Diez similitudes del reino de los cielos en "misterio"

De Mateo 13 en adelante, el Señor da diez similitudes de “el reino de los cielos” que nos dan una descripción exhaustiva del carácter del reino en la actualidad, cuando el Rey está ausente.
El punto de estas similitudes no es para conciliar la revelación cristiana de la verdad (tal como se da en las epístolas) con lo que se encuentra en las similitudes. Hay un punto sobresaliente que el Señor pretende que saquemos de cada una de ellas, pero no necesariamente incorpora en ellas todas las doctrinas del cristianismo. Por ejemplo, en las similitudes novena y décima los creyentes son vistos como invitados a la boda, y no como la novia. En ambas similitudes la novia no se encuentra en el panorama porque el Señor se enfoca en un lado diferente de las cosas. También, en las similitudes séptima y novena Dios es visto como el Rey en vez de el Señor Jesús. De nuevo, en Mateo 25 el siervo malo (un profesante vacío) es visto como poseedor de un talento (un don espiritual), que sabemos por 1 Corintios 12 que sólo lo posee una persona en quién reside el Espíritu. Por lo tanto, debemos enfocarnos en el punto sobresaliente de cada similitud y entender la lección que el Señor está enseñando.
Las diez similitudes pueden ser divididas en tres grupos. El primer grupo (no 1–3) nos dice lo que Satanás está haciendo en el reino. El siguiente grupo (no 4–6) nos dice lo que Dios está haciendo en el reino a pesar de la obra de Satanás. El último grupo (no 7–10) nos dice lo que nosotros deberíamos estar haciendo en el reino como buenos súbditos.
Lo que Satanás está haciendo en el reino
El primer grupo presenta una vista exterior del reino en manos de los hombres. Describe la obra del enemigo que trata de infiltrarse y corromper el reino.
Similitud no 1 (Mateo 13:24-30,37-43): La cizaña entre el trigo
Aquí encontramos la primera cosa que está haciendo el enemigo en el reino. Está sembrando “cizaña entre el trigo”. El Señor expone la “cizaña” como los “hijos del malo”, y el “trigo” como los verdaderos creyentes. Aprendemos de esto, que Satanás está intentando corromper el reino introduciendo personas malvadas entre los verdaderos creyentes. Recordemos que no todo aquel que dice ser cristiano es realmente uno.
Aunque la única forma correcta de entrar en el reino de los cielos es convirtiéndose (Mateo 18:3), hay personas entrando exteriormente en el reino a través de la obra de Satanás. Consigue que hagan una mera profesión de fe o que se sometan a la ordenanza del bautismo (la manera oficial de asumir el terreno cristiano), con lo cual son introducidos profesamente en esa esfera. Como resultado, existe una mezcla de súbditos falsos y verdaderos del Rey. Esta mezcla se ve en varias de las diez similitudes. La obra de Satanás es doble: Primero, arrebata la Palabra sembrada por el Señor en un intento de alejar a las personas de la salvación (versículo 19). Segundo, siembra cizaña entre el trigo en un intento por corromper a los verdaderos creyentes.
La primera “cizaña” sembrada entre el trigo fue Simón el hechicero quien fue bautizado, pero no era un verdadero creyente (Hechos 8:9-24). Desde entonces, muchos otros han sido introducidos en la profesión cristiana hasta el punto de que hay más cizaña que trigo.
Cuando los siervos se enteraron de la obra del enemigo, preguntaron al dueño de la casa: “¿Quieres, pues, que vayamos y le cojamos?” Él respondió: “No, porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo”. Esto nos enseña que no debemos intentar corregir la confusión en el testimonio cristiano. Estamos agradecidos de que el Señor no nos haya encomendado esa tarea, ya que sólo Él conoce a los que son Suyos (2 Timoteo 2:19). Esta mezcla continuará hasta el fin del siglo: “la siega”.
En el versículo 30 se usan dos expresiones. La primera es “la siega”, que el Señor explica que es el final del siglo (versículo 39). Esto es cuándo Él venga en Su Aparición y envíe a Sus ángeles para quitar a los malvados del reino (versículos 40-43). La segunda expresión es el “tiempo de la siega”. Esto se refiere al momento general del fin. Actualmente vivimos en el tiempo cuando los “segadores” (los ángeles) están cogiendo la “cizaña” (meros profesantes) y atándola en “manojos”. Un manojo de cizaña sería una congregación de meros profesantes. Vemos esto hoy en día en la cristiandad. Nos referimos a grupos como la ciencia cristiana, los testigos de Jehová, etc. Están siendo reunidos en preparación para la quema (un símbolo de juicio) por venir. Entonces el “trigo” es reunido en el “alfolí”, que es una referencia a los verdaderos creyentes que son llamados al cielo. Esto tomará lugar en el Arrebatamiento.
La explicación del Señor acerca de la parábola de la cizaña se extiende más allá del tiempo actual de gracia hasta el establecimiento del reino milenario en la Aparición de Cristo (versículos 37-43). Hablaremos más de esto cuando consideremos el reino en su manifestación pública. La parábola en sí misma (dada ante las multitudes) se ocupa principalmente de caracterizar lo que tendrá lugar en el reino en la actualidad.
Similitud no 2 (Mateo 13:31-32): Las aves en el gran árbol
Está parábola nos dice otra cosa que el enemigo está haciendo en el reino. Está introduciendo espíritus malvados que trabajan para trastornar la verdad de la Palabra de Dios en los corazones de los hombres.
