(Capítulo 2:10-19).
El cuarto mensaje transmite una verdad profundamente importante que hacemos bien en poner en el corazón. Muestra claramente que la raíz de todo fracaso con el remanente de ese día, como con el pueblo de Dios en este día, se puede remontar a una baja condición moral. En otras palabras, se nos advierte que la actividad externa en el servicio del Señor no prosperará a menos que vaya acompañada de una condición moral correcta.
Además, aprendemos que esta condición moral sólo puede mantenerse mediante la separación de lo que sabemos que es contrario a la Palabra. En aquel día, el remanente sólo podía asumir correctamente la obra del Señor mientras se mantenían separados de lo que era impuro según la ley. Hoy, en medio de las corrupciones de la cristiandad, el creyente que invoca el Nombre del Señor debe retirarse de la iniquidad y purgarse de todo vaso para deshonrar si ha de ser “reunido para el uso del Maestro, y preparado para toda buena obra”.
(Vss. 11-13). La pregunta que el Señor dirige a los sacerdotes pone de relieve dos verdades importantes que deben regir la práctica de aquellos que desean responder a su mente en un día de ruina. Por un lado, aprendemos que lo que es santo no puede limpiar por asociación; Por otro lado, lo que es impuro puede contaminarse por asociación. De ello se deduce que la noción común de que podemos limpiar el mundo asociándonos con él, o ayudar al pueblo de Dios asociándonos con los sistemas corruptos en los que pueden encontrarse, es una falacia, y peor, porque actuar así, no solo no es ayuda para otros, sino que nosotros mismos nos contaminamos, porque lo que es impuro contamina por asociación.
(Vss. 14-17). ¡Ay! el remanente de Hageo había estado actuando según este falso principio con el resultado de que la obra de sus manos era, a los ojos del Señor, impura. En consecuencia, el Señor los había tratado con disciplina gubernamental y los había herido “con voladura y con moho”.
(Vss. 18-19). Sin embargo, se nos permite ver que, por grande que sea el fracaso del pueblo de Dios, si se arrepienten y actúan en obediencia a la palabra, serán bendecidos. Por lo tanto, directamente el remanente toma la obra de la casa, el Señor puede decir: “desde este día te bendeciré”.
¿Esta solemne advertencia, y sin embargo un profundo aliento, no tiene voz para el pueblo del Señor hoy? Por un lado, no se nos advierte que cualquier desviación en la práctica de la luz que Dios nos ha dado en cuanto a los principios de Su casa traerá sobre nosotros la disciplina de Dios; mientras que, por otro lado, si en obediencia a la Palabra actuamos a la luz de la verdad, seremos bendecidos de inmediato?