Efectos Prácticos de la Esperanza de la Venida del Señor

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El Rapto es mencionado varias veces en el Nuevo Testamento; cada vez está en una conexión diferente, y de acuerdo al contexto del pasaje en el que se encuentra. Esta tarde, me gustaría ver algunas de estas referencias, porque creo que, si se toman correctamente, producirán excelentes resultados prácticos en nuestras vidas y nos prepararán para el encuentro con el Señor cuando Él venga. La esperanza de la venida del Señor, si es comprendida correctamente, nos infundirá energía espiritual para vivir y servir a nuestro Señor con alegría mientras Le esperamos. Por lo tanto, es algo muy saludable tener la inminencia de la venida del Señor ante nuestras almas. También me gustaría ver una o dos figuras del Antiguo Testamento que ilustran los puntos prácticos que voy a mencionar en conexión con la venida del Señor.
Un Efecto de Cortejo
El primer aspecto de la venida del Señor del que me gustaría hablar es uno que está marcado a despertar los afectos de nuestros corazones. Este es el primero y más importante en la lista. Pasemos a Apocalipsis 22:7, “Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”. Y luego, en el versículo 12: “Y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón conmigo, para recompensar á cada uno según fuere su obra”. Y luego, en el versículo 20, “El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente, vengo en breve”. Aquí tenemos al Señor diciendo que vendrá pronto—tres veces. El primero está vinculado con la obediencia, el segundo es en conexión con las recompensas, y el tercero en despertar afectos nupciales en Su pueblo que le espera.
No hace falta decir que nuestros corazones necesitan ser vivificados en el gozo del amor de Cristo. La cierta realidad de que pronto estaremos con Él en la gloria, indudablemente lo hará. Cuando esta verdad se apodere de nuestras almas, ésta tendrá un efecto de cortejo—es decir, atraerá afectos nupciales en nuestros corazones. Si lo apropiamos correctamente, el hecho de que nuestro Novio celestial venga por nosotros debería hacernos abandonar muchas cosas que ocupan nuestros intereses terrenales y conducirá nuestros afectos hacia Él.
En Apocalipsis 22:16-17, el Señor se presenta a Si mismo en una forma que apunta a las profecías del Antiguo Testamento—como “la Raíz y el linaje de David”. Cuando Él venga, El cumplirá todas esas profecías del Antiguo Testamento concernientes a Su Mesianismo y al establecimiento del reino. Pero también Él se presenta de una manera y carácter exclusivos al Nuevo Testamento—como “La Estrella Resplandeciente, y de la Mañana”. Esto se refiere al Rapto. Como saben, la estrella de la mañana se ve en el horizonte, justo antes del amanecer. Estas dos cosas apuntan al hecho de que un nuevo día va a amanecer en este mundo—el Milenio—y justo antes de esto, el Señor vendrá por nosotros en el Rapto y nos llevará a la casa del Padre en lo alto.
El Señor, como la Estrella Resplandeciente de la Mañana, tiene que ver con Su venida por Su novia (la Iglesia). Por lo tanto, la respuesta inmediata a este anuncio de la venida del Señor es que “el Espíritu y la Esposa dicen: Ven” (versículo 17). El Espíritu, que habita en la novia, sintonizaría los afectos de la novia para que ella anhele la llegada de su Novio. Esta es la obra actual del Espíritu de Dios en el pueblo del Señor. Es el deseo de Dios que la novia sea encontrada buscando y anhelando que su Novio venga y la lleve a casa al cielo. En vista de la ruina moral y espiritual en el testimonio de la Iglesia de hoy, sería vano esperar que haya una respuesta tan maravillosa en los afectos del pueblo del Señor cuando se trata de todos en conjunto. Pero para aquellos que se ejercitan, y escuchan la voz del Novio que dice: “He aquí, vengo presto”, los verdaderos afectos nupciales serán despertados en sus corazones.
Nota: el anhelo de la novia por que venga su Novio no es para que ella pueda recibir una recompensa, o por cualquier otra razón aparte de estar con Él. Este es un deseo normal y provechoso, el cual Dios quiere que todos tengamos mientras esperamos la venida del Señor. “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salud por nuestro Señor Jesucristo; el cual murió por nosotros, para que ó que velemos, ó que durmamos, vivamos juntamente con Él” (1 Tesalonicenses 5:9-10).
El estar en comunión con la mente del Espíritu no es solo tener un gran deseo de que el Señor venga, sino también es el tener un verdadero interés por la salvación de los perdidos. Esto es visto en el segundo llamado por la novia que dice: “venga” (Apocalipsis 22:17). Esto no es un llamado al Señor, sino a los perdidos. El Espíritu y la novia llaman a cualquiera que tenga “sed” para que venga y tome “del agua de la vida” y sea salvo. Esto muestra que si la venida del Señor es valorada apropiadamente en nuestros afectos, producirá un amor y preocupación por los perdidos. Después de que el Señor dice por tercera vez: “Ciertamente, vengo en breve”, el Espíritu de Dios produce un grito culminante en el corazón de la novia: “Amén, sea así. Ven: Señor Jesús” (versículo 20). Ella no pide que se cumplan los eventos de la profecía; ¡ella pide que su Novio venga! Entretanto, mientras ella espera, el Señor promete darle la “gracia” necesaria para continuar en el camino de la fe hasta que llegue ese momento (versículo 21).
Rebeca Se Cubrió A Sí Misma
En el Antiguo Testamento, hay un tipo de afecto matrimonial siendo motivado en Génesis 24. El tema en este capítulo es Abraham (una figura de Dios el Padre), buscando una esposa para Isaac (una figura de Cristo). Para lograr esto, Abraham envió a su siervo, quien es una figura del Espíritu Santo. Él fue dirigido a Rebeca (una figura de la iglesia), y rápidamente la convenció de ir y ser la esposa de ese hombre a quien ella nunca había visto. Mientras viajaban hacia donde vivía Isaac, Rebeca le hizo muchas preguntas al siervo sobre aquel hombre que iba a ser su esposo—¡ella quería saber más sobre él! (versículo 65). Este debería de ser nuestro interés mientras esperamos la grandiosa reunión en el aire. Llegando al final del viaje, Rebeca vio a Isaac venir a su encuentro, y “ella entonces tomó el velo, y cubrióse”. El entendimiento de que ella estaba unida a él le despertó sentimientos nupciales en su corazón; ella respondió queriendo guardarse solo para él. El siervo no le dijo que hiciera esto; sino que fue una respuesta natural en ella cuando vio venir a Isaac. Nota: esto sucedió como resultado al haber Rebeca “alzado sus ojos” (versículo 64). Oh hermanos, ¿estamos alzando nuestros ojos y buscando fervientemente por Su venida en cualquier momento? ¡Esto producirá afectos nupciales en nosotros también!
