En Cristo y Cristo en Vosotros

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Estas son expresiones técnicas usadas por el apóstol Pablo para indicar la posición y el estado del cristiano.
“En Cristo” es un término posicional indicando la conexión del cristiano con Cristo en el mismo lugar de favor en que Él está delante de Dios. Literalmente, significa estar “en el lugar de Cristo delante de Dios” (Romanos 6:11, 6:23; 8:1, 8:39, etcétera). Este lugar fue asegurado para nosotros por medio de la resurrección de Cristo de entre los muertos y de Su ascensión a la diestra de Dios como Hombre glorificado. Es una posición que pertenece a cada creyente en el Señor Jesucristo, independientemente de su estado de alma, porque tiene que ver con la posición del cristiano delante de Dios, lo cual nunca cambia. Incluso si un cristiano muere, ¡sigue siendo visto como estando “en Cristo!” (1 Tesalonicenses 4:16; Romanos 8:38-39). Es nuestra conexión con Él como Cabeza de la nueva raza en la nueva creación, de la cual nosotros somos Sus “muchos hermanos” (Romanos 8:29; 2 Corintios 5:17). Así, el término indica la posición especial que los cristianos tienen que los santos del Antiguo Testamento no tuvieron, pues, en sus días, Cristo no había venido todavía, ni había subido a lo alto como un Hombre glorificado. De hecho, todas nuestras distintas bendiciones cristianas se dicen que están “en Cristo.” (Véase Bendición).
“Cristo en vosotros” es un término que muchos cristianos generalmente malinterpretan. Piensan que esto significa que Cristo habita personalmente en ellos. Por eso, escuchamos a menudo las frases, “Cristo habita en mí,” o “Jesús vive en mí.” Si bien es cierto que el creyente es habitado por una Persona divina, no es Cristo quien habita en nosotros, sino el Espíritu Santo (Juan 14:17; Hechos 5:32; Romanos 5:5; 1 Corintios 6:19; 1 Tesalonicenses 4:8; Santiago 4:5; 1 Juan 3:24). Tampoco han ayudado las frases que los evangelistas modernos han popularizado como: “Abre tu corazón y deja entrar a Jesús,” o “Pídele a Jesús que entre en tu corazón,” etcétera. La Escritura no apoya la idea de que hay dos Personas divinas morando en el cristiano. Es cierto que Él es omnipresente (un atributo de la deidad) y que en espíritu está en todas partes, pero Él personalmente reside en Su propio cuerpo humano glorificado en el cielo.
Ciertos pasajes de la Escritura dicen: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). “Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). “El que come Mi carne y bebe Mi sangre, en Mí permanece, y Yo en él” (Juan 6:56). “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (Juan 14:20). Estos pasajes no se están refiriendo a Cristo habitando personalmente en los creyentes, aunque es comprensible que una persona pueda erróneamente concluir eso de ellos. Más bien, ellos se están refiriendo a un estado subjetivo en los creyentes, que resulta en ellos por tener la vida de Cristo. Estos versículos están simplemente afirmando que tenemos Su propia vida y naturaleza en nosotros, y, por lo tanto, la capacidad de tener Sus características morales formadas y exhibidas en nosotros por el Espíritu Santo (2 Corintios 3:18). Por lo tanto, Cristo está en nosotros moralmente, pero no personalmente. Colosenses 1:27 se está refiriendo a esto en un sentido colectivo—lo que “vosotros” indica. Comentando sobre este versículo, W. Kelly dijo, “Esto es la vida de Cristo en nosotros en la manifestación completa de su carácter de resurrección” (Lectures on Colossians, p. 108). Otro expositor ha dicho: “En Colosenses, el misterio es ‘Cristo en vosotros, la esperanza de Gloria’ como teniendo un efecto presente en la reproducción de las características de Cristo en los gentiles” (Precious Things, vol. 3, p. 201). Por lo tanto, Cristo está con nosotros en espíritu—como una Persona omnipresente (Mateo 18:20, 28:20; Hebreos 13:5), pero Él no habita en nosotros personalmente, como lo hace el Espíritu Santo.