Certeza

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Este término se utiliza principalmente de dos formas en el Nuevo Testamento:
•  La primera muestra la firme convicción que tiene el creyente de la salvación eterna de su alma en Cristo (1 Tesalonicenses 1:5; Hebreos 6:11, 10:22; 1 Juan 3:19).
•  La segunda tiene que ver con la convicción que el creyente tiene de la verdad que la Palabra de Dios enseña (Colosenses 2:2; 2 Timoteo 3:14).
Con respecto a lo que pertenece a la salvación del alma, lamentablemente hay muchos que, después de haber creído, tienen dudas sobre si son realmente salvos. Algunos viven con el temor de ser juzgados por sus pecados si no continúan de manera fiel en el camino cristiano. Esto no es lo que Dios quiere para Sus hijos en lo absoluto. Él quiere que tengamos “plena certidumbre” con respecto a este importante tema (Hebreos 10:22), porque si alguien no la tiene, será obstaculizado en su crecimiento espiritual.
La seguridad de la salvación de un creyente está fundada tanto en el conocimiento como en la fe. El conocimiento, en este sentido, podría resumirse de tres formas:
•  Conocer lo que sucedió en la cruz.
•  Conocer lo que sucedió en el sepulcro.
•  Conocer dónde Cristo está ahora a la diestra de Dios.
Dios quiere que nosotros creamos en el testimonio de Su Palabra con respecto a estos tres hechos. El creyente que entiende y, en fe sencilla, acepta estas grandes verdades, tendrá una sólida certeza de su salvación y paz en su alma. En condiciones normales, nunca volverá a dudar otra vez.
1) Conocer y Creer lo Ocurrido en la Cruz
La Escritura dice que cuando el Señor Jesucristo estaba en la cruz, Dios “cargó en Él” los pecados de todos los que iban a creer (Isaías 53:6). Durante las tres horas de tinieblas Cristo “llevó” el juicio de todos esos pecados (Hebreos 9:28; 1 Pedro 2:24). Así, el precio de los pecados del creyente ha sido pagado completamente por medio de la obra “consumada” de Cristo (Juan 19:30). Los reclamos de la justicia divina han sido satisfechos (Salmo 85:10; Isaías 53:10) y Dios ha sido “glorificado” en todo ello (Juan 12:27-28, 13:31-32).
La obra consumada de Cristo satisfizo la justicia divina de una manera tan completa que, si Dios buscara al creyente para juzgarle por sus pecados, Él se mostraría injusto, porque el precio ha sido pagado completamente. Eso sería exigir un segundo pago por sus pecados, lo que Dios nunca hará.
2) Conocer y Creer lo Ocurrido en el Sepulcro
Para poner el asunto más allá de toda duda, Dios levantó al Señor Jesús de entre los muertos (Romanos 4:24-25). Esto es significativo. La resurrección de Cristo es la declaración pública de Dios de que Él aceptó la obra de Cristo en la cruz como pago total de los pecados del creyente. Es Su “sello de aprobación” y Su “amén” a lo que Cristo consumó en Su muerte (1 Pedro 1:21). Es importante entender que la seguridad no se basa en la aceptación nuestra de la obra terminada de Cristo, ¡sino en saber que Dios la aceptó! El sacrificio del Señor Jesucristo no fue una ofrenda hecha para nosotros, sino para Dios (Hebreos 9:14), y la prueba de que Dios la ha aceptado es que Le ha levantado de entre los muertos.
El Sr. G. Cutting tenía una ilustración que enfatizaba ese punto. Él decía que, en la cuestión de una deuda normal, el acreedor es el único que tiene derecho de escribir “PAGADO” en la cuenta. No tendría ningún valor si el deudor lo escribiera, porque él no tiene ningún poder para declarar la cuenta pagada. Si el deudor lo hiciera, eso no daría ninguna satisfacción al acreedor ni tampoco daría tranquilidad al deudor. La certeza del deudor sólo puede venir por el conocimiento de que el acreedor está satisfecho. De la misma forma, en relación con la deuda de nuestros pecados, la única forma en la que estamos seguros de que todo fue pagado es ver que todo fue aceptado por Dios. Necesitamos ver que Dios está completamente satisfecho con el pago que Cristo hizo por nosotros, y el hecho de que Dios haya levantado a Cristo de entre los muertos prueba Su completa satisfacción. Por lo tanto, la forma de obtener la más profunda certeza para nuestras almas es ver que todo ello fue totalmente resuelto ante Dios. Si el pago por nuestros pecados es suficiente para Dios, entonces lo debe ser también para nosotros y eso debe resolver cualquier duda que podamos tener.