La vista alzamos, anhelando ver
La estrella matutina aparecer;
¡Qué gozo infundirá su claridad!,
Antes que brille el sol en majestad.
Un Efecto Purificador
Ahora pasemos a 1 Juan 3:1-3: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce á él. Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él apareciere, seremos semejantes á Él, porque Le veremos como Él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en Él, se purifica, como Él también es limpio”. La primera referencia que hemos visto tiene la intención de despertar pensamientos acerca de estar pronto con el Señor. Aquí, Su venida esta supuesta a producir un deseo de ser moralmente igual a Él.
El Apóstol comienza invitándonos a considerar la grandeza del amor del Padre, que llegaría tan lejos como para hacernos Sus hijos. El mundo no ve que somos hijos de Dios porque aún no traemos “la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). Es decir, todavía no estamos en nuestro estado glorificado cuando será obvio para todos. Pero ahora somos Sus hijos, aunque aparentemente no parezca ser así.
Cuando el Señor se manifieste (la Aparición), “seremos semejantes á Él”. Para entonces estaremos en nuestro estado glorificado, y será manifiesto ante todos de que somos hijos de Dios. Juan agrega: “Porque le veremos como Él es”. Esto sucederá en el Rapto. En el momento preciso en que le veamos venir por nosotros, seremos hechos como Él de dos maneras: moral y físicamente. Seremos “semejantes á Él” moralmente porque nuestra naturaleza pecaminosa será erradicada para siempre, y nunca más pecaremos. También seremos físicamente como Él, porque nuestros cuerpos serán transformados a ser “semejantes al cuerpo de Su gloria” en ese momento (1 Corintios 15:51-57; Filipenses 3:20-21). El mundo tendrá que esperar hasta la Aparición para vernos glorificados.
El gran efecto de esta “esperanza” de ser hecho semejante al Señor Jesús cuando El venga, ¡debería producir ahora un deseo práctico de querer ser moralmente como Él! Tenemos que esperar a que Él venga para ser como a Él físicamente, pero podemos comenzar a ser moralmente como Él ahora. Si esta esperanza se mantiene correctamente, nos motivará a querer ser limpios, “como Él también es limpio”. El apóstol dice: “cualquiera que tiene esta esperanza en Él, se purifica”. Esto se refiere al juicio propio. Vamos a querer deshacernos de todo lo que no sea adecuado para Él en nuestras vidas. De manera similar, Pablo dijo: “Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Nota: en ambos pasajes, purificarnos a nosotros mismos no es algo que es hecho por otra persona; somos responsables de hacerlo nosotros mismos.
Judá Fue a Gilgal a Encontrar a su Rey que Regresaba
En el Antiguo Testamento, hay un tipo de la venida del Señor que tiene un resultado práctico en el juicio propio. Me refiero al regreso de David al reino después de estar ausente por un tiempo (2 Samuel 19). David, como sabemos, es una figura de Cristo. Absalón se había rebelado y llevó al pueblo a rechazarlo. En consecuencia, David dejó la tierra y habitó en un lugar lejano. Mientras él estaba fuera, Absalón reinó en maldad, y uno de los resultados del reinado de Absalón fue que “todo el pueblo porfiaba en todas las tribus de Israel” (versículo 9). No hace falta decir que vivimos en tiempos similares. Hoy, El Señor Jesús es rechazado y consecuentemente, está ausente de este mundo. Durante este tiempo presente, vemos a hombres como Absalón elevándose y llevando al pueblo de Dios por mal camino. Como resultado, hoy el testimonio de la Iglesia está en un estado dividido. Hay numerosas sectas y denominaciones. Vemos a hermanos que previamente se habían llevado bien juntos, y ahora están divididos entre ellos. Ha habido grandes divisiones en asambleas congregadas—y todo es muy triste.
Pero llegó el momento de que David regresara. Antes de volver a la tierra, él envió a los “sacerdotes” delante de él para hablar a su pueblo, y motivarlos en cuanto al hecho de que él iba a regresar (versículos 11-13). El resultado de este ministerio sacerdotal fue que David “inclinó el corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que enviasen á decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos” (versículo 14). La idea del regreso de David unificó al pueblo “como ... un solo hombre”. ¿No es maravilloso? Tuvo un efecto unificador. Además, esto produjo un nuevo deseo en sus corazones, para que él volviera de nuevo. Ellos le enviaron un mensaje diciendo: “Vuelve tú”. Hermanos, hoy tenemos una gran necesidad de un ministerio como este que despierte nuestros corazones y produzca un deseo genuino de decir: “Ven: Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).
El siguiente versículo dice: “Volvió pues el rey, y vino hasta el Jordán”. Ahora, lo que sigue aquí es la razón por la que me refiero a este ejemplo. Dice: “Y Judá vino á Gilgal, á recibir al rey” (versículo 15). Esto es llamativo. Cuando el pueblo escuchó que David regresaba, fueron a “Gilgal”. Gilgal fue el lugar en la historia de Israel donde ellos fueron circuncidados (Josué 5). Esto habla del juicio propio. Cuando los hijos de Israel salían de Gilgal, ellos eran triunfantes sobre sus enemigos; pero cuando se negaban volver, eran derrotados en batalla (Josué 7:1-5). Es, por lo tanto, significativo e instructivo que cuando David regresara, los hijos de Israel fueran a este lugar para encontrarse con él. Aquellos que hasta el momento estaban en conflictos entre sí, se reunieron, “como ... un solo hombre”, en Gilgal. Tenían un propósito común—encontrarse con David. Es el estado apropiado en el que nosotros deberíamos estar mientras esperamos que venga el Señor.
Vemos en acción el mismo carácter de ministerio en el tiempo del advenimiento del Señor. Antes de que el Señor viniera a Su pueblo, Israel, Dios envió a un mensajero delante de Él “para aparejar al Señor un pueblo apercibido” (Lucas 1:17). Este fue Juan el Bautista. El objetivo de su ministerio era producir arrepentimiento y juicio propio en las personas, para que estuvieran preparados para encontrarse con el Señor (Lucas 3:3-18). Me atrevo a decir, que el estar ejercitados en un correcto estado para encontrarse con el Señor, es algo muy necesario hoy, porque estamos en la víspera de Su venida.
