Hechos 16

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"Después llegó a Derbe, y a Listra: y he aquí, estaba allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía fiel, mas de padre griego. De éste daban buen testimonio los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Este quiso Pablo que fuese con él" (vv. 1-3).
Pablo era soltero sin descendencia, pero como cristiano era padre y tenía muchísimos hijos espirituales. Entre todos ellos no había otro tan querido como Timoteo, el cual se convirtió, nos parece, cuando Pablo y Bernabé fueron por primera vez a "Listra y Derbe ... ..y allí predicaban el evangelio" (Hch. 14:6, 7).
"Mucho tiempo" había pasado cuando Pablo, acompañado por Silas, "partió" de su propia asamblea de Antioquía, "encomendado de los hermanos a la gracia del Señor" (Hch. 15:40). Llegado nuevamente a Derbe y a Listra, encontró a Timoteo, un joven que de manera manifiesta había crecido "en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2ª Ped. 3:18), pues de él "daban buen testimonio los hermanos que estaban en Listra y en lconio."
"Este quiso Pablo que fuese con él." Pablo tenía discernimiento espiritual tanto como autoridad apostólica. Por lo tanto no escogió al joven Timoteo por compañero en la obra del Señor sin que éste tuviera buen testimonio de los hermanos del lugar. Este es un principio claramente sentado en el Nuevo Testamento. Aun los apóstoles Pablo y Bernabé no fueron enviados "por el Espíritu" sin que tuviesen las "diestras de compañía" de los hermanos de su propia asamblea (véase Hch. 13:3, 4 y 15:40). ¡ Cuánto más imprescindible es, entonces, que un hermano joven tenga recomendación de los hermanos que le conocen!
44... y tomándole' le circuncidé por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego" (v. 3).
Eunice, la madre de Timoteo, era judía. Cuando se casó con un griego no era cristiana; pero desobedeció la ley de Moisés (véase Deut. 7:3 y Esdras 9:10-12). Se convirtió a Cristo, y también su madre, la abuela de Timoteo, llamada Loida, las dos antes de que Timoteo mismo se convirtiese (véase 2ª Tim. 1:5).
Ahora bien, notemos el comentario: "por causa de los judíos... porque todos sabían que su padre era griego." Según las conciencias de los judíos, el matrimonio entre los padres de Timoteo no era conforme a la ley y por lo tanto Timoteo fue considerado por ellos como inmundo también.
Fue un matrimonio anormal y el padre de Timoteo probablemente era todavía un hombre inconverso. Timoteo tenía edad suficiente y era convertido, de modo que Pablo no se metió en un asunto familiar privado cuando tomó (con previo entendimiento, se cree, de éste) a Timoteo y "le circuncidó por causa de los judíos." Que una mujer judía tuviese un hijo varón que no fuese circuncidado era algo que los sentimientos de los judíos no podían aceptar. Pablo (más o menos según él escribió más tarde, "Heme hecho a los judíos como judío, por ganar a los judíos"—1ª Cor. 9:20), para disipar los prejuicios de los judíos, hizo con Timoteo conforme al estado normal del hijo de una israelita.
Es de notar este hecho porque lo tetemos narrado en los Hechos inmediatamente después del capítulo XV que nos cuenta cómo fue decretado por "los apóstoles y los ancianos y los hermanos" en Jerusalem que los gentiles no fuesen sujetos a los ritos de Moisés (Cap. 15:22-29).
¡De la Ley libres! ¡ dichaˆindecible!
Cristo sufrió su pena terrible;
Su maldición del todoˆEl llevó,
"Por graciaˆasí ya nos salvó.
"Y como pasaban por las ciudades, lea daban que guardasen los decretos que habían sido determinados por los apóstoles y los ancianos que estaban en. Jerusalem. Así que las iglesias eran confirmadas en fe, y eran aumentadas en número cada día" (vv. 4, 5).
Como ya hemos visto en nuestro estudio del Cap. XV, lo determinado por los apóstoles y los ancianos era que los que se habían convertido a Dios entre los gentiles no fuesen sujetos a la ley de Moisés, sino que se apartasen "de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de ahogado, y de sangre" (v. 20).
Todas esas cosas eran siempre contrarias a la voluntad de Dios desde el principio, aun antes de que fuese dada a los israelitas la ley de Moisés.