El “grano de mostaza”, que crece hasta convertirse en un gran “árbol”, habla de la profesión cristiana, que tuvo un comienzo humilde, pero con el tiempo se ha convertido en una gran entidad mundana. No es normal que un grano de mostaza se convierta en un gran árbol, y de la misma manera, el reino de los cielos en manos de los hombres se ha convertido en algo que Dios nunca quiso. En las Escrituras, un “árbol” habla sobre algo grande en el mundo, ya sea un poder del mundo (Ezequiel 31:3-7), o una gran persona (Daniel 4:10-11,20-22) o un gran sistema religioso (Romanos 11:16-24). En la actualidad, el reino de los cielos (cristiandad) se ha convertido en una institución mundana prominente. Tiene un aspecto de grandeza y pretensión. A través de los siglos se ha convertido en un gran sistema de religión, política, y negocios. Es un lugar donde los hombres luchan por los honores, la grandeza y el poder en este mundo.
Además, las “aves del cielo” han llegado a hacer nido en las ramas del árbol. Las aves son usadas en las Escrituras como una figura de espíritus malvados (Apocalipsis 18:2). Actualmente la cristiandad ha acogido muchos espíritus malvados. Es exactamente lo que los apóstoles advirtieron. “En los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe escuchando á espíritus de error y á doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1). Y de nuevo: “Amados, no creáis á todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” (1 Juan 4:1). Por lo tanto, las aves representan a los emisarios de Satanás que actúan a través de agentes humanos para trastornar la verdad de Dios en los corazones de los hombres (2 Timoteo 3:8).
El gran “árbol” de la profesión cristiana se ha hecho realmente muy grande. Es ahora un gran sistema mundano que ni siquiera se parece a la cristiandad original. Lo que quedará de este después de que el Señor venga y lleve a los verdaderos creyentes a su hogar en el cielo (en el Arrebatamiento) se describe como “habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles” (Apocalipsis 18:2).
Similitud no 3 (Mateo 13:33): La levadura en las tres medidas de harina
Esta parábola indica una tercera cosa que está haciendo el enemigo en el reino. Está introduciendo doctrinas malvadas.
Aquí tenemos “una mujer” escondiendo “levadura” en “tres medidas de harina” hasta que todo leudó. A través de las Escrituras, la “levadura” se ha empleado como una figura para maldad, ya sea moral, doctrinal, o eclesiástica (Mateo 16:6; Marcos 8:15; 1 Corintios 5:8; Gálatas 5:9-10). Además, en el Nuevo Testamento, la iglesia (ya sea la verdadera o falsa) es representada como una mujer. Por lo tanto, esta mujer, haciendo su obra corrupta, sin duda representa la falsa iglesia.
Hay tres mujeres en el Nuevo Testamento quienes ilustran el progreso de la corrupción eclesiástica en la iglesia profesante. La primera es la “mujer” que tomó levadura y la ocultó en tres medidas de harina. Esto señala la introducción de ciertos principios y prácticas corruptas en la masa de cristianos sin levadura en los primeros días de la historia de la iglesia. La segunda mujer es “aquella mujer Jezabel” (Apocalipsis 2:20). Ella simboliza el desarrollo de la maldad bajo el sistema del catolicismo en la edad media. La tercera mujer es “la grande ramera” (Apocalipsis 17), que es la falsa iglesia en su última fase después de que el Señor venga y lleve a los verdaderos creyentes a su hogar el cielo.
La mujer en Mateo 13 asume un lugar prohibido para las mujeres en las Escrituras y toma la iniciativa en las cosas espirituales (1 Timoteo 2:11-12; 1 Corintios 14:34-35). Al hacerlo, ha introducido la levadura, mala doctrina que ha llevado a prácticas malvadas que son contrarias a Dios y a Su Palabra. Las doctrinas malvadas se han extendido por toda la profesión cristiana, hasta que todo ha sido leudado.
La segunda similitud indica un gran despliegue exterior de poder mundano en la profesión cristiana; la tercera similitud indica la gran corrupción interna de la doctrina y la práctica.
Resumen de lo que Satanás está haciendo en el reino
•  Está introduciendo personas malvadas (“cizaña”)
•  Está introduciendo espíritus malvados (“aves”)
•  Está introduciendo doctrinas malvadas (“levadura”)
Lo que Dios está haciendo en el reino a pesar de Satanás
El primer grupo de similitudes (no 1–3) nos presentó una visión del reino en manos de los hombres; el segundo grupo (no 4–6) nos dio una visión de “el reino de los cielos” según los consejos de Dios. Es visto desde un punto de vista divino donde vemos la soberanía de Dios anulando los esfuerzos del enemigo y asegurando almas para Cristo.
Similitud no 4 (Mateo 13:44): El tesoro escondido en el campo
A pesar de toda la obra de Satanás por corromper el reino, esta parábola indica que Dios está asegurando individuos para Sí mismo bajo la figura de un “tesoro”.
Un “tesoro” es una colección de varias gemas, cada una con su propio valor único e individual. Cada creyente es como una gema especial para el Señor (Malaquías 3:17). Ya que el reino de los cielos en misterio se extenderá más allá del tiempo de la iglesia hasta el final de la Gran Tribulación, el tesoro del Señor aquí podría incluir más que la Iglesia, los miembros de Su cuerpo. Es una gran colección de creyentes que incluye la iglesia, y quizás el remanente creyente de judíos y creyentes gentiles.
El tesoro fue “escondido” en el campo mucho antes de que viniera el hombre y lo hallara. Esto señala el hecho de que, en el eterno consejo de Dios, todo Su pueblo fue marcado de antemano como los elegidos (Efesios 1:4; Apocalipsis 13:8; Mateo 25:34).