A menudo somos demasiado superficiales en nuestro juicio propio, y damos libertad a la carne fácilmente. Tanto el rey Saúl como el rey David dejaron escapar a algunos Amalecitas cuando deberían haber sido juzgados a fondo. Como saben, los Amalecitas, son un tipo de la carne y las operaciones de Satanás en ella. En una ocasión, el Señor le dijo a Saúl: “Ve pues, y hiere á Amalec, y destuiréis en él todo lo que tuviere: y no te apiades de él”. Saúl destruyó las multitudes de los Amalecitas, pero perdonó al rey Amalecita, “Agag” (1 Samuel 15:3, 8-9). Agag representa lo mejor de la carne. Al igual que Saúl, nosotros podemos hacer eso. Puede ser que juzgamos la corrupción de la carne en nuestras vidas, sin lidiar con las cosas más finas de este mundo que apetecen a la carne. También hubo un incidente en la vida de David cuando juzgaba ese mismo enemigo, y cuatrocientos de ellos escaparon (1 Samuel 30:17). Yo no menciono esto para encontrar fallas en Saúl y David, sino para mostrar lo difícil que es obtener una derrota completa contra este enemigo interno en nuestras vidas.
Al nosotros purificarnos, necesitamos profundizar más allá de los resultados de un estado desanimado y llegar a la causa de esa condición. En una reunión de oración una vez, un hermano estaba preocupado por el desánimo de los santos (incluyéndose él mismo). El hermano le pidió al Señor que los ayudara a sacar las telarañas de sus vidas para que pudieran vivir más vibrantes para Él. Cuando terminó, otro hermano oró: “¡Señor, ayúdanos a sacar las arañas!”
La idea de que el Señor venga por nosotros debería hacernos escudriñar nuestros corazones y ejercitarnos a vivir nuestras vidas adecuadamente para Él. Ciertamente, no querríamos ser encontrados haciendo algo que sea deshonroso para Él cuando Él venga. No creo que sea posible que realmente estemos esperando el regreso del Señor, y al mismo tiempo, continuar con algo que es inconsistente con la santidad de Su persona.
Las características morales de la vida de Cristo deben verse en nosotros porque somos hijos de Dios; pero a menudo, tenemos cosas en nuestras vidas que son inconsistentes con Él, las cuales obstaculizan la manifestación de las características de Cristo. ¡Nuestra tendencia es ser rápidos en señalar las fallas e inconsistencias en nuestros hermanos y descuidar juzgarlos en nosotros mismos! El Señor advirtió sobre esto, diciendo: “¿Por qué miras la mota (una astilla de madera) que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga (una tabla) que está en tu ojo? O ¿cómo dirás a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo?” (Mateo 7:3-4).
Un Efecto Separador
Ahora pasemos a Mateo 25:1-13: “Entonces el reino de los cielos será semejante á diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron á recibir al esposo. Y las cinco de ellas eran prudentes, y las cinco fatuas. Las que eran fatuas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. Y á la media noche fué oído un clamor: He aquí, el esposo viene; salid á recibirle. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas. Y las fatuas dijeron á las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron, diciendo. Porque no nos falte á nosotras y á vosotras, id antes á los que venden, y comprad para vosotras. Y mientras que ellas iban á comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas, entraron con él á las bodas; y se cerró la puerta. Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Mas respondiendo él, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir”.
Vemos aquí otro gran efecto práctico que la esperanza de la venida del Señor produciría en nosotros, si comprendida correctamente—tendrá un efecto separador. Este efecto está estrechamente conectado con el anterior, el cual se centra en la pureza interior. El efecto práctico aquí tiene que ver con la separación exterior. En muchos sentidos, las dos cosas van juntas.
Esta parábola muestra que durante el tiempo de la ausencia del Señor en este mundo, la iglesia profesante se volvería apática y durmiente ante el hecho de que Él regresará otra vez. Históricamente, esto es exactamente lo que ha sucedido; la iglesia se ha dormido ante la verdad del Rapto.
En esta parábola, hay cuatro períodos distintos que marcan la ausencia del Señor en este día presente. Estos cuatro períodos abarcan la historia completa de la iglesia sobre tierra.
Ellas “salieron” (versículo 1). Esto se refiere al tiempo de los apóstoles, cuando por primera vez los santos salieron en separación de todo lo del mundo, tanto religioso (Hebreos 13:13) como secular (1 Tesalonicenses 1:9).
“Cabecearon todas, y se durmieron” (versículo 5). Esto marca el período en la historia de la iglesia cuando toda la profesión cristiana se quedó dormida en cuanto a la venida del Señor. Esto ocurrió durante la edad oscura.
“Y á la media noche fué oído un clamor” (versículo 6). Esto se refiere al avivamiento que tuvo lugar en el siglo XIX. En aquel tiempo, hubo un despertar en el mundo cristiano, al hecho de que el Señor Jesús vendría otra vez.
“Vino el Esposo” (versículo 10). Este es el momento que espero que todos estemos buscando—¡el Rapto! Esto cerrará la historia de la iglesia en este mundo, y seremos llevados a casa en el cielo.
El versículo 1 habla de tres cosas que caracterizaron al pueblo del Señor durante los primeros días de la iglesia. Las vírgenes “tomaron sus lámparas”. Una lámpara habla de profesión. Esto se refiere al testimonio brillante que el pueblo del Señor tenía ante el mundo en aquel día. Hubo una manifestación de su fe. Luego, dice que “salieron”. Esto habla de separación. El pueblo del Señor salió del campamento del judaísmo y salió de sus asociaciones mundanas. Por último, dice, “á recibir al Esposo”. Esto habla de anticipación. El pueblo tenía ante sus almas la esperanza de que el Señor viniera. Por lo tanto, hubo manifestación, separación y expectativa.
Habían “diez vírgenes”, pero “cinco de ellas eran prudentes, y las cinco fatuas”. Esto indica que hubo una mezcla entre quienes tomaron la lámpara de profesión. Las sabias tenían “aceite” en sus lámparas, pero las otras no. Esto significa que algunos fueron salvos, teniendo la morada interna del Espíritu, y otros no lo fueron.