Ya resuelta esa cuestión para la gloria de Dios' y la paz entre los creyentes, fue motivo de mucha bendición entre las iglesias que eran confirmadas en fe, y aumentadas en número cada día.
"Y pasando a Phrygia y la provincia de Calada, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. Y como vinieron a Misia, tentaron de ir a Bithynia; mas el Espíritu no les dejó. Y pasando a Misia, descendieron a Troas" (vv. 6-8). Veremos más tarde cómo Pablo pasó tres años en la provincia de Asia, dando testimonio a todos. El Señor tiene su tiempo para todo: Llegaron el apóstol y su compañía a Troas a la orilla de la mar sin encontrar puerta abierta para el evangelio. ¿Qué hacer? ¡No podían hacer nada: puertas cerradas por detrás y la mar por delante! Entonces el Señor manifestó su voluntad:
"Y fue mostrada a Pablo de noche una visión: Un varón macedonio se puso delante, rogándole, y diciendo: Pasa a Macedonia, y ayúdanos. Y como vio la visión, luego procuramos partir a Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio" (vv. 9, 10).
El Señor quiso que el evangelio fuese predicado en Europa, y así hizo que Pablo en aquel entonces dejara el Cercano Oriente, guiándole mediante una visión maravillosa. En aquel momento, nos parece que el historiador inspirado, Lucas, se juntó con Pablo, Silas y Timoteo: "y como vio la visión, luego procuramos partir... "
"Partidos pues de Troas, vinimos camino derecho a Samotracia, v el día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la parte de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días" (vv. 11, 12).
"Vinimos camino derecho." Amigos cristianos, qué bueno es andar "camino derecho" en pos del Señor Jesús!, no deambulando de acá para allá, como "el hombre de doblado ánimo que es inconstante en todos sus caminos" (Stgo. 1:8).
Al arribar a Filipos, Pablo y su compañía estuvieron allá algunos días. No se menciona ninguna actividad de parte de ellos. A nuestro parecer eso indica que estaban esperando que el Señor les guiara. No llegaron tras previo anuncio como tampoco //lucha propaganda acerca de una gran campaña evangélica y noticias en cuanto al gran personaje, ¡"San Pablo"! Ellos sabían lo que debemos saber, que es el Señor quien quiere dirigir su obra, y que todo sale maravillosamente cuando los hombres no meten las manos en Sus negocios.
"Y un día de sábado salimos de la puerta junto al río, donde solía ser la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían juntado. Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó. diciendo: Si habéis juzgado que ye sea fiel al Señor, entrad en mi cara, y posad: y constríñanos" (vv. 18-15).
No se hace ninguna mención de una "sinagoga de los judíos" en Filipos, a la cual Pablo siempre entraba para anunciar el evangelio; pero había una reunión de mujeres fuera de la ciudad donde se acostumbraba hacer la oración. Allí la obra evangélica tuvo su principio en Macedonia. Lidia no era idólatra; era una mujer temerosa de Dios, y escuchaba lo dicho por Pablo. El Señor le abrió el corazón y ella creyó el evangelio. Se bautizó luego con su familia. Habiéndose ya vestido de Cristo, habiéndole confesado como su SEÑOR, les rogó a Pablo y sus compañeros de milicia, Silas, Ti-moteo y Lucas, que aceptaran la hospitalidad de su casa, y les constriñó. Cuán seguidamente se manifiesta el buen fruto de la nueva naturaleza en un hijo fiel de Dios!
"Y aconteció, que yendo nosotros a la oración, una muchacha que tenía espíritu pitónico, nos salió al encuentro, la cual daba grande ganancia a sus amos adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de salud. Y esto hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en la misma hora. Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, al magistrado; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos" (vv. 16-21).
