Clave: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32).
LEYENDO la Biblia con algo de atención, no es posible dejar de ver que más de la mitad de su contenido se refiere a un pueblo —los israelitas—. Se nota también que tienen un lugar muy señalado en las disposiciones y consejos de Dios: separados de la masa de la humanidad, Jehová hace con ellos pacto, y les da promesas especiales no concedidas a otras naciones. Sólo su historia es referida en el Antiguo Testamento, y tan solo se habla de otros pueblos en su relación con el judío. Parece, también, que todas las comunicaciones de Jehová a Israel como nación se refieren a la tierra. Si es fiel y obediente, la nación recibirá grandeza terrestre, riquezas y poder; si es desobediente e infiel, será esparcida “por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo” (Deuteronomio 28:64). Hasta la promesa del Mesías es de bendición a todas las familias de la tierra.
Continuando su investigación, el estudiante halla en la Escritura mucha referencia a un cuerpo diferente, llamado la Iglesia. Este cuerpo también tiene una relación especial con Dios, y, cual Israel, ha recibido de Él promesas específicas. Pero aquí acaba el parecido y empieza el mayor contraste. En vez de ser formado únicamente de los descendientes naturales de Abraham, es un cuerpo en que se pierde la distinción de judío y gentil; en vez de ser la relación solo por medio del pacto, lo es por nacimiento; en vez de ser la obediencia acreedora a una recompensa de grandeza terrestre, la iglesia es estimulada a contentarse con comida y vestido, a esperar persecución y odio; y se percibe que la relación de la iglesia con las cosas espirituales es tan grande como la de Israel con las cosas terrestres y temporales.
Además, la Escritura enseña que ni Israel ni la iglesia ha existido siempre; el principio de Israel está en el llamamiento de Abraham. Indagando el nacimiento de la iglesia, hallará (contrario, tal vez, a sus expectaciones, pues le ha sido probablemente enseñado que Adán y los Patriarcas están en la iglesia) que por cierto no existió antes ni durante la vida terrenal de Cristo. Pues Él habla de Su iglesia en el futuro al decir, (Mateo 16:18) “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia”. No dice “he edificado” ni “estoy edificando”, sino “edificaré”.
Se ve, asimismo, (Efesios 3:5-10) que no se menciona la iglesia en la profecía del Antiguo Testamento, que en aquellos tiempos era un misterio escondido en Dios. En la Escritura, hallamos el nacimiento de la iglesia en Hechos 2 y el término de su carrera en la tierra en 1 Tesalonicenses 4.
El estudiante observa también, en la división de la raza que hace la Escritura, otra clase, nombrada con rareza, y diferente bajo todo punto de vista de Israel y de la iglesia: los gentiles. La posición comparativa del judío, del gentil, y de la iglesia la vemos en los siguientes textos:
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El judío
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El gentil
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La Iglesia
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Juan 4:22
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Marcos 7:26-28
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Efesios 1:22-23
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Romanos 3:1-2
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Efesios 2:11-12
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Efesios 5:29-33
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Romanos 9:4-5
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Efesios 4:17-18
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1 Pedro 2:9
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Comparando, pues, cuanto la Escritura dice con referencia a Israel y a la iglesia, ve que, en origen, vocación, promesa, alabanza, norma de conducta, y destino futuro, el contraste es absoluto.
Vocación
Por supuesto, no se deduce que un judío santo no vaya al cielo a su muerte; es evidente que la recompensa terrenal, no celestial, era el premio de su santidad. No es necesario decir que, en esta dispensación, ni el judío ni el gentil puede ser salvo fuera del ejercicio de aquella fe en el Señor Jesucristo por la cual vuelven a nacer (Juan 3:3,16), y son bautizados en aquel “cuerpo” (1 Corintios 12:13) que es “la iglesia” (Efesios 1:22-23). En la iglesia desaparece la distinción del judío y gentil (1 Corintios 12:13; Gálatas 3:28; Efesios 2:11,14; “en otro tiempo ... gentiles” (1 Corintios 12:2, “cuando erais gentiles”).
El contraste entre Israel y la iglesia se muestra más adelante en las reglas dadas para la Conducta de ambos. Comparen:
Conducta
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Israel
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La Iglesia
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“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones… las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia” (Deuteronomio 7:1-2).
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“Pero Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
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“Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Éxodo 21:24-25).
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“Nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos” (1 Corintios 4:12-13).
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“Pero Yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39).
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“Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere; entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá” (Deuteronomio 21:18-21).
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“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta” (Lucas 15:20-23).
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También hallamos un contraste en cuanto a los lugares propios para la Adoración. Israel sólo podía adorar en un lugar, y a cierta distancia de Dios, acercándose a Él sólo por medio del sacerdote. La iglesia adora donde dos o tres están reunidos, se atreve a entrar en el lugar santísimo, y está compuesta de sacerdotes.
Comparen:
Levítico 17:8-9 con Mateo 18:20.
Lucas 1:10 con Hebreos 10:19-20.
Números 3:10 con 1 Pedro 2:5.
La diferencia es aún más sorprendente en las predicciones referentes al Porvenir de Israel y de la iglesia. La iglesia será por completo quitada de la tierra, pero Israel restaurado tendrá aún su mayor resplandor y poder terrenales.
Véanse:
La Iglesia
“En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si Me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).
“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya” (Filipenses 3:20-21).
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque Le veremos tal como Él es” (1 Juan 3:2).
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:7-9).
“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (Apocalipsis 20:6).
Israel
“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios Le dará el trono de David Su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin” (Lucas 1:31-33).
(De estas siete promesas a María, cinco han sido ya cumplidas al pie de la letra. ¿Qué nos autoriza a dudar del cumplimiento de las dos restantes?).
“Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para Su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar” (Hechos 15:14-16).
“Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a Su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín ... Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos ... Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad” (Romanos 11:1,11,24-26).
“Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez Su mano para recobrar el remanente de Su pueblo ... Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Isaías 11:11-12).
“Porque Jehová tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a Israel, y lo hará reposar en su tierra; y a ellos se unirán extranjeros, y se juntarán a la familia de Jacob” (Isaías 14:1).
“No obstante, he aquí vienen días, dice Jehová, en que no se dirá más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres” (Jeremías 16:14-15).
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En Sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será Su nombre con el cual Le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (Jeremías 23:5-6).
“He aquí que Yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con Mi furor, y con Mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente; y Me serán por pueblo, y Yo seré a ellos por Dios” (Jeremías 32:37-38).
“Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. Jehová ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; Jehová es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal” (Sofonías 3:14-15).
Se puede impunemente decir que al tratar de judaizar la iglesia se ha impedido su progreso, pervertido su misión, y destruido su esencia espiritual en forma superior a la de todas las demás causas juntas. En vez de proseguir a su camino señalado de separación, persecución, odio del mundo, pobreza, y abnegación, la Escritura judía le ha servido para justificarse en rebajar su influencia en la civilización del mundo, la adquisición de fortuna, el empleo de un ritual, la erección de iglesias magníficas, la invocación de la bendición de Dios sobre los conflictos de ejércitos, y la división de una hermandad igual, en “clero” y “laicos”.