Expiación

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Maestros de la Biblia usan la palabra “expiación” en referencia a la obra que Cristo hizo en la cruz en cuanto al quitar de en medio el pecado por el sacrificio de Sí mismo (Hebreos 9:26).
La palabra “kaphar” en hebreo (traducida “reconciliación,” “purificación,” “expiación,” etcétera) significa cubrir (Levítico 16:6, 16:10-11, 16:16-18, 16:27, etcétera). Los sacrificios por el pecado en el Antiguo Testamento hicieron eso: cubrieron los pecados del pueblo ante Dios (Salmo 32:1). Pero esos sacrificios no podían “quitar” los pecados (Hebreos 10:4). Eso exigía un sacrificio infinitamente mayor que el “de los toros y de los machos cabríos.” Hoy en día, por medio de la obra consumada de Cristo en la cruz, los pecados de los creyentes son “quitados” (1 Juan 3:5) y “deshechos” (Hebreos 9:26). La obra consumada de Cristo logró mucho más que proveer una cubierta para el pecado. Las dos partes de Su obra consumada se centran en:
•  Propiciación: Atiende a las santas reivindicaciones de Dios contra el pecado.
•  Sustitución: Atiende a nuestra culpa.
1) Propiciación
(Romanos 3:25; Hebreos 2:17 – traducción J. N. Darby; 1 Juan 2:2, 4:10) se refiere al lado de los sufrimientos y muerte de Cristo que la naturaleza Santa de Dios reivindicó, habiendo Cristo proporcionado plena satisfacción a los reclamos de la justicia divina. Es el lado de Dios en la obra de Cristo. Ha sido realizada para “todo el mundo” (1 Juan 2:2) y “toda” la humanidad (Romanos 3:22; 2 Corintios 5:15; 1 Timoteo 2:6) y así ha hecho que el mundo entero sea salvable.
En Romanos 3:25, J. N. Darby traduce “propiciación” como “propiciatorio.” El sentido dado por el apóstol Pablo en este versículo es que Dios ha establecido a Cristo como el Propiciatorio en el testimonio del evangelio. El propiciatorio dentro del sistema de sacrificio del Antiguo Testamento era el lugar donde Dios se encontraba con Su pueblo en base a la sangre de una víctima: un sacrificio (Éxodo 25:21-22; Levítico 16:14). La sangre en el propiciatorio ilustra (típicamente) lo que el evangelio anuncia: que la propiciación ha sido efectuada. Cristo, glorificado en las alturas, es ahora el divino lugar de encuentro para que todo el mundo venga y sea salvo. Él no está en la cruz hoy, sino que ha resucitado y está sentado en gloria en las alturas. Él es el Objeto de testimonio en el que todos deben creer. Así, el pecador que desea ser salvo no viene a un Salvador muerto en la cruz, sino a un Salvador resucitado y sentado en las alturas. Los apóstoles predicaron a Cristo como tal (un Salvador resucitado) a través de todo el libro de los Hechos (Hechos 4:10-12, 5:29-32, 10:38-43, 13:22-39, 16:31).
2) Sustitución
(1 Pedro 3:18 “Cristo padeció una vez por los injustos”). Esto se refiere al lado de la obra de Cristo en la cruz que trata con el hecho de que Él asumió nuestra posición culpable en cuanto al juicio de Dios y así llevó nuestros pecados en Su propio cuerpo sobre el madero (1 Pedro 2:24). La propiciación es para todo el mundo (1 Juan 2:2), pero la sustitución sólo se aplica a los creyentes. La palabra “sustitución” en sí no se encuentra en la Biblia, pero su verdad se encuentra en muchos lugares. Por ejemplo, cuando el lado del creyente en la obra de Cristo está siendo visto (sustitución), la Escritura dice “muchos” refiriéndose a los muchos que creen (Isaías 53:11-12; Mateo 20:28, 26:28; Juan 17:2; Romanos 5:19; Hebreos 2:10, 9:28) y dice, “nos,” “nuestros,” o “nosotros,” refiriéndose a esa misma compañía de creyentes (Romanos 4:25; 1 Corintios 15:3; 1 Pedro 2:24; Apocalipsis 1:5, etcétera). Isaías 53 menciona diez veces la obra sustitutoria de Cristo en los versos: 5 (cuatro veces), 6, 8, 10, 11, y 12 (dos veces).