Sin embargo, ese estado feliz no duró mucho; “cabecearon todas, y se durmieron” (versículo 5). Se cansaron de esperar la venida del Señor y llegaron a ser afectadas por el mundo, lo que les hizo perder por completo de vista Su venida. Pero en el siglo XIX tuvo lugar una obra soberana de Dios, y hubo un avivamiento de la verdad de la venida del Señor—y muchas otras verdades relacionadas. “Y á la media noche fué oído un clamor: He aquí, el esposo viene”. ¡La gente se despertó al hecho de que el Señor venía! Hubo un gran avivamiento entre los cristianos de ese día, y muchos comenzaron a profundizarse en la profecía. Al ellos examinar la Palabra de Dios y escudriñar el tema de eventos futuros, se enteraron de que la iglesia no formaba parte de la profecía. Ellos aprendieron que la iglesia no pertenecía a la tierra, sino que tenía un llamado y un destino celestial. Luego se dieron cuenta de que el Señor podía venir en cualquier momento y llevar la iglesia al cielo, porque no había nada en la profecía que primero tuviera que cumplirse.
La idea de la venida del Señor también debería tener un efecto enardecedor en nuestros corazones. Como se señaló, la apatía había caído sobre toda la profesión Cristiana, pero el conocimiento de la venida del Señor despertará nuevos pensamientos y ejercicios en nuestras vidas. En el versículo 6, la palabra “viene” en la Reina-Valera no está en el griego del texto original. Desafortunadamente, esta palabra enfatiza la venida del Señor como un evento profético. Es eso, pero el pensamiento es que viene una PERSONA—¡el Señor Jesucristo! Simplemente debería leerse, “He aquí, el esposo”. Ellos no solo esperaban a que ocurriera un evento, ¡esperaban que el Señor viniera! También hubo un llamado que los exhortó: “Salid á recibirle”. Por lo tanto, el saber que el Señor vendría, produjo un efecto separador. Hubo un ejercicio de abandonar toda asociación no escritural, eclesiástica y secular con las que estaban conectados.
Este mismo efecto de separación se verá en nosotros si realmente tenemos la esperanza de Su venida ante nosotros. Desearemos ser desenredados de todo lo que es inconsistente con Él, mientras nos preparamos para ser llevados con Él a la casa del Padre (versículo 10). Una persona que no está caminando en separación difícilmente podría decir que está lista para que el Señor venga. No nos podemos estar asociando con lo que sabemos que Él desaprueba y decir que estamos esperando a que el Señor venga. Es inconsistente el sostener ahora lo que sabemos que nos avergonzará después. Esto nos desafía en cuanto a cuán real es la venida del Señor en nuestros corazones.
Un Efecto Consolador
Pasemos a otro gran efecto que la venida del Señor debería tener en nosotros si se comprende de la manera correcta. Diríjase a Juan 14. El Señor dijo a sus discípulos, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros. Y si Me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á Mí mismo: para que donde Yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).
La situación aquí era que el Señor había anunciado a sus discípulos que Él regresaría al Padre, y que a dónde Él iba, no podrían venir hasta más tarde (Juan 13:33-36). Esto significaba que ellos iban a ser separados de Aquel a quien amaban. Naturalmente, estaban preocupados por este anuncio, porque todas sus esperanzas terrenales dependían de Él como su Mesías. Ellos esperaban a que Él estableciera el reino conforme a las promesas de los profetas. Él hasta les enseñó a orar, “Venga tu reino” (Lucas 11:2). Pero ahora, estas esperanzas se rompieron en pedazos; todo lo que habían anhelado y orado parecía ser en vano (Lucas 24:21). El reino no iba a establecerse en poder y gloria; en cambio, el Señor iba a volver a Su Padre. Nosotros podemos entender por qué los discípulos estaban desconcertados y llenos de desilusión.
Nuestro Reencuentro Con el Señor
Para sanar los corazones de los discípulos que estaban llenos de desilusión, el Señor les dirigió hacia arriba a las muchas cosas que ganarían por Su regreso al Padre y al enviar al Espíritu Santo. Estas cosas eran superiores a lo que Él sería para ellos siendo su Mesías. Esto tenía el propósito de aliviar sus corazones “turbados” y asegurarles que lo que Él estaba haciendo, era lo mejor. Aunque ellos estarían separados del Señor por “un poquito”, Él prometió que Él vendría otra vez y los recibiría para Sí mismo, y que estarían juntos otra vez.
Doce cosas que los discípulos obtendrían al volver el Señor con el Padre
En este capítulo (Juan 14), el Señor menciona al menos doce cosas diferentes que los discípulos ganarían al regresar Él a Su Padre y enviar el Espíritu. Estas son cosas que ellos no tendrían si Él hubiera permanecido con ellos como su Mesías. Como los cristianos de hoy son parte de esa compañía de creyentes quienes están representados en los discípulos, estas bendiciones y privilegios son nuestros. El Señor les reveló estas cosas, como un medio para confortar sus corazones turbados:
1.  Ellos Le conocerían en una forma nueva y más bendecida (versículo 1). Tenerlo en lo alto, como la Cabeza glorificada de la nueva creación, era superior a tenerlo como su Mesías en la tierra. Sus bendiciones en Él como un Hombre glorificado a la diestra de Dios eran superiores a las bendiciones terrenales que tendrían en Él como su Mesías.
2.  Ellos tendrían un lugar preparado para ellos en la casa del Padre (versículos 2-3). Todo judío piadoso buscaba un lugar en el reino en la tierra, pero este es superior al mejor lugar que uno podría esperar en la tierra.
3.  Ellos conocerían al Padre a través de la vida eterna (versículos 4-11). El Señor Jesús es “el camino” hacia el Padre, “la verdad” sobre el Padre y “la vida” que nos trae en relación con el Padre (versículo 6). Él había revelado al Padre ante sus discípulos en Su vida; pero ahora, el Padre sería revelado en ellos por el Espíritu (Juan 4:14).
4.  Ellos harían mayores obras en servicio que lo que el Señor mismo había hecho (versículo 12; Hechos 2:41, 5:15-16).
5.  Ellos tendrían un nuevo poder en la oración, a través del propio nombre del Señor (versículos 13-14).
6.  Ellos tendrían la presencia y el poder del Espíritu con ellos de dos maneras: “con vosotros” y “en vosotros” (versículos 16-17).
