Exhortaciones finales: Capítulo 16:5-24

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Antes de concluir la epístola, el apóstol da a los corintios algunas exhortaciones prácticas que espera que les sirva de ánimo para hacer la voluntad de Dios junto con las cosas a las que había exhortado en la epístola.
Aplazamiento de la visita de Pablo a Corinto
Versículos 5-9.— Pablo les habla de sus planes de visitar las asambleas en “Macedonia”, y también de venir a ellos en Corinto, pero por el momento se quedaría en “Éfeso” porque allí había una puerta abierta al evangelio (versículos 8-9). Esto muestra que no es malo que el siervo del Señor tenga un itinerario mientras sirve al Señor.
El versículo 6 indica que, aunque el siervo puede tener planes definidos en sus viajes, también debe ser flexible en esos planes. Dijo que le gustaría ir a Corinto si el Señor le abría el camino (versículos 5-6), pero por el momento había pospuesto el viaje (versículo 7). Si hubiera ido a Corinto, habría tenido que usar su autoridad apostólica como vara de corrección y juzgar a muchos de los que estaban en falta. En lugar de eso, esperó y buscó el arrepentimiento en ellos y el enderezamiento de los desórdenes en la asamblea. No se les dijo eso directamente aquí, porque podría haberles dado una razón equivocada para corregir las cosas. Por lo tanto, sabiamente desistió, y esperó a que el Espíritu de Dios obrara en ellos para producir los frutos necesarios de arrepentimiento. Más tarde, cuando hubieron corregido los desórdenes en medio suyo, escribió la segunda epístola y tuvo la libertad de decirles por qué no había venido en aquel momento. Fue para “ser indulgente” (2 Corintios 1:23). Habría tenido que usar su facultad apostólica de forma disciplinaria (1 Corintios 4:21: “con vara”).
El servicio bajo el señorío de Cristo
Versículos 10-18.— En todo este pasaje final vemos un hermoso cuadro de los diversos siervos del Señor trabajando en Su viña. Algunos viajaban de un lugar a otro ministrando al pueblo del Señor, como “Pablo”, “Timoteo” y “Apolos”. Otros como “Estéfanas”, “Fortunato” y “Achâico” estaban sirviendo a nivel local. Todos ellos se encuentran trabajando bajo el Señorío de Cristo y siendo dirigidos por Él en su trabajo. No se menciona que se reportaran a una junta misionera que los despachara a su lugar de trabajo designado, como se suele hacer hoy en día. Tal idea interfiere con las responsabilidades inmediatas de los siervos bajo el Señorío de Cristo y es creada por el hombre.
Este capítulo muestra que cuando Cristo da dones (Efesios 4:11), ellos son directamente responsables ante Él en su ministerio. La Cabeza de la Iglesia está en el cielo, y si ellos miran hacia Él, Él dirigirá a los miembros de Su cuerpo en su esfera de ministerio. Encontramos que en los primeros días del cristianismo la obra del Señor no se llevó a cabo bajo una organización de hombres, ni siquiera los apóstoles. Esa era, y sigue siendo, únicamente la obra del Espíritu de Dios. Lo que Él hizo entonces podemos contar con que lo haga ahora. La Escritura dice: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a Su mies” (Mateo 9:38). Y también: “Ministrando pues éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme á Bernabé y á Saulo para la obra para la cual los he llamado. Entonces habiendo ayunado y orado, y puesto las manos encima de ellos, despidiéronlos. Y ellos, enviados así por el Espíritu Santo, descendieron á Seleucia” (Hechos 13:2-4).
Estas referencias indican que los siervos del Señor deben ser libres para actuar bajo Su dirección inmediata. La Escritura no sabe nada de los siervos del Señor siendo controlados por una organización terrestre de hombres, sino por el Señor a través del Espíritu Santo. El Señor, por el Espíritu, envió a Pablo y Bernabé al campo, y no se menciona que ellos se reportaran a una junta para recibir dirección y apoyo en ese servicio. Tampoco se menciona a los siervos del Señor en aquel tiempo ir a un seminario antes de ministrar. La posesión de un don para ministrar la Palabra era su autorización para usar ese don (1 Pedro 4:10-11). Lo mismo debería ocurrir hoy en día.