Después de encontrar el tesoro, el hombre lo escondió de nuevo, y fue y compró el “campo” (este mundo; versículo 38). Su compra del campo habla de la obra del Señor en la cruz de comprar el título y el derecho a todas las cosas y personas en este mundo. Es el aspecto más amplio de Su obra en la cruz. Actualmente Él tiene título y derecho sobre todas las almas (salvadas y perdidas) y sobre todas las cosas. Todas las personas son compradas y le pertenecen a Él de dos maneras: por creación (como su Creador) y por compra (Su obra en la cruz). Sin embargo, no todas las personas son redimidas (compradas de nuevo y liberadas), porque no han reconocido por fe la compra que Cristo hizo. El hombre vendiendo “todo lo que tiene” señala la grandeza del sacrificio que hizo Cristo. Las Escrituras dicen: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza” (2 Corintios 8:9).
Es significativo que el hombre escondiera el tesoro de nuevo con la intención de volver en un futuro por él. Esto señala el hecho que no es la intención de Dios tener a Su pueblo en exhibición pública hoy en día cuando Cristo es rechazado. El tiempo para nuestra exhibición pública aguarda el día en que el reino de los cielos se manifieste en el Milenio.
Similitud no 5 (Mateo 13:45-46, LBLA): Una perla de gran valor
En esta parábola un hombre va y compra una “perla” a un gran valor para sí mismo. El hombre representa al Señor Jesús quien pagó un gran precio en la cruz para tener la Iglesia para Sí. El tesoro representa una visión amplia de todo el pueblo del Señor como individuos, pero en la “perla” vemos a algunos de ellos en su unión colectiva. La “perla” habla exclusivamente de la iglesia en su unidad y belleza para el corazón de Dios.
Una “perla” es un símbolo instructivo. No es una creación en el sentido original, sino más bien, una hermosa cosa que salió de un problema irritante en la creación original, y por lo tanto, separada de ella como una nueva creación. Del mismo modo, cada persona que está representada en esta “perla” es una “nueva creación”. Las Escrituras dicen: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura [creación] es” (2 Corintios 5:17).
Es significativo que las perlas vengan del mar, que, como se mencionó anteriormente, habla de los gentiles. Muchos pasajes en el Nuevo Testamento indican que la iglesia está compuesta en gran parte de material gentil (Hechos 15:14; Efesios 2:1-22). Además, la perla no se deja en su elemento natural en el mar, sino que se saca de éste para Aquel que la ha comprado. Esto enfatiza el hecho de que la iglesia no pertenece a este mundo, sino que es algo celestial con un destino celestial.
Similitud no 6 (Mateo 13:47-50, LBLA): La red
En esta parábola tenemos un recuadro de la predicación del evangelio y la recolección de muchas almas baja la figura de una “red”. A pesar de los intentos de Satanás por impedir que la gente crea en el evangelio, Dios está interviniendo y las almas se están salvando. De nuevo, es una escena en el “mar”, que habla de Dios visitando “á los gentiles, para tomar de ellos pueblo para Su nombre” (Hechos 15:14). Los peces, que son de “toda clase”, son hombres de todas las naciones siendo traídos, no sólo aquellos de entre los judíos (Mateo 4:19; Lucas 5:10).
Sin embargo, en la gran llamada del evangelio, algunos que son meros profesantes han sido recogidos con los verdaderos creyentes. Vemos la intervención de Dios aquí también, al dar a Su pueblo la sabiduría para discernir los peces “malos” de los “buenos”, y poner sólo los “buenos” en “vasos” (asambleas locales).
Ya que todo lo que se pone en manos de los hombres fracasa, muchos profesantes sin vida (peces “malos”) han sido traídos formalmente en la comunión de la iglesia. No obstante, esta parábola ve estas cosas desde la perspectiva de Dios al proveer los medios para prevenir la obra del enemigo, es decir, un espíritu de discernimiento entre el pueblo del Señor (1 Corintios 2:15; 1 Juan 4:1).
Nótese que aparte de negar comunión a los peces “malos” en las asambleas locales, no es nuestra responsabilidad tratar con ellos en juicio. El Señor sigue explicando que “al fin del siglo” los “ángeles” los reunirán (como vimos con la “cizaña”) y los echarán al horno de fuego.
Resumen de lo que Dios está haciendo en el reino a pesar de la obra de Satanás
•  Está asegurando individuos para Sí mismo (un “tesoro”)
•  Está llamando a la iglesia (la “perla”)
•  Está salvando almas por medio del evangelio (la “red”) y poniéndolas en asambleas locales (“vasos”)
Lo que nosotros deberíamos estar haciendo en el reino
El tercer grupo de similitudes (no 7–10) nos dicen como debemos comportarnos en el “reino de los cielos” en su forma en misterio. En estas últimas cuatro similitudes, el Señor nos enseña a través de los fracasos de los siervos del reino, porque Él sabía que habría muchos fallos entre Su pueblo durante el tiempo de Su ausencia. Sin embargo, aprendemos la mente de Dios a partir de estos fracasos.
Similitud no 7 (Mateo 18:23-35): El siervo que no perdona
En esta parábola vemos la importancia de mantener un buen estado del alma en relación con el Señor y nuestros hermanos en vista de los tratos gubernamentales de Dios. Quizás esto sea lo más importante de lo que debemos preocuparnos hoy en día mientras vivimos en “el reino de los cielos”.
Pedro le preguntó al Señor cuántas veces debería una persona perdonar a su hermano. Los rabinos enseñaban que debían perdonar a una persona que comete un error, tres veces. Pedro estaba dispuesto a hacerlo hasta siete veces, pero el Señor le dice: “Hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). En otras palabras, debemos tener perdón ilimitado hacia los demás.