7.  Ellos disfrutarían de la presencia del Señor en medio de ellos—colectivamente (versículo 18). Él prometió venir a ellos (en espíritu) cuando estuvieran reunidos juntos (Mateo 18:20).
8.  Ellos vivirían por Su intercesión sumo-sacerdotal en las alturas (versículo 19; Romanos 5:10; Hebreos 7:25).
9.  Ellos tendrían una nueva posición ante Dios en Él (“vosotros en Mí”), y Su carácter sería formado en ellos por el Espíritu (“Yo en vosotros”) (versículo 20).
10.  Ellos disfrutarían de la comunión con Él y con Su Padre a través de la obediencia (versículos 21-24).
11.  Ellos tendrían un mayor discernimiento de la verdad (versículos 25-26). El Señor les había enseñado cosas que tenían que ver con el reino en la tierra (“estas cosas”), pero cuando el Espíritu viniera, les revelaría “todas las cosas”, lo cual es la revelación completa de la verdad Cristiana.
12.  Ellos tendrían Su paz con ellos en el camino del testimonio (versículo 27).
Tres Maneras en que el Señor Viene a Nosotros
Es interesante ver en este capítulo las diferentes formas en que el Señor prometió “venir” a los discípulos. Él habla de su venida tres veces—cada vez en un sentido diferente.
En el versículo 3, es la venida de Su presencia física en lo que llamamos el Rapto. La palabra “vendré” tanto en el versículo 3 como en el versículo 18 está en la voz media en el griego, y debería traducirse: “Yo Vengo”. Al hablar de Su venida como algo presente, el Señor estaba enfatizando la cercanía de la misma. Eso era, y aún es cercano; y, por lo tanto, necesitamos estar esperando Su venida en cualquier momento.
Luego, en el versículo 18, después de hablar de la presencia del Espíritu Santo estando “en” y “con” los discípulos durante el tiempo de Su ausencia, Él dice: “No os dejaré huérfanos; vendré [Yo vengo] a vosotros”. Él aquí habla de su venida en un sentido completamente diferente. El Señor prometió venir a ellos por el Espíritu en una visitación divina cuando estuvieran juntos en asamblea. Esto es indicado cuando el Señor dice “Vosotros”, que en este caso se refiere a los discípulos como una compañía de creyentes. “Venir” a ellos en esta manera sugiere que el Señor haría visitas repetidas en medio de ellos, de semana en semana, estando los santos congregados. Esta es una provisión maravillosa para los santos durante el tiempo de la ausencia física del Señor. Él viene en Espíritu a Sus santos quienes están “congregados” a Su nombre y Él está “en medio de ellos” (Mateo 18:20).
Luego, en el versículo 23, el Señor habla de Su venida en otro sentido. Él dice: “Él que Me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada”. Esto significa que si caminamos en obediencia y comunión con el Señor, se nos dará el privilegio de disfrutar de la presencia de Él y de Su Padre. Nota: esto es exclusivamente una cosa individual. Esto se ve cuando el Señor dice, “Él que...” Y de nuevo, en Su uso de la palabra “él”, en lugar de “vosotros”, como en el versículo 18.
Es interesante notar que la palabra “morada” en versículo 23 es la misma palabra en griego que se traduce como “morada” en el versículo 3. Esto significa que si caminamos en obediencia mientras esperamos a que el Señor nos lleve a las muchas moradas en la casa del Padre, Él y Su Padre vendrán a nosotros y nos darán el gozo de lo que nos espera en el futuro en la casa del Padre—incluso ahora. ¡Qué cosa tan maravillosa! El Señor promete traernos un poco del cielo ahora, mientras caminamos en el camino de la fe! Esto muestra que la casa del Padre es más que gloria; es donde se muestra el corazón del Padre y donde Él mismo es conocido en intimidad. Puede ser nuestro ahora, si caminamos en obediencia.
Así que, el versículo 3 habla del Rapto, el versículo 18 se refiere a la venida del Señor para ponerse en medio donde los santos están congregados, y el versículo 23 se refiere a la venida del Señor a estar con nosotros individualmente cuando estamos en comunión con Él.
Un Efecto Alentador
Ahora, si pasamos a 1 Tesalonicenses 4:13-18, Pablo dice, “Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Él á los que durmieron en Jesús. Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros á [ir antes que] los que durmieron. Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes á recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos á los otros en estas palabras”.
En la venida del Señor, no solo estaremos unidos con Él (como vimos en Juan 14), sino que este pasaje también muestra que nosotros seremos reunidos con todos los santos. El objetivo principal del Apóstol aquí era “consolar” los corazones de estos queridos santos Tesalonicenses; y qué pensamiento más alentador, el pensar que algún día seremos unidos con todos los santos de todo el mundo.
La situación con los Tesalonicenses era que estaban afligidos por algunos de entre ellos que habían muerto. Ellos pensaron que éstos iban a perderse la venida del Señor, y que tal vez nunca los volverían a ver. Algunos tenían la idea de que incluso si volvían a ver a sus seres queridos, éstos estarían en un lugar inferior en la gloria porque no estaban vivos cuando el Señor había llegado. Por lo tanto, estaban turbados, confundidos y tristes. Esta carta fue escrita solo meses después de su conversión; así que era una asamblea muy nueva, con poco conocimiento. Pablo solo estuvo aproximadamente tres días de Reposo con ellos y no tuvo mucho tiempo para instruirlos (Hechos 17:1-10). Como resultado, no tenían claras muchas cosas de las que sabemos hoy desde que las Escrituras han sido escritas.
Dos Malentendidos
Los Tesalonicenses tuvieron dos grandes malentendidos en relación con la venida del Señor.
Primero, estaban confundidos acerca de los santos que habían muerto. Ellos pensaban que los que habían fallecido se perderían de la venida del Señor y que tal vez no los volverían a ver. Esto causó que estuvieran llenos de tristeza. Pablo trata este malentendido en la primera epístola.
En segundo lugar, estaban confundidos acerca de los santos vivos. Pensaron que tendrían que pasar por la Gran Tribulación y sus juicios pendientes antes de que el Señor viniera. Pablo trata este malentendido en su segunda epístola.
