Efesios 2:14-16 nos dice que Cristo murió para que seamos uno. Si Cristo murió para la unidad del pueblo de Dios, si le costó a Él dolor, aflicción, pena, pasión, y agonías, cuando Él fue clavado en la cruz, ¡cuanto debemos estimar esa unidad! Traducido en una manera literal, el siguiente texto dice: “Siendo muy diligentes en guardar la unidad del Espíritu, en el lazo vinculador de la paz” (Efesios 4:3). Hay tres características de la unidad del Espíritu:
1. Es el Espíritu de VIDA (Romanos 8:2). Para mantener esta unidad, uno debe poseer la vida. Debemos ser nacidos de nuevo. Entonces el Espíritu que mora en nosotros capacita al creyente para ser diligente en mantener esta unidad. (Esta es una unidad que puede ser rota; no se trata aquí de la unidad del cuerpo).
2. Es el Espíritu SANTO (Efesios 4:30). Debemos procurar, por Su gracia, andar en santidad.
3. Es el Espíritu de VERDAD (Juan 16:13). Debemos ser celosos y vigilantes respecto a la verdad.
Cualquiera cosa que se tolere que cede en la vida, santidad o verdad, aunque tenga apariencia de unidad, no puede ser la unidad del Espíritu.