Epístola a los Filipenses

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UN VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Filipenses 4:4
Esta epístola trata de la experiencia en la vida cristiana en su condición normal bajo el poder y dirección del Espíritu Santo.
El pecado y la carne no son mencionados, sino un rechazo total a la idea de que se recibiera la justificación por la carne.
La epístola es de profundo interés, porque la presentación de las condiciones con respecto a la verdad en Filipos es análoga y aplicable hoy en día. El testimonio no representa exactamente un conflicto con los líderes del judaísmo como en los Hechos de los apóstoles, tampoco representa un conflicto con las influencias del judaísmo como en Antioquía, sino con una potencia mundial, Roma, bajo cuyo poder Pablo se hallaba preso (1:12-13).
En el capítulo 3 se habla contra los judaizantes defensores de la circuncisión, (es decir judíos envilecidos) versículo 2. En este mismo capítulo se describe a los cristianos de nombre nada más, señalándolos como “enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal” (versículos 18 y 19).
Todo este panorama es un cuadro vivo del estado actual del cristianismo en que la verdad se sacrifica en aras de una supuesta unidad.
En vista de estas pretensiones religiosas, en las cuales los hombres de hoy se glorían, les recomendamos leer bien el capítulo 3.
Al final del libro, Pablo demuestra su interés y ansiedad por los santos diciéndoles “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (v. 7)
La epístola se divide así:
Capítulo 1—Cristo nuestra vida.
Capítulo 2—Cristo nuestro dechado o ejemplo.
Capítulo 3—Cristo el objeto del afecto del corazón.
Capítulo 4—Cristo nuestra fortaleza.
UN PENSAMIENTO PARA LA JUVENTUD
Filipenses 3:13-14
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Tu pasado está lleno de éxitos. ¡Olvídalo! porque el Señor ya tiene todo anotado. Tu pasado está lleno de fracasos. Confiésalo a Dios, juzgándote a ti mismo, y sigue hacia adelante. Un atleta que siempre está pensando en sus galardones previos o en las carreras que ha perdido no va a poder concentrarse en la carrera del momento. Como cristianos estamos en una carrera y tenemos que poner nuestros ojos en Jesús y extendernos hasta cruzar la línea que marca el fin de la carrera, por la venida del Señor o por la muerte. Un objetivo menos que esto no es válido.