Como se mencionó, Pablo aquí trae la venida del Señor como un remedio para el dolor. El saber que iban a reunirse con los santos que habían dormido les trajo “aliento” a los Tesalonicenses. Hermanos, cuando el Señor venga, habrá una gran reunión de los santos. Esto debería ser un gran estímulo para nosotros. Esta reunión no solo involucrará a aquellos que se han separado de nosotros a través de la muerte, sino que también se reunirán los santos vivos. Muchos de nuestros seres queridos que están separados por la distancia serán reunidos con el Señor y con los unos a otros nuevamente en Su venida. Lamentablemente, hoy en día hay muchos santos vivos que han sido separados de otros por la voluntad de la carne y ya no están caminando en comunión práctica entre ellos. Algunos no se han visto por años; pero cuando venga el Señor, todos se reunirán. ¡Qué pensamiento tan maravilloso! Pablo dijo: “Empero os rogamos, hermanos, cuanto á la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestro recogimiento á Él ... ” (2 Tesalonicenses 2:1). Pronto, algún día, habrá una gran “recogimiento á Él” en el aire.
El versículo 14 en este capítulo, habla del Señor trayendo a todos Sus santos con Él en Su venida; esta es la Aparición de Cristo (Zacarías 14:5; 1 Tesalonicenses 3:13; Judas 14; Apocalipsis 19:14). Naturalmente, esto nos lleva a la pregunta de cómo subieron al cielo para poder regresar junto con Cristo en Su Aparición. Desde luego, en los versículos 15-18, Pablo abre un paréntesis (ver la traducción de J. N. Darby) y explica que antes de la aparición de Cristo, los santos serán “arrebatados ... á recibir al Señor”—este es el Rapto.
Pablo asegura a los Tesalonicenses afligidos que los santos que están vivos y permanecen en la tierra a la venida del Señor, no irán al cielo antes que los que están muertos en Cristo. De hecho, él dice, “Los muertos en Cristo resucitarán primero”. Luego dice: “Nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes”. Esto debe de haber sido un ánimo increíble para los Tesalonicenses.
Un Efecto de Entrega
Ahora, veamos otro efecto práctico que la venida del Señor tendrá en nuestras almas. Diríjase a Filipenses 4:5: “Vuestra modestia [gentileza, benevolencia, entrega] sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”. Algunos han tomado la expresión “El Señor está cerca” para significar que la presencia del Señor está con nosotros en todo momento para consolarnos, fortalecernos y ayudarnos. Ciertamente esto es verdad (Mateo 28:20; Hebreos 13:5). Sin embargo, creo que Pablo aquí se está refiriendo al Rapto. La mayoría de los expositores hablan de ello como tal. Me dicen que Pablo usó una transcripción de esta expresión (“El Señor está cerca”) en 1 Corintios 16:22, diciendo: “Maranata”. Esta es una palabra griega para la palabra en arameo que se traduce, “el Señor viene”, o “el Señor está cerca”. Esta era un lema entre los primeros cristianos y se usaba frecuentemente para animarse los unos a los otros en el bendito hecho de que el Señor vendría pronto.
El contexto del pasaje tiene que ver con la forma en que Pablo trata con el peligro de desunión en la asamblea local, en Filipos. En el capítulo 2, él les dio el remedio divino para mantener la unidad práctica, cada uno teniendo la humilde “mente” de Cristo. Luego, en el capítulo 4, él pone su dedo en la raíz, o al menos, en una de las causas del problema; dos hermanas no tenían la misma opinión, y estaba afectando a toda la asamblea (versículo 2). Su punto en el versículo 5 es que podemos darnos el lujo de ceder ante los demás en asuntos de diferencia en la asamblea, porque el Señor pronto vendrá, y todo el problema se terminará y desaparecerá.
En vista del estupendo hecho de que el Señor está por venir, las diferencias humanas y pequeñas tonterías son más que insignificantes. Podremos dejar a un lado nuestro punto de vista cuando creamos que estamos en la víspera de Su venida. Todo estará bien entonces, así que no vale la pena gastar tanta energía en ello ahora—¡especialmente cuando esto podría interrumpir la unidad entre el pueblo del Señor! Pablo está diciendo, “deja eso; ¡el Señor viene!” Esto no solo tiene una aplicación en la vida de la asamblea, sino también en nuestros tratos con personas en el mundo.
Es triste; realmente lo es, porque algunas personas simplemente no pueden dejar a un lado el problema que les preocupa. Por lo general, es porque piensan que están siendo fieles a Dios al aferrarse a su idea. Pero en realidad es solo orgullo—ellos no pueden enfrentar el hecho de que podrían estar equivocados. Pueden decir que no están aferrados al dilema, pero es fácil ver que sí. ¡Ellos entierran el hacha de guerra, pero todavía sostienen la manija! Una persona en este estado es potencialmente peligrosa para el bienestar de la asamblea. Sabes, si nos negamos a ceder en algún tema, el mismo nos puede tragar; y como resultado, nos convertiremos en un cáncer en la asamblea, y probablemente comenzaremos a sembrar “rencillas entre los hermanos” (Proverbios 6:19). A menudo, se manifestará en yendo a otros—incluso a otras asambleas—reuniendo apoyo para nuestro lado en el problema. Pero, ya sabes, si la cosa es realmente del Señor, no tendremos que forcejear con eso—lo cual es la energía de la carne. Nosotros podremos dejarlo con Él en fe. Que Dios nos dé la gracia de dejar a un lado las diferencias que tenemos con nuestros hermanos. La idea de que el Señor vendrá pronto, nos ayudará a hacerlo.
Mefi-boset Cede a Ziba
Una ilustración del Antiguo Testamento de esto se encuentra en el mismo capítulo al que ya me referí—2 Samuel 19:30. El asunto entre Ziba y Mefi-boset con respecto a la calumnia y el reclamo de la tierra, palideció en insignificancia para Mefi-boset cuando él supo que David había regresado. Él mostró un bello espíritu de rendimiento y dijo: “Y aun tómelas él todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz á su casa”. Hermanos, si tuviéramos más de este espíritu entre nosotros, tendríamos menos problemas. Es una de esas cosas “que hace á la paz” en la asamblea (Romanos 14:19).
Pablo continúa en Filipenses 4:6 para mostrar que el entendimiento sobre el pronto regreso del Señor no solo debe inspirar el rendimiento a los demás; ¡también debería desarraigar el afán! Si el Señor realmente viene pronto, ¿por qué deberíamos de preocuparnos por algo? Pablo dice, “Por nada estéis afanosos”. La cura para la ansiedad es darse cuenta de que el Señor viene. Mientras Le esperamos, podemos entregar todo a Dios “en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias”, y Él nos dará Su “paz” mientras esperamos al Señor (versículo 7).