3) Conocer Donde Está Cristo Ahora (a la Diestra de Dios)
No sólo ha sido la obra expiatoria de Cristo aceptada por Dios, sino que Cristo mismo ha sido aceptado delante de Dios. Esto ha sido atestiguado por medio de Su ascensión (1 Timoteo 3:16). Dios Le ha colocado en el lugar más alto en el cielo, a Su diestra (Efesios 1:20-21; Filipenses 2:9-11; Colosenses 3:1). Ahora Él está allí como Hombre glorificado con todo el favor de Dios reposando sobre Él. ¡El hecho de que Dios Le recibiera en el cielo es la prueba más clara de que nuestros pecados han desaparecido para siempre! Cuando el Señor estaba en la cruz, tenía nuestros pecados sobre Él, y no los podía llevar consigo al cielo, porque la santidad de Dios es tal que Él no puede tener pecado en Su presencia (Habacuc 1:13). Así, la ascensión de Cristo es algo triunfante. ¡Es prueba de que nuestros pecados han desaparecido del todo!
Por tanto, el que cree lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a estas tres cosas tiene completa certeza de la salvación, porque Dios no puede faltar a Su Palabra (Números 23:19; Hebreos 6:17-18). Él perdería más que nosotros. Nosotros perderíamos nuestra salvación, pero Él perdería Su credibilidad como un Dios Santo y Justo—¡y esencialmente dejaría de ser Dios!—Por tanto, podemos estar seguros que Él cumplirá Su palabra.
La certeza firme, por lo tanto, no es obtenida procurando tener dentro de nosotros mismos una confirmación, sino creyendo lo que Dios estableció en Su Palabra con respecto a nuestra salvación en Cristo. Supongamos que una persona ha sido condenada por un delito determinado y se enfrenta a una pena de prisión, pero entonces alguien le dice que está perdonado debido a algunas circunstancias atenuantes que rodean el incidente y la buena gracia de la corte judicial. ¿Cómo tendría la certeza de que verdaderamente ha sido perdonado? ¿Sería examinando los sentimientos de su corazón? ¿Sería por escuchar rumores? O ¿sería mediante la lectura de la copia certificada del perdón firmado por el juez de la corte suprema? Obviamente, sería mediante la lectura del documento oficial que declara su perdón. De la misma forma acontece si quisiéremos tener certeza de que somos salvos. Nuestros sentimientos y deseos, y lo que las personas pudieran decir, no nos darán la evidencia que necesitamos para tener paz, pues esas fuentes no tienen la autoridad para declarar nada sobre el asunto. Debemos ir a la Palabra de Dios y ver lo que “Dios el Juez de todos” dice al respecto (Hebreos 12:23). Podemos poner nuestra confianza plenamente en Su palabra porque Él no puede mentir, y eso es todo lo que precisamos para tener la sólida certeza de nuestra salvación. Su palabra dice, “De cierto, de cierto os digo: El que oye Mi palabra, y cree al que Me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida” (Juan 5:24).
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Con la intención de brindar al creyente una paz absoluta en referencia a sus pecados, Dios no ha escatimado recursos para mostrar que los pecados de todo creyente han sido borrados, y eso para siempre jamás. Él utiliza varias figuras y expresiones para describir la bienaventuranza de este gran hecho, a fin de que no exista ninguna pregunta o duda legítima en la mente del creyente que acepta el testimonio de la Palabra de Dios. Algunas de las cosas que Dios ha hecho con nuestros pecados son:
•  Él efectuó la purificación de nuestros pecados (Hebreos 1:3).
•  Él hizo alejar de nosotros nuestros pecados cuanto está lejos el oriente del occidente (Salmo 103:12).
•  Él deshizo y borró nuestros pecados (Isaías 44:22; Salmo 51:1).
•  Él echó tras Sus espaldas nuestros pecados (Isaías 38:17).
•  Él echó nuestros pecados en lo profundo del mar (Miqueas 7:19).
•  Él nos quitó nuestros pecados (1 Juan 3:5).
•  Él nos lavó de nuestros pecados (Apocalipsis 1:5).
•  Él nos limpió de nuestros pecados (1 Juan 1:7).
•  Él perdona nuestros pecados (Romanos 4:7; Efesios 1:7).
•  Él no se acuerda más de nuestros pecados (Hebreos 10:17).