Esto llevó al Señor a dar otra similitud del reino de los cielos, abordando la necesidad de tener buenas relaciones los unos con los otros. “Un hombre Rey” es nuestro “Padre” (versículo 35), que está tomando “cuentas” de Sus siervos en el reino en el tiempo actual. No es una cosa futura, sino lo que Dios está haciendo en la actualidad. Cuando se hicieron las cuentas, se encontró uno que le debía mucho a su señor: ¡“diez mil talentos”! Pero cuando el hombre se postró, reconociendo su deuda y suplicando misericordia, su señor fue “movido á misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda”. Esto habla de cómo Dios nos perdona gubernamentalmente por los errores y fracasos que cometemos en nuestras vidas. Ahora bien, es cierto que somos perdonados eternamente, pero ese no es el tema de esta parábola. El aspecto del perdón en este caso es gubernamental. Sabemos esto porque este perdón fue después revocado (versículo 34); mientras que el perdón eterno nunca será revocado porque estamos eternamente seguros (Juan 10:27-28).
Luego vemos que el mismo siervo quién fue perdonado gratuitamente por su señor ¡no perdonó la más pequeña deuda que uno de sus consiervos tenía con él! El hombre malinterpretó totalmente la gracia y el perdón, aunque fue el mayor beneficiario de estos. Sus acciones enfurecieron a su señor, así que este le revocó el perdón de la deuda y lo “entregó” a los “verdugos” hasta que pagara todo lo que debía.
Esta parábola ilustra la interacción del perdón gubernamental con el perdón fraternal. Están conectados como el Señor muestra aquí. Dios nos ha perdonado, y nosotros necesitamos perdonar a nuestros hermanos que pecan contra nosotros. Si no perdonamos a nuestros hermanos, podríamos encontrarnos sufriendo bajo el juicio gubernamental de Dios. Aunque nunca seremos juzgados eternamente, es posible sentir el juicio gubernamental de Dios mientras vivimos en la tierra. El apóstol Pedro dice: “Si invocáis por Padre á aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1:17). Esto significa que nuestro Padre juzga a Sus hijos, si es necesario, para corregir sus espíritus. No tiene nada que ver con nuestro bienestar eterno, pero sí con nuestra vida en este mundo.
La diferencia entre perdón eterno y perdón gubernamental es esta: perdón eterno (o judicial) es un perdón que recibe una persona por fe que lo libra de juicio eterno en el otro mundo, mientras que el perdón gubernamental es un perdón que recibe una persona que lo libra de juicio gubernamental en este mundo. Uno tiene que ver con el futuro; el otro tiene que ver con el presente. Judicialmente, Dios trata con el incrédulo sobre una base de crédito; sus pecados se acumulan en la actualidad, y un día de rendición de cuenta se acerca, cuando pagará por sus pecados en una eternidad perdida. Gubernamentalmente, Dios trata con nosotros sobre una base de efectivo; pagamos sobre la marcha, por así decirlo. No nos salimos con la nuestra como hijos Suyos, aunque Él es muy paciente con nosotros, e indulgente, como muestra esta parábola. Un verdadero creyente, por lo tanto, puede ser “entregado” a los “verdugos” si no perdona a su hermano.
Podrías preguntarte, “¿En qué sentido podría ser entregado un cristiano a los verdugos?” Como venía diciendo, es un trato gubernamental de Dios para corregir una mala actitud que podríamos tener. Dios hará que el espíritu amargado e implacable que tenemos hacia alguien gobierne sobre nosotros hasta el punto de atormentarnos. Cada vez que vemos a esa persona, o escuchamos su nombre, se nos revuelve el estómago y nos atormenta el solo pensar en ella. Es el juicio gubernamental de Dios enviado para corregirnos. Él permitirá que continúe hasta que nos juzguemos a nosotros mismos y perdonemos a la persona.
Sin embargo, hemos oído personas decir, “Nunca podría perdonar a esa persona ... ”. Bueno, querido hermano o hermana, si ese eres tú, entonces te espera una vida miserable. Si tienes un espíritu implacable hacia alguien, serás “entregado” a los “verdugos”. Dios tratará contigo hasta que abras tu mano y perdones a esa persona de corazón. He oído a algunos decir, “Puedo perdonar, pero no puedo olvidar”. Cuando decimos cosas como esas no engañamos a nadie; es solo otra manera de decir “¡No voy a perdonar!”. Simplemente no vale la pena seguir guardándole rencor a alguien; solo nos hacemos daño a nosotros mismos.
Esta parábola muestra que el perdón gubernamental de Dios está condicionado a nuestro perdón fraternal. Por eso el Señor enseño a los discípulos a orar: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos á nuestros deudores” (Mateo 6:12-15). George Washington Carver dijo: “¡No voy a dejar que nadie arruine mi vida haciéndome tener un espíritu implacable hacia ellos!”.
En el evangelio de Lucas, el Señor enseña que debemos perdonar a nuestro hermano cuando se arrepiente (Lucas 17:3-4). Aquí en Mateo no existe tal condición. Esto puede parecer una contradicción, pero una mirada más atenta indica que en Mateo se está refiriendo a nuestro corazón, mientras que en Lucas está hablando de nuestra boca. Son dos partes de una misma cosa. Si alguien se comporta mal y peca contra nosotros, el Señor nos dice que le perdonemos en nuestros “corazones” (Mateo 18:35). Esto debe hacerse independiente de si la persona confiesa o no sus errores. Es importante que lo hagamos, para que no desarrollemos un espíritu de amargura. Mientras que Dios trabaja en sus corazones y produce arrepentimiento para que ellos confiesen sus errores, entonces nosotros podemos expresarles nuestro perdón verbalmente. Se ha dicho de esta manera: debemos tener en nuestros corazones una reserva de perdón hacia la persona que nos ofende, esperando ser dispensado. Cuando viene y acepta su error, podemos expresarlo, y perdonarla formalmente de palabra.
