J.H. Smith
(continuación del número anterior)
Conmemoración
Los israelitas fueron redimidos de su estado triste de esclavitud bajo el poder de Faraón en Egipto, con la sangre del cordero inmolado. Dios les mandó así: “tomarán de la sangre, y pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura: con hierbas amargas lo comerán ... Y guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre” (Éxodo 12:7-8,24). Conforme a la voluntad de Jehová, los israelitas habían de guardar la solemnidad de la pascua “en el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová” (Levítico 23:5). “Los hijos de Israel harán la pascua a su tiempo. El decimocuarto día de este mes, entre las dos tardes, la haréis a su tiempo: conforme a todos sus ritos, y conforme a todas sus leyes la haréis” (Números 9:2-3).
Ya no era necesario que untaran o rociaran el dintel y los dos postes de sus casas con la sangre derramada del cordero inmolado, pero sí comían de su carne asada con fuego y a la vez con pan sin levadura y hierbas amargas.
Pero los israelitas estuvieron muy desobedientes a la Palabra del Señor, muy negligentes en comer la Pascua. Leamos 2 Crónicas 30:1-3: “Envió también Ezechías por todo Israel y Judá, y escribió letras a Ephraim y Manases, que viniesen a Jerusalem a la casa de Jehová, para celebrar la pascua a Jehová Dios de Israel. Y había el rey tomado consejo con sus príncipes, y con toda la congregación en Jerusalem, para celebrar la pascua en el mes segundo: porque entonces no la podían celebrar, por cuanto no había suficientes sacerdotes santificados, ni el pueblo estaba junto en Jerusalem”. ¡Fíjense!, los israelitas no estaban reunidos en el mes primero, a los catorce días del mes, con deseo de comer la pascua en Jerusalem, el lugar que Jehová había escogido “para hacer habitar allí Su nombre” (Deuteronomio 16:2). Además, los sacerdotes no se hallaban en condiciones santas para desempeñar su responsabilidad. Pero el Señor, que prevé todo, había hecho provisión para tal situación en la ley de Moisés (léase Números 9:9-11. Léase también el versículo 13, que demuestra el desagrado del Señor cuando el israelita no hiciera la pascua: “el tal hombre llevará su pecado”).
Ahora bien, para el cristiano ¿cuál conmemoración sustituye la pascua del israelita? Es la cena del Señor.
Consideremos estos comentarios: para el cristianismo, “Egipto” simboliza el “mundo”. “Faraón” es una figura del “diablo”, el “príncipe” de este mundo (Juan 13:13). La pascua simboliza Cristo muerto por nuestros pecados: “porque nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). La “solemnidad de los ázimos” (Levítico 23:6) presenta la idea de la vida santa que el cristiano debe llevar: “así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura, ni en la levadura de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8).
Jesús, casi al momento de partir de este mundo, no nos dio un mandamiento mosaico, sino expresó un ardiente deseo cuando instituyó la cena: “Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de Mí. Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en Mi sangre, que por vosotros se derrama”. De esa manera conmovedora Jesús habló a los once. Y a nosotros los creyentes en Él, ¿no nos ha dicho nada al respecto? ¡Sí, enfáticamente! por medio del apóstol a los gentiles, Pablo: “porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de Mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de Mí” (1 Corintios 11:23-25).
¿Y hasta cuándo deben de cumplir los redimidos del Señor Jesús con su solicitud ferviente? “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga” (1 Corintios 11:26).
¡HASTA QUE VENGA! ¿Y cuán a menudo? “Todas las veces” sin decir cuán a menudo. Pero ¿qué instrucción se entiende de esta Escritura: “El día primero de la semana, juntos los discípulos a partir el pan” (Hechos 20:7)?
En contraste con el israelita que podía comer la Pascua una sola vez al año, ¿no es conmovedora la invitación del Redentor del cristiano: “Haced esto todas las veces que comiereis, que bebiereis, en memoria de Mí”?
(seguirá, Dios mediante)