constituida solamente por los verdaderos creyentes (Mateo 16:18; 1 Corintios 3:9 segunda parte; Efesios 2:20-21; 1 Timoteo 3:15; Hebreos 3:6; 1 Pedro 2:5). Puesto que el evangelio todavía está siendo predicado y reuniendo el material (“piedras vivas”), este aspecto de la casa es visto como estando en construcción y no será completado hasta que el último creyente sea salvo y colocado en la estructura (Efesios 2:20-21), con lo cual el Señor vendrá y se llevará a la Iglesia a su hogar celestial en el Arrebatamiento. Cristo es el Maestro Constructor (Mateo 16:18) y “la principal piedra del ángulo” de la casa (Efesios 2:20); Él también es “Hijo sobre Su casa” (la casa de Dios) (Hebreos 3:6).
El segundo aspecto considera la casa como teniendo una mixtura de creyentes verdaderos y simplemente profesantes (1 Corintios 3:9-17; Efesios 2:22; 2 Timoteo 2:20; 1 Pedro 4:17). Así los hombres son vistos como teniendo parte en la obra de construcción de la casa, pero, lamentablemente, no todos son buenos constructores. Algunos están construyendo con material bueno y algunos con material malo (1 Corintios 3:9-17). Dios ha atribuido esta responsabilidad a los hombres en el tiempo de ausencia del Señor (Mateo 24:45). Muchos de los constructores han demostrado un desprecio al orden de Su casa y han introducido un orden hecho por ellos mismos. Consecuentemente, todo tipo de cosas ha sido traído dentro de la casa que realmente no debería estar allí, y mucho desorden y ruina ha resultado de esto. La casa de Dios, en este aspecto, es ahora como “una casa grande,” llena de confusión (2 Timoteo 2:20). De hecho, hoy en día, hay tanto desorden en la casa de Dios que queda muy poco de lo que está de acuerdo con el patrón de Su casa conforme a Su palabra. Dios no es indiferente a esto. Actualmente, Él juzga los que están en Su casa de manera gubernamental (1 Corintios 3:17; 11:30-32; 1 Pedro 4:17).
En este segundo aspecto, la casa es vista como la “morada de Dios” en la tierra. Es decir, Él está morando en ella por la presencia de Su “Espíritu” (Efesios 2:22). Puesto que el Espíritu Santo está en la casa (1 Corintios 3:16), aquellos que en ella son meramente cristianos profesantes son “partícipes del Espíritu Santo” de una manera exterior, sin realmente ser habitados por el Espíritu (Hebreos 6:4). Este segundo aspecto abarca toda la profesión cristiana en la tierra. Así, nunca ninguna asamblea local fue llamada la casa de Dios en la Escritura.
La casa de Dios en el Antiguo Testamento tenía dos edificios adyacentes: la casa de Jehová (1 Reyes 5-6) y la casa del Rey Salomón (1 Reyes 7). Estos dos edificios son un tipo de los dos aspectos de la casa de Dios hoy. La casa de Jehová (el templo) estaba abierta a todos los que viniesen a Dios para adorarlo—incluso tenía un patio para los gentiles. Sin embargo, no todos los que entraban en el recinto del templo necesariamente tenían fe verdadera. Es una figura del segundo aspecto de la casa de Dios hoy, donde existe una mixtura de verdaderos creyentes y meros profesantes. La casa de Salomón tenía una serie de habitaciones interconectadas que estaban cerradas para todos con excepción de él y su familia. Los gentiles que visitaban la tierra y otros en Israel no tenían acceso a ella. Es una figura del primer aspecto de la casa que es compuesto solamente por verdaderos creyentes. (Ver Synopsis of the Books of the Bible, por J. N. Darby sobre 1 Reyes 5-7).
Algunas diferencias notables entre estos dos aspectos son:
•  En el primer aspecto, la casa de Dios es vista desde el lado de la soberanía de Dios (Efesios 2:20-21); en el segundo aspecto, es vista desde el lado de la responsabilidad del hombre (1 Pedro 4:17).
•  En el primer aspecto, las personas forman parte de la casa, por creer en el evangelio; en el segundo aspecto, las personas entran en la casa por hacer una profesión de fe en Cristo (2 Timoteo 2:19), o siendo bautizadas (que es el medio formal de entrar en ella).
•  En el primer aspecto, los creyentes “son” la casa (Hebreos 3:6; 1 Pedro 2:5); en el segundo aspecto, los creyentes (y los falsos creyentes) están “en” la casa (2 Timoteo 2:20).
•  En el primer aspecto de la casa, el Espíritu de Dios mora “en” los creyentes (Juan 14:17; Hechos 2:4); en el segundo aspecto, el Espíritu de Dios mora “con” [o entre] los creyentes (Juan 14:17; Hechos 2:2; 1 Corintios 3:16-17).
•  El primer aspecto a veces es llamado “la casa verdadera”; mientras que el segundo aspecto a veces es llamado “la casa profesante”.