El problema es que algunos de nosotros perdonamos de palabra, pero no de hecho. Mientras decimos que hemos perdonado a la persona, es claro que no lo hemos hecho. El señor Clark solía decir: “¡Entierran el hacha de guerra, pero siguen agarrados al mango!”. Eso no es tener un espíritu perdonador.
Aprendamos de esta similitud del “reino de los cielos” a mantener una correcta condición del alma en relación al Señor y a nuestros hermanos, por temor a los tratos gubernamentales de Dios en nuestras vidas.
Similitud no 8 (Mateo 20:1-16): Los obreros de la viña
Esta parábola nos enseña a servir en la viña del Señor sin quejas, competición, o celos. Como en la anterior parábola, el Señor nos enseña esta lección a través del fracaso de los siervos.
Los primeros “obreros” acordaron trabajar para el hombre por “un denario al día”. Mientras avanzaba el día, más y más obreros entraron a la viña a trabajar. Hay cinco grupos de obreros:
•  Aquellos que entraron “por la mañana”
•  Aquellos que entraron cerca de la “hora tres”
•  Aquellos que entraron cerca de la “hora sexta”
•  Aquellos que entraron cerca de la “hora nona”
•  Aquellos que entraron cerca de la “hora undécima”
Cuando llegó el final del día, el señor de la viña llamó a los obreros y les pagó, y “recibieron cada uno un denario”. Es significativo que los últimos contratados fueron los primeros en recibir la paga. Los que trabajaron todo el día pensaron que no era justo y se quejaron diciendo que ellos deberían haber recibido más.
El “día” en que laboramos en Su viña es el día presente de gracia, los últimos 2000 años. El tiempo de recompensa por la labor hecha para Él es después de que el día ha terminado, en el tribunal de Cristo (1 Corintios 3:12-15). Por lo menos, esta parábola nos dice que habrá algunas sorpresas cuando llegue el momento de las recompensas en ese día.
Ahora bien, ciertamente no habrá quejas en el tribunal de Cristo sobre lo que otros reciban como recompensa. El énfasis de la parábola está más bien en la actitud de los obreros al someterse al juicio de su señor dando “lo que fuere justo”, y sirviendo en su viña sin queja ni rivalidad. La parábola nos enseña que el Señor está más interesado por nuestra actitud en el servicio que por la cantidad de nuestro servicio. El problema con estos obreros es que no se sometieron a la soberanía de su señor. Tenían una idea democrática. Pensaron que todos debían ser considerados iguales y recompensados de igual manera, pero ni el reino de los cielos, ni la asamblea, son democracias. Dios es soberano, y Él hace como a Él le plazca respecto a Sus obreros.
Cabe señalar que los primeros obreros trabajaron sobre el principio de un acuerdo legal; los últimos no tenían tal contrato. Quizás esto fue lo que hizo la diferencia. El Señor valora un corazón tocado por la gracia, y dispuesto a trabajar por amor, más que desde una perspectiva formal y legal.
Todo este escenario nos plantea algunas preguntas que no debemos pasar por alto. ¿Estamos contentos de servir en la viña del Señor, aún si pensamos que otros no han soportado la misma carga que nosotros? ¿Estamos contentos de dejarle la evaluación a Él? Cuando empezamos a mirar el servicio de los otros nos volvemos críticos. Eso es lo que estaba pasando en Corinto. Había algunos que estaban “midiéndose á sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos” (2 Corintios 10:12).
Aparentemente esto estaba pasando entre los gálatas también. El remedio del apóstol Pablo fue lo siguiente: “Porque el que estima de sí que es algo, no siendo nada, á sí mismo se engaña. Así que cada uno examine su obra, y entonces tendrá gloria sólo respecto de sí mismo, y no en otro” (Gálatas 6:3-4). Pedro tenía pensamientos similares cuando le preguntó al Señor acerca de Juan, diciendo: “Señor, ¿y éste, qué?” (Juan 21:21). El Señor respondió que él no debería preocuparse por lo que otros estaban haciendo para Dios, sino más bien por lo que el Señor quería que él hiciera. Él dijo: “¿Qué á tí? Sígueme tú” (Juan 21:22). De todas maneras, no podríamos evaluar adecuadamente la labor de una persona. El Señor es el Único que puede medir el motivo de lo que uno hace para Él en el servicio (1 Corintios 4:5; 1 Samuel 2:3). Lo único sensato que podemos hacer es dejarlo todo en Sus manos. “El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25).
Aprendamos la lección para servir al Señor con satisfacción, de ser encontrados haciendo lo que Él quiere que hagamos, y de no estar ocupados con lo que otros están haciendo.
Similitud no 9 (Mateo 22:1-14): La boda del hijo del rey
En esta parábola tenemos otra cosa que deberíamos estar haciendo en el tiempo de la ausencia del Señor: difundir el evangelio por todas partes.
La parábola se centra en la grandeza de corazón de “un hombre rey” quién prepara un banquete para la boda de “su hijo”. Invita a los invitados al banquete de bodas a sus expensas, incluso proporcionándoles un traje adecuado para la ocasión. Esto no es la cena de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:7-9), sino más bien, una imagen de la gracia de Dios invitando a pecadores a ser bendecidos con Su Hijo.