Un Efecto Perseverante
Pasemos ahora a Hebreos 10:35-37, “No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón: porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aun un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. Aquí tenemos otro gran efecto que la inminencia de la venida del Señor tendrá en nuestras almas—la perseverancia.
El tema en este pasaje es que algunos de los Hebreos quienes habían tomado la posición cristiana, fueron tentados a rendirse y regresar al judaísmo. El escritor los exhorta, por lo tanto, a perseverar en el camino. El camino de la fe fue (y sigue siendo) extremadamente difícil. Estos Hebreos sufrían una intensa persecución de parte de sus compatriotas (1 Tesalonicenses 2:14-16; 2 Tesalonicenses 3:2). Si volvían al judaísmo, podrían escapar de todo aquello.
La tentación de renunciar al camino cristiano fue grande. Algunos regresaban, pero éstos eran apóstatas quienes, en primer lugar, nunca tuvieron fe en Cristo. Los otros, que eran verdaderos creyentes, fueron tentados a seguirlos—y nosotros podemos entender por qué. Pero no era lo correcto. Por lo tanto, ellos fueron alentados a no desechar su “confianza”, ya que en ella había “grande remuneración”. El Señor se acercaba y ellos tenían que esperar—y no desmayar. Entender que el Señor vendría en “un poquito” los motivaría a aguantar un poco más y perseverar. En el próximo capítulo (11), él señala muchos ejemplos de los santos del Antiguo Testamento quienes habían perseverado en el camino de la fe— y Dios los recompensó por eso. Estos queridos creyentes necesitaban tener el mismo tipo de fe, y nosotros también.
Una de las formas en las que el escritor de este capítulo nos exhorta a perseverar es por medio de “nuestra congregación” juntos (versículo 25). La inminencia de la venida del Señor nos animará a continuar en el camino con nuestros hermanos. Podemos sentir que somos “cansados del alcance” (Jueces 8:4), pero esto no es excusa para no seguir yendo a las reuniones Bíblicas. Nota: él conecta acercarse a Dios (versículo 22), con no dejando de congregarnos (versículo 25). Si un creyente comienza a tambalearse en su alma, generalmente puede atribuirse a su negligencia al acercarse a Dios, y esto a su vez, hace que se despegue de sus hermanos. Cuando se rompe la comunión, no pasa mucho tiempo, antes de que la asistencia a las reuniones comience a disminuir. Por lo tanto, “mantengámonos firmes” y perseverémonos en el camino.
Él agrega: “y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. El “día” de la apostasía se acerca rápidamente—¡pero también el Señor se acerca rápidamente! De hecho, el Señor vendrá antes de que el día de la apostasía alcance su culminación (2 Tesalonicenses 2:3). ¿Cómo te sentirías si el Señor viniera el día después de que tomaras la decisión de abandonar el camino de la fe, y dejaras de ir a las reuniones? Estoy seguro de que lo lamentarías. Tu dirías: “¿Por qué no aguanté un poco más?”
En el capítulo 12, se nos anima a que “corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta” (Hebreos 12:1). La carrera al cielo no es a toda velocidad; es una carrera de resistencia. Del mismo modo, Santiago dice: “Pues, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Tened también vosotros paciencia; confirmad vuestros corazones: porque la venida del Señor se acerca” (Santiago 5:7-8). Mientras esperamos que venga el Señor, nosotros necesitamos ser establecidos en nuestros corazones y estar mentalmente preparados para anticipar sufrimiento en el camino del testimonio. Y si mantenemos Su venida ante nosotros, esto nos ayudará a aguantar hasta ese momento.
Un Efecto Motivador
Ahora, pasemos a una última referencia en Mateo 24:45-46: “¿Quién pues es el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su familia para que les dé alimento á tiempo? Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando su señor viniere, le hallare haciendo así”.
La venida del Señor debería despertarnos y darnos un nuevo deseo de hacer algo por Él mientras esperamos que Él venga. ¿Alguna vez te has detenido a pensar en que, si no estamos ocupados en el servicio del Señor ahora, y Él viene (o si somos llamados a casa a través de la muerte), nunca tendremos otra oportunidad de Servirle nuevamente? Esto es aleccionador. Necesitamos ser encontrados “redimiendo el tiempo” (Efesios 5:16), y utilizando las “oportunidades” que tenemos para servir al Señor ahora (Colosenses 4:5 – traducción J. N. Darby). La venida del Señor es inminente, y si vacilamos mucho en este privilegio y responsabilidad, es posible que no tengamos otra oportunidad para hacerlo.
Servicio Dentro y Fuera de la Casa
Para ser exactos, hay dos parábolas sobre el servicio aquí: una está en Mateo 24:45-51, y la otra está un poco más adelante, en Mateo 25:14-30. La primera que quiero considerar tiene que ver con el servicio en la casa de Dios; la otra tiene que ver con el servicio fuera de la casa.
Servir en la casa sería ministrar “alimento á tiempo” entre aquellos que profesan conocer al Señor. Esto abarcaría enseñar y edificar al pueblo del Señor en la santísima fe. También incluiría animarlos y guiarlos en el camino. Servir fuera de la casa, como lo indica la última parábola (negociando con los “talentos” del Maestro), apunta más al trabajo del evangelio. Como ya hemos visto en Apocalipsis 22, cuando los afectos de nuestros corazones están en sintonía con el Señor y Su inminente regreso, también tendremos un vigoroso deseo por la salvación de los perdidos. El Espíritu y la novia llamaron al Señor a “venir”, pero también llamaron a los perdidos (“el que tiene sed”) a “venir” y a “tomar del agua de la vida de balde” (Apocalipsis 22:17). Ambas son buenas obras para participar.
En Lucas 12:36-39, el Señor nos dice que debemos de estar esperando, velando, y trabajando, mientras esperamos por Su venida. Estas tres cosas realmente van juntas. Hay una diferencia entre esperar y velar; en un sentido, todo el pueblo del Señor está esperando, pero no todos están velando. El velar implica que la inminencia de Su venida tiene tal poder sobre nuestros corazones, que dejamos ir las cosas terrenales que ocupan nuestra atención, y comenzamos a prepararnos para estar con el Señor en cualquier momento. Naturalmente, esto resulta en laborar en el servicio para Él.