Un error frecuente en la predicación de hoy es decirles a los pecadores perdidos que Cristo murió por sus pecados. Si esta afirmación errónea es desarrollada a su conclusión lógica, ¿no hace que Dios sea injusto en su trato con los hombres? Si de hecho Cristo hubiera llevado el juicio por los pecados de todos los hombres, entonces Dios no juzgaría a ningún pecador por sus pecados, porque el precio habría sido pagado por ellos. Por lo tanto, es incorrecto anunciar a un público de incrédulos que Cristo murió por sus pecados, o que Cristo cargó sus pecados. Él sólo cargó los pecados de los creyentes, es decir: los “muchos” (Isaías 53:12; Hebreos 9:28). De esta idea errónea viene el pensamiento de que no existe un día del juicio; Dios no juzgará a los incrédulos por sus pecados, porque eso ya ha sido resuelto en la cruz. La cuestión en ese día (según ellos piensan) será simplemente el de si una persona ha recibido a Cristo o no. Si no lo recibieron en fe, entonces serán juzgados en base a eso, como los que rechazaron a Cristo. Esto, sin embargo, no es la verdad de la Escritura que dice que los perdidos serán juzgados “según sus obras” (Apocalipsis 20:12-15). Como regla general, en el evangelio debemos predicar propiciación para el mundo (1 Timoteo 2:6), y a los pecadores que creen el mensaje de la gracia de Dios, debemos enseñarles la verdad de la sustitución para que tengan paz.
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Romanos 3:25 muestra el lado de Dios en la obra de Cristo en la cruz, enfatizando la propiciación, mientras que Romanos 4:25 muestra el lado del creyente en la obra de Cristo en la cruz, enfatizando la sustitución. En 1 Pedro 3:18, el apóstol Pedro vincula estas dos verdades, agregando luego a ellas la verdad de la reconciliación. Él dice, “Cristo padeció una vez (propiciación) por los injustos (sustitución), para llevarnos á Dios (reconciliación).”
Las dos partes de la expiación son ilustradas en los sacrificios hechos en el Día de la Expiación. La expiación fue primeramente hecha a favor de la casa de Aarón (Levítico 16:11-14), que tipifica la Iglesia como conjunto de sacerdotes (1 Pedro 2:5; Apocalipsis 1:6), y luego para la casa de Israel (Levítico 16:15-22) que tipifica al remanente de Israel en un día venidero. Igualmente, ellos entrarán en la bendición por medio de la obra de Cristo en la cruz (Romanos 11:26). El orden de estos eventos es significativo e indica que la Iglesia entra en el bien de la expiación que Cristo hizo en la cruz antes que el remanente de Israel. Aunque la expiación es mencionada dos veces en el capítulo (a favor de esos dos grupos), ella tipificaba una obra única de expiación que el Señor hizo en la cruz.
En cada uno de esos sacrificios, son vistas la propiciación y la sustitución. En lo que dice respecto a la casa de Aarón, un becerro fue traído al altar y fue muerto, y su sangre fue rociada “sobre” el propiciatorio delante de Dios (Levítico 16:15). Esto tipifica la propiciación. Luego, siete gotas de sangre fueron rociadas en tierra “delante” del propiciatorio, donde los sacerdotes (los hijos de Aarón) estaban de pie y ministraban (Levítico 16:15). Esto tipifica la sustitución.
Con respecto a la casa de Israel, uno de los dos machos cabríos que habían sido tomados para el sacrificio era llevado al altar y era muerto, y su sangre era rociada “sobre” el propiciatorio. Esto habla de la propiciación. Entonces, el macho cabrío vivo que tenía los pecados del pueblo confesados sobre él era enviado al desierto (Levítico 16:21-22). Esto tipifica los pecados de los hijos de Israel siendo confesados (Salmo 69:5) y cargados (Isaías 53:12) por Cristo en la cruz como Sustituto de ellos. Cuando el remanente de Israel reciba el beneficio de esa obra en un día futuro, ellos entenderán que sus pecados han sido removidos “cuanto está lejos el oriente del occidente” (Salmo 103:12). W. Kelly dijo: “La expiación consta de dos partes, ambas vistas en Levítico 16 en el becerro con referencia a nosotros, y en los dos machos cabríos con referencia a Israel. La parte de la propiciación establece el lado de Jehová y la de la sustitución el lado del pueblo” (The Bible Herald, vol. 1, p. 234).
El arca de Noé, que fue el medio por el que Dios salvó a Noé y su familia, también tipifica estas dos partes de la expiación. En la fabricación del arca, Dios le dijo a Noé: “la embetunarás con brea por dentro y por fuera” (Génesis 6:14). “Embetunar” es la misma palabra que “expiar” en hebreo. Esto fue lo que hizo que el arca fuera impermeable a la lluvia (el juicio) que vino contra ella. Dios veía a la brea en el exterior, y la familia de Noé veía a la brea en el interior. Esto tipifica la propiciación y la sustitución.
Aunque la Escritura distingue el sufrimiento expiatorio de Cristo, Su muerte expiatoria y Su sangre expiatoria, Dios quiere que consideremos estas tres partes como una sola obra. Muchos han caído en graves errores por separar la una de las otras. Como regla general, debemos distinguirlas, pero no separarlas.