El énfasis en la similitud está en la invitación al banquete de bodas y en la respuesta de los invitados. La invitación se realizó en tres etapas.
El primer grupo llamado al banquete ilustra a los judíos bajo el ministerio del Señor y Sus discípulos, como se relata en los cuatro evangelios. La respuesta general fue que “no quisieron venir” (versículo 3).
Entonces después de que el Señor fue rechazado por la nación y crucificado, la segunda fase de invitación fue dada. El mensaje aquí era: “He aquí, mi comida he aparejado; mis toros y animales engordados son muertos, y todo está prevenido: venid á las bodas”. Esto es una imagen de la gran provisión que ha sido preparada en el sacrificio del Señor Jesucristo. Responde a la llamada a la nación culpable por el Espíritu de Dios a través de los apóstoles, después de la muerte de Cristo (en los primeros capítulos de Hechos). Recibió la misma respuesta que la primera invitación (versículos 4-6). La nación, habiendo rechazado la gracia de Dios en el ministerio del Señor, y la del Espíritu Santo en el de los apóstoles, el rey se “enojó” y “enviando sus ejércitos, destruyó á aquellos homicidas, y puso fuego á su ciudad” (versículo 7). Esto habla de lo que pasó en el 70 d. C. cuando Dios envió los ejércitos romanos a la tierra bajo Tito, y destruyeron al pueblo, la ciudad y el templo.
Ya que el rey no sería frustrado en su propósito de llenar su casa de invitados para la boda, envió una tercera invitación. Dijo a sus siervos que fueran “á las salidas de los caminos” (lugares fuera de la ciudad) y reunieran invitados (versículos 8-9). Esto es una imagen del evangelio saliendo más allá de los límites de Israel hacia los gentiles, como atestigua el libro de los Hechos. Estos vinieron al banquete.
Estas tres invitaciones representan lo que los súbditos del reino deben estar haciendo ahora: difundir enérgicamente la invitación del Evangelio. Sin embargo, cuando la responsabilidad humana entra en el trabajo siempre hay fallos. De ahí, que veamos a los siervos trayendo por error “juntamente buenos y malos” (versículo 10). Así vemos de nuevo que el reino de los cielos en su forma en misterio tiene una mezcla de personas reales y falsas.
Hay una comparación interesante aquí con la parábola en Lucas 14:16-24. El “siervo” (singular) en Lucas 14 es una imagen del Espíritu Santo, mientras que aquí, los “siervos” (plural) representan el pueblo del Señor trabajando a Su servicio. La diferencia es que el siervo en Lucas fuerza a los invitados a entrar, mientras que los siervos invitan a los invitados aquí. Forzar habla de la gracia irresistible de Dios que actúa en los corazones de los hombres por el poder vivificador del Espíritu (Efesios 2:5). Como simples hombres, cuando servimos al Señor, solo podemos invitar al pecador a venir a Cristo. Dios, por medio del Espíritu, debe hacer el resto.
Llegó un día en que “entró el rey para ver a los convidados”, y vio “un hombre no vestido de boda”. El hombre fue tomado, atado y arrojado “en las tinieblas de afuera” (versículos 11-13). Esto señalaría la Aparición de Cristo cuando Dios tomará cuentas de las cosas en el reino. En ese tiempo, aquellos que no son salvos serán lanzados vivos en el lago de fuego (Mateo 13:40-42; 24:40-41). Se dirá más sobre esto más adelante cuando veamos el reino de los cielos en su manifestación.
Muchos se han preguntado cómo es que este hombre entró al banquete de la boda en primer lugar. Recordemos que “el reino de los cielos” no es un reino arriba en el cielo, sino una esfera en la tierra que profesa el gobierno de los cielos. Este hombre sin ropa de boda no significa que sea posible que las personas se escabullan dentro del cielo sin que nadie lo sepa hasta que sean descubiertos. Es una escena en la tierra. En la Aparición de Cristo, Dios tomará cuenta de las cosas. El hombre demostró no ser apto para el reino en su manifestación en la tierra porque rechazó el evangelio de la gracia de Dios. Nunca había cambiado los harapos de su propia justicia por la ropa de bodas que le fue proporcionado gratuitamente. Por lo tanto, fue juzgado.
Similitud no 10 (Mateo 25:1-13): Las diez vírgenes
Esta última similitud enfatiza la postura adecuada de los súbditos del reino mientras esperan por el inminente regreso del Señor. Como en las otras similitudes en este grupo, hay fallos aquí, pero afortunadamente, también hay recuperación.
Hay cuatro períodos distintos en esta parábola que marcan el tiempo de la ausencia del Señor en la actualidad. Estos cuatro períodos abarcan todo el tiempo de la historia de la iglesia en la tierra.
•  Ellas “salieron” (versículo 1). Esto se refiere a los días de los apóstoles, cuando los santos salieron por primera vez fuera del campamento del judaísmo (Hebreos 13:13) y de sus asociaciones mundanas (1 Tesalonicenses 1:9).
•  “Cabecearon todas, y se durmieron” (versículo 5). Esto señala el período en la historia de la iglesia cuando toda la profesión cristiana se durmió en cuanto a la venida del Señor. Esto sucedió en la Edad Media.
•  “Á la media noche fue oído un clamor” (versículo 6). Esto se refiere a un avivamiento que tuvo lugar en el siglo XIX cuando hubo un despertar en el mundo cristiano ante el hecho de que el Señor Jesús iba a regresar.