Tan pronto como Dios empieza a obrar, Satanás se opone a ello. El Señor había abierto el corazón de Lidia. Se convirtió. "Fue bautizada, y su familia" (v. 15). Un testimonio cristiano, débil pero verdadero, ya estaba surgiendo en la ciudad de Filipos. Para resistirlo, "la serpiente" usó de "astucia": había una esclava de ciertos hombres que estaba poseída de un demonio (de un "espíritu pitónico," vale decir: de "hechicero"). Ella persistía en seguir a Pablo y sus compañeros, dando testimonio; no al Señor Jesucristo, el Salvador de los pecadores, sino a los "siervos," que "os anuncian el camino de salud." Al oído carnal esa afirmación sonaba bien, pero al oído espiritual del apóstol Pablo, ¡ no!, pues él discernió que Satanás se proponía anular el poder del testimonio verdadero acerca del Señor Jesucristo por medio del testimonio engañoso de un espíritu pitónico, tratando de ligar así el testimonio verdadero y santo del Señor con otro testimonio falso e inmundo, a fin de que el evangelio perdiese su poder divino en las conciencias de la gente de Filipos.
Pablo no actuó precipitadamente. No cabe duda de que él estaba orando sin cesar "por muchos días." Por fin, convencido de que tenía la mente del Señor, maridó salir de la muchacha al espíritu pitónico; y éste salió de inmediato.
Entonces los amos de la esclava-viendo que ella ya no podía adivinar-prendieron a Pablo y a Silas y los llevaron ante los magistrados, acusándoles falsamente. La muchacha había dicho de ellos: "estos hombres son siervos del Dios Alto"; pero sus amos dijeron: "estos hombree, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad." El diablo, vencido como "serpiente astuta," se tornó en "león rugiente." Si no puede corromper el testimonio del Señor, entonces procurará destruirlo.
"Y agolpóse el pueblo contra ellos: y los magistrados rompiéndoles sus ropas, les mandaron azotar con varas. Y después que los hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con diligencia; el cual, recibido este mandamiento, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó loa pies en el cepo" (vv. 22-24).
Acabando su carrera, muchos años después Pablo escribió a su amado hijo en la fe, Timoteo, así: "Tú has comprendido mi doctrina, instrucción, intento, fe, largura de ánimo, caridad, paciencia, persecuciones, aflicciones, cuales me sobrevinieron en Antioquía, en lconio, en Listra, cuales persecuciones he sufrido; y de todas me ha librado el Señor. Y también, todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución" (2ª Tim. 3:10-12).
Pablo y Silas vivían píamente y no quisieron ser ligados de ninguna manera con la obra satánica en Filipos; por eso padecieron cruel persecución: con las espaldas sangrando por los azotes, los siervos fieles del Señor fueron metidos en el calabozo y sus pies apretados en el cepo. ¿Qué hicieron unas horas después?
"Mas a media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los que estaban presos los oían" (v. 25). Su actitud nos hace pensar en una estrofa de un himno cristiano:
"Pobres, nos eres suprema ganancia,
Y, despreciados, sonrisa de-amor;
Presos en grillos, el cepo-o la celda,
Libres deˆespfritu,ˆalzámoste loor.
Vida-en nos Túˆeres ya, premio-en la gloria allá,
En muerte nuestra victoria,"; oh; Señor!;
Pues Tú nos haces más que vencedores,
¡ Cristo Jesús, Señor, fiel Protector!"
¿Cómo contestó el Señor sus oraciones, agradado de sus alabanzas? "Entonces fue hecho de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían; y luego todas las puertas se abrieron, y las prisiones de todos se soltaron. Y despertando el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que los presos se habían huido" (vv. 26, 27).
Lo sucedido nos hace pensar en la proclama triunfante del Señor Jesús después de su resurrección: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" (Matt. 28:18). ¡Se produjo un gran terremoto; se abrieron todas las puertas; se soltaron todas las cadenas de los presos!; Una obra de Dios sin precedente!
¿ Cuál fue, entonces, la actitud de los siervos del Señor? "Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal; que todos estamos aquí. El entonces pidiendo luz, entró dentro, y temblando, derribóse a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos fuera, les dice: Señores,
¿qué es menester que ye haga para ser salvo?" (vv. 28-30).
