(Capítulo 1:12-15).
En el vigésimo cuarto día del mismo mes, el Señor envía un segundo mensaje de Hageo, quien es honrado al ser llamado “el mensajero del Señor”. Qué bueno darse cuenta de que aunque el remanente que regresó había fallado tan gravemente en llevar a cabo el propósito para el cual habían sido liberados de Babilonia, sin embargo, el Señor no los abandona. Él todavía tiene a Su Mensajero para entregar Su mensaje a la gente.
Así también, en nuestros días de debilidad y ruina, cuando los hombres malos y los seductores empeoran cada vez más, leemos del “hombre de Dios”, y que tal persona debe “predicar la palabra; ser [urgente] en temporada, fuera de temporada; [condenar], reprender, [animar] con toda longanimidad y doctrina” (2 Timoteo 3:17; 4:2).
El mensajero del Señor ha apelado al pueblo con una palabra de reprensión. Felizmente, el pueblo “obedeció la voz del Señor su Dios” y “temió delante del Señor”. De inmediato Hageo es enviado con este segundo mensaje de aliento. Habiendo obedecido al Señor, pueden contar con la presencia del Señor; “Yo estoy con vosotros, dice el Señor.” ¡Cuánta bendición está involucrada en este breve mensaje! Como uno ha dicho: “Yo estoy con ustedes es el principio salvador para la fe en el día más débil posible... ¿Y qué tenían mejor en el día más brillante?”
El remanente que regresó de Babilonia en ese día, así como aquellos que han sido liberados de la esclavitud de los sistemas humanos en este día, pueden encontrarse en circunstancias de gran debilidad, a las que se oponen muchos adversarios y en reproche; pero, si el Señor está con ellos, su bendición es segura; el socorro necesario en toda su debilidad estará próximo; y todos necesitaban protección de sus enemigos asegurados. Así que en la parábola en Juan 10, tenemos una hermosa imagen de un rebaño de ovejas totalmente dependiente del Pastor. Dejadas a sí mismas, las ovejas son cosas estúpidas, irresponsables, propensas a vagar y asustarse fácilmente, pero con el Pastor yendo antes de que todo esté bien.
Bueno entonces para nosotros, como el remanente de la antigüedad, obedecer la palabra del Señor, “temor delante del Señor”, y salir sin el campamento “para Él”. Así, actuando con fe sencilla, encontraremos en cada dificultad que surja, en cada oposición que podamos encontrar, en cualquier reproche que tengamos que soportar, que tenemos al Señor presente, con toda sabiduría para dirigir, todo amor para consolar y todo poder para sostener. Obedeciendo la palabra del Señor y caminando en Su temor, podemos contar con Su presencia, y siempre recurrir a Sus palabras: “Yo estoy contigo, dice el Señor”.
Además, si el Señor está con nosotros, encontraremos, como descubrió el remanente de la antigüedad, que Él despertará nuestros espíritus para “obrar en la casa del Señor”.