•  “Vino el Esposo” (versículo 10). Este es el momento que espero que todos estemos esperando: ¡el Arrebatamiento! Cerrará la historia de la iglesia en este mundo, y seremos llevados a casa en el cielo. (“El reino de los cielos” en su forma en misterio continuará hasta el fin de la Gran Tribulación, pero ese no es el punto de esta parábola).
El primer versículo habla de tres cosas que caracterizaban al pueblo del Señor cuando “el reino de los cielos” comenzó en su forma en misterio. Primero que todo, “tomaron sus lámparas”. Una lámpara habla de profesión. Se refiere al brillante testimonio que tenían ante el mundo en ese entonces. Hubo una manifestación de su fe. Luego dice que ellas “salieron”. Esto habla de separación. Salieron del campamento del judaísmo y de sus asociaciones mundanas (Hebreos 13:13; 1 Tesalonicenses 1:9). Por último, dice: “para recibir al Esposo”. Esto habla de anticipación. Tenían la esperanza del regreso del Señor ante sus almas. Había manifestación, separación, y anticipación.
Había diez vírgenes, pero “cinco de ellas eran prudentes, y las cinco fatuas” (Mateo 25:2). De nuevo, esto representa la mezcla que existe en el reino. Las prudentes tenían “aceite” en sus lámparas, pero las otras no. Esto significa que algunas fueron salvadas, teniendo la presencia del Espíritu que mora en ellas, y las otras no.
Pero ese estado dichoso no duró mucho: “cabecearon todas, y se durmieron” (versículo 5). Se cansaron de esperar la venida del Señor y se vieron afectadas por el mundo, y esto hizo que perdieran de vista por completo Su venida. Nótese que, primero cabecearon y luego se durmieron. Quizás esto indica que era un estado que vino sobre la iglesia paulatinamente.
En el siglo XIX, una obra soberana de Dios tuvo lugar, por la cual hubo un avivamiento de la verdad de la venida del Señor y muchas verdades relacionadas. “Y á la media noche fué oído un clamor: He aquí, el Esposo viene”. ¡La gente se dio cuenta que el Señor venía! Hubo un gran revuelo entre los cristianos de aquel tiempo, y muchos empezaron a investigar el tema de la profecía. Aprendieron que la iglesia no pertenecía a la tierra, sino que tenía un llamado y destino celestial. Entonces se dieron cuenta que el Señor podía venir en cualquier momento a llevarse la iglesia al cielo, porque no había nada en la profecía que tuviera que cumplirse primero.
La palabra “viene” (versículo 6) no está en los primeros manuscritos. Se ha colado en el texto por los traductores, pero realmente no tiene por qué estar ahí. Hace que la venida del Señor sea más como un acontecimiento que ellos esperaban. Sí era un evento, pero la idea es que una Persona viene, ¡el Señor Jesucristo! Simplemente debería leerse: “¡He aquí, el Esposo!”. Esto retrata con mayor precisión el espíritu que prevalecía en ese momento. Las personas no estaban solo esperando que sucediera un evento, sino que ¡estaban esperando la venida del Señor! El llamado también los exhortaba: “Salid á recibirle”. Esto significa que había un ejercicio de volver a su posición original, fuera del campamento y del mundo. Dejaron toda asociación eclesiástica y secular con la que habían estado relacionados y esperaron la venida del Señor.
En los siguientes versículos vemos lo que sucedía en esa época en la profesión cristiana en general. Hubo un gran revuelo para prepararse en recibir al Novio. Muchos fueron descubiertos sin “aceite” en sus lámparas. La exhortación de “las prudentes” a “las fatuas” era ir y “comprar” el aceite de “los que venden”. Esto se refiere al gran esfuerzo evangélico que marcó esa época. El evangelio era predicado libremente, y muchos fueron salvados. “Comprar” hablaría de tener una transacción personal de fe con “los que venden” (el Padre y el Hijo), por la cual una persona sería salvada y sellada con el Espíritu de Dios que mora en ella (compárese con Isaías 55:1-3). Fue dicho a las fatuas: “Comprad para vosotras”. Todo aquel que es salvado debe tener una transacción personal con el Señor mismo. No es posible para alguien comprarla para otra persona.
Entonces vino ese feliz pero solemne momento cuando el Esposo vino, y “las que estaban apercibidas, entraron con Él á las bodas; y se cerró la puerta” (versículo 10). Las que eran fatuas y no estaban preparadas cuando vino el Esposo se quedaron fuera. Después vinieron y clamaron: “Señor, Señor, ábrenos”, pero ¡era demasiado tarde! (versículo 11). Cinco veces vemos la expresión “Señor, Señor” en las Escrituras, y siempre se refiere a la profesión vacía (Mateo 7:21,22; 25:11; Lucas 6:46; 13:25).
Esta similitud enfatiza la importancia de tener a todos en el reino vigilando y esperando el inminente regreso del Señor.
Resumen de lo que nosotros deberíamos estar haciendo el en reino
•  Manteniendo un estado correcto del alma en relación con el Señor y un espíritu indulgente hacia nuestros hermanos por temor de los tratos gubernamentales de Dios (Mateo 18:23-35).
•  Sirviendo en la viña del Señor sin rivalidades, celos, o quejas (Mateo 20:1-16).
•  Esparciendo el evangelio por el mundo, aunque el Señor sea rechazado (Mateo 22:1-14).
•  Esperando el inminente regreso del Señor (Mateo 25:1-13).