La Iglesia debe reconocer un don como uno que es enviado por el Señor y debe dar a esa persona “las diestras de compañía” en el trabajo que realiza, como ocurrió en Antioquía con Bernabé y Saulo (Hechos 13:3; Gálatas 2:9). Esto podría incluir un donativo económico. Pero la Iglesia, o cualquier organización para-eclesiástica, involucrada en el trabajo de enviar siervos al campo de servicio está realmente interfiriendo con la responsabilidad inmediata del siervo de actuar bajo el mandato del Señor. Tienden a convertirse en siervos de esa organización para cumplir sus objetivos y son hechos responsables ante ella en su ministerio.
No vemos tal cosa en este pasaje ni en ningún otro pasaje de las Escrituras. Anteriormente en la epístola, Pablo dijo que animaría a Timoteo a ir a Corinto para recordarles sus caminos en Cristo y exhortarles en cuanto a su responsabilidad de poner las cosas en orden (1 Corintios 4:17). Este era un bonito deseo de Pablo, pero hasta ahí llegaría. Ningún apóstol tenía autoridad sobre otro siervo para enviarlo a una obra si ese otro no se sentía impulsado a hacerlo. Un apóstol podría recomendarlo, y podría animar a uno en esa dirección, pero en la práctica, una persona tiene que sentirse guiada por el Señor. Él dice aquí: “Y si llegare Timoteo ... ” (versículo 10). Esto muestra que, aunque el apóstol deseaba que Timoteo fuera a Corinto, entendía que Timoteo tenía que ser dirigido por el Señor en ello. Existía la posibilidad de que Timoteo no se sintiera impulsado a ir.
Pablo exhortó a los corintios que “si” venía, que lo dejaran estar entre ellos “seguramente”. Timoteo era un joven y tímido obrero, y necesitaban darle espacio para que ejerciera su don en el ministerio. Con la confusión que había en sus reuniones (capítulo 14:26), alguien como Timoteo nunca tendría oportunidad para decir una palabra. Por eso Pablo dijo: “Por tanto, nadie le tenga en poco” (versículo 11). Timoteo no solo hacía “la obra del Señor”, sino que él lo hacía de la misma manera y con el mismo espíritu “como” el apóstol Pablo. Esto fue un gran elogio en verdad.
Vemos aquí que “Apolos” tampoco estaba bajo la dirección apostólica (versículo 12). Pablo dijo que él “deseaba en gran manera” (traducción King James) que Apolos fuera a Corinto, pero Apolos tenía otros lugares en su corazón. Apolos miró al Señor y se sintió dirigido a no ir en ese momento. El apóstol, habiendo expresado su deseo, respetó sus convicciones y dejó al siervo del Señor en libertad de actuar ante su Maestro.
Podríamos preguntarnos que, si Pablo no iría a Corinto a causa de los problemas, por qué animaría a otros siervos a ir. La razón, creemos, es que él era un apóstol y se vería obligado a actuar en juicio entre ellos. Al cargar con tal responsabilidad, deseaba que otros fueran y procuraran llevarlos al arrepentimiento, para que cuando él llegara, no tuviera que actuar en juicio.
Los versículos 13-14 indican que la asamblea de Corinto no dependía de que los siervos del Señor vinieran a corregir las cosas; ellos mismos eran directamente responsables ante el Señor de poner las cosas en orden. Siguen cinco pequeñas exhortaciones. Todas ellas estaban dirigidas a incitar a los corintios a actuar en relación con la necesidad de poner en orden los desórdenes de su asamblea. Dice: “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. Todas vuestras cosas sean hechas con caridad [amor]”.