El carcelero romano, encargado de guardar celosamente a los presos, estaba desesperado al ver las puertas de la cárcel abiertas (pues si se escapaba un preso de una cárcel romana, el guardián pagaba con su propia vida), entonces sacó su espada para suicidarse. Pablo, imbuido del espíritu perdonador de su Señor, no obstante haber padecido con Silas mucho mal del carcelero, le gritó: "no te hagas ningún mal." Hubo un sacudimiento de la conciencia del carcelero. Luego pidió luz. (El pecador convencido de su pecado precisa de luz; la luz de la palabra salvadora de Dios). Temblaba, probablemente por primera vez en su vida de carcelero. Se humilló, y eso delante de sus presos, los siervos del Señor, a quienes los sacó del calabozo. Reconoció que ellos tenían la palabra de salvación, y si bien estaban libres, él todavía era el preso del diablo y clamó para ser salvo. Sin embargo hizo la pregunta en la forma habitual del hombre que no se da cuenta que está completamente perdido y que no puede, ni podrá, de ninguna manera hacer algo por sus propios medios para recibir la salvación de su alma: "¿qué es menester que ye haga para ser salvo?"
Llegó enseguida a su oído la palabra divinamente inspirada: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y to casa. Y le hablaron la palabra del Señor y a todos los que estaban en su casa. Y tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes; y se bautizó luego él, y todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa: y se gozó de que con toda su casa había creído en Dios" (vv. 31-34).
El Señor había sacudido al carcelero profundamente en su ser, y se convirtió en seguida, oyendo que la salvación viene de la fe no fingida en el Señor Jesucristo. Quiso también que todos los de su casa (la familia, los siervos, todos) oyesen la palabra del Señor. Eso sucedió más o menos a la; una de la madrugada! Luego el carcelero-ya un hijo de Dios-con corazón tierno se compadeció de Pablo y Silas y "les lavó los azotes." Había dejado de "hacer lo malo," y estaba aprendiendo "a hacer bien" (Isa. 1:16,17). Entendió también cuál era la debida posición cristiana (no sabemos si él tenia conocimiento en Filipos del bautismo de Lidia y su familia): no demoró en ponerse el uniforme de un soldado de Cristo a sí mismo y a todos los de su casa: "se bautizó luego él, y todos loa suyos." De Cristo estaban vestidos (Gál. 8:27).
Lidia, inmediatamente después de bautizarse con su familia, invitó a los siervos del Señor que aceptasen la hospitalidad de su hogar; e igualmente lo hizo el carcelero: "y llevándolos a su casa (no haciendo caso del mandamiento de los magistrados que los guardase con diligencia en la cárcel), les puso mesa." Físicamente Pablo y Silas habían sufrido mucho y probablemente no habían comido nada en casi veinticuatro horas. El carcelero perseguidor se había convertido en médico compasivo. Luego por primera vez su hogar se llenó del verdadero gozo.
"Y como fue de día, los magistrados enviaron los alguaciles, diciendo: Deja ir a aquellos hombres. Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a decir que seáis sueltos: así que ahora salid, e id en paz. Entonces Pablo les dijo: Azotados públicamente sin ser condenados, siendo hombres romanos, nos echaron en la cárcel; y ¿ ahora nos echan encubiertamente? No, de cierto, sino vengan ellos y sáquennos. Y los alguaciles volvieron a decir a los magistrados estas palabras: y tuvieron miedo, oído que eran romanos. Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que se salieran de la ciudad. Entonces salidos de la cárcel entraron en casa de Lidia y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se salieron" (vv. 35-40).
El siervo del Señor, aunque sea menospreciado por los hombres (inclusive los de alta categoría), está consciente de cierta dignidad conferida del Señor. Pablo, en este caso, y más tarde ante el "tribuno," ante "Félix" y ante el rey "Agripa," (Hch. 22:25-28; 24:10-21 y 24-25; 26:1-19), estaba consciente de su estado favorecido delante de Dios.
Los siervos del Señor, no deseados por los magistrados humillados de la ciudad, "sueltos, vinieron a los suyos" (Hch. 4:23); fueron a la casa de Lidia, en donde los primeros creyentes en Filipos se reunían No cabe duda de que durante los "muchos días" que transcurrieron entre el bautismo de Lidia y el encarcelamiento de Pablo y Silas, hubo otras personas que oyeron el evangelio y lo creyeron; (y cuando Pablo fue encarcelado en Roma muchos años después, escribió a sus amados hermanos en Filipos.)
Pablo y Silas, aunque fueron heridos de los muchos azotes, sin embargo-en vez de recibir consolación-hablaron palabras de consuelo a los hermanos, y se despidieron.