Diferencias entre el reino y la iglesia
Muchos cristianos bienintencionados confunden el reino con la iglesia. Hemos oído llamarlo “el reino de la iglesia”. Sin embargo, “el reino de los cielos” no es sinónimo de la iglesia por las siguientes razones:
El reino de los cielos en misterio abarca un período de tiempo mayor que el tiempo de la iglesia en la tierra. Es más largo en duración, teniendo su comienzo 10 días antes de que la iglesia comenzara, cuando el Señor volvió al cielo (Lucas 19:12; Hechos 1:9-11). Y continuará después de que la iglesia sea llevada al cielo (en el Rapto) hasta el fin del período de los siete años de tribulación.
Además, el reino de los cielos es más amplio que la iglesia en lo que se refiere a sus súbditos. Como hemos visto, el reino en la actualidad tiene tanto “cizaña” (meros profesantes) como “trigo” (verdaderos creyentes), mientras que la iglesia está conformada sólo por verdaderos creyentes. La gente puede unirse a una supuesta denominación eclesiástica y estar en su registro, pero si no son salvos, no están en “la Iglesia del Señor” (Hechos 20:28).
Además, Cristo es el Rey de Su reino, pero Él es la Cabeza de la Iglesia. En la comunión de la Iglesia, debemos quitar la levadura excomulgando a la persona en quien se encuentre (1 Corintios 5:11-13). En el reino de los cielos, en su forma en misterio, los malvados y la levadura no son removidos, sino que se les permite continuar hasta la siega (Mateo 13:28-29).
Mateo 16:29 nos dice que a Pedro le fueron dadas “las llaves del reino de los cielos”. Estas no son las llaves de la Iglesia, sino del reino. Estas son el bautismo y el discipulado. Con esas dos cosas uno puede entrar en el reino exteriormente. Si una persona va a entrar en el reino en realidad, debe nacer de Dios (convertirse) (Juan 3:5; Mateo 18:3).
El reino de los cielos establecido en poder
Como mencionábamos anteriormente, “el reino de los cielos” pasará de su fase de misterio a su fase de manifestación en la Aparición de Cristo (Daniel 2:31-35; 7:13-14; Apocalipsis 11:15). El reino en manifestación será traído por el poder y el juicio. Todas las personas quieren vivir en las condiciones utópicas del milenio y anhelan esa forma de vida en la tierra. Pero pocos se dan cuenta de que cuando Dios lo traiga, será a través del juicio. Se establecerá un orden justo de cosas en la tierra mediante el juicio. “Luego que hay juicios Tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia” (Isaías 26:9).
Al establecer el reino en poder, lo primero que hará el Señor será limpiar el reino de los cielos de la mezcla que ha existido en éste durante muchos años. Mateo 13:40-43 dice: “De manera que como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del hombre Sus ángeles, y cogerán de Su reino todos los escándalos, y los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para oír, oiga”.
En Mateo 24:40-41 el Señor describe el mismo trabajo de los ángeles, diciendo: “Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado: Dos mujeres moliendo á un molinillo; la una será tomada, y la otra será dejada”. Aquellos que son sacados de este mundo en juicio en ese tiempo no son creyentes, sino meros profesantes que han rechazado el evangelio de la gracia de Dios. Los primeros de esta clase de personas que irán al lago de fuego son la Bestia y el Falso Profeta (el Anticristo) (Apocalipsis 19:20). Aquellos que son dejados entrarán al reino en la tierra en su manifestación. Estos no son cristianos (ya que todos los cristianos habrán sido llevados al cielo en el Arrebatamiento), sino más bien, aquellos que no han oído el evangelio de la gracia de Dios, o al menos, no lo han rechazado. A estos se le da la oportunidad de probarse a sí mismos en el reino.
Dos departamentos del reino de los cielos en poder y manifestación
En el pasaje que hemos leído en Mateo 13:40-43, hay dos expresiones nuevas que se nos presentan en relación con el reino. Son: “Su reino” (el reino del Hijo del Hombre) y “el reino de su Padre”. Estos términos se refieren a dos departamentos en el reino de los cielos cuando esté establecido en poder. El reino del Hijo del Hombre es la parte terrenal (Mateo 13:41; 16:28; 19:28; 20:21; Lucas 22:30; 23:42; 2 Timoteo 4:1; Hebreos 1:8; Apocalipsis 3:21; 20:4), y el reino del Padre es la parte celestial (Mateo 6:10; 13:43; 26:29; 1 Tesalonicenses 2:12; Colosenses 1:13; Hebreos 12:28). No es que vaya a haber dos reinos, sino más bien, dos partes del reino cuando Cristo reine públicamente.
El “sol” es un orbe celestial, y, por lo tanto, implica el lado celestial del reino. Los “justos” que “resplandecerán” no son aquellos que serán dejados en la tierra después de que los ángeles quiten a los malvados por el juicio, sino aquellos que han sido reunidos en el “alfolí” (Mateo 13:30). “Abraham, y ... Isaac, y ... Jacob, y ... todos los profetas” (es decir, los santos del Antiguo Testamento) estarán en este lado celestial del reino de los cielos (Mateo 8:11; Lucas 13:28), y también la iglesia.
Siete nombres para el reino de los cielos manifestado en poder
•  El milenio (Apocalipsis 20:6, la Vulgata latina)
•  Los tiempos de refrigerio (Hechos 3:19)
•  La restauración de todas las cosas (Hechos 3:21)
•  La regeneración (Mateo 19:28)
•  El tiempo de reformar las cosas (Hebreos 9:10, LBLA)
•  El siglo venidero (Mateo 12:32; Marcos 10:30; Efesios 1:21; Hebreos 2:5)
•  El cumplimiento de los tiempos (Efesios 1:10)