Los israelitas fueron redimidos de su estado triste de esclavitud bajo el poder de Faraón en Egipto, con la sangre del cordero inmolado. Dios les mandó así: “tomarán de la sangre, y pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura: con hierbas amargas lo comerán.... Y guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre” (Éxodo 12:7,8,24). Conforme a la voluntad de Jehová, los israelitas habían de guardar la solemnidad de la pascua “en el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová” (Levítico 23:5). “Los hijos de Israel harán la pascua a su tiempo. El decimocuarto día de este mes, entre las dos tardes, la haréis a su tiempo: conforme a todos sus ritos, y conforme a todas sus leyes la haréis” (Números 9:2-3).
Ya no era necesario que untaran o rociaran el dintel y los dos postes de sus casas con la sangre derramada del cordero inmolado, pero sí comían de su carne asada con fuego y a la vez con pan sin levadura y hierbas amargas.
Pero los israelitas estuvieron muy desobedientes a la Palabra del Señor, muy negligentes en comer la Pascua. Léase 2 Crónicas 30:1-3. No estaban reunidos en el mes primero, a los catorce días del mes, con deseo de comer la pascua en Jerusalén, el lugar que Jehová había escogido “para hacer habitar allí Su nombre” (Deuteronomio 16:2). Además, los sacerdotes no se hallaban en condiciones santas para desempeñar su responsabilidad. Pero el Señor, que prevé todo, había hecho provisión para tal situación en la ley de Moisés; léase Números 9:9-11. Léase también el versículo 13, que demuestra el desagrado del Señor cuando el israelita no hiciera la pascua: “el tal hombre llevará su pecado”.
Ahora bien, para el cristiano ¿cuál conmemoración sustituye la pascua del israelita? Es la cena del Señor.
Consideremos estos comentarios: para la cristiandad, “Egipto” simboliza el “mundo”. “Faraón” es una figura del “diablo”, el “príncipe” de este mundo (Juan 13:13). La pascua simboliza Cristo muerto por nuestros pecados: “porque nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). La “solemnidad de los ázimos” (Levítico 23:6) presenta la idea de la vida santa que el cristiano debe llevar: “así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura, ni en la levadura de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8).
Jesús, casi al momento de partir de este mundo, no nos dio un mandamiento mosaico, sino expresó un ardiente deseo cuando instituyó la cena:
“Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dió, diciendo: Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de Mí. Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en Mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:19-20). De esa manera conmovedora Jesús habló a los once. Y a nosotros los creyentes en Él, ¿no nos ha dicho nada al respecto? ¡Sí, enfáticamente! por medio del apóstol a los gentiles, Pablo: “porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de Mí” (1 Corintios 11:23-25).
¿Hasta cuándo deben de cumplir los redimidos del Señor Jesús con Su solicitud ferviente? “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga” (1 Corintios 11:26).
¡HASTA QUE VENGA! ¿Y cuán a menudo? “Todas las veces” sin decir cuán a menudo. Pero ¿qué instrucción se entiende de esta Escritura? “El día primero de la semana, juntos los discípulos a partir el pan” (Hechos 20:7).
En contraste con el israelita que podía comer la Pascua una sola vez al año, ¿no es conmovedora la invitación del Redentor del cristiano: “Haced esto todas las veces que comiereis, que bebiereis, en memoria de Mí”?