Vemos en el caso de “Estéfanas”, “Fortunato” y “Achâico”, que ellos también estaban haciendo la obra del Señor. Pero lo hacían principalmente en un ámbito local. “La casa de Estéfanas” se nos presenta como modelo de liderazgo en la asamblea. Se caracterizaban por cuidar del rebaño. Se habían “dedicado al ministerio [servicio] de los santos” (versículo 15). Este es un hermoso elogio. No se lee que Pablo hubiera nombrado ancianos en aquella asamblea (tal vez debido a su carnalidad); sin embargo, aunque no había nadie en aquel lugar oficialmente, la labor de supervisión continuaba.
Este es un modelo para nosotros hoy en día, ya que no tenemos apóstoles que nombren ancianos en nuestras asambleas. El Espíritu de Dios todavía puede levantar a algunos para tomar el liderazgo y cuidar del rebaño, y el trabajo de supervisión todavía puede continuar (Hechos 20:28). Es sólo que no tenemos ningún poder apostólico para nombrarlos oficialmente. Los corintios debían “sujetarse” a los tales (versículo 16) y “reconocerlos” en ese lugar (versículo 18). Compárese también Hebreos 13:17 y 1 Tesalonicenses 5:11-12.
Como en el caso de los otros siervos del Señor, encontramos que “Estéfanas”, “Fortunato” y “Achâico” no estaban bajo ninguna dirección apostólica. Habían acudido al apóstol por su propia voluntad, guiados por el Señor, y le habían suministrado cosas que “faltaban” por parte de la asamblea de Corinto (versículo 17). Esto hace referencia a su comunión práctica con el apóstol que la asamblea en su conjunto no compartía. Ante esta carencia, estos tres hermanos proveyeron a Pablo de su propio bolsillo.
Saludos finales
Versículos 19-24.— El apóstol saluda a varias asambleas y a algunas personas para cerrar la epístola. Pablo quería que los corintios supieran que, aunque había cosas serias en su asamblea que necesitaban ser corregidas, las otras asambleas todavía estaban en comunión con ellos y los saludaban. Esto era para confirmar a los corintios que las demás asambleas no los habían abandonado. Si se negaban a corregir esas cosas, habría que tomar medidas por las cuales serían rechazados como asamblea, pero hasta que llegara ese momento, seguían en comunión. Este es un principio importante. La presencia de pecado en una asamblea no significa que automáticamente deje de ser una asamblea congregada al nombre del Señor (Mateo 18:20). Sólo después de tener paciencia y amonestar a una asamblea que demuestra estar albergando pecado en medio suyo por voluntad propia, se debe tomar una medida para limpiar el nombre del Señor. Por otra parte la asamblea que está más cerca del problema moralmente —en el sentido de haber tenido alguna interacción previa con ella en relación con el asunto en cuestión— debe actuar en nombre de las asambleas en general para rechazar a la asamblea que ha cometido la falta. Puede que no sea la asamblea más cercana geográficamente, pero sí la más cercana moralmente al problema.
Pablo concluye con una solemne advertencia a cualquiera de ellos que pudiera no ser salvo. Dice: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. Maranatha” (versículo 22). “Anatema. Maranatha” significa ser maldito cuando venga el Señor. Ha aludido, en varios lugares de la epístola, al hecho de que era muy probable que hubiera entre ellos algunos que fueran simples profesantes. Todo verdadero creyente “amará” al Señor Jesucristo. Demuestra su amor a Él guardando Sus mandamientos (Juan 14:15; 1 Corintios 14:37). Aquellos que no andan en obediencia demuestran ser falsos, y Pablo les advierte que les espera un juicio inevitable.
La “gracia” del Señor Jesucristo y el “amor” del apóstol son encomendados a los corintios como motivo final para impulsarles a la práctica en el manejo de las diversas cosas que necesitaban ser atendidas con respecto a los desórdenes en su asamblea (versículos 23-24).