Hebreos 12:1-17: Guardados

Hebrews 12:1‑17
Caminar por fe requiere mucho esfuerzo y valentía, ya que estamos en un mundo malvado cuyo objetivo es atraer el corazón y enfocarlo en las cosas terrenales: lejos de Cristo en la gloria. Si lees los libros de Éxodo y Números encontrarás muchos momentos de dificultades para el pueblo de Dios, durante los cuales precisaron que Él les guarde; pero nosotros también tenemos la misma necesidad. En el libro de Hebreos Dios ha detallado varios recursos para mantenernos en el camino de la fe y en la meditación de este capítulo hallamos algunos. Si no has leído todavía estos versículos, por favor léelos antes de continuar, pues esta pequeña lectura solo tiene validez si expone fielmente lo que dicen las Escrituras.
“ ... Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1). Alguien ha sugerido que la mejor forma de reconocer aquello que es un peso en nuestra carrera espiritual es empezar a correr; pues entonces rápidamente descubrimos lo que nos estorba en el servicio para el Señor. En verdad no sería ilegal correr una maratón cargando una mochila llena de piedras, pero sí sería un gran estorbo. Asimismo debemos nosotros también dejar, de una vez por todas, estas cosas a un lado y seguir a Cristo, pues el pecado en esencia es buscar la voluntad propia y no la del Señor. Así que este tipo de comportamiento de ninguna manera debe ser parte integral de nuestras vidas, pese a que seamos asediados por la carne durante toda nuestra existencia. La vida espiritual es una carrera larga, no corta, que requiere perseverancia y paciencia; pues no todos los momentos de un maratonista son fáciles y felices, pero continúa corriendo con paciencia a fin de llegar a la meta.
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe ... ” (Hebreos 12:2). Una vez que estamos corriendo, es imprescindible que tengamos nuestra mirada puesta en Aquel que ya terminó la carrera con éxito, pues Él aguantó el oprobio y la oposición de familiares y enemigos: Ahora ya está sentado en la gloria. Y nosotros seguimos el mismo camino de fe en pos de Él, con la plena confianza que tendremos el mismo fin: la gloria. No vamos a pasar por una dificultad tal como el rechazo de otros que Él no haya experimentado y superado.
“ ... Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Hebreos 12:5-6). Disciplina, a pesar de las connotaciones que tiene hoy en día, viene de una raíz que significa enseñanza o aprendizaje. El propósito de la disciplina, cuando la experimentamos, es que crezcamos en las cosas divinas y no un castigo que conlleva ira; pues Dios solo corrige en amor y para bendición. También la mera disciplina de Su parte evidencia que le pertenecemos. Ciertamente sería una locura que vayamos y castiguemos a los hijos de un vecino cuando notamos que se están portando mal; pero sí es nuestra responsabilidad corregir a nuestros propios hijos en el temor del Señor. Así que por la disciplina el Señor muestra que somos de Él y nuestra respuesta a ella, aunque duela al principio, determinará cuán provechosa sea: No debemos menospreciarla, lo cual sería pretender que no hay disciplina; ni desmayar, lo que insinúa que no vemos el propósito de bendición que Dios tiene para nosotros en la aflicción; pero rendirnos indica que depositamos nuestra confianza en Su mano de amor. ¡Él quiere que alcancemos la meta en gloria donde Él está!