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Algunas Buenas Razones por las cuales Queremos que el Señor Venga
Cuando pensamos en la venida del Señor (el Rapto), nuestras mentes generalmente piensan en lo que NOSOTROS hemos de conseguir; hay razones más grandes y benditas para querer que Él venga—Nosotros necesitamos pensar más en lo que ÉL obtendrá de ello.
Déjame darte algunas buenas razones por las que debemos querer Su venida. Comenzaré con lo que tal vez sea la razón más pequeña y continuaré hasta llegar a la más grande de todas las razones.
Ser Liberados De Nuestros Problemas
Quizás la razón más pequeña por querer la venida del Señor, es que nos quite de los problemas, las dificultades y penas de vivir en este mundo enfermo de pecado. Judas 21 presenta Su venida de esta manera. Dice, “Esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, para la vida eterna”. Me doy cuenta de que la venida del Señor, en este sentido, es poco más que un escape de nuestros problemas, pero ciertamente una razón legítima para querer que Él venga.
Ciertamente será una misericordia ser sacado de este mundo. ¡Qué liberación será! Nunca más tendremos otra responsabilidad terrenal. Nunca habrá otro pago de hipoteca o de alquiler para cumplir, y mil otras cosas que requieren nuestras obligaciones para vivir en este mundo. En pocas palabras—¡nuestras pruebas habrán terminado! Nunca habrá otro momento vergonzoso, ni ninguna otra decepción o tristeza, etcétera.
Para Recibir Nuestras Recompensas
Otra razón por la que queremos que venga el Señor –aunque ciertamente no es el mayor motivo–es el recibir y regocijarnos en nuestras recompensas. En 1 Tesalonicenses 2:19-20, Pablo habla de su “esperanza”, su “gozo” y su “corona” de la que se gloriaba, la cual recibiría cuando el Señor viniese. Él anhelaba por el día de la evaluación y recompensa, porque su corona era ver a sus convertidos en la gloria. En ese día, nos regocijaremos en nuestras propias labores, “y no en otro” (Gálatas 6:4), porque el Señor encontrará motivos para recompensar a cada uno de Su pueblo por su servicio para Él.
Para Nunca Más Afligir al Señor
Otra razón para querer que el Señor regrese, es para nunca más pecar y entristecerle. Piénsalo; ¡Nunca volveremos a decir o hacer algo incorrecto! No sé tú, pero esto para mí es de gran ánimo. Nunca volveré a decir algo incorrecto en el momento equivocado, o diré algo que deba retractar. Hermanos, nunca volveremos a ofender a nadie. Cuando pensamos en el dolor y la pena que el pueblo del Señor Le causa con sus decisiones deliberadas y carnales, será un refrescante alivio saber que cuando Él venga, nunca más le causaremos dolor. Seremos glorificados en ese momento, y seremos “semejantes á Él”, moral y físicamente (Filipenses 3:21; 1 Juan 3:2).
Para Ser Reunidos Con Nuestros Seres Queridos
Otra razón para querer que venga el Señor es para ver a nuestros seres queridos de quienes hemos estado separados (2 Tesalonicenses 2:1). Muchos de los que conocemos han pasado a la presencia del Señor, y hay muchos que todavía “vivimos, que habremos quedado” a quienes no hemos visto en mucho tiempo porque la distancia nos ha separado físicamente. ¡Pero todos estaremos juntos entonces!
Para Estar Con el Señor
Una razón más importante para querer que venga el Señor, es que nos iremos a casa para estar con el Señor mismo. Él dijo, “y os tomaré á Mí mismo” (Juan 14:3). Estar con Él y verlo cara a cara entusiasmará nuestras almas. Pablo dijo, “y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17; 5:10).
Para Poder Alabar al Señor Correctamente
Entonces seremos glorificados y Le podremos cantar un canto de alabanza perfecto. Esta es otra razón por la que debemos querer que venga el Señor. Él ciertamente es digno de la más sublime alabanza, pero ahora cuando tratamos de cantar Su alabanza, parece como si no pudiéramos pasar las primeras notas. Nos sentimos muy inadecuados, porque sabemos que Él es digno de mucho más de nosotros. Pero entonces, en ese día, nosotros seremos glorificados y Le podremos cantar un cántico perfecto.
El libro de Apocalipsis ilustra esto. En los capítulos 1-3, la iglesia es vista en la tierra; y los tonos de alabanza al Señor son solo dos—“Á Él sea gloria é imperio para siempre jamás. Amén”. Pero en los capítulos 5-6, la iglesia es vista en el cielo—con los redimidos del Antiguo Testamento y la multitud de ángeles—y la alabanza que es presentada alcanza siete tonos. “El Cordero que fué inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza” (Apocalipsis 5:12; 7:12). Nosotros “cantaremos” esta alabanza (versículo 9), y los ángeles la estarán “diciendo”, ¡pero todos nos uniremos en el himno de Su alabanza!
Para Ver el Corazón del Señor Satisfecho
Aún hay una razón mayor para querer que venga el Señor—para ver Su corazón satisfecho en tener a Su esposa consigo mismo. Él ha esperado pacientemente por este momento—mucho más que nosotros (2 Tesalonicenses 3:5), y en aquel día, Su alegría superará la nuestra. ¡Qué día tan maravilloso ese será! ¡Quizás hoy!
Cinco Cosas que el Señor Nos Ha Pedido Hacer “hasta” que Él Venga
1.  Seguirle en el camino de la fe (Juan 21:22).
2.  Retener la verdad que nos ha dado Dios (Apocalipsis 2:25).
3.  Ocuparnos (negociad) en el campo de servicio (Lucas 19:13).
4.  Recordarle en Su muerte (1 Corintios 11:26).
5.  Ser paciente (Santiago 5:8).
Varias Maneras en que la Venida del Señor (el Rapto) Es Vista en Las Escrituras
•  Como una promesa (Juan 14:2-3).
•  Como una esperanza (Tito 2:13).
•  Como una misericordia (Judas 20).
•  Como una salvación (Romanos 13:11).
•  Como una liberación (1 Tesalonicenses 1:10).
•  Como una consolación (1 Tesalonicenses 4:15-18).
•  Como una gracia (1 Pedro 1:13).
B. Anstey
(Adaptado)